Narrativa joven actual: J. M. Mariscal

J. M. Mariscal

Presentamos tres textos de J.M. Mariscal. Originario de Cd. Obregón, Sonora, ha obtenido reconocimientos tales como el Primer lugar en el XVII Concurso Juvenil de Literatura “Profra. María Guadalupe Rico de Ramírez” en el género de cuento, mención honorifica en el XXXIII Concurso Regional de Composición Literaria nivel Bachillerato, en la modalidad de Prosa y Primer lugar en el género de crónica en el XVIII Concurso Juvenil de Literatura “Profra. María Guadalupe Rico de Ramírez”. Fue seleccionado en el “Curso de Creación Literaria 2013” impartido en Xalapa, Veracruz por la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana.

 

 

De regreso

 

Avanzamos entre un océano blanco, no es cualquier océano y no viajamos en cualquier vehículo.

El océano se encuentra a no sé cuántos pies por debajo de nosotros, navegamos flotando por encima de él. Se extiende hasta donde alcanza la vista, me pregunto si en algún momento se acabará.

La tripulación a bordo es muy variada, está conformada por niños, jóvenes, adultos y viejos. Pero todos somos inútiles. Tal vez la palabra adecuada no sea tripulación, no fuimos convocados, llegamos aquí sin saber por qué. Algunos piensan que van camino a casa, otros que la abandonaron, unos van en persecución de sueños y otras tonterías varias, unos pocos sólo quieren volver a empezar, pero los más, desconocen el propósito. Lo único que saben es que van. Sin importar el propósito o la falta de este, todos somos inútiles. No hacemos nada para que esto siga avanzando, no hacemos nada para tratar de salir de este océano que no termina, ¿por qué?, porque nos encanta estar suspendidos, del tiempo, de casa, de aquéllos, de éstos, de nosotros, de ustedes, de la realidad, de ellos.

Somos inútiles, unos duermen, otros divagan, y los otros, los que no duermen ni divagan, están ocupados masturbando a sus pantallas. Nadie hace nada por llegar al fin de este océano, nadie hace nada…

Porque no sabemos, porque no podemos, porque no queremos, porque la verdad, alguien más ya lo hizo por nosotros, o eso nos gusta creer.

–       ¿Gusta unas galletas o una barrita joven?

–       Las galletas.

–       Aquí tiene.

–       Gracias.

–       ¿Le ofrezco algo de tomar?

–       Emm… sí.

–       ¿Jugo? ¿Refresco? ¿Café? ¿Agua? ¿Leche?

–       Emm… jugo por favor.

–       ¿Jugo de manzana? ¿Jugo de naranja? ¿Jugo de tomate?

–       De manzana está bien.

–       ¿Lo toma con hielo?

–       Sí.

–       …

–       …

–       …

–       …

–       Aquí tiene.

–       Gracias.

–       A su orden.

Las conversaciones son mecánicas, están automatizadas porque nadie hace nada, porque en las alturas a nadie le interesa nada, acá arriba todos se olvidaron de cómo conversar ya, y a nadie le importa recordar. Es una prueba más de que no estamos diseñados para vagar por este océano infinito a miles de pies sobre el nivel del mar.

Hemos caído en la rutina que impera en este océano artificial, ¿por qué?, porque nadie hace nada, se supone que ni siquiera deberíamos estar aquí, pero nos gusta revelarnos, ir en contra de toda autoridad o ley, somos de espíritu indomable, nos gusta pensar que controlamos nuestro propio destino o que inclusive tenemos un destino.

La nave tiembla a causa de nuestra apatía, como para recordarnos lo frágiles que somos y la facilidad que tenemos para sentir miedo, el terror recorre nuestras venas, nos impide olvidar que somos pasajeros, que duramos un instante, lo suficiente como para ser un recuerdo y a veces ni eso.

Nadie hace nada, pero el océano comienza a difuminarse, y los que no hacen nada ahora hacen menos, porque sabemos lo que esto significa, intuimos cerca el final del viaje y nos asusta, nos da miedo descender, nos aterra volver, nos paralizamos.

Porque sabemos que volveremos a ser los de siempre, no esta versión que hemos creado, este yo alternativo que adoptamos aprovechando el anonimato.

Volveremos a ser nosotros mismos, no seremos interesantes para nadie, ya que ni siquiera logramos interesarle al reflejo del espejo. Volveremos a la rutina, a la vida diaria, a la cotidianeidad. Volvemos a casa, a la prisión, a esa pequeña celda que nos oprime, que no nos deja respirar, volvemos a la asfixiante normalidad.

Y el océano se condensa y se vuelve a difuminar en ciclo sin fin, nos mantiene en la incertidumbre, seguimos flotando, nos dejamos llevar, no hacemos nada.

El capitán habla y no hacemos nada.

Comienza el descenso y no hacemos nada.

Chillan instrucciones y no hacemos nada.

Inician las revisiones y no hacemos nada.

Avistamos el suelo y no hacemos nada.

Los escalofríos llegan y no hacemos nada.

Nos inclinamos y no hacemos nada.

Las alas atrapan turbulencia y no hacemos nada.

Visualizamos la desgracia y no hacemos nada.

Viramos y no hacemos nada.

Las casas aumentan de tamaño y no hacemos nada.

Temblamos y no hacemos nada.

Los frenos se activan y no hacemos nada.

El miedo nos domina y no hacemos nada.

La garganta se seca y no hacemos nada.

Los ojos se salen de sus cuencas y no hacemos nada.

El corazón se detiene y no hacemos nada.

Lanzamos un suspiro y no hacemos nada.

Las voces hablan de nuevo y no hacemos nada.

Se apagan los anuncios y no hacemos nada.

Nos desabrochamos los cinturones y no hacemos nada.

Descendemos y no hacemos nada.

Tocamos la tierra donde nacimos y no somos nada.

 

 

 

 

Pedigree

 

–          ¡Ciao, ragazzo!

–          A mí salúdame bien, no me andes con pendejadas.

–          Ma perche…

–          Si me vas a hablar, háblame en español, mis huevos son más italianos que tú, y eso que mi abuelo era yaqui.

–          Oh, no se puede contigo, uno que quiere tener clase.

–          Una cosa es la clase y otra cosa es querer andar de mamón. – así era Roberto, siempre con aires de grandeza – a mí no me vengas a presumir lo que aprendiste en la universidad o en tu último viaje, yo no soy lame bolas como todos los demás, lo sabes.

–          Está bien, Juan, tranquilo.

–          Órale pues… ¿y qué pedo? ¿cómo te fue?

–          ¿Pues qué te cuento? el lugar excelente, la vista grandiosa, la comida todo un manjar y las viejas… uta madre cabrón ¡las viejas!, son unos cuerazos, no tienes idea. Y cogen cabrón… uff… no, no, no… eso si es sexo y no chingaderas.

–          No pues, da gusto saber que tú te das la buena vida, mientras uno aquí, se parte la madre pa’ tener algo de tragar

–          Juan, no es eso, no empieces… mira traigo este par de botellas, ve por el saca corchos y nos las chingamos.

Vino tinto, me trae vino tinto, rosso marca la etiqueta, cosecha del sesenta y dos me explica él. Quien diría que este cabrón que no llego a tener ni para cerveza, me traería vino tinto italiano al taller.

Al Roberto lo conozco desde morrito, era un plebe flaco y chapo. No sé porque terminé siendo su protector, tenía un hermano más o menos de su edad que atropellaron poco antes de que su familia llegara al barrio, creo que eso influyó…

Mientras busco el saca corchos pienso en el pasado, las incontables madres que partí por defender a este cabrón, y lo trucha que era, yo creo que por eso todos lo odiaban, por inteligente y porque simplemente no encajaba.

Se decía que su papá pasó de rico y vivo, a pobre y muerto por unos negocios mal hechos, dejando a su familia en la ruina, y ellos, pasaron de vivir en las lomas, al nivel de las alcantarillas.

Pero tuvo suerte, de la que aquí no se da, y al final como siempre los ricos vuelven a ser ricos. Por eso no me gusta darle tantos méritos. Si cualquiera de nosotros hubiéramos podido escapar de este lugar…

Por fin lo encuentro, y siguiendo un instinto, también agarro un cuchillo y me lo escondo en el pantalón.

–          ¿Fuiste a hacer esa madre o que chingados? A ver, trae para acá eso.

Abre las botellas con gracia y naturalidad, las que proporcionan los hábitos. Me da una a mí y él se empina la otra, me pregunto que haría su gente si lo vieran aquí, platicando conmigo, tomando directamente de la botella esta bebida de importación, como si fuera un Costeño.

–          No sé porque, pero extraño este lugar Juan, a pesar de todo, siempre me gustó vivir aquí.

–          Este lugar no te extraña a ti Roberto.

–          Lo sé, tengo que hacer algo.

–          No puedes, nunca fuiste de aquí.

Bebimos y pasamos a temas menos tristes, aunque bueno… los recuerdos de la infancia truncada, no dejan de serlo.

Acabamos con las botellas, de mi congelador saqué cerveza, no era de lujo ni importada, pero estaba helada y lo más importante embriagaba, además combinaba mejor con el ambiente.

–          ¿Juan, te acuerdas de la Chabela?

–          Si, ‘taba buena.

–          Muy buena.

–          La que no olvido es a la Leonor.

–          Ah…

–          ¿Qué?

–          No nada.

–          ¿Qué traes cabrón? dime.

–          Nada, a mí tampoco se me olvida

–          ¿Y cómo podría? ella si era toda una mujer.

–          Si, lo sé.

–          Siempre estuve enamorado de ella.

–          Todos.

–          Una vez me acuerdo, le lleve unas cajas a su mamá, cuando trabaja en el abarrotes de don Chuy, cuando terminé de hacer el mandado, ella salió de su cuarto con una blusa que se transparentaba, le pude ver las tetas cabrón, firmes, grandes, perfectas.

–          Ya lo sé, eran preciosas a la vista… y más al tacto.

–          ¿Qué dices cabrón?

–          No te enojes Juan.

–          Explícame que chingados significa eso.

–          Pues que le hice el amor… con ella fue mi primera vez.

–          Hijo de tu puta madre. ¿Cuándo?

–          Hace mucho Juan, ¿qué caso tiene hablar de eso? Nunca te lo había dicho porque sabía que me odiarías.

–          ¿Antes o después de que te dije que la quería?

–          Después… pero Juan, a mí también me gustaba…

–          ¿Cuándo cabrón? ¿dime cuándo?

–          El día del baile de doña Pancha, tú la invitaste a ir y se negó ¿te acuerdas? tú te fuiste con la Elvira al final, todo mundo fue al baile incluyendo su mamá, y como ibas con la Elvira no me esperaste, cuando iba caminando solo, un grito me llamó, mire alrededor y estaba ella haciéndome señas desde su ventana, me acerqué y me invitó a pasar, ya adentro, nos amamos con pasión, lo hicimos cinco veces aquella tarde.

–          Tú sabías que la quería pendejo, lo sabías.

–          Pero ella no te quería a ti Juan, me quiso a mí.

Pinche pendejo, me abandona en este basurero, se vuelve rico, viaja por el mundo y ahora regresa a presumirme que se cogió a la que iba a ser mi vieja.

–          Perdón Juan, pero no pude evitarlo, vamos a dejar el pasado en el pasado y mejor tomémonos otra birra ¿va?

Me levanto dándole la espalda, meto las manos en las bolsas del pantalón y siento el mango del cuchillo, bien dicen que el primer instinto es el bueno.

Giro y se lo clavo en la garganta, una y otra, y otra, y otra y una vez más. La sangre fluye, se combina con grasa y aceite.

Lo agarro de las patas y lo arrastro a la parte de atrás. Le quito la ropa, hago un solo bulto y le prendo fuego.

Mis perros se agitan inquietos, huelen la sangre y se alborotan. Tienen hambre y yo la necesidad de desaparecer un cuerpo.

Pues total, de contaminar las aguas del río, mejor que lo aprovechen mis amigos, que meses tienen sin poder probar carne y mascar huesitos.

Se los arrimo con cuidado, traigo un machete y lo destazo un poco, después los dejo salir, todos se abalanzan sobre el alimento, al verlos disfrutar del banquete, pienso que a lo mejor les hace daño, pero no… no creo, al cabo que el Roberto era fino, como si estuvieran comiendo Pedigree.

 

 

 

 

Hablemos

 

“No one’s got it all
No one’s got it all
No one’s got it all”.

Regina Spektor. 

 

Para ti, de oídos sordos.

Vamos hablando de ti y de mí, de cómo a partir de hoy podríamos cambiar nuestra realidad.

Vamos hablando de cuanto nos podemos llegar a amar, de las noches que pasaremos juntos, de los amaneceres, de las películas que veremos, de los libros y las risas que compartiremos, hablemos de los momentos que compondrán los versos de nuestro poema, de las palabras que nos diremos con la fuerza con la que sólo los enamorados son capaces de pronunciarlas, hablemos de las promesas eternas, de miradas intensas, de noches apasionadas, hablemos de intimidad, de tu piel contra la mía, de mis manos recorriéndote, hay que hablar sobre ilusión.

Vamos hablando de decepciones, de realidad, de finales, hablemos de peleas, insultos y majaderías. Tenemos que platicar de corazones destrozados y lágrimas derramadas, de sentimientos transmutados, platiquemos de todo el daño que estamos dispuestos a hacernos el uno al otro, tenemos que hablar de sufrimiento, de días grises, tardes lluviosas y noches solitarias, de desilusiones, de cansancio, de añoranzas, orgullo y silencios. Hablemos de soberbia, de querer y no poder, de desinterés, de vajillas rotas, de fotos despezadas, de olvido, de resentimiento y odio.

Vamos hablando de paz, de recuerdos, de terceras edades, de segundas oportunidades, hablemos de lo que sucede después de la tormenta, de héroes caídos, de creencias renovadas, de mitos desmitificados y leyendas derrumbadas, de libertad, igualdad y amor, hablemos de heridas sin sanar y de muerte.

Vamos hablando de dejar las cosas como están, de evasiones, de ti y de mí permaneciendo como extraños, ajenos uno del otro por mucho tiempo más, sin rencores, sin haber sufrido nunca, sin haber amado nunca, sin conocer la tristeza o la felicidad.

Vamos hablando de permanecer muertos en vida.

 

 

 

Datos vitales

J.M. Mariscal es originario de Cd. Obregón, Sonora, estudia Ingeniería en Producción Multimedia en la universidad ULSA Noroeste. Amante del cine, del rock, la literatura, el humor negro, los comics y la Sci-Fi. Primer lugar en el XVII Concurso Juvenil de Literatura “Profra. María Guadalupe Rico de Ramírez” en el género de cuento. Mención honorifica en el XXXIII Concurso Regional de Composición Literaria nivel Bachillerato, en la modalidad de Prosa. Primer lugar en el género de crónica en el XVIII Concurso Juvenil de Literatura “Profra. María Guadalupe Rico de Ramírez”, seleccionado en el “Curso de Creación Literaria 2013” impartido en Xalapa, Veracruz por la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana. Actualmente es participante del Taller Literario impartido por los maestros Juan Manz Alaníz y Juan Diego González y miembro de Escritores de Cajeme A.C.

 

 

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer