De las elecciones en México

El novelista Vicente Alfonso (Torreón, 1977) piensa las múltiples irregularidades de la elección presidencial mexicana y el escenario ante el que estamos.  Entre estas irregularidades hallamos:  “el descarado uso de la coacción del voto, la inequidad en el proceso”, etc. Vicente Alfonso obtuvo el Premio Nacional de Novela Policíaca y el Premio Nacional de Cuento María Luisa Puga

 

 

 

Vivimos en una democracia imperfecta a la que sin duda se le pueden apretar muchas tuercas. Escribo este comentario a las seis de la tarde del domingo. Independientemente del resultado, que no había sido anunciado cuando redacté estas líneas, hay dos aspectos que aún me preocupan de la dinámica que siguen nuestras elecciones. El primero es que las reglas del juego están pensadas para que los candidatos sean intocables, que puedan ganar elecciones a como dé lugar. El segundo asunto que me preocupa lo explico con un símil boxístico: por muy cargada que esté la pelea, el réferi no puede meter las manos hasta que se termine el último round. Supongamos que un par de peleadores aceptan enfrentarse en estas condiciones, y uno de ellos comienza a “madrugar” a su oponente. Ante la sorpresa y los silbidos del público, el réferi sólo acierta a decir: “están peleando conforme al reglamento, yo no puedo meter las manos”. ¿Qué tan justa es una pelea así?

Fundamento mis afirmaciones en el número 1860 de Proceso, que circuló la semana pasada. El semanario publica una entrevista que Carlos Acosta Córdova le hizo al consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita. Reproduzco aquí algunas palabras tal como se publicaron: “…hay dos cosas que debemos tener muy claras, que podemos o no estar de acuerdo con ellas. Primero, los sujetos obligados, beneficiarios del financiamiento público y obligados por la fiscalización son los partidos políticos, no los candidatos. En otros países sí, como en Canadá; allá no se fiscaliza el gasto de campaña de los partidos, sino el de los candidatos. En Estados Unidos igual”. Líneas más adelante, el consejero presidente del IFE nos recuerda que “se decidió un modelo de fiscalización de auditoría. Esto quiere decir que sólo se puede fiscalizar en períodos que han sido cerrados, en procesos que han iniciado y concluido (…) Además, al auditar la campaña electoral a quien auditamos es al partido, no al candidato, de tal suerte que si el candidato ganó legítimamente la votación y rindió protesta, será gobernante”.

Así pues, se puede sancionar solamente al partido, no a los candidatos. Y se les puede sancionar una vez que terminó el proceso electoral. Eso me recuerda episodios como el Pemexgate y los Amigos de Fox. Por mucho que se demuestre que intervinieron en las elecciones recursos desviados, no hay ninguna posibilidad de que se eche para atrás el resultado. Creo que en el futuro cercano, asistiremos a un episodio semejante respecto a la campaña priista: el alud de artículos y de estímulos que usó ese partido para adquirir votos parece rebasar por mucho los topes establecidos para gastos de campaña.

¿Si el IFE, que es el réferi, se admite maniatado, qué podríamos hacer quienes estamos sentados en las gradas? Mucho más de lo que creemos. Queda muy claro que la democracia se construye todos los días: las reglas del juego se determinan mucho antes de la jornada electoral. Hoy, un día después de la elección, es el momento de empezar a cimentar las condiciones de la próxima contienda. Hoy, dos de julio, es momento de seguir construyendo la pluralidad y el respeto que propone el movimiento Yo soy 132. Pacificar al país no es lo mismo que volver a adormecerlo. Lo primero es deseable, lo segundo sería lo peor que podría pasarnos.

Twitter: @vicente_alfonso

 

 

 

 

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