La poeta colombiana Andrea Cote escribe un texto sobre Poesía ante la incertieumbre. Antología de nuevos poetas en español, posiblemente la antología de poesía contemporánea más leída de los últimos años. Fue publicada en 2011 sumultáneamente en España, México, Colombia, El Salvador y Nicaragua y se ha reeditado con nuevas incorporaciones en países como Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina y Estados Unidos, etc.
Se fracasa siempre en hablar de lo que se ama
Roland Barthes
A finales del año 2010 recibí un correo electrónico de dos poetas españoles que me invitaban a participar en un libro que no funcionaría como una antología o una selección sino como una reunión de poetas hispanoamericanos afines en su propuesta de escritura definida por su atención a los temas de lo cotidiano, el contexto sociopolítico y la preeminencia de lo autobiográfico. La reunión resultó en la publicación de un libro titulado Poesía ante la Incertidumbre que apareció por primera vez en España en abril del 2011 en la Editorial de Poesía Visor y que desde entonces se ha reeditado en 10 países y ha sido traducido a cuatro idiomas. Sin embargo, cada una de estas ediciones altera ligeramente el contenido del libro: algunos autores modifican sus textos o su selección pero, lo que es más importante, cada edición agrega al menos un nuevo poeta al libro, de manera que el número inicial de ocho autores ya casi se ha duplicado.
La cadena editorial generada a partir de su singular sistema de publicación fue el elemento del libro que más llamó mi atención desde el principio. Al ser impulsado desde esa suerte de establecimiento que constituye la plataforma de exhibición de Visor -la casa editorial de poesía en español de mayor distribución en España y Latinoamérica- el proyecto parecía condenado a trayectorias de lectura estandarizadas por los circuitos de la institución y sus criterios pre-existente de legitimación. Sin embargo, en tanto cada nueva edición es en realidad un producto original elaborado por las editoriales independientes de cada país el proyecto se transforma en una red fractal de conocimientos a la espera de desarrollos inesperados.
El poeta mexicano José Emilio Pacheco anota, en su texto de contratapa a la versión de “Poesía ante la Incertidumbre” publicada en su país, que el diálogo trasatlántico fomentado por el proyecto semeja al tipo de conversación que en la primera parte del Siglo XX tuvo lugar entre los poetas españoles y los del continente americano. Salvando las distancias que generosamente estrecha la afirmación de Pacheco, sí es cierto que nos encontramos en un momento histórico en que una vez más, ante las preocupaciones comunes asociadas a emergencias de carácter global y la pérdida de confianza en las instituciones de gobierno y los relatos de identidad nacional, la poesía en lengua castellana genera, como en otros momentos urgentes, espacios de encuentro y reconocimiento transnacional que desde la creación verbal proponen un territorio liberado para el ejercicio de un sentido común.
En mayo de 2011 algunos de los poetas incluidos en el libro viajamos a España para presentar el volumen, primero en Granada, después en Madrid y luego en otras ciudades del norte de España. El recorrido fue costeado como hoy día lo son casi todos los encuentros y lecturas de jóvenes poetas en Hispanoamérica, es decir, por esfuerzos colaborativos que fusionan exiguos aportes gubernamentales, contribuciones simbólicas de cancillerías e instituciones culturales y, principalmente, los fondos personales y las soluciones que proveen los recursos de la amistad, la afición cómplice y “la bondad de los desconocidos” en que tanto confiara Blanche DuBois camino al manicomio. Nuestro viaje coincidía con el momento en que surgía el colectivo 15 M, cuando los llamados “Indignados” con sus acampadas y manifestaciones ensayaban formulas improvisadas para el ejercicio de una vida en común.
La poesía contemporánea se escribe ya no sólo en diálogo crítico con la amplia tradición literaria en lengua castellana frente a la que todo acto de escritura toma posición al definir los linajes de su búsqueda estética, sino también en diálogo con las preguntas actuales sobre cómo ejercer la cultura de las artes. Sólo así es posible participar de la celebración que hoy día constituye, en medio de un presente esquivo, plagado de incertidumbre, el surgimiento de un patrimonio colectivo que el crítico español Luis Moreno-Caballud llama la “imaginación sostenible”.
Me pregunto entonces qué significa que Poesía ante la incertidumbre funcione en el pendular entre esas nuevas asociaciones artísticas y los paradigmas de legitimación heredados de la tradición literaria. Me pregunto también si estas asociaciones socavan en algo los modelos binarios que han llegado a simplificar la relación entre “incluidos” y “excluidos” y si un proyecto trasatlántico de publicación podría movilizar la tradicional relación editorial entre España y Latinoamérica, donde España constituía la instancia de validación última para los escritores latinoamericanos. Me pregunto, finalmente, si un proyecto colaborativo podría aportar a la disolución de ciertos estigmas derivados de un colonialismo culposo, aquí sustituido por encuentros reales.
En tanto participa de la tendencia de tejer redes entre comunidades globales que se reconocen en torno a la poesía y porque se trata de un libro en proceso de elaboración continua Poesía ante la incertidumbre participa de algunas de las posibilidades que para la literatura contemporánea han desplegado las plataformas digitales en donde cada vez más los escritores son a un mismo tiempo creadores, mediadores, gestores y lectores activos de su producción y de la de sus contemporáneos. ¿Para qué el libro físico entonces? Y, más aún, ¿para qué tantas otras versiones de un mismo libro? Curiosamente, la plataforma física del libro hoy nos conecta directamente con los valores rituales de la creación donde los procesos de elaboración se presentan como experiencias del arte que dialogan de forma privilegiada con el contexto material y humano de su ocurrencia. “Hacer un libro” es poner en marcha una red de conexiones físicas y conceptuales que resultan en oportunidades para pensar todo el sistema de relaciones en que la escritura está inmersa. Si la historia de la literatura es también la historia de su socialización, en la era de la proliferación digital el libro impreso es ya casi, siguiendo la noción de Walter Benjamin, un objeto con aura que, del momento de su elaboración es, como una Polaroid, la huella de un encuentro que no se repite.
Poesía ante la incertidumbre se articula sobre esta idea del libro como espacio simbólico cuyos límites y protocolos de funcionamiento no están y no precisan estar claros. Se trata de un objeto anómalo que como algunos de sus críticos han apuntado contiene una antología sin antologador y un prólogo sin prologuista. Es decir, que aunque existe una selección ésta no tiene un marco precedente y no tiene autoría, es una asociación espontánea, una “imaginación sostenida” por su propia creencia en la poesía. Esta “formación” hace parte de una tendencia extendida que el curador francés Nicolas Borriaud ha llamado “estética relacional”: un movimiento de las artes que “toma como horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, más que la afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado”. Este impulso común es lo que llamo nuestra poética de la solidaridad.