El poeta, ensayista y traductor Edgar Amador (Monclova, 1967) comparte con nosotros unas traducciones del poeta hebreo Yehuda Amichai (1924-2000) partiendo de las versiones del inglés de Ted Hugues. Sirvan pues como acercamiento a la obra de este poeta. Amichai es considerado el gran poeta de Israel durante el siglo XX.
Diez poemas de Yehuda Amichai
A Ted Hugues le debemos no una, sino al menos dos poesías: la suya propia, que labró a contrapelo y más allá de una tercera poesía, la de la trágica Silvia Plath; y la de Yehuda Amichai.
En 1965, Ted Hugues tradujo y publicó en inglés poemas de Yehuda Amichai en conjunción con el poeta hebreo en una serie llamada “Modern Poetry In Translation”, presentando así a los lectores de esa lengua a uno de los más dulces poetas del siglo XX.
Fue hasta 1968 que Assia Wevill, amante de Ted Hugues, madre de su hija Shura, (y el casus belli en su fatal disputa con Plath) tradujo un libro completo de poemas de Amichai, publicado en inglés como “Selected Poems”.
En 1966, Amichai es invitado a leer al ahora legendario festival de Spoleto, junto a Octavio Paz, Ezra Pound, Pablo Neruda, W.H. Auden y Allen Gingsberg, entre otros, contacto que comenzó para nuestra fortuna, el conocimiento de Amichai entre los lectores mexicanos.
La crítica insiste en asociar a la poesía de Amichai el sustantivo ironía. Yo usaría más bien las palabras sorpresa, inesperado, inusitado. En medio de versos dulces, se alzan de pronto imágenes sorpresivas, insospechadas, cada poema de Amichai empieza de manera tradicional, pero acaba en ternura, en ironía, en violencia, en nostalgia, en asombro.
Vale la pena, a la vuelta de algunos años, volver a traducir y volver a leer, los grandes poemas, o a los grandes poetas. No sólo el poema cambia cada vez que lo leemos y cada época pide que lo leamos de manera distinta. Los lectores son también distintos: son nuevos.
La mayoría de los poetas más jóvenes no tuvieron la fortuna de leer “Vuelta”, y encontrarse allí, por ejemplo, a Yehuda Amichai.
Con ganas de encontrar argumentos más allá del gusto, estas traducciones son para aquellos lectores de “Círculo de Poesía”, jóvenes en buena parte. Se trata de 10 poemas traducidos alalimón por Amichai y Hugues, lo que les da un doble valor. Al menos en esta vida, no creo ya poder llegar a traducir del hebreo, así que las traducciones Amichai-Hugues son lo más cercano a traducir a Amichai del original.
Van los primeros cinco poemas.
Esta es la casa de mi madre
Esta es la casa de mi madre. La planta
que comenzó a treparla en mi niñez
ha crecido desde entonces y cuelga de sus muros.
pero yo fui arrancado ya hace tiempo.
Madre, me pariste en medio del dolor,
y en medio del dolor vive tu hijo.
Su tristeza está peinada, acicalada,
su felicidad bien vestida.
Con su sueño se gana el pan
y con su pan, su sueño.
La precipitación promedio anual no lo toca
y los grados de temperatura pasan junto a él
como una sombra llorosa.
O madre mía, quien se presentó ante mí
con un primer trago de bienvenida
y estas palabras: ¡L’haim, l’haim[1]
hijo mío!
No he olvidado nada, pero mi vida
se ha vuelto apacible y profunda
como un segundo engullido dentro de la garganta,
no como el primero, con labios ruidosos
chupadores y felices.
Tus pasos en la escalera
han quedado siempre en mí.
Nunca se acercan y nunca se alejan
como latidos.
Carta de recomendación
En las noches de verano duermo desnudo
en mi cama en Jerusalén
la cual queda al borde de un hondo valle
sin despeñarse sobre él.
Durante el día doy caminatas
con los Diez Mandamientos en mis labios
como una vieja canción que uno se tararea a sí mismo.
O tócame, tócame tú, buena mujer
No es una cicatriz esto que sientes bajo mi camisa.
Es una carta de recomendación, plegada
de mi padre:
“Es todavía un buen muchacho y lleno de amor”.
Recuerdo a mi padre despertándome
para las oraciones tempranas. Lo hacía
acariciando mi frente, no jalándome las sábanas.
Desde entonces lo amo aún más
Y sólo por eso
dejad que le despierten
con amor y delicadeza
en el Día de la Resurrección.
Como el muro interior de una casa
Me encuentro
De repente y demasiado pronto en mi vida
Como el muro interior de una casa
Que se ha convertido en muro exterior luego de guerras y devastaciones
Casi olvido ya
Lo que es estar dentro. Sin dolor,
Sin amor. Lo Cerca y lo Lejos
Están a la misma distancia de mí
E iguales.
Nunca imaginé qué le pasa a los colores
Su destino es el destino del hombre: el azul claro aún sueña
En la memoria del azul oscuro y de la noche. La palidez
Es el suspiro de una vigilia púrpura. Un viento acarrea
Un olor de lejanía
Y en sí no tiene olor alguno
Y las hojas de las hatzav[2] mueren
Mucho antes que sus flores blancas
Las cuales no saben nunca
Sobre el verdor de la primavera y el oscuro amor
Alzo mis ojos a las montañas. Ahora entiendo
Lo que significa alzar ojos, ¡qué pesada carga!
Pero esa dura nostalgia
¡Esa pena-de-nunca-volver-a estar-de-nuevo-dentro!
De Canciones de Zion, La Bella
16
Una canción de amantes en Jerusalén: estamos
incluidos en la mayoría de las profecías de ira
y en casi todos los buenos mensajes.
Nos encontrarán en las postales
de nuestra ciudad. Quizá no puedan vernos
porque estábamos sentados dentro de una casa
o éramos demasiado pequeños;
la foto fue tomada
desde un avión que pasaba.
33
Una canción de mi patria: el conocimiento
De sus aguas comienza con lágrimas.
A veces amo el agua, a veces la piedra.
Estas días estoy a favor de las piedras.
Pero todo puede cambiar.
36
Por las noches Dios saca su reluciente
mercancía de su estuche –carruajes santos,
tablas de leyes, primorosas cuentas, cruces y campanas-
y las guarda de nuevo dentro en cajas oscuras ,
cerrando el postigo: “ningún profeta vino a comprar, de nuevo”
Canciones de continuidad
Canciones de continuidad, minas terrestres y tumbas.
Puestas boca arriba cuando construyes una casa o un camino:
Y luego llegan la gente cuervos negros de Meah Sh’earim[3]
graznando amargamente “muerte, muerte”. Y llegan luego
soldados jóvenes y con manos aún desnudas de anoche
desmantelan el hierro y descifran la muerte.
Venid entonces, ¡no construyamos casa ni pavimentemos camino alguno!
Hagamos una casa plegada en el corazón
Y un camino enrollado en un rizo del alma, dentro,
y así no moriremos siempre.
La gente aquí vive dentro de profecías que resultaron verdaderas
como dentro de una gruesa nube tras una explosión
que no se dispersa.
Y así en su solitaria ceguera se tocan
unos a otros entre las piernas, al atardecer,
pues no tienen otra ocasión ni otro lugar,
y los profetas murieron hace mucho tiempo.
[1]L’haim-“A tu salud”, en hebreo.
[2] Hatzav- Una flor silvestre cuyas hojas crecen y mueren en primavera, y cuya blanca flor crece sólo en otoño.
[3] Meah Sh’earim – Barrio de los ultra-ortodoxos en Jerusalén