Dossier de crónica latinoamericana: Gota-gota colombianos en México: ¿Héroes o villanos?

Presentamos, en esta primera entrega del dossier de crónica latinoamericana, un texto de Jhonwi Hurtado en torno a una práctica colombiana adoptada en México: el préstamo gota-gota. Hurtado vino a México a investigar este caso.

 

 

 

 

 

Gota-gota colombianos en México: ¿Héroes o villanos?

 

 

 

10:47 a. m. viajo de parrillero en moto por las carreteras de la capital de México, pasan las camionetas de los policías federales y mi acompañante reduce la velocidad para no despertar sospechas. Quedamos pausados en el semáforo en rojo. Los federales continúan su camino.

“Bueno, ¿Con quién hablo?… No, hoy no le puedo prestar”, dice Juan* al contestar su teléfono con la mano izquierda buscando ubicarlo en su casco para regresar a la dirección de la moto. Al otro lado de la línea alguien colgaba sin recibir la noticia que le llevarían dinero prestado. Tendría que esperar.

Juan es de nacionalidad colombiana, nació en un pueblo antioqueño hace 33 años, a pesar de que lleva poco tiempo en México, ya se le escapan frases como: “No me chingues la vida”, y cambió el “aló” por el “bueno” a la hora de contestar el teléfono. Dice que siempre le ha gustado la fiesta, el aguardientico y que le ha ido bien con las mujeres desde joven, aunque ahora ya esté “juicioso”.

Los prestamistas

Colombia ha sido un país reconocido por ser exportador de flores y de café entre muchos otros productos que año a año sigue exportando. A eso podría sumarse la modalidad de prestamistas “gota-gota”, que de hace un tiempo para acá se ha expandido a varios países de Suramérica y Centroamérica, entre ellos Ecuador, Chile, Bolivia, Brasil, y México. De manera irónica, varios connacionales han sido asesinados en estos países donde ejercían este tipo de préstamos.

Son pocas las motos que se ven en las carreteras principales de la capital mexicana, algunos ya saben que si ven a alguien en moto, son altas las posibilidades que sea un “colombiano-prestamista”. Juan zigzaguea entre los carros sin tocarlos, algunos lo miran, él sigue su camino como quien tiene afán, y seguramente lo tiene, casi son las 12:00 del día y debe cumplir con visitar alrededor de 120 clientes antes de las 6 de la tarde. Por esto, aunque la velocidad máxima en vías primarias sea de 50 km por hora, él no tiene inconveniente en alcanzar los 90 km.

Llegamos a un mercado: afuera se ven mujeres vendiendo comida: México huele a comida las 24 horas del día, pienso mientras Juan se baja de la moto y me dice que espera encontrar un cliente que hace 15 días no ve, porque siempre iba a cobrarle en la tarde y ya había cerrado el negocio. Dice que con él no hay problema de nada. Y así fue, al encontrarlo le dijo cuánto debía darle y el hombre sin rodeos lo hizo, pasándole la tarjeta para que le tachara las fechas atrasadas.

Las ganancias

Como Juan son varios colombianos que se reparten sectores con un número que va desde los 90 hasta los 120 clientes. Un cobro puede oscilar entre 300 y 400 clientes, entre los que se reparte un monto que podría llegar a los $170.000.000 colombianos que convertido a moneda mexicana, serían aproximadamente $100.000 MXN.

Los préstamos van desde $1.000 pesos (MXN) que son $170.000 pesos colombianos (COP) y $10.000 (MXN), que serían alrededor de $1.700.000 (COP) por cliente. Sin importar la cantidad, los cobros diarios se dividen a 20 días, prestando al 20%.

En México la hora normal de almuerzo es a las 4:00 de la tarde y Juan ya se acostumbró a ello. “Uno tiene que ser muy serio con los clientes, yo nunca les recibo nada: ni aguas (jugos), ni comida y mucho menos regalos materiales, ellos tienen que saber que uno no está para ser amigo de ellos sino para prestarles dinero y así mismo cobrarlo.

Hemos pasado por casi 30 clientes en lo que va del día, en el celular Juan tiene una aplicación donde va depositando cuánto dinero recibe y cuánto va prestando, así, terminando el día no tendrá que recordar a quién cobró y a quién prestó. Algunas personas al verlo llegar sienten alegría, otras en cambio se ven contrariadas y hasta le entregan el dinero con pocos gestos de amabilidad. “Hermano, esto tampoco es que sea fácil, hay gente que cree que uno solo se viene a pasar bueno y no, acá uno tiene que estar pendiente de todo: que no se vaya a volar un cliente, que no lo vaya a coger a uno la policía, que ya hay que pagar la renta, que hay que mandar plata para Colombia, yo acá estoy muy amañado, pero tampoco es que esté viviendo sin preocupaciones”. Dice al momento que revisa el celular con una mano y con la otra conduce la moto.

Llegamos a un negocio donde la gente lleva a planchar la ropa: sale una mujer canosa, contando monedas, llega a $120 y le dice: “le doy 120 pesos ahora, y por la tarde le doy los otros 140 que los haya recogido” En el lugar, irónicamente hay una vitrina con el siguiente letrero: “¿Necesitas dinero?, no dejes que el tiempo te rebose, tener tu propio negocio es una realidad”.

Sin opción

El hecho de prestar dinero al 20% supera con creces los índices de usura de cualquier país, aunque en ocasiones se conviertan en los salvadores de las personas; para acceder a los préstamos no tienen que hacer filas, ni entregar documentos que a veces ni entienden, no deben buscar fiadores, ni esperar por semanas una llamada para escuchar un “su préstamo ha sido negado”. Es por eso que tal vez para algunos se vuelve una especie de droga, se vuelve un círculo que crece y crece llevándolos al punto de realizar los préstamos en ocasiones que no los necesitan.

Han pasado varias horas desde que iniciamos el recorrido, ya perdí el número de clientes visitados, todos dueños o trabajadores de sitios donde el dinero se mueva a diario, es la única forma en la que se aseguran poder recibir la cuota día a día, la gota a gota: carnicerías, lavanderías, taquerías, farmacias, son algunos de los sitios a los que hemos pasado por las cuotas.

“Don Juan, la neta hoy me cogió sin dinero, no he vendido casi, pase mañana por las dos cuotas”, “Listo, pero tenga en cuenta que para la próxima le tengo que rebajar el préstamo, ya no le voy a prestar 3.000 pesos, sino 2.000 y si sigue así, no le puedo volver a prestar nada”. Responde Juan a una señora que sale con un delantal blanco de la cocina de un restaurante ubicado en un lugar que podría asemejarse a las mayoristas de alimentos colombianas.

Sin miedo

México se debate hoy entre la corrupción que impregna diferentes sectores, incluidos la policía y la violencia caracterizada por las torturas, las desapariciones forzadas y el narcotráfico que empaña un país que tiene muchas más cosas que mostrar al mundo. Tal vez por ello hay quienes ven con malos ojos que sean extranjeros los que lleguen a solventar sus necesidades, aunque por otro lado hay quienes ven en ellos a unos amigos o “parceros” como jocosamente se refieren a cualquier colombiano, debido al gran número de material televisivo colombiano que también se ha exportado a este país y que los hace familiarizarse con la jerga de nuestro país.

Juan no teme ser atacado por las bandas narcotraficantes, dice que hasta ahora no ha tenido ningún motivo para pensar que ellos pueden atacarlos, aunque es precavido con las bandas criminales que en cualquier momento podrían aparecer; sabe que lo que hacen es un negocio que día a día toma fuerza y va a llegar un momento en el que los obstáculos aparecerán.

Vamos caminando a otro restaurante, la moto quedó parqueada afuera. Dos mujeres atienden, una de ellas habla por teléfono y llora. Allí no iba a cobrar, iba a prestar mientras la mujer al verlo le dice: “Tú no contestas ese teléfono, pareces presidente, ya hasta nos cortaron la luz”. Por primera vez en el día Juan sonríe, se quita el zapato del pie izquierdo y de la media saca 2 billetes de mil pesos, este billete es el de mayor denominación en México, incluso hay lugares donde prefieren no recibirlos, ya que al hacerlo pueden llegar a estar falsos o a ser muy difícil que alguien tenga cambio. Juan les pasa los dos billetes de mil pesos y saca una tarjeta con recuadros numerados del 1 al 20. En ningún lado de la tarjeta se ve la palabra “préstamos”.

Se acerca la hora de almuerzo pero antes debemos pasar por un mercado de flores, el frío en el lugar es imperante, la moto ingresa y se dirige a uno de los más de 200 locales del sitio. Un hombre sentado cortando algunos pétalos me ve y parece confundirme con uno de los prestamistas porque mira a Juan y me dice: “Dígame algo, ¿me trajo una buena noticia?”, yo le respondo que no, Juan lo mira y me dice: “lleva casi un mes diciéndome que le preste mil pesos, pero al anterior cobrador lo vacilaba mucho con las cuotas, entonces mejor ni me arriesgo”. En ese mismo momento, una señora empieza a pedir a sus compañeros de trabajo que le presten 400 pesos, todo para poder reunir la cuota. Juan la mira y le dice: “Tranquila que ya solo le faltan 8 cuotas para renovarle”.

La ley del gota gota

En pocos minutos serán las 6 de la tarde, el cielo no parece querer oscurecer, el tráfico sigue aumentando pero eso no importar a Juan para avanzar a grandes velocidades con tal de que el último cliente no vaya a cerrar el negocio sin pagarle su cuota. “Bueno… listo, en 20 minutos estoy en la taquería… tranquilo, yo le presto los dos mil pesos don Vicente”. Dice por el teléfono y acelera aún más. Lo acababa de llamar un hombre al que dice prestarle lo que necesite: “Es que con ese señor no hay problema de nada, a veces hasta paga antes de los 20 días que tiene de plazo”.

Después de llevarle el dinero a don Vicente, me dice que por fin nos vamos a ir donde la última cliente, una señora de unos 45 años de edad, ella le entrega $500 pero un minuto después le pide le devuelva 250 para pagar a otro cobrador que acaba de llegar. Juan lo hace, en su cara se nota la molestia que le genera dicha acción. Enciende la moto y nos vamos sin despedirnos. A la media hora ella lo llama para saber si al otro día le puede prestar los $1500 que le había dicho: “No, usted ahora me vaciló, y yo ya presté esa plata, ahora le tocó esperar hasta pasado mañana, si le sirve bien, sino, los presta por otro lado”. Cuelga y cinco minutos después me dice que debe ir a “cuadrar” con su jefe. Nos despedimos con un abrazo de esos que tal vez se dan dos personas de una misma nacionalidad que se encuentran en otro país. De esta manera finaliza un día junto a un gota-gota colombiano en México. Surge la pregunta ¿Héroes o Villanos?

 

 

 

 

 

 

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