Presentamos, en el marco del dossier Muestrario de Panamá o poesía en las esclusas. 13 poetas Caribe Istmo-Pacífico 1949-1987, preparado por Javier Alvarado, la poesía de Salvador Medina Barahona. Es Poeta, ensayista y gestor cultural. Mereció el Premio Nacional de Literatura “Ricardo Miró” 2009 y el Premio Nacional de Poesía “Stella Sierra” 2000.
CAER
Me veo dentro de la garganta del sol.
El sol se ha vuelto oscuro. Un despeñadero oscuro.
Por él me pierdo. Caigo. Me vuelvo sombra:
Ya no soy su música amarilla.
Ya no lo hago acuchillar su luz,
escupir en mí sus llamaradas…
(Quién dice que la sombra es siempre una catástrofe.
Quién dice que no se puede abandonar al sol,
hurtarle, en la fuga, un pedazo de luz,
volverse uno mismo luz, relámpago,
subir y estallar por donde se ha caído.
Subir, y acomodarse el dolor;
iluminarte la sangre, madre mía;
el sexo, mujer mía;
la vida entera, hijos que no tendré.)
Para que nadie olvide que he caído, Subo.
Para que alguien muerda un trozo
de mi labio ya cortado, Caigo.
Esta es la voz de mi ceniza. Hágase aquí
la voluntad del viento.
OJOS
Estoy parado frente a los muros del tiempo,
a dos pasos del abismo entre la Nada y mi nada.
Quiero demoler los relojes.
Quiero al menos morderlos hasta quebrar sus manecillas
y hacer de mí un cuerpo herido por lo ausente.
A dos pasos del abismo, sé que me quedo en casa,
sé que pueblo el aire que se eleva entre dos mitades
que son ya como la Noche y mi noche.
Me quedo en casa,
dulcemente,
como lo que duele,
y alguien se aleja de mí
en dos rutas vedadas y tardías;
alguien que dice mañana por entonces,
entonces por mañana;
alguien que suelta las horas y su fardo de angustias
en naufragio.
Alguien que sutura la caída,
ocupa mi soledad,
fuente de olas altas,
líquido amargo.
LA HORA DE TU OLVIDO
A la memoria de Salvador Medina Hernández, mi padre
Mientras unos pálidos señores juegan a la guerra
―rondan como águilas furiosas
e invaden, hasta la consumación de los escombros,
los muros y los espacios ajenos―
mi padre recoge las esquirlas de su última escalada.
Mientras los enviados del desastre
tienden su emboscada más allá del estallido
y sus libelos, ánimas terribles,
atan la noticia de pies y manos,
mi padre abandona la ensoñación de las estrellas,
la derrota del mundo.
Todo astro reclama su oscura vastedad.
(Ya en el fondo ―padre, tú tal vez no lo sabes―
se escucha la maldición de los dioses:
“¡Llegará el día en que la sangre,
harta de sus pálpitos bajísimos, les deje de latir!
¡Ríos de plomo amargo anegarán sus casas!
¡Barro serán sus pies!”)
Me rehúso a aceptar que él, ya fuera del tiempo,
habite el mismo limbo,
la misma oquedad demoledora,
el mismo universo en ruinas
que aldearon
los enemigos declarados de la ternura.
Cuando se haya ido, cuando ya del todo se haya ido,
cuando su última palabra dé y se haya ido,
los poderosos
―lobos de la peor estirpe
asidos al rebaño desde el amanecer,
vistiendo astutamente la piel de su ovejas,
lamiendo airosamente las honduras
de las que no ultimó la dentellada―
seguirán aquí, infames, en su tutela
de infiernos.
(Tomado de La hora de tu olvido)
ELEGÍA AL HERMANO QUE NO TUVE
En el agua te fuiste, niño muerto,
invocación de los bellos días,
tenaz aura que aún dueles entre la espesura.
Hermano que no tuve,
presencia escrita en el latir fugaz de los dolores,
luminosa criatura que me asalta
y erige su haz de imágenes rotas,
han sido precisas todas estas sumas en el calendario.
Nadie te recuerda porque solo un grito derramaste
en las entrañas de quien te quiso.
Yaces como un un eco allí,
estoy seguro, en las suturas
de tu célula embrionaria,
en las ansiedades ocultas y pretéritas
del corazón de mamá.
Si hubieras estado junto a mí,
este lugar estaría menos solo,
serías el hermano que entre tantos nunca tuve.
Me defenderías de mis demonios
y mis venganzas.
Tu soledad se quedó conmigo.
Los lugares que extraño
son los que tú debiste recorrer.
Esta forma del aullido que es tu ausencia
late hondo,
como una calle
que reaprende sus pálpitos y sus canciones.
Raptado por el agua te fuiste,
pequeño hombre.
Busco en lo poco que nos queda
la gota encendida de tu abrazo.
(Tomado de Pasaba yo por los días)
MANUAL DE INSTRUCCIONES
PARA UN POLICÍA TEJANO EN LA CASA BLANCA
I
Puede usted creer en la guerra como su negocio más útil,
retar a sus enemigos desde muy lejos,
cómodo en su despacho,
con la parte más oscura de sus palabras.
Puede usted llevar un cerdo ensangrentado en la boca
y esgrimir —para siempre—
el ataque iracundo de otros dioses:
bárbaros proscritos,
criaturas ya sin cielo y sin honor.
Puede rasgar sus vestiduras como los maestros de la ley,
administrar el miedo,
fijar su cruz como un mesías
en la ceguera del mundo.
Puede usted al sol oscurecerlo como a un niño,
azuzar de noche a las palomas
cuyas heces de plomo
hunden
la hermandad
en llamas.
Puede, en fin, multiplicar el diálogo de los muertos,
celebrar en la distancia la dimensión de su arte,
nuevo Picasso en pos de su Guernica:
II
Vea usted la poca luz, el imperio del gris,
los clavos filosos de la ira.
Vea usted la contención del grito en cada pieza
cayendo silenciosa
como una costra humillada
desde el cielo.
—Note que en la distancia se pierde toda música.
Note que el llanto ajeno
no calza su humedad entre las nubes.—
Vea usted unos ojos huir hacia lo inmóvil,
unas manos convertidas en pies,
los pies en odio,
el odio trocado en tempestades.
Vea usted unos cuernos avanzar
y adquirir la mirada tristísima
del hombre,
el hombre la cola del caballo,
el caballo el filo de una lanza fúrica.
DeKalb, Illinois, noviembre 2005
Datos vitales
Salvador Medina-Barahona. Mariabé de Pedasí, Panamá (1973). Poeta, ensayista y gestor cultural. Autor de varios libros de poesía, entre ellos Pasaba yo por los días, Premio Nacional de Literatura “Ricardo Miró” 2009, el más prestigioso de las letras panameñas. Docente de Talleres Literarios de Panamá, bajo el auspicio de la Agencia Española de Cooperación y la Fundación Cultural para el Arte. Ha recibido también los premios: Centroamericano de Literatura “Rogelio Sinán” (finalista, Mención de Honor), 2001-2002.