Eduardo Lizalde gana el Premio Lorca de poesía

Eduardo Lizalde

 

Eduardo Lizalde es el último ganador del Premio Lorca de Poesía. El X Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, al que han optado 44 candidatos de Hispanoamérica y España, se ha falldo hoy en el Aljibe del Rey, sede de la Fundación Emasagra, en Granada. El premio está dotado con 30.000 euros.

La candidatura de Eduardo Lizalde ha sido propuesta por la Academia de las Bellas Artes de México. Lizalde, nacido en 1929, pertenece a la Generación del 45. El alcalde de Granada y presidente del jurado, José Torres Hurtado, ha precisado que ha habido “largas deliberaciones” para elegir al ganador del certamen.

Entre las obras que destacan de Eduardo Lizalde están ‘La mala hora’, y ‘El tigre en casa’.

Aún no se sabe si el autor ha recibido la noticia, ya que en México aún es madrugada. El jurado le ha mandado un correo electrónico informándole de que ha ganado el premio de Poesía García Lorca. Por su parte, Julia Escobar, de la Casa de América, ha dicho que Lizalde “es un poeta excéntrico, no en el sentido de raro, sino por no seguir una pauta establecida”. Su estilo empezó con una poesía épica y luego ha pasado a crear una poesía simbolista.

 

 

Este premio tiene por objeto reconocer el conjunto de la obra poética de un autor vivo que, por su valor literario constituya una aportación relevante al patrimonio cultural de la literatura hispánica.

El jurado, bajo la presidencia del alcalde de Granada, José Torres Hurtado, está compuesto por representantes de la Fundación Federico GarcíaLorca, la Real Academia de las Buenas Letras de Granada, el Patronato Huerta San Vicente, la Universidad de Granada, la Residencia de Estudiantes, el Centro Generación del 27 y la Casa de América.

En la pasada edición fue elegido ganador el poeta español Pablo García Baena. En el año anterior, la galardonada fue la poeta cubana Fina García Marruz (La Habana, 1923) y en las dos edición anteriores la escritora española María Victoria Atencia (Málaga, 1931), y el también español José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926).

En 2008, el premiado fue el hispano-mexicano Tomás Segovia. En 2007, el valenciano Francisco Brines se alzó con la Luna lorquiana, en 2006 fue escogida la peruana Blanca Varela; en 2005 el mexicano José Emilio Pacheco; y en 2004 recibió el galardón el poeta ovetense Angel González.

Poetcast Pista 84. Eduardo Lizalde: Recuerdo que el amor era una blanda furia
Descripción:

 

 

 

Retrato hablado de la fiera

 

“Lo he leído, pienso, lo imagino;

existió el amor en otro tiempo.”

Será sin valor mi testimonio.

Rubén Bonifaz Nuño

 

3

 

Recuerdo que el amor era una blanda furia

no expresable en palabras.

Y mismamente recuerdo

que el amor era una fiera lentísima:

mordía con sus colmillos de azúcar

y endulzaba el muñón al desprender el brazo.

Eso sí lo recuerdo.

Rey de las fieras,

jauría de flores carnívoras, ramo de tigres

era el amor, según recuerdo.

Recuerdo bien que los perros

se asustaban de verme,

que se erizaban de amor todas las perras

de sólo otear la aureola, oler el brillo de mi amor

–como si lo estuviera viendo.

Lo recuerdo casi de memoria:

los muebles de madera

florecían al roce de mi mano,

me seguían como falderos

grandes y magros ríos,

y los árboles –aun no siendo frutales–

daban por dentro resentidos frutos amargos.

Recuerdo muy bien todo eso, amada,

ahora que las abejas

se derrumban a mi alrededor

con el buche cargado de excremento.

 

 

 

Poetcast Pista 85. Eduardo Lizalde: Que tanto y tanto amor se pudra oh dioses
Descripción:

 

 

4

 

Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;

que se pierda

tanto increíble amor.

Que nada quede, amigos,

de esos mares de amor,

de estas verduras pobres de las eras

que la vacas devoran

lamiendo el otro lado del césped,

lanzando a nuestros pastos

las manadas de hidras y langostas

de sus lenguas calientes.

 

Como si el verde pasto celestial,

el mismo océano, salado como arenque,

hirvieran.

Que tanto y tanto amor

y tanto vuelo entre unos cuerpos

al abordaje apenas de su lecho, se desplome.

 

Que una sola munición de estaño luminoso,

una bala pequeña,

un perdigón inocuo para un pato,

derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas

y desgarre el cielo con sus plumas.

 

Que el oro mismo estalle sin motivo.

Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa

se destroce.

 

Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,

tanto imposible amor inexpresable,

nos vuelva tontos, monos sin sentido.

 

Que tanto amor queme sus naves

antes de llegar a tierra.

 

Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,

niños, animales domésticos, señores,

lo que duele.

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