La poeta salvadoreña Roxana Méndez (1979) mereció el primer Premio Alhambra de Poesía Américana para Libro Inédito con el poemario “El cielo en la ventana” que, en palabras del jurado, destaca por “un gran lirismo”. La poeta es una de las voces “llamada a convertirse en referente para las letras centroamericanas”. En seguida presentamos tres poemas.
El mexicano Mario Bojórquez (1968) y la salvadoreña Roxana Méndez (1979) se han convertido en los primeros ganadores del Premio Alhambra de Poesía Americana, convocado por el Patronato de la Alhambra y el Generalife y el Festival Internacional de Poesía de Granada con el propósito de dar entrada a los nuevos autores hispanoamericanos en el mundo editorial español.
Según ha explicado el presidente del jurado, el poeta granadino Luis García Montero, Bojórquez se ha impuesto en la categoría de ‘obra publicada’, que reconoce a un libro editado en América en los últimos cinco años. El libro ‘El deseo postergado’, que fue publicado en México por la editorial Lumen, ha sido elegido entre más de cien poemarios llegados de 22 países. En la categoría de ‘obra inédita’, se ha impuesto ‘El cielo en la ventana’, de Roxana Méndez, entre cerca de 200 poemarios procedentes de diecisiete países.
El jurado ha estado compuesto por granadino Luis García Montero, la venezolana Yolanda Pantin y los españoles Raquel Lanseros, Fernando Valverde, Daniel Rodríguez Moya y Javier Bozalongo, ha informado el Festival de Poesía en un comunicado.
Sobre ‘El deseo postergado’, el jurado ha explicado que se trata de un libro “de un autor ya muy hecho que es una referencia dentro de su generación en las letras en español”. Por su parte, de ‘El cielo en la ventana’, de la joven Roxana Méndez, el jurado ha querido destacar que se trata de una obra “de un gran lirismo y con mucha personalidad” de una de las voces “llamada a convertirse en referente para las letras centroamericanas”, y, de hecho, Méndez está considerada como la más aventajada discípula de su compatriota Claribel Alegría, según ha explicado García Montero.
Los dos ganadores serán invitados a la novena edición del Festival Internacional de Poesía de Granada, en el que leerán sus poemas y presentarán sus libros, que serán publicados en España por la editorial Valparaíso. La entrega del premio tendrá lugar en la Alhambra el próximo 9 de mayo.
BIOGRAFÍAS
El mexicano Mario Bojórquez (Los Mochis, Sinaloa, 1968) es uno de los autores más valorados de su generación en América Latina. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el más importante de su país. Entre los libros que ha publicado destacan ‘Pájaros sueltos’, ‘Contradanza de pie y de barro’, ‘Diván de Mouraria’ y ‘Pretzels’.
Además, ha resultado galardonado en diversos certámenes como el Abigael Bohórquez, el Nacional Clemencia Isaura o el Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa. Profesor de Retórica en la Fundación para las Letras Mexicanas, realiza incontables talleres de poesía. Es miembro del consejo de redacción de Círculo de Poesía.
La salvadoreña Roxana Méndez (San Salvador, 1979) es una de las voces más personales de la nueva poesía centroamericana. Ganadora en cuatro ocasiones del Premio Nacional de Poesía de su país, está considerada como la más relevante discípula de su compatriota Claribel Alegría.
Autora de libros como ‘Mnmosine’ o ‘Memoria’, publicados en El Salvador, ha sido incluida en diferentes antologías de poesía como ‘Puertas abiertas’, publicada por el Fondo de Cultura Económica en México en 2011, o ‘La herida en el sol’, incluida en el catálogo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Primera imagen de Sudáfrica
Frente al hotel, un lago,
alrededor, cipreses griegos,
altos, delgados,
de un verde muy profundo.
Hay pájaros que jamás había visto,
como venidos de otro tiempo, y su bullicio
es el de una multitud de hace un siglo
o diez siglos. Su plumaje
es como el sedimento
que deja un atardecer sobre otro atardecer.
Lo que veo cuando les veo
tiene la consistencia
que poseen los sueños.
Me asomo a la ventana
y sé que este viento
proviene de la boca del león
y lo que escucho,
aunque no lo parezca, es un rugido.
Sobre el cuerno del elefante crece el alba.
En el lomo del Antílope
huye también el día.
Cuando llega la noche
el lago es el ojo frío
del asesino que espera su presa sin moverse.
Al caminar por su orilla
encontré una rana
que parecía haber muerto hacía mucho,
desde que el limo comenzó
a crecer sobre la superficie
de este lago más lejano
que todo lo que antes conocí.
Aunque no he visto demasiado,
comprendo que África no es Europa,
hacia dónde quiera que mire,
a toda hora, todo parece más real,
incluso el mundo…
Petición
Los años transcurrieron,
la naturaleza cayó a través
de la nieve y las hojas
y nada pudo detenerla.
Mi voz se ha vuelto suave
como el viento que una vez
era una tempestad
y se tornado brisa.
Lo has visto,
las hojas y la nieve han caído
y nada pudo detenerlas
y yo busqué tu voz
y pedía que vinieras hasta mí
para darme consejo
porque habían muchas otras voces
y mi vida cambiaba
y ese cambio era el desierto
en su inmensidad
y mi espíritu
se conmovía ante tal desolación.
Líbrame de los recuerdos otra vez.
Ya me has librado cada noche
pero hay algunos que aún vienen
y golpean como la lluvia
que mina la piedra
y no me deja conciliar los sueños.
Solo espero tu bendición
hasta ver de nuevo en mi rostro
tu propio rostro.
A su extraña manera
Todo ha sucedido a su extraña manera
y no como lo tenía previsto:
ni siquiera me he separado
de esa casa que no me pertenece,
de las paredes que no son mías,
del viento que entra y respiro sin preguntar.
No soy el mar, soy la orilla del mar.
Y sé que los años tan solo pasan una vez,
cada uno como un desfile de gaviotas
que se alejan de la playa: no las puedo contar,
son demasiadas, no me alcanzan los dedos ni los ojos,
cuando empiezo me canso
y aunque no quiera tengo que parar.
La muchacha que era, sé que no la soy más.
Nada ha pasado en vano:
bajo mis pies no hay huellas sino piedras,
pero unas piedras demasiado lisas
donde todo resbala, nada permanece,
nada se puede levantar.
He tratado de asirme ingenuamente
a la ola que llega hasta mi cuerpo:
no puede detenerse. No la puedo tomar.
Mis manos son la arena:
me diluyo en aquello
que quiero sujetar.
En la cama y aún sin levantarme
me parece escuchar
el susurro del viento:
entra por la ventana, es abril… pasará.
¿Por qué también tendría que pasar?