Cuento boliviano actual: Homero Carvahlo

Como parte se la muestra de cuento boliviano preparado por la narradora Giovanna Rivero, presentamos un texto de (Homero Carvalho Oliva,1957). Ha publicado libros de cuentos, novelas, poesía y ensayo. Ha sido merecedor de diversos premios entre los que figuran el Premio nacional de novela 1995 y 2008 y el Premio nacional de Poesía 2012 con Inventario nocturno. Es autor, también, de antologías de cuento y poesía y de varios ensayos.

 

“El cuento en Bolivia: un gato sin sombra”

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Retrato de mujer en sepia

 

 

El fotógrafo y la empleada, son aves pasajeras de un siglo que se nos vino encima, son especies en peligro de extinción. Vestigios son de un remoto pasado que se resiste al ocaso. El fotógrafo sabe que es el último de los suyos, sus hijos se cansaron de la miseria y se fueron a conquistar España; de la empleada (sirvienta la llaman las viejas presuntuosas) aún quedan algunas sobreviviendo en los barrios ricos de la ciudad. Ambos tienen su día: el domingo, el domingo es su día. Antes eran los dueños de las plazas y parques de las ciudades, hoy comparten su fingida alegría con saltimbanquis, profetas del fin del mundo y embaucadores de toda laya. En la mañana del domingo, el fotógrafo, sesenta y tantos años contados en las arrugas de su rostro, plancha su pantalón y su camisa remendada, intenta limpiar inútilmente la mágica caja de madera heredada de su padre, con la que toma las imágenes que hace muchos años lo hicieron famoso y recuerda los primeros consejos que éste le daba, advirtiéndole del celo religioso que debía tener al tomar las fotografías porque en ellas está el alma de la gente. Mira las instantáneas color sepia, que están debajo del sucio cristal de los costados de su tomavistas prodigioso, reconoce a unos niños vestidos de vaqueros, a una pareja de enamorados y a seis muchachas solas, vestidas con polleras y blusas de las que usan las mujeres de las montañas y del altiplano. Toma la caja cariñosamente, porque sabe que ya no hay repuesto para la magia, la cubre con un paño desteñido por el sol y la mete en un bolso de nylon, agarra el viejo trípode que, a veces, cojea como él y sale a buscar un autobús para dirigirse a la plaza principal. La empleada, que ya está bañada y bien vestida con su pollera púrpura y su blanca blusa de broderie cuidadosamente bordada, recibe de su patrona unas monedas para el transporte y sale a la calle, como si saliera a la libertad. En la esquina toma el bus y se dirige a la Plaza de Armas. Allá compra un peso de maíz para alimentar a las palomas, un raspadillo para el calor y un algodón de azúcar para la nostalgia. Mientras lo hace se le acercan otros fotógrafos con cámaras de última generación y con impresoras manuales a ofrecerles sus servicios; pero ella espera que el sol esté en lo alto, y cuando las cosas y los seres humanos pierden su sombra con el meridiano, le pide al fotógrafo de la anciana caja que le tome una foto. Por un instante se cruzan sus miradas y se saben iguales en el infortunio. Por eso ella lo busca y él le hace precio. Posa con la Catedral de las postales a sus espaldas y sonríe, sonríe para adentro y para afuera, esperando que el mago le haga la señal encantada para tapar el lente del cofre milagroso y ella clausure su sonrisa. Aguarda un minuto y luego ve como su imagen va apareciendo en el pedazo de cartulina brillosa sumergida en el agua. Le sonríe al viejo artista de los retratos instantáneos, le paga lo convenido y deposita la foto entre sus grandes senos de campesina fértil. Como cada domingo, el abuelo de las imágenes reveladas se pregunta, en silencio, qué hará la muchacha con esta nueva fotografía y ella, adivinando sus pensamientos, le mira como pidiéndole perdón por molestarle nuevamente. Luego se aleja y hace hora para retornar a la casa de sus patrones, camina por la plaza y conversa con otras como ella, recordando con añoranza los lejanos lugares de su infancia. Regresa a la casa y en la soledad de su cuartito, al fondo del patio, recoge una maleta que conserva debajo de la cama, la abre y saca una antigua y oxidada caja metálica de galletas, donde guarda su tesoro: una medalla de la Virgen de Copacabana obsequiada por su madre, una muñeca sin brazo, un anillo de plata que le dio un soldadito que no volvió más por el pueblo, un par de aretes de oro que le compró su padre cuando cumplió quince años diciéndole que su hermosura opacaba el brillo del metal y un sobre manila con todas las fotografías que se ha ido tomando desde que llegó a la ciudad. Coloca el último retrato junto con los demás y guarda el sobre en la pequeña arca, segura de que algún día encontrará a alguien a quien abrirle su tesoro y contarle del viejo fotógrafo de la plaza.

 

 

 

Datos vitales

Homero Carvalho Oliva, Bolivia, nació en Santa Ana del Yacuma, Beni, territorio de Los Reinos Dorados, en el año 1957. Ha publicado libros de cuentos, novelas, poesía y ensayo. Entre sus libros de cuentos figuran: Biografía de un otoño, El Rey Ilusión, Seres de Palabras, Territorios invadidos y Ajuste de Cuentos. Y sus cuentos están en varias antologías nacionales como “Antología del cuento boliviano contemporáneo” “The fatman from La Paz” e internacionales, entre las que se destacan “El nuevo cuento latinoamericano”, Ediciones del norte; “Antología del cuento  latinoamericano del siglo XXI”, de Julio Ortega, Editorial siglo XXI y “Se habla español”, Alfaguara, que reúnen a los mejores narradores iberoamericanos de la actualidad. Parte de su obra narrativa ha sido traducida a varios idiomas. Su obra cuentística se halla dispersa en publicaciones literarias dentro y fuera del país, en Perú, Colombia, España, Argentina y Brasil, así como en los Estados Unidos donde fue seleccionado en una colección de Literatura Amazónica. En cuento ha obtenido, entre otros premios literarios, el Premio Unico Latinoamericano de Cuento, México 1981; Premio Latin American Writers Institute, 1989, New York; el Segundo Premio Nacional de Cuento, 1995. Su primera novela Memoria de los espejos mereció el Premio Nacional de Novela en 1995 y está considerada por la crítica especializada como una de las diez mejores novelas de la década de los noventa  (La Revista, 6 de septiembre de 1998, año, 1, número 13). El año 2008 volvió a ganar el Premio Nacional de Novela con “La maquinaria de los secretos, una obra dramática sobre la crueldad de las relaciones de poder entre el Estado y la sociedad. Su novela “El espíritu de las cosas” es una obra que destaca por un fascinante argumento sobre la locura y el respeto a la condición humana y se constituye en una denuncia contra el sistema político y jurídico nacional. En el 2007 publicó “El tesoro de las guerras”, novela histórica.  “Santo Vituperio” ha sido considerada como una de las mejores novelas bolivianas de los últimos tiempos. Con “La ciudad de los inmortales” nos entrega una obra autobiográfica, testimonial e histórica que nos permitirá mirar en el oscuro y fascinante mundo político boliviano. Su novela “El árbol de los recuerdos”, es una obra “desconcertante, valiente, desgarradoramente honesta y perversamente ingenua, escrita desde el otro lado de la realidad”. Su última novela “La conspiración de los viejos” ha sido considerda como una obra maestra de la literatura boliviana.Entre sus libros de poemas se cuentan: “Las puertas”, “Los reinos dorados”, un extenso poema épico sobre las desaparecidas civilizaciones de Moxos. Su última producción es el poemario “El cazador de sueños” que continúa la poética de “Los reinos dorados” y está inspirado en los mitos y leyendas del pueblo movima de la amazonía boliviana. Premio nacional de Poesía 2012 con Inventario nocturno. Es autor, también, de antologías de cuento y poesía y de varios ensayos.

 

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