Presentamos, en el marco del dossier Patria adentro. Antología de Poesía venezolana, preparado por Luis Perozo Cervantes, algunos textos de Juan Sánchez Peláez (Altagracia de Orituco. 1922 / Caracas. 2003), uno de los grandes referentes de su tradición lírica. Mereció el Premio Nacional de Literatura en 1975. Su “Obra poética” fue editada por Lumen en 2004.
V
Blandiendo un puñal de vidrio entre las sienes
Pasean los soldados, los herreros, las razas de color, las mujeres melancólicas
Por los canales pardos del arcoíris, encallados a riberas de bruma
A la aventura celeste de los cinematógrafos, al pequeño
monumento de las aves estelares.
Un sueño los hace distintos a la realidad
Un murciélago desconocido los hizo visibles a la vida.
Y después, ¿te acuerdas?
Yo me acuerdo
Tu madre subyugada por tu padre.
Y después, ¿te acuerdas?
Yo me acuerdo
Todas las madres del mundo subyugadas por todos los padres del mundo.
Y después, ¿te acuerdas?
Yo me acuerdo
Todas las madres del mundo divorciadas de todos los padres del mundo.
Y el primer día le daban palmaditas a tu hombro
Y el segundo día le daban palmaditas a tu vientre
Y el tercer día le daban palmaditas a tu frente
Y el cuarto día no tenías hombro
Y el quinto día no tenías vientre
Y el sexto día no tenías frente
Sino enigmas inválidos,
enigmas a flor de piel.
Tú seguías mi ruta: El diluvio de mis besos
a la deriva de la vía láctea
El ala colérica de mi sangre
Una bandada de rojos insectos roedores de tiniebla.
Tú me decías: «Encima del cielo hay una
encrucijada de bosques feéricos
Encima de la nieve está el cadáver taciturno de mi lengua
Y la magia del mundo en los brazos abiertos del amor».
Barcas bélicas de mis pies vegetales
Con una campana sumergida estrella del vino
Nombres extraños, ríos
glaciares, vertientes impalpables
caballos de franela con dos dedos de frente
Que una mujer desnude su alma
Su cuerpo y su alma
Al borde de los astros parpadeantes
Que construya a golpes martirizantes de olvido
Un fantástico jardín con salamandras ebrias.
Nada es tuyo, nada puede socavar tu sed terrestre
Nada es mío, sino perforación de muerte, sino escombros
indispensables para que negligentes, olvidadas fuerzas
orgánicas canten su iluminada redención.
Pan de leche de la luna, oscuro temblor de los cereales
Precipicios de nubes que ahogaron mi rostro dormido entre las aguas
Declárame vacío en mi tregua, en mi locura
Declárame culpable.
El dedo perfumado del aire
Señala las orejas dementes del amor.
Cuando un navío silencioso corte en dos
el paisaje cruel de mis labios
Cuando se extingan mis vísceras
hallarán un grito perdido.
Las plumas perfumadas de un taciturno gavilán.
Un mundo hostil.
Un mundo desaparecido.
Encajes azules que flotaron a merced del lodo y la lluvia
Un insecto en la mesa de los burgueses
Animales palurdos que arrastran sombríos catafalcos
Enigmas inválidos
Enigmas a flor de piel
Recuerdos de estrellas estériles
Negros túneles de dicha distraída
Perros domesticados
Perros de lujo, melancólicos y melifluos
Sobrevivientes sordas y difuntas melodías suspirando un aire de tibia lavanda
Mientras mis sienes terrestres desconocen
Tu vestido de nácar
Donde no aparecen las llaves
Del Exterminio.
Yo me identifico, a menudo, con otra persona que no me revela su nombre ni sus facciones. Entre dicha persona y yo, ambos extrañamente rencorosos, reina la beatitud y la crueldad. Nos amamos y nos degollamos. Somos dolientes y pequeños. En nuestros lechos hay una iguana, una rosa mustia (para los días de lluvia) y gatos sonámbulos que antaño pasaron los tejados.
Nosotros, que no rebasamos las fronteras, nos quedamos en el umbral, en nuestras alcobas, siempre esperando un tiempo mejor.
El ojo perspicaz descubre en este semejante mi propia ignorancia, mi ausencia de rasgos frente a cualquier espejo.
Ahora camino, desnudo en el desierto. Camino en el desierto con las manos.
Yo voy por mi laúd, descalzo
El poeta se ausenta en el árbol de la mudez.
Recoge a la zaga, en confines, mis fetiches vacíos.
La ciega de amor en su cima no ve mis girasoles.
Miseria en mis viajes por tan exiguo equipaje.
El ímpetu, la evidencia abrupta de mi ausencia.
Por el náufrago ruega mi bella de brazos cruzados.
POEMA
El que sube y no halla un gran árbol de fuego, sino el hierro de la flor,
la helada flor en su secreto abismo.
¿de la piedra a la candela al chorro dulce que llama colibrí
qué vocablo me pone en azarosa coyuntura?
Escarbo y sepulto. La escritura de mis pormenores en el puño.
Si vuelvo a la mujer, y comienzo por el pezón que me trae
desde su valle profundo, y recupero así mi hogar en el
blanco desierto y en la fuente mágica.
Si alzando los brazos, corto la luna.
Si pregunto: ¿y nuestro amor?
Si ella y yo nos encontramos muy ufanos.
Si la mujer sensible se inclina de nuevo a la tierra, Estrella
cálida, azul y azur.
Si se detiene bajo la lluvia, inmóvil, más inmóvil que todos
los siglos reunidos en una cáscara vacía.
Si en la grey estamos de paso y vamos aprisa. si la
vida teje la trama ilusoria. si es difícil en las
condiciones en que trabajo, ser la compasión de nadie.
Sin fingir y sin apoyo en las varillas mágicas de la loba,
no olvidas comenzar por el pezón.
Si con el mismo ojo del precioso líquido que es la tarea
de las nubes.
Si son desenvueltas mis maneras me pesa el habla.
Si no nos pillan.
Si salgo en lugar de los pensamientos.
Si borro el brote difuso en mi desvelo.
Si hace frío, si la mañana es clara.
Si vuelvo a ti, si muero, si renazco en ti.
Sí, en el interior; es mi promesa. Si esta irisada raya,
relámpago súbito, oh Solo de sed.
Los viejos
No sé si los viejos viven lo inmediato
Sé que quieren huir
como borrachos
y que
agachados
o de pie
advienen distintos
y ocurren puntuales
a la gran cita
en un mar
a la orilla del mar
tampoco duermen
ni están solos
sin embargo
hállanse siempre
están siempre ahí
aguardan calmos
bebiendo leche de cabra
entre amplios
corredores
más arriba de los techos
en una aldea que
pertenece a la luna
o en un hotel de Liverpool
no hay sino instantes
no vengan a contradecirme
mis pensamientos
vanos
hay eso
que sobra
nos falta
y
zozobra
aquello que tú echas de menos
que arde
es joven
y es antiguo
pero
ninguna madre nos habla ya
sino
la puta madre muerte
que come
umbelas umbrales
cerezos rojos en el patio
cantarían los viejos
pero ellos ocupan un nombre extranjero
sin lugar en el mapa ni en la
geografía
por eso cuando me pesan y
degüellan
a causa del tiempo
también soy de otro rumbo
doy un paso al frente
pruebo el norte con mi nuca
y me asalta abajo
o en medio
del agua que mana sed
el espíritu en vela
de los viejos
que
descorren la enorme cortina
o
quieren trepar
la muralla
hipando rabiosos
guturales o naturales
los jalones sucesivos de una historia
verídica
real
que transcurrió
hablarían o cantarían entonces
si tuvieran timbre de voz
para hacernos humano el nombre.
Datos vitales
Juan Sánchez Peláez (Altagracia de Orituco. 1922 / Caracas. 2003). Publicó: Elena y los elementos (1951, 2001), Animal de costumbre (1959), Filiación oscura (1966), Un día sea (1965, antología), Lo huidizo y lo permanente (1969), Rasgos comunes (1975), Por cuál causa o nostalgia (1981), Poesía, 1951-1981 (1984, 1993), Aire sobre el aire (1989), Obra poética (2003).
Para leer la introducción que vertebra esta muestra sigue el enlace