Presentamos algunos textos de Jorge Ariel Madrazo (Buenos Aires, Argentina,1931). Es miembro honorario de la Asociación de Escritores del Brasil. Integra el Consejo de la prestigiosa revista “Trilce” de Concepción, Chile y obtuvo el Primer Premio Ibby International por su traducción de libros de Jack London. Fue distinguido en 2014 con el premio “Rosa de Cobre” a la Trayectoria, por la Biblioteca Nacional de la República Argentina.
.
.
.
EN LA NOCHE
En esta noche que aún no existe
(acaso vaya a suceder mañana)
desde
el callejón malamente iluminado
……….por
una única jadeante intranquila
………………..luz
desde un hueco del tiempo
tapizado de truenos
avanzan, uno a
……….uno
lerdos, distrayéndose
por cualquier bobada,
parecidos a
párvulos:
tus muertos.
Créense, tus muertitos,
tan vivientes
¿Cómo avisarles
………………..del error?
.
.
.
.
Tía Teresa, anciana, enciende
dorado velador de opalina,
radio vecina esparce su
espectral teatro del aire y
Madre niña empeñada en bordar
aquella erguida, alerta garza en
punto cruz
Y estará al caer, con la balanza
que llamabas “romana”
el turco, gran visir de vidrios y
botellas.
Y Padre aún no regresó de ese enigma:
la “oficina”
Vuelven a la carrera Maya, Selva,
compañeras
15 años abrazándote en ideal en
amor en rojas llamaradas en
el ejército del Ebro que
una tarde el río cruzó
ay Carmela y ay y
el cantar sube la cuesta
.
.
.
.
Pero ¿por qué
está de pronto todo
tan silencioso
hoy? ¿Tan
borrosa la consabida
huella?
¿Y nadie te responde?
¿Y todos los mayores
faltaron hoy
a clase, en esta
rara noche
que (quién sabe)
sucederá mañana?
.
.
.
.
Anoche visité amigos muertos:
descansan (quién diría)
todo su no-tiempo
en jardines cuyos ramos cobijan poemas
y citrus de ignota acidez.
Estaban trajeados y alegres, tanto que me hallé
confesando: —No hubiera jamás creído
Edgar, Francisco, Antonio,
jamás pensé
Gianni, Joaquín, Enrique, Alberto,
Horacio, Celia,
……….hallarlos tan contentos
como si fuese un suspirito vuestro
transcurrir.
Conversamos sobre bares y dragones, y
amores frutecidos en remotos hoteles y
parques con nudillos de niebla. Mateando,
sonreídos, me despidieron con un fulgor
que no olvidaré.
Se escondía en sus miradas el color de una
verdad. Y había en sus labios
una revelación.
( A Edgar Bayley, Francisco Madariaga, Antonio Aliberti,
Gianni Siccardi, Joaquín Giannuzzi, Enrique
Puccia, Enrique Molina, Alberto Vanasco, Horacio
Castillo, Celia Gourinski)
.
.
.
.
Aquella lumbre por lienzos
opacada, de un evanescente resplandor rubí
—por favor, compréndanlo, les hablo
no de alegre ventana, y sí de otra
enfrentada a mi espionaje vergonzante,
donde ya mismo tal vez algún enfermo
sin un átomo de fuerzas, ejecute
la agonía que ni alcanzó a ensayar—
en esa roja luminaria o dormitorio
tan irreal como el apenumbrado
declinar de alguna turbia frente
¿no seré yo acaso el desolado huésped
que allí muere y la agüita se escapa de sus
ojos en tanto aquí, no lejos, con lógico estupor,
desde mi balcón yo lo espío y me espío
y me aferro a mi silla con pálidos nudillos
y me siento tan sano en esta blanca noche?
.
.
.
.
Cómo havelock ellis conoció el amor
Al gran sexólogo que, según propia confesión,
sólo aprendió a amar en su alta edad.
Sólo un niño de Surrey, acunado en el oscuro pánico
de la reina Victoria, robando huracanes
en la proa del velero Empress.
Ese era el Havelock de celestes lagunas,
es decir: ojos, iguanas, que alumbraban sus bífidas
lenguas, sus ominosas poluciones nocturnas,
tan nocturnas como el sol del puerto
delirado por el velero de su padre y por
raros fantasmas sudamericanos.
Pero cuando Havelock adolesció y se adultó
sin jamás jamás
adulterar la lluvia de sus ojos,
danzó platónicos amoríos llamados
agnes
..olive
……may
Mirábanse bellos y desnudos, como aves
incapaces de volar.
Y así Havelock se casó sin casi saber del sexo
más que el niñito del velero Empress
y conoció a Hilda Doolittle quien era
un gran pájaro blanco al borde
de un acantilado.
Y cuando Havelock fue ya un viejo y
lo amaban todas las mujeres del mundo
Françoise Delisle le reveló un mundo jadeante
entre sus piernas.
Y Havelock Ellis escribió los más bellos tratados
sobre el amor
con el estremecido júbilo sombrío del
hombre que en la noche, a punto de morir,
desde su ventana descubre,
llorando,
la última estrella del universo.
.
.
.
.
ELLAS
Como de acero o turbadora seda
o imaginario jardín oriental,
así es nuestro amor. Son testigos
el Sur, la noche cóncava, aquel bar
de vino y de miradas que desvisten,
tu alma abierta a la interrogación.
¿Qué hizo posible, inquieres, este amor
al que Tiempo no mella? Te respondo:
vos y yo amamos, en ambos, además,
a los diversos que abrazan nuestro abrazo.
Ellas y ellos, los amados muy antes,
son los garantes de esta caricia eterna,
de este amor que créase a si mismo,
nutrido, noche a noche, de sus varios.
.
.
.
.
Mi amor, quiero serte franco:
tus actos son insensatos.
Como esa Carga de Caballería Ligera
contra tus viejos amantes que,
en la noche de Crimea,
se cobraron revancha en jinetes y
……….caballos.
Amor, ya el último tren funerario
abandonó Crimea,
…………………………los últimos
perros amarillos de Crimea
han dejado de arrastrar
sus tripas por la estepa.
Mi amor lo juro: depuse
hace ya un milenio cualquier pretensión
sobre Moldavia, Valaquia o
sobre tu afán
de poseer la razón universal.
Acabo de cederte
………………..toda la Besarabia
Clausuré al fin este romance
digno de otra Guerra Mundial.
.
.
.
.
Agitando, frente al pesado cielo, tu
cabello,
te apurás a cerrar la persiana
(oxidada)
con cierta
secreta
voluntad
de dar vuelta una página
molesta.
Al asomarte, la aguja del frío
proyectará en tus pupilas dos
estrellas tan diminutas que
ni merecen
llamarse
universo:
allí
estarán, algo (bastante, quizás) más
arriba de tu mano,
tu mano que acaso
bruscamente va a golpear
(para mejor cerrarla)
la herrumbrada hoja de metal.
.
.
.
.
De un instante al otro una irreal
congoja te aproxima a esas estrellas.
¿Las une acaso tu mirada? ¿Sólo
eso? ¿Por qué entonces la persiana
amaga cerrarse contra tu
pecho? ¿Por qué esas estrellas
al apagarse
te dejan ciega de toda luz?
.
.
.
.
Cuando las manos del universo
se atreven a mecer
tu cabello con tal irreal desatino
una luz única, intensísima, se
enciende en el vino
en la casa del poeta, al borde
del acantilado.
Una luz única, intensísima, y
el viento recién nacido
impulsa al navío violeta
contra el muelle y el albatros chillón.
Todo esto sucede cuando
el universo mece tu cabello
Y cuando atás tu cabello con
una delgada cinta de seda
como quien pretende contener
una tormenta en un dedal
las nubes caen sobre Tongoy
y yo pastoreo palabras
en el cosmos, en la luna,
y es mi única ambición
que tu cabello crezca en mi pecho
que tu cielo quepa en mis pupilas
que tus llantos empapen
mi voz.
.
.
.
Datos vitales
Jorge Ariel Madrazo (Buenos Aires, Argentina,1931). Más de una docena de poemarios y dos libros de cuentos, así como Quarks (microficciones), la novela Gardel se fue a la guerra (Primer Premio en Creación Literaria-Gobierno Ciudad de Buenos Aires) y los ensayos Breve historia del bolero (Caracas, 1980) y El Anticristo (Madrid, 2005). Miembro honorario de la Asociación de Escritores del Brasil. Invitado a numerosos Festivales internacionales de Literatura. Integra el Consejo de la revista “Trilce” de Concepción, Chile. Obuvo el Primer Premio Ibby International por su traducción de libros de Jack London. Fue distinguido en 2014 con el premio “Rosa de Cobre” a la Trayectoria, por la Biblioteca Nacional de la República Argentina. Obtuvo asimismo el Premio Nacional-Regional de Poesía por su libro «Cuerpo Textual». Fue Becario del Fondo Nacional de las Artes con el aval de los poetas Olga Orozco, E nrique Molina y Francisco Madariaga.