Resistencia en la tierra: nueva poesía social de Hispanoamérica

El poeta colombiano Federico Díaz Granados ha publicado recientemente, bajo el sello de la editorial chilena Ocean sur, la antología “Resistencia en la tiera. Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América”. El volumen reúne a poetas en un rango que va de Luis García Montero (España, 1958) a Mario Martz (Nicaragua, 1988). La antología fue presentada el pasado noviembre en la Librería Octavio Paz del FCE en la Ciudad de México en el marco del Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México.

 

 

 

 

 

 

LA POESÍA, UNA FORMA DE RESISTENCIA EN LA TIERRA

 

El poeta Jorge Zalamea, el gran traductor del Premio Nobel Saint-John Perse y uno de los últimos poetas de talante épico en Colombia,  nos recordaba en su libro La poesía ignorada y olvidada (Premio Casa de las Américas, Cuba, 1965) que “en poesía no hay pueblos subdesarrollados”. Esta tesis cobra vigencia cada vez más en un mundo globalizado e interconectado donde las brechas entre los más ricos y los más pobres son cada vez más grandes. Por eso una certeza se nos confirma como verdad de a puño día tras día en este siglo XXI: nuestros países siguen sumergidos en unas inequidades sociales, económicas y políticas mientras el planeta se calienta y la banca y los mercados dominan la historia y el destino de la humanidad.

Sin embargo “en poesía no hay pueblos subdesarrollados”. Eso lo confirman España y América latina quienes en el siglo XXI se miran desde el Atlántico en el espejo de sus propias historias y desafíos. El destino común de la lengua española es una aventura que hermana a estos pueblos en la verdad de la poesía que sigue llenando de vigor, de sentido y de significado a un idioma que cada día gana más influencia en las zonas francas y la geopolítica mundial. Somos más de 450 millones en el mundo y quizás, por culpa de la pobreza, el español está destinado a reproducirse  a grandes velocidades y a no desaparecer. Y donde esté la lengua siempre habrá poesía, esa poesía que comunica y sirve de vehículo a las grandes emociones y preocupaciones humanas.

La historia de España y América latina ha sido una historia de infamias, saqueos e injusticias. Así, a pesar de la muerte, las guerras y las dictaduras, muchos poetas tomaron partido por la vida y se convirtieron en la voz de su pueblo y de su aldea. Sabemos de memoria la posición política y el talante de poetas como Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Gabriel Celaya y Vicente Huidobro, Nicolás Guillén y Raúl González Tuñón entre otros. Conocemos sus compromisos frente a la paz, la fraternidad de los pueblos y frente a la dignidad humana. Nos señalaba Neruda en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura en 1971 que  “Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes. Porque creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía”. El poeta no es un pequeño Dios, el poeta tiene una responsabilidad colectiva y es la voz de su tribu porque precisamente está blindado de los metales poderosos que protege a la palabra del paso del tiempo para cantar, denunciar y por supuesto perdurar nos recuerda el autor del Canto General.

De eso también da fe una generación posterior a los mencionados, también comprometidos con el destino de los hombres y su dignidad. Son estos, también, poetas esenciales para entender la poesía escrita en español hoy en día: Ernesto Cardenal, Jorge Enrique Adoum, Juan Gelman, Antonio Cisneros, José Manuel Caballero Bonald, Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Roberto Fernández Retamar, Mario Benedetti entre tantos otros.  Muchos de estos poetas transitaron con acierto entre el poema de contenido militante, testimonial y de denuncia hacia lo conversacional y la emoción dejándonos algunos de los versos más memorables de la lengua.

Después de la caída de la República en España se divulgaron en el mundo hispánico testimonios de esa infamia en antología de poetas que denunciaron las atrocidades de la Guerra Civil Española. Muchos poemas indelebles quedan de este episodio trágico de la historia contemporánea.  De igual forma ocurrió en América donde las luchas insurgentes, la revolución cubana, las guerras de liberación y la revolución sandinista se convirtieron en temas urgentes de gran parte de la poesía que se escribió en el continente hacia comienzos de la segunda mitad del siglo XX.  Eventos que dejaron cicatrices profundas en generaciones de latinoamericanos como el brutal golpe al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, las dictaduras argentina y uruguaya, la Guerra de las Malvinas, el exterminio a la Unión Patriótica y la toma y retoma del Palacio de Justicia en Colombia, la invasión norteamericana a Panamá en 1989 y las guerras en El Salvador, Honduras y  Guatemala, afectaron de forma definitiva la mirada de muchos creadores. Así la figura del “Che” Guevara y de poetas como Roque Dalton, Francisco Urondo, Javier Heraud, Miguel Ángel Bustos, Rigoberto López, Otto René Castillo, Leonel Rugama y Víctor Jara se convirtieron en íconos de unos pueblos, de un mestizaje y de unas luchas necesarias en la que la apuesta por la vida los llevó a truncar sus sueños trágicamente.

Luis Vidales me recordaba que había momentos que exigían escribir una poesía de urgencia para la guitarra, la peña y la rebelión. Asimismo la poesía presente en las llamadas nueva canción, la canción protesta y la nueva trova cubana educaba a una nueva generación de poetas. Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mercedes Sosa, Ali Primera, Daniel Viglieti  y rockeros como Charly García y Fito Páez dejaban letras para reescribir la historia desde la mirada de los vencidos o desde la orilla de los más necesitados.  Por otra parte Casa de las Américas en Cuba resultaba un faro ético y cultural de la América digna y los poemas de Benedetti y de Gelman se recitaban de memoria  y  sus versos se repetían en cada rincón del continente como un santo y seña del asombro y la verdad. De igual forma Eduardo Galeano publicaba Las venas abiertas de América Latina libro que se convertiría con el paso de los años en un santoral de la izquierda latinoamericana. Para entonces era tan grande la diáspora uruguaya que ya es clásico ese grafiti pintado cerca del aeropuerto de Montevideo en plena dictadura que decía: “el último en salir apague la luz”.

Como resultado de todo aquello se editaron muchas antologías y panoramas de la poesía rebelde, revolucionaria y social de América y España. Entre otras guardo especial afecto por la antología de Poesía rebelde de Latinoamérica compilada y prologada por Jorge Boccanera y Saúl Ibargoyen, Poesía trunca de Mario Benedetti (que reúne a 16 poetas de América que dieron sus vidas por la lucha revolucionaria), El Salvador en armas, Poesía política nicaragüense y La poesía como un arma (25 poetas con la España revolucionaria en la guerra civil) de Mariano Garrido.

A comienzos del siglo XXI la realidad política es otra pero las reivindicaciones sociales siguen siendo las mismas. Por eso la necesidad y la pertinencia de esta antología que solo pretende establecer un diálogo generacional con aquellos poetas cardinales de España y América y prolongar así una mirada generosa y solidaria desde la poesía. Los 54 poetas acá incluidos representan una época y una manera de testimoniar las nuevas realidades. Abre con el español Luis García Montero, quizás es último de esa estirpe de poetas militantes y comprometidos políticamente, y continúa con poetas nacidos en la década de los 60, 70 y 80. Otros son los temas y las preocupaciones de los nuevos poetas del ámbito hispano. Ya no existe la Unión Soviética pero Cuba sobrevive con dignidad. Después de los episodios oscuros de las dictaduras y algunos gobiernos neoliberales parece que América despierta en una primavera democrática. Sin embargo las brechas continúan y los poetas no son indiferentes a eso. Algunos se han refugiado en la poesía pura y en su hermetismo. Otros han tomado partido por las voluntades colectivas, el compromiso y la emoción como lo confirma la reciente antología Poesía ante la incertidumbre.

La creación poética es de por sí una posición política. Ser poeta en sociedades como las nuestras confirman lo que Roque Dalton predicaba: “el poeta en nuestros países cumple tres funciones: payaso sirviente o enemigo”. Así todo poema tiene un contenido social así como se afirma que todos los poemas son de amor porque son actos de amor a la humanidad y al hombre de todos los tiempos.

Este es el tiempo de un renacer de los movimientos y marchas estudiantiles. Internet y las redes sociales son los mejores aliados para la nueva forma de protestar. Ahora hay unas realidades que reivindican los valores contemporáneos. Mientras se rebajan los sueldos, se aumentan las edades de pensión, la educación y la salud siguen siendo un privilegio y crece el racismo, la homofobia y  el machismo ahí está la poesía para devolver algo de ética y resistencia. El tema ambiental también está a la orden del día y los poetas apuestan.

Nos recuerda García Montero: “La poesía comunica reivindica una conciencia individual Ante la crisis global que existe, la poesía se me evidencia como una reivindicación de la conciencia individual. No creo en recetas económicas o políticas, porque se trata de una crisis de valores y esos valores los defiende la poesía: la conciencia individual que no admite homologaciones ni consignas vacías, pero que tampoco admite el aislamiento y el egoísmo y que intenta ser parte de la comunidad. (…) La poesía como ejercicio que reivindica la conciencia individual me parece un acto significativo, pensar cada palabra para hacerte dueño de tus propias opiniones es fundamental”.  A lo que Gelman agrega “Sí, es indiscutible, que el amor, a veces, incluye el deseo de cambiar el mundo. Este sistema capitalista es inmoral. ¿Qué tiene que ver con la ética de la gente? Es un sistema inmoral, que empieza por arriba, por la inmoralidad de los dirigentes. Contra el capitalismo, una dosis doble de moral, la única escapatoria a las injusticias, aunque haya pasado a un plano oscuro y olvidado”.

En esta antología el lector encontrará denuncias y retratos de “La farsa” de la democracia, las masacres paramilitares; los desplazados y exiliados; atracos callejeros, corrupción y  “Lecciones básicas de historia”. Encontrará también a las viudas y los huérfanos. Todas estas miradas limpias y verdaderas de la historia que les correspondió vivir. Poesía testimonial y generosa donde el destino único es la dignidad humana.

Un poeta reconoce a su lengua como su patria y sabe que debe utilizar las mismas palabras y el mismo idioma del verdugo y de sus víctimas. Debe matizarlas y darles un tono para que perduren en el tiempo para seguir siendo quienes le dan la identidad a los pueblos para pintarles un rostro y darle una voz.  La poesía siempre como una suerte de “Resistencia en la tierra”. De eso dan fe los 54 poetas incluidos en esta selección.

Mientras pongo punto final a esta breve nota introductoria recuerdo que hace 30 años un accidente aéreo impactó el inocente mundo de mi infancia: el del Boeing 747 de Avianca que se estrelló en Mejorada del Campo a 12 kilómetros de Barajas. Allí murieron los escritores Ángel Rama, Jorge Ibargüengoitia, Marta Traba y el poeta Manuel Scorza  quienes viajaban a Bogotá a un Encuentro de Cultura Hispanoamericana. Releyéndolos me tropiezo con este poema de Manuel Scorza que sirve de abrebocas a esta antología:

 

Epístola de los poetas que vendrán

 

Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
tal vez mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas
por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo:
por todas partes oíamos el llanto,
por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la Poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras llueva sobre el pecho de los mendigos,
mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
No digáis el romance de los lirios.
Hay cosas más altas
que llorar amores perdidos:
el rumor de un pueblo que despierta
¡es más bello que el rocío!
El metal resplandeciente de su cólera
¡es más bello que la espuma! 
Un Hombre Libre
¡es más puro que el diamante!

El poeta libertará el fuego
de su cárcel de ceniza.
El poeta encenderá la hoguera
donde se queme este mundo sombrío.

 

Solo así, citando a Ernesto Sábato, “podremos estar seguros que NUNCA MÁS se repetirán los hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado”. Nunca Más dicen los poetas y si se repiten esos eventos allí estará la poesía de siempre dispuesta a exaltar la dignidad, la honestidad, la ética y la verdad.

 

Así la poesía no habrá cantado en vano.

 

FEDERICO DÍAZ-GRANADOS

Noviembre-diciembre de 2013.


 

 

 

 

LUIS GARCÍA MONTERO

(España, 1958)

 

 

 

La farsa

 

Son malos tiempos para la justicia.

 

Vengan a ver la farsa,

el decorado roto, la peluca mal puesta,

palabras de cartón y pantomima.

 

 

Son malos años para la justicia.

 

Como el mar no es azul,

los barcos equivocan la cuenta de sus olas.

Como el dinero es negro,

la moneda menguante de la luna

ha pagado el recibo de la noche.

 

 

Son malos meses para la justicia.

 

Se citaron el crimen y el silencio,

no descansan en paz los perseguidos,

el ladrón y el avaro se reúnen

y la ley no responde a la pregunta

de la bolsa o la vida.

 

Son malos días para la justicia.

 

Más de cinco millones de recuerdos

naufragan con sus nombres en la cola del paro.

Los vivos han perdido la memoria

y los muertos no tienen donde caerse muertos.

 

Son malas horas para la justicia.

 

La política sueña

una constitución en la que refugiarse.

Los periódicos piden

una buena noticia que llevarse a la boca.

El poeta no encuentra

las palabras que quiere para decir la verdad,

reparación, historia,

 

porque son malos tiempos,

porque los tribunales

se han sentado a cenar en la mesa del rico.

 

Vengan aquí y observen,

es el tinglado de la nueva farsa,

la toga sucia y el culpable limpio.

 

 

 

 

 

 

 

JAVIER BOZALONGO

(España, 1961)

 

 

Un hombre sin pasado

 

Entrégueme las llaves.

 

No nos debemos nada el uno al otro.

Compré con su salario su tiempo y mis ganancias.

A cambio de su esfuerzo yo negocié sus deudas

y las alimenté con la ilusión

que usted tuvo una vez, creyéndolas saldadas.

 

Su ímpetu juvenil

naufragó en la moqueta de un despacho.

No se sienta culpable si al retirar las fotos

alguna le reprocha sentirse abandonada,

puede culparme a mí, que no soy nadie.

 

A nadie le ha entregado usted su vida,

a nada ha consagrado tantos años.

De ahora en adelante va a saber lo que es

convertirse en un hombre sin pasado.

 

Entrégueme las llaves.

 

Si algo hemos compartido usted y yo

fue el vacío del aire:

ni siquiera al tocarle dejé huella.

 

Puede pensar que ha sido un espejismo,

pero el despertador desocupado,

las mañanas sin prisa

y las corbatas tristes

vendrán a recordarle lo que es.

 

Lo que pudo haber sido lo doy por bien pagado.

 

Entrégueme las llaves, salga sin hacer ruido.

 

Recoja las monedas que sellan el adiós.

 

 

 

 

 

 

SILVIA CASTRO

(Argentina, 1968)

 

 

 

Cartoneros IV

 

el rey está hueco

 

entre  el cartón y la madera

su atuendo

es la bruma del hambre

 

sus pasos retroceden en la escala de grises

 

la última verdad

no es la realidad

 

la única risa

señala el dedo tuerto

 

la pieza que falta

la que ríe mejor

 


 

 

 

 

MARIO BOJÓRQUEZ

(México, 1968)

 

Casida de la indignación

 

Enojado, perdido ya

en esa levadura amarga, por donde hoy

no sé si hoy o siempre

mi corazón se enciende

y horrible pulsación

fósforo y tea

arde impaciente

indignación.

 

Indignación se llama

éste oblicuo malestar, y furia,

furia el destrozo que la sangre deja

al pasar de un órgano a otro órgano.

¡Qué recorrer de sangre, qué veneno

que vuelto contra sí, se contamina!

 

Indignación, acaso,

o náusea de injusticia;

pero no, seguro indignación

y sí coraje y rabia.

 

 

 

 

 

 

MARIO MELENDEZ

(Chile, 1971)

Más allá de la guitarra

 

a Víctor Jara



Más allá de la guitarra

están las manos separadas de la patria

un sonido de alas que arde

y quema mis zapatos

una invitación a orinar sobre la tierra

con la semilla pura del canto

Más allá de la guitarra

la sangre dibuja una música violenta

y la cabeza del cantor se llena de agujeros

y de besos con olor a muerte

Más allá de la guitarra

los caminos lloran

la lluvia llora y cae de rodillas

porque el hijo de la tierra

no completará sus pasos

Más allá de la guitarra

más allá del estallido

que apagó los corazones

más allá de este poema

y con la herida inolvidable

de un tiempo inolvidable

los ojos buscan a Víctor

más allá de la guitarra

y de la patria


 

 

 

 

 

XAVIER OQUENDO TRONCOSO

(Ecuador, 1972)

 

Disposiciones del conquistador

 

Todos haremos fila

después del carnaval.

 

Nos repartiremos el mar.

Seremos padres

desde este lado del océano.

 

Llamaremos Indios a los héroes del Dorado

(que la reina los llene de apellidos).

 

Todos seremos

la ceniza de la tierra

que no pudimos encontrar.

 

Nos pondrán la cruz de la canela.


 

 

 

 

 

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA

(Bolivia, 1972)

 

El hijo del verdugo

 

El hijo del verdugo no conoce el oficio de su padre.

 

El verdugo ya no lleva capucha como la llevaban antes

ni permite a su hijo asistir a las ejecuciones.

 

Suelen no usar uniforme los verdugos modernos

o por lo menos no un uniforme de verdugo.

 

Las hachas y el garrote vil pasaron a la Historia:

vistos por la calle nada permite saber a qué se dedican los verdugos.

 

Todo es ya muy aséptico y muy burocrático y muy tecnológico.

 

Es más, este verdugo que me ocupa

nunca ha matado personalmente a nadie, ni falta que le hacía.

 

A lo mucho habrá dejado unas cuantas familias en la calle vía SMS

porque era necesario para seguir puesto en su sitio.

 

De hecho, el hijo del verdugo piensa que su padre es un buen tipo

aunque tenga algunas mañanas el gesto taciturno

y a veces se le quede el tenedor rumbo a la boca

cuando van a almorzar fuera los domingos.

 

¿Qué será cuando crezca del hijo del verdugo?

¿Qué será de este niño?

 

 

 

 

 

 

FELIPE GARCÍA QUINTERO

(Colombia, 1973)

 

Masacre

 

Junto a la mano abierta, cerca de la luz indomable del cuerpo, muy quedo en el pecho, la tibia ceniza latiendo.

 

El tañido de la sombra aún arde en el bosque, y entre los pasos lentos se abren los párpados de la noche.

 

Fugitivos matorrales de huesos.

 

 

 

 


 

CARLOS ALDAZÁBAL

(Argentina, 1974)

 

 

El combinado

 

La radio solía contarle al tocadiscos

que en el 82 no ganamos el mundial

ni la guerra

que en el 86 nos tomamos la revancha

y en el 90 lo intentamos otra vez

pero fue en vano.

 

El tocadiscos solía contestarle

a esa radio idiota

“Los muchachos de antes no usaban gomina”.

 

Es inútil, argumentaba,

estar bien arreglados

ante los que dictan las leyes del juego,

los desquites, para engañar y conformar

a los muchachos de hoy

que tampoco usan gomina

pero no saben el motivo.

 

 


 

 

 

ÁLVARO SOLIS

(México, 1974)

 

Mitin contra la pederastia

 

 

Me gustan los mítines,

las inmensas aglomeraciones,

atestiguar la ira de las amas de casa,

al oficinista gritando consignas

y el hombre de la calle, el que verdaderamente vive en ella,

espera a que desalojen la plaza para acostarse en el césped

donde cada noche germina un sueño

junto al hediondo olor de las alcantarillas.

 

Me gustan las manifestaciones,

ser en la multitud el rostro

que nadie recordará mañana.

 

 

 

 

 

 

FRANCISCO RUIZ UDIEL

(Nicaragua, 1977-2010)

 

Posible graffiti para Hiroshima

 

Una japonesa me enseñó

a fabricar una grulla

para el desamparo,

la paz de un solo salvaje

que no tiene paz

ya dobló sus alas.

 

La bomba atómica privó

de cabello a dos niños

sino el recuerdo,

la bomba vació de ojos

a una mujer

y aún en la cruenta luz

expiramos los ciegos.

 

Un hombre dejó el dolor

incinerado sobre una pared.

 

A cincuenta y cinco años

el mundo debe

en su infamia preguntarse

¿Cuántas sombras seguirá

arrancándonos la muerte?

 


 

 

 

 

VÍCTOR MANUEL PINTO

(Venezuela, 1982)

 

Atraco

 

 

-Quieto

contra la pared

 

me cuesta soltar mi nombre.

 

El mío que desorbita con violencia los ojos

cuando se asalta al cuerpo en quietud.

 

No soy ni el dueño de mis funciones:

 

-moviendo todo el día la pierna

-apretando muela sobre muela

 

por la ira en presión / por miedo a perder

las cosas donde me extiendo y pierdo

rápido por esquinas.

 

-Quieto ahí

contra la pared

 

-la pierna tranquila

-muela sobre muela sin tocarse…

 

busco la quietud que me exiges.

 

 


 

 

 

 

ALÍ CALDERÓN

 (México, 1982)

 

 

Democracia mexicana

 

otro cadáver encontrado en una bolsa negra

cerca de ahí un cuerpo el viento un puente

a dos cuadras:

una cabeza hirsuta ojos abiertos

entre otras noticias: treinta ejecutados el fin de semana tiro de gracia algunos con marcas de tortura el rescate fallido de un secuestro un dedo un anillo un hato de periódico

entre otras noticias: terminaron e iniciaron las campañas hay buena voluntad en Washington la reforma migratoria este bimestre se abate en un punto la pobreza el bienestar la dicha

 

a lo lejos el escape de un camión

 

y después el silencio

 

abren la bolsa negra

el hedor el moho en la carne:

 

una recién nacida

 

 

 

 

 

 

 

ÁNGELA BARRAZA RISSO

(Chile, 1984)

 

Papá

 

Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito

de gendarmes y fascistas y estudiantes con flequillo

y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,

y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Ismael Serrano

 

 

Papá, necesito que me expliques, que me cuentes una cosa:

qué pasó con las banderas rojas,

qué pasó con las barricadas,

qué pasó con los libros de Bertold Brecht enterrados en el patio.

Qué pasó con los discos de Víctor Jara,

qué pasó con la foto de la Violeta Parra, qué pasó con la batalla.

Papá, explícame por qué no te mataron, dime

por qué tú no estás muerto dime

dónde estabas tú, en qué casa cubierto dime

qué pasaba por tu cabeza cuando veías la sangre correr por las

calles y murallas de esta república.

Quiero que nos sentemos a la mesa y que

mirándome a los ojos me digas

dónde dejaste los suecos y las bombas molotov.

Quiero que te subas esa manga y muestres tu puño izquierdoso

quiero que me digas

cuántas armas empuñaste realmente

cuántos palos y azadones levantaste

cuánta piedra para defender

todo aquello que soñabas.

Papá, dime

cuánto lloraste por no poder hacer nada.

Dime por qué no llegaron nunca las armas

por qué, dime, ni siquiera sabías disparar.

pero claro, ¿qué más da a estas alturas?

Viejo mío

esta tarde recuerda

otra tarde antigua y canta

el viejo Canto Nuevo otra vez sentado en tu sillón.

Vuelve a mirar las fotografías

a repasar con agujereado júbilo el pasado

y muérete pensando en que

Soldado que arranca

sirve

para otra batalla.

 

 

 

 

 

 

 

SANTIAGO ESPINOSA

(Colombia, 1985)

 

Marcha de las ausentes

 

Las madres de mi país

cargan la foto de su ausente.

 

El que escondía los libros y ahora se esconde,

empaña los retratos;

la que esperaba caballitos del diablo en la ventana

y una sombra;

el que siguió bailando hasta el final del tiroteo.

 

Rostros sin nombre. Las huellas olvidadas de una marcha.

 

Cargan las madres sus ausentes,

atravesando el silencio de plazas y desfiles,

pero quién carga estas ausencias con su marcha,

la que limpia el retrato en las mañanas sin término;

la que apagó todos los radios para siempre;

la que sigue observando caballitos del diablo

pero no espera amigos ni retornos al final de la jornada.

 

Las madres de mi país,

nombres sin retrato,

doblemente solas.

 

 

 

 

 

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