Poemas de Joan Roís de Corella

 Presentamos, en versión del poeta, crítico y traductor chiapaneco Juan Carlos Cabrera Pons, tres textos del poeta catalán Joan Roís de Corella  (Gandía, 1435 – Valencia, 1497). Teólogo y escritor. Es considerado el más grande representante del humanismo renacentista de los países de lengua catalana. Su vida y su  obra ocurrieron en esa frontera difusa y plural entre la Europa de la Edad Media y la del Renacimiento. Su obra, tanto religiosa como profana y escrita así en verso como en prosa, fue muy popular en la Valencia de su época: se dice que Joanot Martorell conocía de memoria algunos de sus versos. El Amor (con mayúscula) y las pasiones agitadas que éste provoca son el tema central de la poesía de Roís de Corella, versos plagados de sentimentalismo y relaciones autobiográficas.

 

 

 

 

La balada de la garsa y l’esmerla

 

Ab los peus verds, los ulls e celles negres,

penatge blanc, he vista una garsa,

sola, sens par, de les altres esparsa,

que del mirar mos ulls resten alegres;

i, al seu costat, estava una esmerla,

ab un tal gest, les plomes i lo llustre,

que no és al món poeta tan il.lustre,

que pogués dir les llaors de tal perla;

i, ab dolça veu, per art ben acordada,

cant e tenor, cantaven tal balada:

 

“Del mal que pas no puc guarir

si no em mirau

ab los ulls tal que puga dir

que ja no us plau

que jo per vós haja a morir.

 

Si muir per vós, llavors creureu

l’amor que us port,

e no es pot fer que no ploreu

la trista mort

d’aquell que ara no voleu;

 

que el mal que pas no em pot jaquir

si no girau

los vostres ulls, que em vullen dir

que ja no us plau

que jo per vós haja a morir”.

 

 

 

 

 

La balada de la garza y el mirlo

 

Verdes los pies, negros los ojos y las cejas negras,

blanco el plumaje, he visto una garza,

sola, sin par, alejada del resto,

que de mirarla quedan alegres mis pupilas;

y junto a ella se encontraba un mirlo,

de gesto, de plumas y de porte tales,

que no hay poeta en este mundo, por ilustre,

que alabar pueda con sus versos a tal perla.

Y con dulce voz, hábilmente entonada,

canto y tenor, cantaba esta balada:

 

“El mal que sufro no puedo aliviar,

si no me miráis

con ojos tales, que bien pueda decir

que ya no os place

que yo por vos deba morir.

 

Si por vos muero, creeréis entonces

en el amor que os tengo,

pues no puede ser que no lloréis

la triste muerte

de aquél a quien ahora despreciáis;

 

que del mal que sufro no puedo aliviarme

si no volvéis

vuestros ojos que quieren decirme

que ya no os place

que yo por vos deba morir.”

 

 

 

 

 

Si en lo mal temps…

 

Si en lo mal temps la serena bé canta,

io dec cantar, puix dolor me turmenta

en tant extrem, que ma pensa és contenta

de presta mort; de tot l’altre s’espanta.

Mas, si voleu que davall vostra manta

muira prop vós, hauran fi mes dolors:

seré l’ocell que en llit ple de odors

mor, ja content de sa vida ser tanta.

 

 

 

 

 

Si en el mal tiempo…

 

Si en el mal tiempo la sirena canta,

yo he de cantar, pues me atormenta el dolor

en grado tal, que se alegra mi pensamiento

con pronta muerte, y lo demás le aterra.

Mas si queréis que bajo vuestro manto

muera cerca de vos, terminarán mis males:

seré el pájaro que en oloroso lecho

muere, contento de haber vivido tanto.

 

 

 

 

 

La sepultura

 

En lletres d’or, tendreu en lo sepulcre

la mia mort per excel.lent triümfo,

on clar veuran m’haveu llançat del segle,

ab honestat matant ma vida morta.

E io, esculpit als vostres peus en marbre,

agenollat, mostraré gest tan simple,

que tots diran, ab los ulls corrents aigua:

“!Cruel virtut, que no la pogué vençre

gest tan humil d’aquest, qui fon un fènix

en vera amor, més amant que tot altre!”

 

Estareu vós d’alabaust en figura,

treta del viu: imatge de Elena,

en lo quart dit tenint un esmaragde,

i en l’altra mà un ram de agnus castus,

sobre lo qual planyerà una tortra;

e dirà el mot, escrit sobre verds lliris:

“Si per algú virtut se pogués perdre,

sol per a vós io la volguera rompre;

però lo mal no es deu jamés concebre

per esperar algun bé en puga nàixer.”

 

Si no poguí restaurar-vos lo viure

sol per temor de honestat ofendre,

no us vull negar com aprenguí de doldre:

a Déu pregant guardàs del fondo carçre

vostre esperit, que al meu era conforme.

Mudarà el gest la mia forma en pedra,

quan llegiran aquest mot en la tomba:

“Pensant per mi, haveu après de plànyer”.

E no em doldrà la mia vida trista,

que sol per vós la poguí bé despendre.

 

 

 

 

 

La sepultura

 

En letras de oro tendrá vuestro sepulcro

la muerte mía por excelente triunfo,

ahí constará que me habéis arrojado del siglo

matando con honestidad mi vida muerta.

Y yo, esculpido a vuestros pies en mármol,

hincado, mostraré tan simple gesto,

que exclamarán quienes lo vean, con los ojos en llanto:

“¡Cruel virtud, que no la ha podido vencer

un gesto tan humilde, el de éste que fue un fénix

del verdadero amar, y mucho mejor que el resto!”

 

Quedaréis vos en figura de alabastro,

viva copia, imagen de Elena;

en el cuarto dedo, tendréis una esmeralda,

y en la otra mano, un ramo de agnus castus,

sobre el cual derramará una tórtola su llanto.

Y podrá leerse, escrito en verdes lirios:

“Si por alguien pudiera perderse la virtud,

sólo por vos yo quisiera romperla,

mas jamás debe concebirse el mal

esperando que engendre algún bien.”

 

Si no pude restauraros lo vivido

por el temor de ofender la honestidad,

no os quiero negar lo que aprendí del dolor:

rogando a Dios que guardase de la cárcel

vuestro espíritu, que al mío era conforme.

Mudará el gesto la forma mía en piedra

al leer estas palabras sobre la tumba:

“¡Pensando en mí habéis aprendido del lamento!”

Y no me dolerá mi triste vida,

pues sólo por vos me he desprendido de ella.

 

 

 

 

 

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