Presentamos un texto del poeta y editor Luis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961). Es director de Mantis editores. Es uno de los autores fundamentales de su generación. Ha merecido, entre otros, los premios Clemencia Isaura, Efraín Huerta, Ramón López Velarde, Benemérito de América, Alí Chumacero, Amado Nervo, etc. Expremio de poesía Aguascalientes, en 1996, y Premio Jalisco en Letras 2008.
Frühling
Unos meses mi sangre fue tu sangre
mi voz
se acompasó a tu vida
y los ojos se volvieron hermanos incestuosos.
Se llenaron de verde mis pestañas (y mis sienes de blanco)
y mi cuerpo mordías de un amor entredicho que no era tanto amor
pero yo lo soñaba donde las cicatrices.
Te deseaba de amor y amoraba el deseo al mismo tiempo.
Y el tiempo tuvo frutos de tres y piel extraña.
Cuando en lugar de un beso fue un rasguño
en vez de algún te quiero hubo una ofensa
y mis brazos (y abrazos) no bastaron para cesar tu errancia en las arterias
de otra ciudad o de tu misma casa
—mi corazón no cabe en un volkswagen—
no hubo lugar en mí que no se tropezara con lo que tú habías dicho.
La honestidad también es dolorosa.
Es un rasguño más
pero más
hondo.
Es una mordedura con cuchillos.
La caladora que nunca aprendí a usar
(era un pendejo).
Ahora vuelvo los ojos (once pasos atrás —como castigo)
y añoro las pequeñas ternuras que todo niño anhela;
ese rostro (quizá no tan perfecto) que no busque un espejo
(el íncubo que lo hace ser más libre
por contraste)
sino esa toalla limpia que yo tengo en las manos.
Sin embargo mi amor no es un deseo.
No es una primavera tan efímera.
No fue una madrugada.
Tengo una cicatriz que miro a diario. Que no dejo sanar
para saberte cerca
(lo ves: también estoy enfermo
de una sangre amorosa y contagiante).
Se diría la memoria de un suicidio.
Pero, lo sabes bien, ya no tengo memoria.