El día de hoy Nicolás Alvarado, director de TV-UNAM, hizo una crítica, en la columna “Firmas” del periódico Milenio, del trabajo musical de Juan Gabriel y expresó su opinión sobre el efecto que la muerte del compositor produce en el público mexicano. Es de esperar que las declaraciones tajantes de Alvarado generen una objeción inmediata. Presentamos ahora una breve respuesta de Yuri Vargas, donde se exponen algunas características técnicas que dan razón del genio y figura del compositor y podrían explicar porqué sus canciones forman parte del imaginario popular.
Lo que se ve no se pregunta…
Por Yuri Vargas
En verdad no me quería subir al tren. Nomás veía pasar las opiniones en torno a su muerte y su legado, a veces frustrado y otras tantas maravillado, y las entendía como un proceso general de duelo que en última instancia buscaría explicar la trascendencia cultural del buen Juanga. No faltaron los homofóbicos de clóset, por supuesto; pero como no me importa la intimidad ajena ni me gusta sondear los vuelcos de personalidad de los escribientes (menos aún cuando son conocidos encontrables) dejé pasar sus comentarios con un estoicismo digno del mismísimo Zenón. Observé, no obstante, en un comentario de Nicolás Alvarado publicado por Milenio, suficientes argumentos como para dedicarme un rato a la modesta aclaración de algunos de sus dichos, particularmente los que abundan sobre la lírica de Juan Gabriel, de lo cual parece ignorarlo todo. No voy a opinar sobre sus prejuicios clasistas, sobre su patética ignorancia en torno a los géneros, ni sobre su insultante condescendencia en torno a la cultura popular y el gusto de la gente. Me quedo sólo con esta joyita:
“[…] apenas conozco unas pocas de sus canciones que, confesaré, me han bastado para identificarlo como uno de los letristas más torpes y chambones en la historia de la música popular, todo sintaxis forzada, prosodia torturada y figuras de estilo que oscilan entre el lugar común y el absurdo.”
En principio, le diría al señor Alvarado que, para determinar el registro de uno u otro artista, es necesario conocer mucho más que “unas pocas de sus canciones”. Es ignorante, él mismo lo dice, en todo lo que concierne a la obra de Juan Gabriel, pero ese ínfimo visaje que alguna vez le concedió, bastó para perpetrar esa enumeración de vicios que, tristemente, son lugar común de la crítica mediática mexicana: cero pruebas, mucho insulto, exigua crítica, abundante y nauseabunda tripa…
Juan Gabriel no era letrista, como asume Nicolás; era compositor de canciones. Y un compositor de canciones logrado –como era él, sin duda– no disocia entre texto y música: ambas expresiones cabalgan a la par en los lomos de ese vínculo entrañable que es la línea melódica. Un compositor de canciones es, al mismo tiempo, poeta y músico, y por ello mismo se debe considerar a sus textos como poesía pura y dura. Sí: popular, pero poesía de cabo a rabo. Dice el jefe supremo de TVUNAM que Juanga es un letrista torpe y chambón (galicismo que equivale a decir churrero, que le salen de chiripa las cosas y que en definitiva no es hábil en su oficio) y yo me pregunto: ¿Qué tanto oficio puede desarrollar un artista en el curso de cincuenta años ejerciendo la misma actividad? ¿Qué sabe de música popular este señor si no la escucha?
Dice ‘sintaxis forzada’ y luego de leer su propia columna lo entiendo como una proyección de sus propias pifias. Dice ‘prosodia torturada’, y ello hace aún más patente su ignorancia, porque la prosodia es reino de la prosa; en la canción se versifica y debe entonces observarse el ritmo del texto desde una perspectiva completamente diferente, aludiendo a la métrica y la versificación. Dice figuras de estilo y se confunde, porque el estilo, más aún el estilo de Juan Gabriel, es lo contrario al lugar común; de hecho, su obra ha generado un montón de lugares comunes en la canción mexicana, para bien o para mal. Seguramente quiso decir figuras retóricas, como un compendio de formas de ornato asequible a todo poeta medianamente cultivado, y de paso olvidó también mencionar que lo que define a lo popular es la estandarización de esas expresiones en un particular ámbito cultural, donde, a partir de ciertas practicas comunes, se desarrolla un estilo basado justo en una paleta retórica que se conoce y desarrolla en el curso del oficio.
Hablando de estilo, es importante recalcar que no hay en la órbita de la canción mexicana, e incluso hispanoamericana, un compositor tan reconocible, tan vinculado a un registro personal, como lo es Juan Gabriel. Te puede gustar o no, me queda claro; pero es indudable, al menos para los que lo vieron o escucharon alguna vez, que tiene estilo. Algo que parece no tener el opinador de marras, porque hasta en el insulto y la diatriba disque chocarrera se le ven los hilos (ya quisiera rozar nomás los tenis de Monsiváis o Germán Dehesa). Y para demostrar mis dichos, amén de curarme la amargura, tomé al azar una canción de Juan Gabriel para hacer un somero análisis métrico que ahora presento al respetable:
Se observan, en primera instancia, cuatro serventesios (estrofas de cuatro versos de arte mayor con rima intercalada: ABAB) de endecasílabos heroicos perfectos (con acentos obligatorios en sexta y décima sílaba, según el modelo renacentista). Cada serventesio comparte, de igual modo, las mismas estructuras melódico-armónicas de sus pares (o sea que tienen la misma identidad como bloque de sentido: A, A’, A”, A”’). Los serventesios están divididos en dos ejes simétricos, donde se encabalgan a su vez dos versos de perfecta sintaxis que expresan con honestidad y prístina naturalidad, no exenta de tropos retóricos, el tópico del poema: el duelo.
La parte B, que funciona como coro, se estructura en dos partes de tres versos cada una (o sea, como tercetos encadenados, con rima ABC/DEC). Ambos tercetos expresan una estrategia conocida como correspondencia, donde la idea que se genera de inicio se desarrolla sintácticamente en el curso de los tres versos. No hay un sólo error de sintaxis. De hecho, demuestra mucha pulcritud y cuidado en su estructura lingüística; asunto muy complicado cuando de cuadrar en una métrica específica se trata y, más aún, si, como ocurre siempre en la canción de corte popular, es preciso expresar las ideas con una naturalidad francamente coloquial. No sólo no es bajo, es en realidad alto el grado de dificultad técnica que expresa el buen Juan Gabriel en estos versos.
Los versos de los tercetos son de diez sílabas, graves todos (rasgo de identidad, dado el carácter grave de la lengua española), articulados a la manera de los versos compuestos: con dos hemistiquios de cinco sílabas, también de perfecta sintaxis. El tercero y el sexto verso de esta serie estrófica, cabe referir, son esdrújulos, y, en correspondencia con la tradición y técnica poéticas, tienen una sílaba de más para que el último acento se ubique en la cuarta posición, como es menester en todo verso o hemistiquio pentasílabo. Esto último denota, entre otras cosas, conocimiento de género. Los tercetos encadenados, por cierto, son comunes en la tradición cancioneril mexicana (otro rasgo más de identidad); lo no tan común es el uso de los decasílabos como versos compuestos (clara expresión de estilo y, más aún, de oficio).
Cabe referir, ya por último, el efecto del segundo verso de la última estrofa: uno piensa inicialmente que la canción reitera una vez más la temática del amor perdido, pero es en estos postreros versos donde nos enteramos del asunto y sabemos entonces que estamos ante una canción de carácter luctuoso. Desde la perspectiva aristotélica, esa preparada disposición de los significados parciales de la obra se conoce como ‘curva dramática’ y expresa, en justa proporción a la recepción de sus canciones, conocimiento de causa, colmillo. Ojalá, en el curso de su chamba, este opinador metido a funcionario desarrolle alguna vez el oficio, la pulcritud, la relevancia, la honestidad y los alcances estéticos que alguna vez logró en sus versos el mentado Juan Gabriel, ‘onde quiera que ande…
Amor eterno
11 Tú eres la tristeza de mis ojos
11 que lloran en silencio por tu amor.
11 Me miro en el espejo y veo en mi rostro
11 el tiempo que he sufrido por tu adiós.
11 Obligo a que te olvide el pensamiento
11 pues siempre estoy pensando en el ayer.
11 Prefiero estar dormido que despierto
11 de tanto que me duele que no estés.
5+5=10 Cómo quisiera / que tú vivieras,
5+5=10 que tus ojitos / jamás se hubieran
5+5=10 cerrado nunca / y estar mirándolos
5+5=10 Amor eterno / e inolvidable,
5+5=10 tarde o temprano / estaré contigo
5+5=10 para seguir / amándonos.
11 Yo he sufrido mucho por tu ausencia,
11 desde ese día hasta hoy no soy feliz.
11 Aunque tengo tranquila mi conciencia,
11 sé que pude haber hecho más por ti
11 Oscura soledad estoy viviendo,
11 la misma soledad de tu sepulcro.
11 Tú eres el amor del cual yo tengo
11 el más triste recuerdo de Acapulco.
Cómo quisiera…
DATOS VITALES
Yuri R. Vargas (1967). Mexicano nacido en la ciudad capital. Músico de origen, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras donde cursó la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas; desde entonces vincula ambas experiencias en torno a un fenómeno que lo atribula particularmente, en tanto relaciona ambos ejes de sentido, la literatura y la música. Ha realizado labores como docente en diversas instituciones impartiendo clases de redacción, géneros literarios, composición y poética. Ha realizado, asimismo, labores como coordinador en talleres de cuento, poesía y composición de canciones. Tiene publicados tres manuales: uno de gramática, otro de géneros literarios y uno más de versificación española. Paralelamente a su actividad profesional, ha desarrollado una discreta pero intensa labor como escritor de cuento y poesía.