Presentamos algunos textos de Joaquín Gálvez (La Habana, Cuba, 1965). Poeta, ensayista y periodista. Ha publicado los poemarios: Alguien canta en la resaca (Término Editorial, Cincinnati, 2000), El viaje de los elegidos (Betania, Madrid, 2005), Trilogía del paria (Editorial Silueta, Miami, 2007) y Hábitat (Neo Club Ediciones, Miami, 2013). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. Coordina el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras. Reside en los Estados Unidos desde 1989. Fotografía: Ulises Regueiro
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Pergamino
El tiempo de las vacas gordas se desinfla en el Puente del Ahorcado.
Mi abuela, soberana con su lengua de media noche:
“bailo danzón sobre un ladrillo, inventando a Arcaño y Sus Maravillas”.
Mi abuelo hoy no regresa con el bolsillo vacío:
lo ha llenado de adrenalina tras un jonrón de Sagüita.
Dicen —ellos dicen— que hubo un tiempo en que…
Mientras tanto yo cazo arañas para alimentar mi quimera.
-¡Cojo, suelta la botella…!
Y Chaplin me vuelve a tomar de la mano
para que sea el vagabundo de cada domingo.
El Ánima Sola, la Casa de las Cadenas…
He sido abofeteado por un güije:
si en casa el pan ya no reconoce la noche,
cómo darle de comer a los güijes.
Describo con tinta blanca esta epifanía
(bragadura de la mulata Maritza).
A un mal estudiante de medicina
se le ha concedido el don de escribir poemas.
Entre apagones, kerosén y picadas de mosquitos,
porto el entresijo por donde se descubre el azul de esta isla.
(…And she’s buying the stairway to heaven)
Perpetúo el instante
antes que este poema sea una despedida.
Retrato del que ya no vive en las nubes
En una nube corre un niño calzando las botas del viento…
Los gigantes, los cíclopes y los lestrigones nunca pudieron encontrar
extremidades para arribar a tu altura. Sobre tu cabeza pendía una espada,
por eso el filo de tu inocencia era la envidia de Damocles.
Con el alba, alguien languidece (no sabe que ha perdido su tugurio en las
nubes):
firma un cheque para pagar la hipoteca, con ademán del que ya no es
soberano…
Orinas tu fragmento de lluvia y te alimentas del aire sentado en tu trono.
Ladrón y policía: a ti te encarcelan, te castigan, te matan… y al final
demuestras que jugar es el único triunfo.
(Triunfador sólo fuiste con tu oficio en las nubes)
El conductor de ese auto se perderá por siempre… pero me dejó
su sonrisa/ manchada de tanto pie en la tierra.
Puse un día los pies en la tierra, y ahora descubro que no hay memoria ni
vuelo que me devuelva a mi villorrio en las nubes.
Ante el poeta de la torre de marfil
Escriban como quieran.
Ha pasado demasiada sangre bajo los puentes
Para seguir creyendo —creo yo—
Que sólo se puede seguir un camino:
En poesía se permite todo.
Nicanor Parra
La estancia de un puñal se convierte hoy en palabras,
fiesta en el cadalso de un hombre.
No eres el poeta de la torre de marfil.
Un alarido ha sido tu estandarte.
La ceiba, con la que conversabas, es hoy un idioma.
Una casa se yergue en el abismo…
No deseches tu voz como una camisa raída
(esa tachadura en tu voz es el único tesoro del antro).
No eres el poeta de la torre de marfil,
ni tienes el alma confinada en un diccionario.
Otra acepción de la lluvia
Cuando yo contemplo la lluvia, vuelvo a conversar con mi padre.
Acaso porque la lluvia es su rostro ubicuo,
el territorio donde siempre se reúne con este hijo
que se fue al extranjero.
Mi padre y yo fundamos una comunión:
un juego que se sigue extendiendo en la lluvia.
Y así, a prueba de lluvias,
nos descubrió Gene Kelly en un anfiteatro de barrio.
Y la memoria se convirtió en la mejor pesca del riachuelo
―el mapa que lo libera de una geografía anodina―.
Por eso, junto a mi padre, en aquel estadio
ningún juego se suspendió por lluvia.
Y en cualquier parque, y en cualquier feria,
y en todo carnaval de la intemperie,
la lluvia nos ofrendó su lealtad cual infalible techo.
Y ahora sé por qué llueve:
nunca nos separamos en el espíritu de la lluvia.
Bitácora de una calle
para Magali Alabau
Sentado en los contenes,
cobijándose contra un poste sin alumbrado,
con medio oído deambulando en la bitácora de un vecino.
Villas y castillas para el corazón de la primera novia.
Mirábamos por un hueco; un hueco era nuestro aliado…
Epígonos de una perversa tradición,
con qué santidad nos asomamos a la desnudez ajena.
Y en el precario asfalto un sueño encontraba
su único pedestal,
cuando el sudor era el oro de toda una jornada.
El último la peste…
Pero todos fuimos primeros en la versión de la noche:
We are the champions ― my friends…
No time for losers’ cause,
we are the champions of the world.
Cierto, desde este diván de la memoria
no son tontas aquellas canciones.
Sentado en los contenes,
cobijándose contra un poste sin alumbrado,
con media lengua viajando en la máquina de Wells,
se empeñaba en descifrar los signos de una geografía (desterrada).
De una esquina a la otra,
legamos la corona de algún escándalo,
el retrato de una lechuza que atravesó nuestros ojos
mientras se agazapaban en la luna.
Sentado en los contenes,
cobijándose contra un poste sin alumbrado,
con toda el alma violada por el apagón de un país.
La memoria de esta calle definió mi equipaje.
Crucé un mar
dejé trunco este poema.
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Datos vitales
Joaquín Gálvez (La Habana, Cuba, 1965). Poeta, ensayista y periodista. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Cursó estudios de postgrado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Internacional de la Florida. Ha publicado los poemarios: Alguien canta en la resaca (Término Editorial, Cincinnati, 2000), El viaje de los elegidos (Betania, Madrid, 2005), Trilogía del paria (Editorial Silueta, Miami, 2007) y Hábitat (Neo Club Ediciones, Miami, 2013). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. Coordina el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras. Reside en los Estados Unidos desde 1989.