Presentamos, como parte de la serie de poesía del sureste que realiza Alejandro Rejón Huchin, una muestra inédita del poeta yucateco Rubén Naíl (Mérida, 1980) con la que obtuvo el Premio Peninsular de Poesía organizado por la editorial Megamedia. Funge como editor principal en la revista literaria Marcapiel, su trabajo ha sido publicado en distintos medios tanto impresos como electrónicos.
I (Nacimiento)
Todo murmullo ajeno es inconsistencia,
remanso de palabras vacías
retumbando en eco suave.
Y uno quisiera que fluya
de la boca propia,
un recuerdo que las llene.
Todo murmullo ajeno es ruido pausado.
Respira: la lluvia cayendo.
II
Esta lluvia no sabe nada de mis planes de no pensar en ti, viene, se arrastra por las paredes, por los vidrios. Silba suave por las rendijas y me llena de frio. Yo preferiría llover en ti, llenarte de toda la humedad que una lengua guarda para sí misma.
Pero la lluvia también ignora eso y continua impaciente golpeando la puerta, acechando por las ventanas, resbalando por los rincones y los resquicios. Pienso en ti y no entiendo los cuestionamientos de la lluvia, su goteante mirada que me acosa.
Hasta que me fastidio.
Digo basta y me refugio detrás de los ladrillos, debajo del concreto y comprendo:
La ignorancia de la lluvia no justifica recordarte porque la lluvia es otro murmullo que no entiendo, ni descifro y se acaba cuando una gota cansada busca el abrazo de otra gota y duermen juntas.
Entonces yo también duermo con otro rumor y otro arrullo y tú eres esa otra gota en mis ojos.
Afuera, entre la lluvia, caen las horas.
III
Estoy solo como la lluvia,
tengo soledad de nube y gota,
de pared blanca , de hoja en otoño.
Por eso soy una tarde siempre abierta,
un grito que nunca duerme,
la orilla que no cicatriza en el agua.
Pero en el fondo tiemblo:
mis ausencias deambulan
por el fondo de un vaso
hasta que todo es una sombra.
Anidan en mi garganta
mi voz se quiebra.
Habitan entre mis ojos
y toda luz se funde.
Entonces como reloj de arena
caigo dentro de mí
y todo yo soy una estancia
hacinada de soledades .
Cansado, cierro los ojos,
me ahogo entre los granos del tiempo
y también soy otra ausencia
que habita día y noche esta casa.
IV (Epitafio)
Afuera hay un arcoíris muriendo,
una lluvia cansada, agonizante.
Yo, tengo miedo de salir
y solo ser otro fantasma.
Nocturnal
I (Ocaso)
Una mujer camina,
se trenza el cabello
y en su lacia oscuridad
sofoca al día.
Lentamente cae el parpado,
se cierra el horizonte.
El día es sólo una rendija,
un recuerdo detrás del ojo.
Con la soledad de la piedra
luz y noche se funden
en un nudo de vida y muerte
y cae otra hoja del calendario.
Dentro de un cuarto, yo,
confino el aliento de la luz
a una barra blanca y conspiro:
La noche es un rumor distinto,
un murmullo de rio y piedra,
de alas de búho, mientras afuera,
en el cielo danzan las niñas.
II (Ofrenda)
A diario acudes al holocausto en mi lecho.
Cierras las ventanas, los ojos:
te vistes de noche.
Entre sombras y luces
lo ajeno a tu piel te abandona
y descubro entre contrastes
la dulce armonía de tus pechos libres.
Así toda tu inocencia tiembla.
Toda tú eres humedad,
y eres exacta entre mis manos,
como el vaivén de un péndulo infinito.
Y no existe otra entrega:
tú vienes una y otra
y otra vez,
pero siempre diferente,
como una virgen perpetua.
Desnuda como una palabra,
yo te tomo entre mis labios,
y te guardo entre el silencio
como un verso aún no escrito.
III (Despertar)
El filo del día corta la noche.
Cae la cortina.
Estallan los pájaros en canto.
El rocío descansa entre pétalos.
La mujer duerme.
La niña ha abierto los ojos:
Amanece….