Vórtice de Marcela Armas

Aura Arcos nos presenta un ensayo en torno a la obra plástica de Marcela Armas (Durango, 1976). A partir del concepto de no escultura, Arcos explica que este trabajo de Marcela Armas “es la cuarta parte de la serie de exposiciones de  sexta sur. Por amor a la disidencia, un ciclo curatorial cuyas obras, expuestas en el mismo espacio pero separadas por el tiempo, pretendían ser entendidas como partes de un todo”

 

 

  

Indocilidad y disidencia

Vórtice de Marcela Armas

 

Vórtice, la no escultura de la artista plástica mexicana Marcela Armas, es la cuarta parte de la serie de exposiciones de  sexta sur. Por amor a la disidencia, un ciclo curatorial cuyas obras, expuestas en el mismo espacio pero separadas por el tiempo, pretendían ser entendidas como partes de un todo, 4/4 de una obra que sostenía un diálogo con el espacio y que se ocupó de la gravedad, límite clásico que mantuvo toda una época en estado sólido, pesado; límite desafiado por este arte de la ‘antigravitación’, de la indocilidad, de la disidencia.

Las obras de Marcela Armas parten de la encrucijada urbana. En ellas investiga la fuerza corrosiva de los materiales y las tecnologías. Son diálogos donde la artista conduce, pero la materia dicta parte del camino con el fin de producir piezas que rubriquen las configuraciones del espacio social y provoquen reflexiones sobre problemas contemporáneos. Resistencia, una instalación de filamentos metálicos incandescentes que traza la frontera entre México y Estados Unidos, reflejó la tensión que existe entre ambos lados de la línea. I-Machinarius, mapa de un México invertido, trazado por cadenas y engranes en constante movimiento, lubricado constantemente por petróleo y montado sobre una pared blanca, atestigua la ruta del líquido oscuro hacia el subsuelo luego de inmiscuirse en la gran urbe; Cenit, cuya narrativa apunta hacia la explotación masiva de combustibles fósiles, es otro momento de este itinerario metafórico o alegórico

Después de las piezas de Edgardo Aragón, Laura Lima y Carlos Bunga, aparece Vórtice, obra que mantiene un interés estético, independientemente de la investigación teórica o de la denuncia social que la sustenten. La pieza de Armas consta de tres ejes que integran una espiral de proporción áurea. Cada eje conduce una cadena de engranes en constante movimiento que simula un artefacto que podría ser, sin problemas, parte de algún proceso industrial y que, sin embargo, está colocado en el centro de la sala 6 del Museo Universitario Arte Contemporáneo.  

La arquitectura del museo encierra en sí un reto tanto para los artistas como para los curadores: sus salas se caracterizan por ser monstruos blancos; si no se tienen suficientes precauciones, la inmensidad opaca los volúmenes de cualquier obra. No obstante, todas las partes de Por amor a la disidencia desplazaron el aparente problema y aprovecharon aquella característica hasta convertirla en una ventaja: los músicos que interpretaban Tinieblas, en la obra homónima de Edgardo Aragón, encontraron su lugar al dar forma circular a la sala. El HcMc–Puxador de Laura Lima cobraba sentido gracias a los tensores que recorrían la escala monumental del museo hasta confluir en la sala, casi vacía, donde un cuerpo, solo y pequeño en la inmensidad, activaba la pieza que rodeaba al recinto, desplazándose cada vez más hacia el interior; la carnalidad del cuerpo desnudo hacía frente a las dimensiones del edificio.

Quizá la pieza de Carlos Bunga fue la que con mayor claridad manifestó el diálogo que entabló con el espacio. Khôra, una estructura efímera, experimentó con las dimensiones de la sala de exhibición, elevó sus límites hasta lo alto con lo que forzó a los espectadores a levantar la mirada y sentir el espacio. Esta pieza construida de cartón propagaba un brillo azul sobre el recinto y reflejaba la incompletud a la que están sujetas las piezas del artista. La referencia que hace a Derrida describe la pieza de manera excelente: Khôra  parece no ser ni esto ni aquello y otras veces esto y aquello a la vez.   

Al final, nos encontramos con Vórtice, cuya pesadez visual desafía las leyes de la física al estar suspendida, entre los muros blancos, en el centro de la estancia. Es una pieza peculiar, parece ser, más que una escultura, una obra procesual, debate que carece de sentido en tanto la importancia de la pieza no reposa en si se trata de una escultura, un performance o una pintura viva; la clasificación dejó de ser relevante. La pregunta que conviene formular es otra: ¿por qué aparece esta pieza? es decir, ¿con qué elementos dialoga? La sublevación no es solamente contra el arte previo. Es decir, las condiciones que dieron paso a esta pieza no son únicamente formales, propias de la historia del arte, sino que existe una realidad política, una interpelación de la época, que llama a estos artistas a pronunciarse al respecto.

Vórtice parte de la investigación sobre la materialidad de los libros de texto gratuitos. En ellos se reflejan las políticas de representación del Estado, mecanismos mediante los que se construye la identidad cultural y se producen sujetos. Pero aquella estampa burocrática no está solamente en los símbolos impresos, sino en el mismo papel, producto del reciclaje de los oficios dispensables de las instancias de gobierno. La causa material de los libros de texto despierta el interés de Marcela Armas, no sólo trabaja con las representaciones insertas en ellos, busca lo que inmediatamente son y entabla un diálogo con la materialidad hasta revelar los códigos de homogeneización de la sociedad que este papel trae consigo. Con ayuda de resinas, los libros devinieron engranes que colocó en la máquina suspendida, metáfora del orden industrial. Así, la artista pretende “extraer algunas capas e inscripciones simbólicas que yacen ocultas entre sus páginas” y, en una especie de exploración ‘geológica’, develar las fuerzas que le dan sentido. Por ello, este vórtice es también una especie de ADN, envés de aquellos mecanismos de poder que, por medio de la educación conforman al sujeto. Si la obra de Bunga invoca a Jacques Derrida, el filósofo de Vórtice tendría que ser Foucault y el control ejercido por el poder en los cuerpos vivos.

 

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