Sobre el Premio Aguascalientes. El escándalo que se llegó

comodín 5

Pasadas las felicitaciones es necesario también tomarnos un momento para la crítica. Este año el Premio de Poesía Aguascalientes, el más prestigioso de México, fue otorgado a Jorge Humberto Chávez por Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto. A continuación, el poeta y crítico Jorge Terrones escribe, a manera de denuncia, una reseña sobre el libro.

 

 

 

 

 

Te diría que leyéramos ‘Te diría que fuéramos…’ pero mejor no

I

Los premios de poesía han perjudicado más de lo que han beneficiado. Cuando un certamen exige un mínimo de cuartillas pone en aprietos al escritor. Juguemos: siguiendo los parámetros actuales, The Wasteland (1922) o Four Quartets (1945) no hubieran podido participar en algún premio de poesía en lengua inglesa. En México, en 1939, Muerte sin fin tampoco. Los tres libros, en promedio, deben tener de 30 a 40 cuartillas. La exigencia actual es de un mínimo de 60. Si continuamos estudiando, leyendo, debatiendo esas obras, más allá de su factura literaria, es porque parten de un principio elemental: unidad en su discurso. Tanto Eliot como Gorostiza tendían a la intensión más que a la extensión. Hoy, por el contrario, se sacrifica lo primero por lo segundo. Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto (2013), del más reciente Premio de Poesía Aguascalientes, Jorge Humberto Chávez, cultiva este vicio.

El punto número 2 de las bases del Premio de Poesía Aguascalientes indica: “Los concursantes enviarán un libro inédito de poemas, escrito en español, por triplicado, con tema y forma libres. Los trabajos, con un mínimo de 60 cuartillas, deberán estar engargolados y escritos a máquina o computadora…”. Un poemario puede estar acabado con 10, 20, 200 cuartillas. Es una tontería pensar un libro para un determinado número de páginas. Así que los poetas tienen de dos sopas: o ya tienen un poemario que cumpla con ese requisito; o no lo tienen y tendrán que llenarlo. En la última opción: paja. Discursos truncos: se defrauda al lector vendiéndole una obra que en teoría va sobre un tema, cuando en realidad va sobre muchos.

II

Te diría que fuéramos… está compuesto por cuatro partes: “1. Crónicas”, “2. Fotogramas”, “3. Poemas desde la autopista” y “4. Dagas”. En todas hay una serie de irregularidades que ensucian el libro. El examen de estas características merecería un texto aparte. Nombro, a continuación, sólo unas cuantas con el propósito de ejemplificar a qué me refiero.

1.- No se entiende cuál fue el criterio para que en algunos nombres se utilizaran mayúsculas y en otros no. En “Conduzco un Honda blanco por el palacio de la luna”: Verso 4: “que no conozco la ciudad de nueva york”. Verso 7: “en un Honda blanco yendo veloz la oscuridad a través de…”.

2.- Algo hay de inmaduro en un escritor si tiene que traducir el nombre de los artistas. En “Crónica de Pierre Lachaise o el Paseo de los Muertos”, el poeta inicia así: “Hey señor maestro Guillaume Apollinaire ahora que lo pienso…”. Después, en el verso 37: “no señor le dije esta botella era para Guillermo Apollinaire pero no…”; en el 43: “no así Federico Chopin a quien le aventé un trago…”. Hay algo de “entendimiento ignorante e inmaduro” diría Guillermo Shakespeare.

3.– En “Esa mañana había dejado de fumar (11-09-01)”: el lenguaje del poema se mantiene, digamos, solemne. Versos 7 y 8: “tú volviste al sueño y apareció en la pantalla la imagen de una torre/ ardiendo y otra babel de informes y notas”. Versos después: “y tómala contra la Torre Sur y el fuego y creo que alcancé a distinguir/ un escritorio eyectado entre papeles de oficina”. ¿Tómala?

Cualquiera podrá decir que en poesía todo vale, que el espíritu de la lírica es lo que cuenta, que la poesía es exclusivamente imagen. Quien pronuncie algo similar tendrá un claro desconocimiento de la literatura. Así que ¿descuidos editoriales?, ¿torpeza del escritor? Da igual. El libro está publicado y lleva el nombre de Jorge Humberto Chávez.

Hasta aquí, sin embargo, no he tocado el discurso supuestamente nuclear de la obra, a pesar de que, como he mencionado, no estoy señalando delitos menores. Siembro la duda porque así como no tiene cohesión en cuanto a su forma, tampoco la tiene en su fondo. En cualquier caso, su unidad es no tenerla (esto no es ningún mérito).

III

El jueves 8 de mayo en el Teatro Morelos de la ciudad de Aguascalientes se entregó el premio a Chávez. La opinión del jurado -formado por Hugo Gutiérrez Vega, Efraín Bartolomé y Nelson Simón- se sintetiza en que lo premiaron “porque con un lenguaje seco y de alta densidad poética, nos da una crónica precisa de la atmósfera trágica que vive una zona de México.” ¿Queda claro el interés del poemario? Si atendemos exclusivamente los comentarios de autoridades poéticas, sí. No sé muy bien si leyeron el mismo libro que yo o sólo leyeron 20 páginas o de plano no leyeron nada. El libro de Chávez es una capirotada.

Encuentro tres aristas que están repartidas en las cuatro partes del libro: frontera, recuerdos, deudas artísticas. Estas tres líneas, sin embargo, no logran conformar un triángulo. No hay un tema que los una. El poemario, en realidad, son cuatro poemarios (una por parte). Dicho de otra forma: es una antología.

En “2. Fotogramas” se rinde tributo a varios artistas: W.C. Williams, Dickinson, Van Gogh, Cisneros, etc. En medio de eso hay otros intereses del poeta: hablar de la figura paterna (“Baltazar Padre”), materna (“Madre”); de ilusiones desafortunadas (“Non solo Café”); de deseos (“La ventana”). ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? No hay conexión entre los poemas.

En “3. Poemas desde la autopista”, Chávez muestra un yo poético que registra el tránsito de un lugar a otro (por ejemplo: “Conduzco un Honda blanco por El Palacio de la Luna”; “Taxi”; “Another road poem”). Esta parte del poemario está claramente unificada porque hace que los poemas que participan en su conformación estén ahí para mantener un mismo interés: el viaje. Sí, pero, ¿cómo comprender esta tercera parte con la segunda?

En “4. Dagas”, regresa una evocación a la poeta norteamericana (“Amanecer de Emily Dickinson”); vuelve el yo poético que es testigo de su ambiente (“Contemplaciones”); y retornan los recuerdos (“Recuento”). Los temas son variopintos y, entre ellos, las más de las veces, no hay posibilidad de diálogo: si no podemos hablar de comunión interna (entre poemas) -salvo por la tercera parte-, ni externa (entre secciones), tendríamos que pensar, hasta ahora, en tres libros distintos. Hay un cuarto.

¿Qué ocurre en “1.Crónicas”? Aquí es donde la problemática de la frontera, por momentos, tiene su sitio. Conviene apuntar que no se particulariza, ni por asomo, a las muertas de Juárez, ni siquiera se sugiere algún narcotraficante. En este sentido, es superficial; sin embargo, acaso eso sea un punto interesante: intuimos la causa de los áridos y violentos ambientes, pero no tenemos certezas. El poeta en “El hombre de shorts blancos me hace pensar en mi padre”, conjuga recuerdo, infancia, familia, violencia, frontera y viaje en unos cuantos versos. Vale la pena citar varios de ellos: “la frontera como un espléndido animal tirado en el pasto cultivado/ con el lomo irradiante de luz/ recuerdo estar limpiando el parabrisas y verlo asomar en la esquina/ remota con una pequeña caja en las manos/ me recuerdo diciendo en voz alta mamá alguien viene yo creo que/ ese hombre es mi padre y así fue […]/ ahora que al conducir mi auto por la avenida aminoro la velocidad/ porque ese hombre de pantalones cortos blancos/ está acostado nada más ahí con un tiro que le ha hecho un pequeño/ agujero sin sangrado en el pómulo izquierdo/ mientras voy a verte”. No puedo decir que no haya líneas admirables, lo que me alarma es que aquellas se codeen con versos como “sábado para lavar la troca del abuelo una chevrolet 55 azul sábado/ esperando huir de Dios en la mañana del domingo”: o es una troca y la imagen se configura en abstracto, o es una chevrolet 55 y la imagen se aterriza, pero no se pueden ambas.

En el segundo poema de “Tríptico de Austin, Dic. 31”, el poeta se olvida de la tragedia y se centra en la mesera que pudo haber servido algo a Jorge Luis Borges: “sería mucho decir que alguna vez Martha Harding le sirvió una copa/ al Señor Borges pero seguro lo hizo con alguno de sus muchos/ discípulos/ como lo hace ahora conmigo y eso es todo lo que tengo en común/ con el querido maestro argentino”. ¿Cómo vertebrar a Borges con el señor de los shorts blancos? No hay relación. Sería muy arriesgado decir que sólo por ser localizados en algún punto de la frontera entre Estados Unidos y México tienen conexión.

¿Dónde la metáfora de la frontera como bloque, como tránsito impedido?, ¿dónde los indocumentados, las familias que de terceras generaciones están en contra de la migración?, ¿dónde el racismo? De esto el poeta no dice nada. La problemática de forjar un límite entre naciones, entre comunidades, entre individuos, es tan amplia que Chávez pudo haber articulado un poemario que criticara o que retratara esa complejidad. En cambio, sólo por mencionar un ejemplo, tenemos a Borges y a un hombre en shorts blancos en un mismo escenario.

¿Cómo entender “1. Crónicas” con “2. Fotogramas”?, ¿cómo unir “3. Poemas desde la autopista” con “4. Dagas”?, ¿cómo entender Te diría que fuéramos…? Me parece que la respuesta es sentenciosa: cada sección no da para 60 cuartillas, así que el poeta tomó trozos de aquí, pedazos de allá, colocó algunos cajones donde pudiera estacionarlos y le dio un larguísimo nombre a su Frankenstein.

¿Quién tiene la culpa? Te diría que Chávez, pero debes saber que la tradición de convocar premios de poesía con un mínimo de cuartillas, versos o palabras, aparte de absurda, está haciendo que los poetas piensen poemarios sin cohesión. En otras palabras: vemos un cuerpo deforme.

 

 

Coda:

La convocatoria pide que se envíe el poemario con seudónimo. Lugar común: el yo poético es distinto al nombre del autor; sin embargo, no se necesita ser muy brillante, como jurado, para sospechar que el libro pertenecía, en efecto, a Chávez: En “1. Crónicas”, el poema que lleva por título “3.- Que tengas de sobra este año nuevo”, el poeta se confiesa: “de Ciudad Juárez llegaron Deimy Yolanda con Natalia y Jorge H. Chávez Ramírez”. En la segunda parte del libro, en concreto en “Crónica de Pierre Lachaise o el Paseo de los Muertos”, en los versos 31 y 32 dice: “me llamo Jorge y creo que te debo algunos amores y te debo la poesía/ y vengo desde México a brindar contigo”. Esto sin mencionar los poemas que dedica a otros escritores que forman parte de su generación. Resultado: se trata de un poeta de la frontera. La sospecha podría ser averiguable, pero no es éste el espacio. Lo dejo aquí sólo para fomentar el deporte de la rumorología.

 

 

 

——————————
Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto

Jorge Humberto Chávez

México: Fondo de Cultura Económica, Instituto Cultural de Aguascalientes, INBA, Conaculta, 2013. 92 p.p.

También puedes leer