La mejor poesía joven de México en 2013

comodín A. R. Penck

El poeta y crítico David Ruano (Ciudad de México, 1991) comenta algunos de los libros más significativos de la poesía joven en México aparecidos dutante 2013. Ruano comenta la poesía de Francisco Trejo, Gustavo Osorio, Jesús Carmona Robles y Arturo Loera. Los poetas nacidos en la segunda mitad de la década de los ochenta y a principios de los noventa son la última promoción de poetas en México.

 

 

 

 

Recuento de 2013. Cuatro libros de poetas jóvenes

 

Normalmente, las listas de fin de año salen a principios de diciembre para dar opciones de regalos navideños y, en vez de dar una explicación sustentada sobre el valor de los libros, hablan maravillas del autor y una breve anécdota para vender la obra. Además, parece que en México sólo vale la pena mencionar lo publicado por Anagrama, Tusquets, Almadía y Sexto piso (ya ni siquiera Alfaguara). Al promocionar estas editoriales a las figuras consagradas, los jóvenes tienen que buscar otros medios para dar a conocer su obra y lo más común es a través de los institutos de cultura de sus respectivos estados o una pequeña editorial independiente con un tiraje mínimo. Este 2013 tuve la fortuna leer a cuatro jóvenes poetas y no quise dejar pasar la ocasión de hacer un comentario sobre sus libros.

 

 

 

La cobija de Ares

Francisco Trejo
Praxis
México, 2013
(Mención Honorífica del Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco 2011)

 

La cobija de Ares es un libro donde Francisco Trejo (Ciudad de México, 1987) recupera la vieja tradición del epigrama, ya cultivada en Latinoamérica por Ernesto Cardenal, Rodolfo Hinostroza, Eduardo Lizalde y Héctor Carreto, por mencionar algunos. En este libro, el autor recupera una de las antiguas funciones del epigrama que es la sátira sexual. Reconstruyendo mitos y personajes grecolatinos, se encuentran poemas donde la burla hacia la deficiencia viril de alguno, el deseo sexual del otro e invitaciones carnales son el tema a tratar.

En un principio, por ejemplo, resulta ingenioso cómo se cuestiona la fidelidad de Penélope a la espera de Ulises y cómo se ejecuta la burla hacia éste, ya que es diferente su destreza en el campo de batalla en comparación a su inhabilidad en el lecho marital. Las metáforas sexuales y guerreras son las figuras que más predominan en La cobija de Ares. Sin embargo, conforme van pasando las páginas, éstas son repetitivas y lo que al principio es ingenioso se vuelve un chiste predecible: la “lanza belicosa” y la muerte que ésta provoca, cuando se presentan por cuarta vez, llega a cansar.

Pareciera también que los poemas tuvieran la siguiente fórmula: Tú, personaje X, te sentirás muy hombre porque eres un héroe, pero si supieras que yo, personaje Y, me acuesto con tu mujer, te avergonzarías. Lo poético recae en la burla y cómo se lleva a cabo, pero, como ya dije, suele ser repetitiva y predecible. De hecho, el lenguaje con cierto tono solemne es lo que salva al libro de no caer en el albur callejero. Aunque las referencias resulten adecuadas a la necesidad del epigrama, la pura mención no hace el poema.

No podemos despreciar del todo La cobija de Ares, su mérito radica en desarrollar un estilo que difiere a las poéticas que predominan hoy en día; de hecho, resulta confortante el poder leer algo diferente, donde el riesgo está en el recuperar viejas tradiciones; sin embargo, la idea resultó mal ejecutada. Habrá que ver si Francisco Trejo entregará en un futuro algo diferente a lo que parece ser su zona de confort, pues este es uno de sus dos libros de epigramas y el otro, Rosaleda, presenta prácticamente las mismas características.

 

 

 

Bonapartes
Gustavo Osorio
Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla / CONACULTA
México, 2013
(Colección Los Olivos)

 

En alguna ocasión discutía con un amigo sobre el perdido y antiguo tono solemne de la poesía, si era posible recuperarlo y si, al hacerlo, qué tan artificial resultaría. Cuando lees el inicio de Bonapartes, primer libro de Gustavo Osorio (Puebla, 1986), te sorprende esta solemnidad:

 

Llamadme con los nombres del miedo y la venganza,
con las letras que truecan
la dicha en muerte.
Llamadme.

Agotad mi nombre en la voz
del temeroso,
aquel que en el azoro del pavor
repite tres sílabas, ocho letras
y en la circular cúspide de la “o”
alcanza un nombre ya de nadie.

 

Este uso especial del imperativo, en una primera impresión, llegaría a ser chocante. Sin embargo, conforme avanza la lectura, uno se da cuenta de que este es el tono necesario para escribir sobre el que alguna vez fue el hombre más poderoso del mundo, Napoleón Bonaparte. Por ejemplo, la poesía conversacional no respondería a esta empresa y, seguramente, este libro se quedaría en el intento por emular la voz de Napoleón.

La situación que recrea Osorio en este libro es la puesta en jaque de Napoleón por su amante, Josefina.Bonapartes, en general, recuerda uno de los famosos epigramas de Ernesto Cardenal que dice: “Yo he repartido papeletas clandestinas, / gritando: ¡VIVA LA LIBERTAD! en plena calle / desafiando a los guardias armados. / Yo participé en la rebelión de abril: /  pero palidezco cuando paso por tu casa / y tu sola mirada me hace temblar.” Diferentes situaciones y victorias bélicas son nada en comparación con batalla amorosa.

A diferencia de La cobija de Ares, el poemario de Gustavo Osorio no llega a gastarse ni repetirse aunque trate un sólo tema, el amoroso, pues sabe ubicar en diferentes situaciones y lugares al héroe. Esta reconstrucción permite un mayor juego con las metáforas o con el final de los poemas, por mencionar algo, pues no se conforma con un solo mensaje directo, sino que lo desmenuza de manera tal que se hace un libro de poemas de amor, en general, y se exploran otras variantes temáticas.

Nuevamente, como con Francisco Trejo, el riego está en la recuperación de la tradición en una época donde el rechazo a lo clásico es la bandera que todos cargan. En el caso de Gustavo Osorio, Bonapartes es un libro bien ejecutado en cuestión de técnica y estilo: versos bien medidos, precisos en intensidad y un tono solemne que se mantiene; es decir, es un libro que cumple con lo ya establecido. Sin embargo, para algunos, donde está el mérito también podría estar la falla: aunque la propuesta sea diferente a lo de hoy en día, nos hace preguntarnos si este estilo de poesía ya la hemos leído mucho en otros poetas.

Se puede decir que el libro físico tiene un truco especial, pues no tiene cuarta de forros ni alguna información adicional sobre el autor además de su nombre. Al no identificar a Bonapartes con la etiqueta “poesía joven”, sino más bien como simplemente un libro de poemas, uno puede quitarse de la cabeza esos lugares comunes que imperan hoy en día sobre la juventud desenfrenada, “la calle”, la locura, entre otros. Resulta un ejercicio interesante para ser una ópera prima.

 

 

 

El poema vacío. Luto en el hormiguero
Arturo Loera
Prólogo de Enrique Servín
ICH / ICHICULT / CONACULTA
México, 2013
(Colección Soltar las amarras)

 

La colección Soltar las amarras surge como una convocatoria, en 2011, para que los noveles escritores de Chihuahua pudieran ver realizada la publicación de su primer libro. De los participantes, surgen tres libros ganadores, de los cuales dos son de poesía.

El primero es El poema vacío. Luto en el hormiguero de Arturo Loera (Chihuahua, 1987). Este libro está dividido en tres partes: “El poema vacío”, donde se hace referencia, obviamente, a El libro vacío de Josefina Vicens, y se aborda más la imposibilidad de escribir que el acto mismo de la escritura. Después tenemos una alegoría del mundo con “Luto en el hormiguero”. Y al final está el poema largo “La generación espontánea”.

Lo que corresponde a la primera sección, resulta interesante la exploración de un tema que ha sido trastocado últimamente por más de un joven poeta, pues Loera logra distintos descubrimientos y comparaciones, llevando al lector a la empatía. Destaca la intensidad en los versos, ya que para el sujeto de la enunciación lírica de esta obra, la escritura está ligada a la vida misma, y esto también implica la muerte: un acto que justifica la existencia y al mismo tiempo la entrega completa de uno; por ejemplo, el poema 7 de esta sección, el mejor del libro, aborda este punto:

 

Para escribir es necesario comer algo,
nadie quiere morir con el estómago vacío.

 

Luto en el hormiguero es una sección del libro que llega a flaquear, pues de los más de 20 poemas o fragmentos que la conforman, tarda alrededor de 11 para llegar al punto neurálgico, la muerte cotidiana que habita en cada una de nuestras acciones. Sin embargo, más o menos a la mitad de “Luto…” los poemas empiezan a cobrar sentido y podemos saber que  está hablando de cualquier cosa menos de hormigas. Esto me recuerda un poema de Rubén Bonifaz Nuño, de Los demonios y los días, donde dice: “Como los enfermos en la fiebre / estamos metidos en este mundo; / deliramos, secos hasta la muerte, / en medio de bocas hostiles, / de hormigas con malos sentimientos. / Y del hormiguero somos también nosotros”.  Arturo Loera, en esta parte de su primer libro, plasma la angustia del cotidiano vivir y el desgaste en busca de un sentido.

 

Después de la jornada
las hormigas necesitan
vomitar una canción con las notas del día.
Se largan a dormir
con la lengua hecha pedazos.

 

Por último, está “La generación espontánea”, que por momentos da la sensacióne de estar de más en este libro, pues lo que pareciera un intento de explicación general sobre un tipo de juventud, desentona con el equlibrio del libro. Sin embargo, lo que da unidad a El poema vacío. Luto en el hormiguero es un tema: la relación entre vida y escritura y, a pesar de ser una parte fundamental de nuestra existencia, somos unas personas ninguneadas.

En cuanto contenido, me gusta el leer este tipo de poesía. Lo que habría que recriminarle a Arturo Loera, sería cierta falta de cuidado, ya que, por ejemplo, llega a haber rimas internas que causan rispidez en el texto y lo que se trabajó en el mensaje va en disminución y el poema pierde. Habrá que ver los avances en su siguiente libro, Cámara de gesell, de próxima aparición.

 

 

 

Tos
Jesús Carmona-Robles
Prólogo de Margarito Cuéllar
ICH / ICHICULT / CONACULTA
México, 2013
(Colección Soltar las amarras)

 

Por último, tenemos Tos de Jesús Carmona-Robles (Chihuahua, 1992), el más joven de los cuatro poetas que aquí presento.
Recuerdo Estar enfermo, ensayo de Virginia Woolf, y que he mencionado antes, donde cuestiona a los poetas por no hacer una poesía capaz de acompañarte en las horas de enfermedad y convalecencia. Tos, más que ser un libro que te acompañe mientras sufres de las vías respiratorias, es un libro que habla sobre la enfermedad de la vida misma, los obstáculos que a veces no te permiten continuar entre pasos arrítmicos.

Los poemas de Carmona-Robles son de una profunda tristeza, respuesta ante esta imposibilidad de ser joven y tener el mundo como lo prometieron, y cómo se pude enfrentar al mundo siendo un cualquiera. Destaco los poemas “Cosas precisas”, “Manzanas”, “Tos” y “Desapariciones”:

 

Veo fotos donde yo no aparezco,
Dios tenía mejores planes para mí
que ser recordado en una imagen
donde no quepo.

 

Lo malo: la juventud le llega a ganar al autor, pues presenta ciertos defectos formales como son, nuevamente, las rimas internas o adjetivos apantalladores que, en el afán de denotar rebeldía juvenil, llegan a chocar; por ejemplo “espejo de mierda”, el uso excesivo de la palabra “pendejo” o referencias que pueden ser graciosas como los Tamagochis o Pokemón pero, que más que aportar resultan una distracción que no alcanza a ser sarcasmo.

Aunque haya quienes digan que la sinceridad no se puede medir en un poema, esto sí es detectable en los textos de Jesús Carmona-Robles, donde el sentimiento está a flor de piel y la lectura llega a conmocionar. La cuestión es que el sentimiento no es suficiente y hay detalles técnicos que se irán afinando con el tiempo. Esta no deja de ser una voz que me emociona y que espero que evolucione en algo bueno.

 

Dos revistas de literatura joven

No quisiera desperdiciar este espacio para hacer un comentario sobre lo que considero lo peor del año, que son las dos revistas oficiales de literatura joven, que nadie lee pero que como currículum son funcionales:Tierra adentro y Punto de partida.

La primera, a pesar de vivir “una nueva etapa”, sigue sin cambios después de la salida de Mónica Nepote, pues continúa la promoción a los mismos autores y figuras de siempre. Además del cuestionable diálogo que entablan cuatro “poetas” en su número de septiembre, donde se da a entender que esta nueva etapa en la revista estará enfocada a la poesía, pero dan una visión bastante reducida sobre lo poético y donde su punto de crítica y hasta de burla es la realidad de la publicación, un diálogo donde todos asientan amablemente y no hay puntos de conflicto.

Esto es curioso porque yo no quería creer la falta de lectores de esta revista, pero cuando quise discutir con alguien sobre el diálogo que menciono, todo mundo me contestaba que no leía Tierra adentro.

Por otra parte, Punto de partida, “la revista de los universitarios”, donde se cree que juventud es obligatoriamente igual a vanguardia y no hay lugar para la pluralidad de poéticas. Esto quedó claro en el último Premio Punto de Partida, el 44, donde la propuesta de los dos ganadores está vacía de sentido y contenido, pero como se abordan los videojuegos (bien posmoderna la poesía), por el mencionar el primer lugar, merece ser premiado. Y lo que pudo significar una alternativa a esto, un trabajo que va más por un lado clásico, El camino de una larva de José P. Serrato, mención honorífica del concurso, sigue hoy en día sin publicarse. Si la excusa es que las menciones honoríficas no se publican, no tiene sentido darlas si los textos quedarán inéditos.

El agradecimiento

Para terminar este recuento, quiero agradecer a La Estantería por mantener abierto el espacio a la crítica de poesía, único en su tipo en la red. También felicitar a Mijail Lamas por seguir con este proyecto un año más y deseando que permanezca abierto mucho tiempo.

 

 

Texto aparecido en La estantería

 

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