Presentamos un muy interesante texto de Lenin E. Gutiérrez Cervantes respecto al origen del haiku. Se trata de un artículo que profundiza en torno a esta estructura poética japonesa y que aporta nuevos datos para los lectores hispanoamericanos. Asimismo, Gutiérrez Cervantes nos presenta algunas traducciones de haikus tradicionales japoneses.
El Tanka y los orígenes del Haiku
La mirada de Occidente
Haiku: Composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Esto lo dice el Diccionario de la Real Academia Española y muchas veces esto es lo único que basta saber sobre este tipo de poemas que se volvió popular en Europa y América a principios del siglo XX, cuando los vanguardistas que no rompieron con la tradición occidental de descubrir cosas conocidas desde siglos atrás por los nativos y llamarlas “nuevas”, lo trajeron como souvenir de sus viajes a oriente.
Lo vieron tan breve y pequeño que pensaron que no necesitaría de mayores envoltorios, de modo que muchos aspectos estéticos y formales dictados por la tradición literaria nipona no entraron en la maleta de los vanguardistas, sin olvidar la larga y compleja historia del Haiku, el cual, hoy por hoy, es la síntesis de los géneros poéticos de la tierra del sol naciente sin perder su autonomía como género. Es necesario hablar de esta historia.
El encuentro de dos culturas
Desde sus inicios –el registro más antiguo aparece en textos chinos del siglo 1 d.C–, la cultura japonesa se vio fuertemente influenciada por la cultura china. El prácticamente ininterrumpido contacto entre las dos naciones se manifestó en la arquitectura, religión, filosofía, leyes, artes y lengua de Japón. Para el siglo VIII, los japoneses ya estaban adaptando el sistema de escritura chino a su lengua. Cabe señalar que el chino y el japonés son bastante distintos entre sí, hecho que no importó a la hora de realizar intercambios culturales y estéticos entre los dos pueblos: en estos primeros siglos, la cultura china era un modelo a seguir para los japoneses en pintura, música, poesía, vestimenta… Todo, de alguna u otra manera, terminaba teniendo el sello chino.
Esto último es importante: la poesía china que llegó a Japón en estos primeros siglos contaba con ciertas estructuras populares, versos de 5, 8, 7 sílabas, entre otras medidas que los nipones fueron imitando. Al mismo tiempo, en la primitiva lengua japonesa (fonéticamente distinta a la china), empiezan a aparecer patrones de habla de 12 sílabas con pausas gramaticales alrededor de la quinta o séptima sílaba que fueron adaptándose en la poesía popular. Los japoneses gustaban de escribir al estilo chino, pero eso no evitó que crearan su propia poesía.
Existe un “antepasado” del Haiku llamado Katauta (片歌, literalmente “una sola canción”) el cual podía constar de una pauta silábica de 5-7-7 o 5-7-5 sílabas. Lo que distingue al Katauta es que aparecía en una modalidad de pregunta y respuesta, un diálogo entre personajes, muchas veces divinos, que se utilizaba en festivales. Es desde aquí que se puede apreciar la predilección de los nipones hacia los versos de 5 y 7 sílabas. Una composición de dos estrofas con las mismas pautas que el Katauta era llamada Sedouka (旋頭歌, lit. “canción con encabezado que gira”, haciendo alusión al diálogo).
Al experimentar un poco más, los japoneses agregaron frases adicionales de 7 sílabas a los patrones ya establecidos, dando como resultado el Chouka o Nagauta (長歌, lit. “canción larga”); es necesario mencionar que para este momento la palabra para referirse a una composición poética era “Uta” (歌) que significa “canción” y que este último término debe entenderse como sinónimo de “poema”. El Chouka constaba de una serie indefinida de versos de 5 y 7 sílabas, el final de esta serie era un último verso de 7 sílabas. Finalmente, tenemos al Tanka (短歌, lit. “canción corta”) con una estructura silábica de 5-7-5-7-7 y que podía venía acompañado de un epígrafe, en ocasiones más extenso que el mismo poema, donde se explicaba la razón o el contexto de la composición.
Este tipo de composiciones aparecen desde el Manyoushuu (万葉集, “Colección de las 10,000 hojas”), la antología poética más antigua de Japón que data del siglo VIII. Pero es el Tanka el que superó a todos los demás en términos de popularidad, al grado de que es prácticamente el único protagonista de la casi veintena de antologías imperiales que sucedieron al Manyoushuu y que aparecen desde el siglo VIII hasta el XVI.
La canción de la élite
La corte japonesa se distinguió durante los tiempos de paz por una búsqueda constante de refinamiento: los nobles, sin importar su posición en la complicada jerarquía, trataban de cultivarse no sólo en asuntos políticos, sino también filosóficos y artísticos. Un noble que se respetara debía conocer los clásicos chinos y los contemporáneos japoneses, y además ser capaz de componer Tanka aunque fuera de manera mediocre.
Durante el periodo Heian (794-1185 d.C), la clase gobernante japonesa vivía en un mundo regido por un sinnúmero de convenciones que regulaban cada aspecto del día a día; curiosamente, muchas de estas convenciones obedecían a la tradición poética: reuniones y fiestas no podían concebirse sin que alguien compusiera algún poema; incluso se organizaban Uta-awase (歌合 lit. “unión de canciones/poemas), que podían ser competencias de composición o simplemente reuniones para crear poesía de manera individual o en equipos.
En parte adquirido por influencia china, el gusto por las cuatro estaciones como tema poético permeó en las costumbres de la corte de Japón, de tal manera que al transcurrir los meses biombos, pinturas, vajilla, adornos e incluso los colores de los ropajes (que en el caso de las damas podía constar de hasta doce capas de prendas), cambiaban para recibir o despedir cada época del año.
Es necesario notar en este punto que si bien los miembros de la clase noble manifestaron con bastante exquisitez su amor por la naturaleza, prácticamente nunca salían de sus palacios, por lo que muchos de sus cantos fueron hechos admirando jardines personales, o bien pinturas.
Las clases bajas también cultivaron las artes, imitando, claro está, a la élite; sin embargo, debido a las antologías poéticas imperiales, prácticamente todos los poetas que se conocen del periodo clásico pertenecieron a la clase gobernante; baste decir que la casa imperial contaba con un Wakadokoro (和歌所, “ministerio/oficina de poesía”) que se encargaba de organizar los Uta-awase y recopilar las antologías.
Saludos, celebraciones, despedidas, salidas al campo, elogios a un anfitrión, incluso para abandonar el lecho a “la mañana siguiente” (en esta época los nobles no acostumbraban vivir con su pareja, existía un tipo de poligamia y cada mujer tenía su casa o se quedaba en la de sus padres aún después de casada, recibiendo esporádicas visitas del esposo), todo podía y debía ser expresado por las 31 sílabas de un Tanka elegantemente caligrafiado en un papel elegido con cuidado para la ocasión, que después sería doblado con cuidado y, en ocasiones, atado a una rama o al tallo de una flor, según la estación del año.
Las mujeres, tratando siempre de no parecer “demasiado” cultivadas, claro está, mostraban su ingenio a la hora de querer impresionar, sonrojar o desairar a sus pretendientes al recordar o componer oportunamente un Tanka. Los hombres, por su parte, presumían su buena educación, sensibilidad y versatilidad, sin olvidar su galanura. Era usual que el texto de las cartas de estas épocas se viera acompañado por un Tanka; en otras ocasiones el poema era todo el mensaje. Amigos o enamorados podían mandar varios Tanka al día para comunicar sus deseos, estados de ánimo, agradecimientos, invitaciones al lecho o rompimientos amorosos. En efecto, la élite japonesa le atribuía una función social a la poesía, cada día cientos de poemas Tanka eran compuestos e intercambiados para los fines más diversos. Hombre o mujer, Emperador o dama de compañía, no importaba, todos eran parte del ejercicio poético. Se trataba de una sociedad de poetas, una sociedad que se comunicaba en verso.
La canción de Japón
De esta manera la rutina de los nobles estaba plagada de poesía, aun el menos instruido podía declamar de memoria decenas de poemas o usar alguno como intertexto a la hora de “verse obligado” a componer uno. Fue tanta la importancia del Tanka, que con el pasar del tiempo se le concedió un segundo nombre: Waka (和歌) que se puede traducir, debido a una lectura especial del primer ideograma, como “La canción de Yamato”, siendo éste último el antiguo nombre de Japón.
El término Waka se puede aplicar a toda la poesía clásica japonesa; sin embargo Waka se considera sinónimo de Tanka. De los géneros anteriormente mencionados, el Tanka es el único que sigue practicándose de forma activa. Y no podría ser de otra forma: después de todo, el himno nacional de Japón, uno de los más cortos del mundo, el Kimigayo (君が代 “El reino de Su Majestad”) es de hecho un Tanka, cuya versión original aparece en el poema anónimo 343 del Kokinwakashuu (古今和歌集, “Colección de poemas de tiempos antiguos y modernos”), antología imperial que data aproximadamente del año 905. Si se quiere una prueba más contundente, esta puede encontrarse en el Kojiki (古事記lit. “Registro de cosas antiguas”) el texto japonés más antiguo (aproximadamente del año 711) de carácter histórico/mítico donde el dios Susano-o compone el primer Tanka de la historia, dándole con ello un carácter divino a este género.
Los senderos se bifurcan…
El arte de componer un Tanka poco a poco se fue complicando: sólo ciertos temas eran aptos o “elegantes”, la rima era despreciada por ser “fácil” (el japonés cuenta con relativamente pocos fonemas y numerosas palabras monosilábicas), aparecen técnicas como los “lugares poéticos” (hacer referencia a algún sitio famoso por su belleza), juegos de palabras, mensajes escondidos en palabras homófonas, símiles, paralelismos y toda una variedad de elementos estéticos producto de la cultura nipona, del shintoismo (la religión autóctona de Japón) y del recién llegado budismo.
Todo esto llevó a un estancamiento en el género, el Tanka se componía de manera mecánica y se juzgaba rígidamente de acuerdo a manuales de vocabulario y composición poética. El género nunca desapareció, sólo se hizo a un lado para abrir el camino a nuevos géneros que serían cultivados ya no por la élite de un mundo cerrado sino por ciudadanos de un mundo efímero.
El Kokinshuu
Como se mencionó anteriormente, el Kokinwakashuu, también conocido como Kokinshuu, es una antología imperial, la primera de las veintiuna existentes, de hecho. Consta de 1111 poemas, de los cuales sólo nueve no son Tanka. La elaboración de la antología fue ordenada por el emperador Daigo (897- 930) y el principal antologador fue Ki no Tsurayuki (872- 945), poeta y noble. Este último preparó un célebre prefacio para la obra donde hace una crítica de la poesía japonesa, sus temas, los grandes autores de antaño y el espíritu de la poesía y del país. Tsurayuki inicia su prefacio afirmando que la poesía nacía en el corazón de los hombres; un corazón capaz de conmoverse ante la naturaleza del mundo físico. Esto es reflejado en la estructura de la antología: los primeros seis de los veinte apartados o libros del Kokinshuu tienen como tópico las cuatro estaciones (2 apartados para la primavera, 1 para el verano, 2 para el otoño y 1 para el invierno); los siguientes tienen temas misceláneos como felicitaciones o poemas de viaje. Cabe mencionar que los apartados del 11 al 15 tienen como tópico el amor. El Kokinshuu fue la primera antología poética en darle al tópico de las cuatro estaciones un papel protagónico, iniciando una tradición poética que seguirá cultivándose en el Haiku.
A continuación se presentan algunos ejemplos de Tanka del Kokinwakashuu. En su forma tradicional, los poemas eran escritos en una sola línea, algunos vienen acompañados de un epígrafe. Aquí aparecen en japonés, seguidos por su romanización y su traducción al español. En la romanización se marca la pauta rítmica del Tanka.
Libro I, Primavera, poema 6
Monje Sosei
雪の木にふりかかれるをよめる
春立てば花とや見らむ白雪のかかれる枝にうぐひすぞなく
Yuki no ki furikakareru wo yomeru
Harutateba/ hana toya miramu/ shirayuki no/ kakareru eda ni/ ugüisu zo naku
Compuesto al ver un árbol cargado de nieve.
Llega la primavera; pensó que flor era la nieve blanca en la rama, el ugüisu llora.
El Ugüisu es un ave nativa de Japón. Se le llegó a conocer como el “ruiseñor japonés”, pero no guardan parentesco. El Ugüisu es muy apreciado por su canto y se le ha asociado a la primavera y a la flor de ciruelo, que es blanca, de ahí el motivo de la confusión que parece lamentar el ave. Es un poema de inicio de primavera, y el primero en el Kokinshuu donde aparece la palabra “flor”. El verbo Naku (鳴く) se usa para las voces de los animales y puede traducirse como “canto” o “llanto” según el caso.
Libro III, Verano, poema 151
Anónimo
今さらに 山へかへるな 郭公 声のかぎりは 我が宿に鳴け
Ima sara ni/ yama he kaeruna/ hototoguisu/ koe no kaguiri wa
¡No vuelvas ahora a la montaña, hototogisu! ¡Hasta que se te acabe la voz, sigue cantando en mi morada!
El hotoguisu es una especie de cuco. Al igual que el ugüisu, su canto es muy apreciado por los japoneses. Esta ave es asociada al verano.
Libro V, Otoño, poema 304
Ooshikoushi no Mitsune
池のほとりにてもみぢの散るをよめる
風吹けば 落つるもみぢ葉 水清み 散らぬ影さへ 底に見えつつ
Kazefukeba/ ochitsuru momijiba/ mizukiyomi/ chiranu kague sae/ soto ni mietsutsu
Compuesto a la orilla de un estanque viendo el caer de las hojas
El viento sopla, las hojas de arce caen al agua pura y la sombra de las que no, en el fondo se refleja.
Este poema, curiosamente, tiene un total de 32 sílabas, lo cual no es del todo inusual. Es de admirarse la fuerza de la imagen generada: algunas hojas ya flotan en el agua, pero las que no ya ven su reflejo en el fondo.
Libro VI, Invierno, poema 330
Kiyohara no Fukayabu
雪の降りけるをよみける
冬ながら 空より花の 散りくるは 雲のあなたは 春にやあるらむ
Fuyu nagara/ sora yori hana no/ chirikuruwa/ kumo no anata wa/ haru ni ya aru ramu
Compuesto al ver caer la nieve
Aunque es invierno, del cielo caen flores, más allá de las nubes se debe encontrar la primavera
Este es un poema de invierno en donde ya se añora la primavera. Los copos de nieve parecen ser flores, esta imagen es un consuelo para el autor. Los poemas de estaciones podían caer en tres categorías: inicio de estación, trascurso y final. Pero también existen poemas como este donde se espera a la estación que sigue. Este Tanka también es de 32 sílabas.
Libro XI, Canciones de amor, poema 479
Ki no Tsurayuki
人の花つみしける所にまかりて、そこなりける人のもとに、のちによみてつかはしける
山桜 霞の間より ほのかにも 見てし人こそ 恋しかりけれ
Yamazakura/ kazumi ma yori/ honokanimo/ miteshi hito koso/ koishikarikere
Compuesto en el lugar donde las personas recogen flores, después de estar con alguien
Cerezos de la montaña… y yo añoraba al que vagamente veía entre la niebla.
Este es un poema amoroso, de añoranza, pero también es un poema de primavera. La flor de cerezo es por antonomasia una señal de la primavera para la japoneses, de igual manera Kazumi ( 霞) es la palabra para denominar a la niebla que aparece en esta estación. Este poema consta de 30 sílabas.