Memoria de Federico Campbell

El narrador mexicano Federico Campbell (Tijuana, 1941) murió el fin de semana pasado. Vicente Alfonso hace aquí un recuerdo sentido de su maestro. Campbell publicó, entre otros libros,  La clave Morse, La invención del poder, El imperio del adiós, etc.

 

 

 

 

Memoria de Federico Campbell

 

 

“Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte”.— Dolores Preciado, En Pedro Páramo

 

 

Para unos es el hijo del telegrafista, otros lo recuerdan como Fede Erratas, otros lo seguirán evocando como Campbell (pronúnciese como él lo hacía acentuando la primera sílaba y diluyendo con aires anglófonos la segunda). En el corazón de Carmen Gaitán, su queridísima compañera, será siempre Fede adorado. Para los amigos de su generación será Federico. Para mí siempre será El Maestro, así, con mayúsculas, pues no es esta la primera vez que afirmo que fue el mentor más generoso que pudiera existir.

Somos muchos los que le llamábamos y seguiremos llamándole Maestro. No por veleidades académicas ni por asuntos del tabulador cultural, sino porque en efecto fue un ejemplo de vida. Un norteño íntegro y un amigo excepcional. Como mencioné hace tres años en un texto que leí en la FIL de Minería y que se publicó en Tijuana por su cumpleaños número 70, Campbell se ganó, cuartilla por cuartilla, su lugar en el mundo. Era un hombre que a cada paso seguía haciéndose preguntas, que olfateaba buenas historias donde otros veíamos sólo la cáscara engañosa de la cotidianidad. Investigaba, se preguntaba cómo funcionaban las cosas, hallaba conexiones subterráneas. Dignificaba el oficio de periodista, y no lo digo por retórica. Hace unos días recordaba una entre las muchas, muchísimas conversaciones que tuvimos: luego de tallerear un texto en su estudio, me pidió que le acompañara con su relojero. Mientras caminábamos por la Condesa me preguntó si me había fijado en que casi todos los anuncios de relojes de las revistas marcan las 10:10. Yo nunca había notado ese detalle. Nos detuvimos a comprar algunos impresos y al hojearlos comprobé que si hojea uno cualquier revista verá que en todos los avisos de relojes éstos marcan una hora que es o se aproxima a las 10:10. (Hagan la prueba). ¿Cómo yo nunca lo había notado? Estuvimos días barajando explicaciones, formulando cuentos alrededor de ese tema. Pero entonces salió otro tema, y luego otro. ¿Cómo no sentirse agradecido con un Maestro así?

En la medida que lo fue para Luigi Pirandello, para Proust o para Sciascia, la memoria es el centro en la obra de Campbell. Aunque sus libros tocan una amplia constelación de temas (el padre, la justicia, el poder, la identidad) es imposible hablar de estos tópicos sin hablar de la memoria. No en vano tres de sus títulos más emblemáticos son Padre y Memoria, La Memoria de Sciascia, La Ficción de la Memoria.

Gracias a él aprendimos que más que reproducir, la memoria inventa. Recategoriza. Reorganiza. “La memoria de un hombre no es una suma, es un desorden de posibilidades indefinidas”, escribió Borges. De allí que jamás coincidan del todo los recuerdos de quienes atestiguaron un hecho. Del mismo fenómeno cada quien guarda su propia experiencia. Este misterio cotidiano es una de las claves que motivaron la obra, acaso la vida, de Federico Campbell.

Cito Padre y Memoria: “tiene uno necesidad de referir historias, de contar para ser, porque por alguna enigmática razón sólo el trabajo de la memoria trastocada en narración nos da la idea de quiénes somos: atañe esta labor narrativa a nuestra identidad personal. ¿Quién soy yo? ¿Cómo soy para mí mismo? ¿Cómo soy para los demás?”. Es probable que cada uno de quienes le conocimos respondiéramos de distinta forma a esas preguntas. Que recordemos frases y aspectos diferentes del autor, el maestro y el amigo que conocemos como Federico Campbell. La figura del padre. Los aviones. Tijuana. La máscara. La máquina de escribir. La policía… Ha llegado el momento de reconstruir esas historias, de contárnoslas unos a otros, de darles vuelta para sacarle la cáscara a la cotidianidad como él lo hacía. Su memoria es ahora la memoria de quienes le recordamos, quienes le queremos y le admiramos. No es el mismo para todos, por supuesto: autor de novelas magistrales, periodista que con su ejemplo formó a varias generaciones de reporteros, ensayista certerísimo, crítico de los laberintos del poder … esas diferentes lecturas sin duda coinciden en la admiración que su obra y su persona despertarán siempre en nosotros.

Comentarios: @vicente_alfonso

 

 

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