Presentamos el trabajo del joven poeta José Manuel Vacah (Estado de México, 1990). Es cofundador y director de la revista Hysterias. Recibió el segundo lugar en el concurso II Coloquio de Letras Hispánicas César Vallejo (Faculta de Filosofía y Letras, UNAM) 2010. Obtuvo el tercer lugar en el concurso de poesía Décima muerte 2010 (UNAM). Mantiene el blog http://plumonparavacas.blogspot.com/
El aroma de la menta
detrás de cada puerta está el monstruo
entonces uno dice cómo es posible que haya pasado
que haya sido tan rápido tan invisible
ni siquiera me di cuenta de los acróbatas que jugaban en tus ojos
antes de anunciar la última entrada de los espías
ah si de pronto yo juzgara mis actos no encontraría manera de evitar tu mano
tu delicada mano señalando un rincón de mi soberbia de mi estupidez
no intento alimentar mi depresión con una sonrisa
que no dependerá de mi sincera impaciencia que quede claro
apenas quiero diferenciar mi tristeza de la tuya
he sentido a veces la noche venir a burlarse de mí
de mi manera de mirar las puertas en pijama con la sábana hasta los ojos
apenas quiero sentir un pedazo de tu boca pequeña que suda una queja en el picaporte
y que yo
como un dios que no entiende las palabras del pájaro más pequeño
del mas pequeño de sus discípulos como un dios ciego como un dios que no será llamado nunca con vehemencia dios justo y atento
así yo jamás pude sentir el ruido de tus pasos atravesando la sala y golpeando la última puerta que había que franquear
antes de que el monstruo franqueara la puerta
si la imagen quedara intacta podría hacer un diagnostico de mi humilde respuesta y sabría cuál error fue más grande
tomar la decisión de equivocarme o equivocarme por pura indecisión
si la imagen quedara intacta mi corazón créeme sería una casa verde con un jardín intacto
con el aroma de la menta que plantamos por descuido impregnándose en cada muro
de la casa que el viento se obstina en derrumbar
siquiera puedo recordar de qué color acostumbrábamos sembrar nuestras alegrías
nuestra cotidiana felicidad
al final el miedo compartía el pan con nosotros y por esto siempre tuvimos la sensación de lavar más platos de los que usábamos o rompíamos
el gato entraba en la sala y tu sonrisa era una costumbre que también ignoré
porque el vestidito azul que llevabas me gustaba ver tu cadera construir ciertos pliegues
tanto vestido para tan pocas certidumbres
recuerdo solamente el grito de una palabra al caer
una palabra que jamás he recordado
porque me da miedo entre otras cosas abrir la puerta y mirar el monstruo
Poema para Lidia
Temo, Lidia, al destino.
Fernando Pessoa
Ayer, como el fuego que cae de la antorcha que sostienen tus ojos,
como ese instante que no cesa, porque temo que las palabras te sucedan
hasta que llegue el momento en el cual una respuesta no baste
para entender cómo el tiempo ilumina tu rostro cuando has visto al destino bailar con los gatos,
una noche, en que tu cuerpo era un temor que presagiaba el talento de mis manos para perder,
aún sin internarlo, sin intentar nada, he perdido.
Es acaso que el amor nunca entiende:
la imaginación tendría que tomar otros zapatos
pues un instante se ha hecho toda una vida.
Ayer, como el fuego que busca descender de su antigua herencia,
sobre el cuerpo que se baña entre las piedras de una pirámide,
cuya presencia sólo puede entenderse desde el primer sismo,
herida o roce, ascenso sacro, temblor, centro del incendio, dónde la punta aísla mi pensamiento
de tu nombre,
acaso la muerte cuyo desdén es el deseo que imita la armonía de una danza que no cesa,
tan sólo la división entre lo que es y la muerte,
un orden en que el amor habita el principio de la sagrada tormenta, pensándolo bien, el fuego
que cae de la antorcha que sostienen tus ojos,
cuando te descubro:
caminas por ahí, tu cuerpo cobra la dimensiones que se merece,
como un rayo de aceite, vertido, sobre los peces que se agitan en el río de las ganas,
semen cauteloso, casi nido cuya sangre penetra la herida que admiro, deseo, y ya.
Temo, Lidia, aunque sostengo tu nombre entre las manos, todo tu cuerpo entre mis palabras,
que las primeras aves del alba busquen en mi pasado,
hurguen en él como sabedoras del miedo que me orina sobre los ojos,
que me carga en la espalda una cadena de puños que me gritan al oído
esas pinches órdenes para dejarlo todo y aceptar la corona de la derrota
y dormir en la misma cama, solo,
a pesar del fuego que devora la estancia y entra a la casa para arrebatarme el valor o lo que queda. Tocan la puerta. No abro.
Es el temor que desata los perros tras de mí. La huida por un lado, y por el otro aquel miedo
de perder algo que no tengo.
Porque tú tal vez tampoco eres, tampoco has sido, aunque sé que los hombres te construyen
cuando te miran incendiar tu presencia,
tú misma devoradora de los paisajes que te persiguen,
de las faldas de la tarde donde los árboles son amarillos por su contacto con las alas de los pájaros,
del cielo que es mar donde los arrecifes se cuentan por su debilidad de haber sido en otras vidas barcos o nubes,
ese mar trasfigurado en deseos imitados de las primeras gotas de agosto, ese cielo que caga anémonas de aire, las mismas que alguna vez escuché que te gustaban , estrellas que ceden su tristeza a las calles donde un hombre camina pensando en los labios de las mujeres que no lo besaron, por miedo; y entonces, sólo entonces comprendo que no me perteneces, y que yo, no soy el hombre que ha decidido llamarte esta noche, o mañana en la noche, o ayer, cuando conversamos, brevemente, sobre el pájaro que moría en el parque, cuando venías de cenar con tu novio
o con tu hermano.
No estoy preguntando nada al destino,
es que tan sólo no eres, y yo no he sido nadie para averiguarlo, para siquiera llamarte y averiguarlo.
Es que casi me siento portador de una presencia que no me pertenece,
podría decirte, con toda sinceridad, que ni yo mismo estoy seguro de ser hombre.
Tengo miedo, Lidia, de las palabras, porque no cesan, porque una siempre atrae a la otra,
y esta exploración de niñas enamoradas consigue atraer a los imanes y a los dioses,
y así sucesivamente, un instante que le pertenece a otro,
un instante, en que el fuego que sostiene la antorcha del destino ha puesto sobre tus ojos,
incendio levísimo, como para hacer sonar un silbato que atraiga a los perros.
Rueda el destino sobre la última palabra que no diré
cuando encontremos otro pájaro en el parque,
sabedores de los presagios que caen en el pecho como viejos pesares,
tú, buscando un hombre que no soy yo,
y yo
buscando un hombre que no está, en tu destino.
“Creo iluminar la tormenta”
Efraín Huerta
con estas ganas que tiemblan en mis codos
con el sonido marcado de un tambor que me humilla
con el hambre de todos los idiotas en la palma de mis manos recién descubiertas
temblando aún
con el pecho hasta el cansancio
perseguido por la incomprensible actividad de los canarios los comederos y las jaulitas
con el intenso acontecer del fuego que barrunta la entrada de las aves silvestres a la casa
también
estoy cantando pero de otro modo
¿no me oyes? ¿acaso no entiendes el lenguaje de los asesinos de mariposas
de mariposas oscuras recién arrojadas del vientre de los simulacros hacia tu vientre
hacia las trompetas del deseo y el tacto que nos consume?
¿acaso no he sido yo el primero de los asesinos
en corromperse
por el peso de esta honestidad conferida al más complicado de los actos simples
(¿amar?) ?
¿acaso no me amas a pesar de ser quien soy?
levanto los brazos exhausto
en espera de sostener el amanecer que me regaló mi madre
el día en que presencié tus ojos por primera vez con la garganta resumida en unos cuantos silbatos y en unas cuantas decepciones
con el sonido tenue de unos golpes en la ventana
vendré a buscarte
no me lo tomes a mal vendré por ti
quiero decir
vendré porque todas mis acciones han sido en defensa propia
en mis brazos habita una amabilidad innecesaria una sonrisa de monja frente a los perros y los niños con cerbatanas y los policías con dientes de oro lanzando carcajadas
en el tránsito y la catástrofe
yo soy el primero en reír ante la furia que me arrebatará en la tormenta
acto de fe ante lo incierto de mi violenta felicidad
y estas ganas que me acosan los huesos
y esta locura que dobla las piernas y llora y se justifica
y actúa como una columna perseguida por las hormigas
cuando te busco a solas
en esta soledad intransferible de mi cuerpo
loco de niños desnudos bailando en las suelas de un amor imposible
y de un amor improbable
clamor en la batalla después del cerco a tu habitación primero vencida por la humedad
y luego por mis piernas
temblando como un niño que desconoce la pregunta por la cual ha sido castigado
puede ser que esto de ser hombre no sea para mí
cuanto te veo arrebatada por la oscuridad de la tormenta febril de tu desnudez y la mía
en tus ojos existe una feminidad que me corresponde y que ahora
en este preciso momento
llamo a gritos a blasfemias a corruptas consideraciones de mentamadres
con estas ganas de perder la cabeza y arrojarla al primer perro que se postre
ante mi confianza y todas mis certezas
con estas ganas de reclamar lo que jamás me ha pertenecido
en estos términos
planteo la primera victoria sobre el costado de tus
praderas donde otros caballos pacen entre la hierba el alma de los guerreros sin descanso
cuya muerte reposa en el clamor de la batalla ya perdida
si he dicho amor
si tan solo he dicho la palabra amor
es porque confío en cada una de las suposiciones que me aterran frente al blanco más oscuro de tu cuerpo
porque confío en que el primer acto de mi mundo será amarte
y porque creo iluminar el canto de los peces antes de devorar a los canarios
hallaré el mundo destituido de toda venganza
loco de amor
sin furia ni cólera ya
hallaré en el mundo el paso de una iguana sobre la nieve
y hallaré tu nombre en el grito del primer gallo despreciado por el alba
si es que algún día tu nombre será libre del peso de la luz
nunca diré que mi espalda pesaba más que mi sexo
pero es cierto que nos pesaba tanto el corazón.
Esta noche si es que existe
Antes de todo esto no soy yo quien escucha caer el penúltimo golpe de los pasos
tras la puerta
sobre este suelo caliente donde mis brazos a veces imitan ese sonido de muro mudo
de insistente muro
y donde los gatos se reúnen a beber de la leche de los fantasmas que nacen de las islas donde la soledad es más que una costumbre y donde los patos escupen es cierto
toda la energía que se concentra en el agua de la muerte a ciertas horas
entonces mis manos estas lejanas islas
por una venganza del destino encuentran tus mensajes como una botella de papel sobre
la superficie del agua
y un canario comienza a cantar esa canción triste que las mujeres cantan
cuando los marineros extravían la tormenta
pero no pienso en el mar
el mar es torpe testarudo el mar es un oficio para cobardes para solitarios
el mar es piedra cántaro sustancia y sal donde la superficie es arena que se desvanece
en la última conversación guardada en los muelles de la memoria
el mar aúlla con insistencia en el pulmón devorado por el fuego del pájaro-amor
de esa criatura que sonríe como el estallido de una flor que golpea el aire cuando nace
de lo profundo de su cuerpo
¿lo oyes?
qué costumbre de ahogarme ahí donde tu nombre comienza
¿quién de todos los hombres que te aman escribe estas palabras?
¿quién de todos ellos piensa en el mar cuando tus desiertos han vuelto a casa?
me pregunto
¿quién de todos presenciará el acoso del silencio que se anuda
sobre las hojas de mariguana que ahora ocupan el sitio
donde acostumbrabas dejar tu cuerpo y tus vestidos
aquí bajo la sonrisa triste de un hombre que también espera no la noche
ni su vengativo olor a raíz quemada a intenso rojo ciruela apenas maldecido
apenas acertado en una fisonomía torpe de venganza o tigre
lugar en el cual tus ojos como dos manchas de tinta caen sobre la primera palabra equivocada
el error de mi cuerpo sometido a esa torpeza agigantada que acostumbra solucionar
los problemas con piedras y con pájaros
y de aquellos recuerdos ya nada queda sino un nombre a medias y una muchacha
casi invisible una fotografía sucia y un lugar que se desvanece en el tiempo o en la casa
a sabiendas que afuera existe un gato
que se frota en las piernas de una muchacha recostada sobre una alfombra
para mirar el cuerpo desnudo de un hombre que fuma un cigarrillo antes de irse
en el calor de una noche bañada por el ojo del temor por la boca de la pérdida
de nada vale la fragilidad en una estancia donde las rocas son tan duras
como un presentimiento
¡y no puedo evitar que el amor deje a sus muertos en casa!
mi cuerpo abre la ventana escucho el mar
veo como de su espalda nacen flores olímpicas que cubrirán esta noche si es que existe
de tu trono de miel
de tu corona de mirtos
y ya no puedo cerrar tanto los ojos
he intentado escuchar la tormenta
y si acaso algo he visto no será más que un adiós un firme adiós que tal vez
deba prolongarse hasta que tus brazos ya no dependan más de mis silbidos
de mis golpes que llaman a la puerta
aunque mis brazos imiten ese sonido insistente de muro mudo
porque escuchar así es como sentir que las palabras me devoran
sobre este suelo caliente donde mis brazos a veces imitan ese sonido
¿qué venganza te pertenece?
¿qué mar ha sido tuyo?
¿qué islas te llaman?
aquí no queda nada
los tigres se han puesto ha beber la leche de los gatos.
Datos vitales
José Manuel Vacah (Estado de México, 1990) es cofundador y director de la revista Hysterias. Recibió el segundo lugar en el concurso II Coloquio de Letras Hispánicas César Vallejo (Faculta de Filosofía y Letras, UNAM) 2010. Obtuvo el tercer lugar en el concurso de poesía Décima muerte 2010 (UNAM). Integra el consejo de colaboradores del blog Poetas por la Paz (http://pazpoetas.blogspot.com/). Textos suyos han sido publicados en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, Siempre!, Síncope, Radiador, entre otras, y en la antología Mi país es un zombi. Mantiene el blog http://plumonparavacas.blogspot.com/ Tiene el libro inédito Iluminar la tormenta.