Poesía guatemalteca joven: Jorge Aguilar Amado

Presentamos en Círculo de Poesía, a Jorge Aguilar Amado (Ciudad de Guatemala, Guatemala). Es estudiante de derecho, surfista y escritor. Se inició en la literatura a los doce años por medio de certámenes estudiantiles. Ha participado en festivales de poesía en Nicaragua y Honduras. Se ha involucrado en varias actividades literarias como talleres, recitales y discusiones. Ha publicado algunos de sus poemas en sitios virtuales, revistas estudiantiles y en una antología de escritores emergentes titulada “Frente al silencio.” Actualmente está iniciándose en la fotografía y el cine independiente.

 

 

 

 

 

La Bestia

 

Dejé todo atrás,

por un futuro fortuito.

Abordé incontables vagones de soledad,

tristeza, incertidumbre y aflicción.

Me convertí en un desconocido más,

en el tren hacia el norte.

Padecí las peores epidemias,

desde ilusión hasta xenofobia,

desde esperanza hasta racismo,

desde amargura hasta hipotermia.

Son las tres de la mañana,

y un agónico silbido,

indica la salida a Medias Aguas,

mi cuerpo implora descanso

y mi mente insufla

mis pulmones envejecidos,

para sujetarme a un sueño distante,

que se diluye,

en la longevidad de una pesadilla.

Fui diagnosticado con carcinoma espinocelular,

síndrome de Ulises,

estrés postraumático,

y una larga lista,

de enfermedades y achaques,

que ya ni recuerdo.

Ni el Desierto de Sonora

ni los cuernos de chivo,

ni los de la última letra,

pudieron conmigo.

Sin embargo,

caí dentro de las fauces de la bestia,

y algo más importante que un miembro,

mutiló mi alma.

Cuando me preguntan,

como sobreviví a la ruta del infierno,

les contesto que no lo hice,

la bestia…

me devoró.

 

 

 

El abuelo

 

El abuelo sucumbió a su agonía renal,

al mismo tiempo que un Maserati Gransport,

rugía en la 7a avenida acelerando impuestos

y derrochando todo lo que el anciano un día soñó.

En su lecho de muerte, senil y utópico,

invocaba una tierra de eterna primavera,

llena de aves coloridas,

paisajes despampanantes

y flores hermosas

que brillaban orgullosas

ante el sentimiento único de libertad.

Besé la frente del viejo,

como pago a Caronte,

mientras sus últimas palabras se desvanecían recitando

“vámonos patria a caminar yo te acompaño.”

El viejo ha muerto y junto a él,

todos sus recuerdos de una patria mejor.

Hoy me entristece ver el periódico

y saber que se lo llevó alguien que se denomina patriota como él;

alguien que juró velar por su seguridad y su bienestar,

alguien quien él (a regañadientes) decidió escoger.

Me parece irónico pensar cuántos sueños,

cuántos recuerdos, cuántas fantasías, cuántas flores,

cuántas aves y cuantos abuelos se llevó una puta urna de cartón.

Decidí guardar el luto, tanto por el abuelo y por el país;

y me sigo preguntando

¿qué debe hacer el hombre para que respeten su memoria?

¿qué debe hacer para que no se mofen de sus sueños?

¿hasta cuándo vamos a permitir ser la rechifla de nuestros gobernantes?

¿hasta cuándo señor presidente?

¿hasta cuándo?

 

 

 

 

Renacer

 

Hipérbole de mujer,

dirigida por sentimientos encontrados.

Tú le has puesto otra definición a la palabra sonrisa,

que desborda de tu rostro angelical.

La serenata de una golondrina nace de tus labios,

con cada palabra que pronunciás.

Sos como la esperanza que siente un prisionero,

al amanecer, en el último día de condena.

Sin manchas, ni arrugas.

Sin pecado concebido.

Ni te imaginás,

Las incontables veces,

Que te entrometiste en mis sueños;

Tanto de día como de noche,

Complaciendo cualquier fantasía,

Que no es digna de narrarse en poesía.

Te paseás por el vecindario,

Altiva y energética.

Parece algo irreal,

Ver el cielo,

Andando en tacones,

Pintando en cada paso,

Las grises avenidas,

De la colonia Minerva.

Me apresuro hacia la puerta,

Prendo un cigarrillo,

coartada de mi entusiasmo.

Escucho unos pasos crecientes,

mi corazón se contrae y se expande;

Mis palmas están empapadas,

Mis ojos de repente se han rebelado contra mi voluntad

y son subordinados de mis impulsos.

Ya no reconozco mi respiración;

Todo el manicomio,

Ha escapado dentro de mí.

Ahí venís tú, con toda tu belleza

y con todo tu esplendor. (Tono burlón)

Flotás como una mariposa inefable,

en un campo de lavanda angelical,

bajo un suntuoso atardecer.

Mi boca es una deshidratada planta desértica,

la marea sube en mis pupilas desbordadas de júbilo.

Te amo.

Te odio.

Quiero decirte tantas cosas,

Me falta coraje, me sobran ganas.

¡Ay, si tan solo supieras!

Entro a casa,

Estupefacto,

Atónito,

Inepto.

El cigarrillo a medias

y el filtro mordido.

De pronto,

he vuelto a nacer;

Así como lo he hecho,

En los últimos diez años.

 

 

 

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