Teatro mexicano: Escombros de Ricardo Pérez Quitt

Presentamos una obra de teatro a cargo de Ricardo Pérez Quitt (Atlixco, Puebla, 1958). “Escombros” vuelve al temblor de 1985. La obra fue escrita siendo Pérez Quitt becario nacional categoría Jóvenes Creadores, FONCA 1990. Ese mismo año fue estrenada en Radio Educación, dirigida por Emilio Ebergenyi. En 1995 fue presentada por la Compañía de Teatro de la UAH, dirigida por Julián Granados. En 1996 fue montada por William Sayago. Secretaría de Cultura Puebla. En 2015 fue motivo de tesis doctoral sustentada por Michel Schultheiss de la Universidad de Lausana, Suiza. Esta obra fue publicada en Deseos. Fondo Editorial Tierra Adentro/ CONACULTA. 1ª ed. 1992. 2ª ed. 2003. Ricardo Pérez Quitt ha sido  merecedor de diversos premios en dramaturgia e historia. Ha dirigido una cuarentena de piezas teatrales y su teatro ha sido dirigido por Martha Luna, Xavier Rojas, Sandra Félix, Vera Milarka, entre otros. Sus piezas se han traducido al inglés y francés.

 

 

 

Escombros, fábula amarga sobre el terremoto de 1985 que denuncia la deshumanización del gobierno, su corruptela endémica frente a la vida que no es respetada, que se condena a la inacción. Escombros da cuenta, además, de esa vena fantástica que el autor sabe engarzar con excelente equilibrio y que despoja al realismo de sus anécdotas de toda heterodoxia…”

(Gonzalo Valdés Medellín. Obras I. Escenología. p. 14)

 

“Pocas obras se han escrito sobre los sismos del 1985, porque parece que hay un extraño pudor para poder hacerlo. Escombros es la obra de Pérez Quitt sobre el terremoto que devastó una zona de la ciudad de México, pero también es una obra sobre tres mujeres desamparadas entre los restos de un edificio, que conviven con el rey de la basura, con fantasmas, judiciales y torturados, Escombros es, al fin de cuentas, el sismo interior de tres mujeres convertidas en espectros”.

(Víctor Hugo Rascón Banda/ El Nuevo Teatro. Ed. el Milagro/CNCA p. 28)

 

 

 

 

 

 

ESCOMBROS

 

 

A Víctor Hugo Rascón Banda

 

 

 

No soy mas que un ladrillo en la pared.
                   Pink Floyd/El muro.

 

 

 

 

Personajes: Marta / Regina / Nora / Alicia / Érika / René / Uniformado / Socorrista / Espectros / La Llorona

(Los siete últimos personajes pueden ser caracterizados por cuatro actores.)

 

 

 

 

La acción ocurre entre los escombros de un edificio caído en cualquier terremoto sucedido en la ciudad de México. Estructuras de metal retorcido; ventanas,  ángulos. Boquetes que servirán de entrada y salida de los personajes entre luces inmensamente frías. Una plataforma en desnivel completamente iluminada, delimita el  área de la casa de la tía Alicia, en Cuernavaca.

 

 

 

TRES MUJERES. Tres mujeres desamparadas se encuentran entre los escombros del edificio; pedazos de concreto que muestran varillas retorcidas, blocks, y ladrillos desperdigados. Marta es solterona, hermana mayor de Regina. Regina es viuda y madre de Nora, joven de quince años. Las tres mujeres perdieron su techo con el sismo. Tienen en el suelo cajas de cartón amarradas con mecate y alguna que otra pertenencia que lograron salvar. Al fondo se oye por lapsos, el ruido del mazo o la piqueta que derriba los edificios que amenazan derrumbarse. Cerca de ellas está  sentada en uno de los concretos una “María” vestida de oaxaqueña, llora y llora su desgracia.

 

 

MARTA: Apenas pudimos sacar estas cajas con ropa, el radio antiguo de onda corta que nos regaló papá  y el crucifijo de Chalma. Después llegó una orden y ya no nos dejaron sacar más pertenencias; ni el refrigerador, ni el estéreo. ¿Qué a dónde los íbamos a meter?

 

NORA: En la calle. Nosotras nos metimos en la calle.

 

REGINA: Ojalá  que sólo hubiéramos perdido muebles, casa, que no hubiera muerto tu padre.

 

NORA: Oí en el radio que están rescatando más cuerpos con vida. Todavía quedan esperanzas, mamá.

 

REGINA: Mentiras. ¿Por qué tratan de engañarnos? Sólo hay muertos perdidos entre toneladas de desastre.

 

NORA: Ayer que fui por cubetas de agua, escuché que salían gemidos de entre los escombros.

 

REGINA: Figuraciones.

 

NORA: Te digo que oí.

 

REGINA: El cansancio nos tiene así. A cada rato oigo voces dentro de mi cabeza.

 

MARTA: Esto es un velorio colectivo, la ciudad está  muerta. A veces siento que está  temblando otra vez, pero la que tiembla de miedo soy yo.

 

NORA: Nosotras estamos vivas. ¡No puedo creerlo!

 

REGINA: ¿Cómo olvidar a tu padre?

 

MARTA: Aceptando lo ocurrido. Sobrevivimos el terremoto. Ni siquiera en el segundo sacudimiento se nos cayó el techo resentido. Además, ¿a quién le vamos a echar la culpa?, ¿a Dios?

 

REGINA: ¿A Dios?, no. Nosotros somos los culpables. Habitamos edificios construidos con varillas de alambrón. Dónde deben vivir cien gentes, le metemos mil. La misma culpa tiene nuestra condición humana, estamos hechos moralmente de requemado alambre.

 

MARTA: La culpa es de la naturaleza.

 

REGINA: Nosotros también somos naturaleza.

 

La “María” agudiza su llanto.

 

MARTA: ¿Qué tiene esa mujer?

 

NORA: Perdió a sus hijos. Los ha buscado día y noche entre los escombros. No quiere hablar con nadie. Sólo llora y llora, y muestra la ropita de sus niños.

 

Se escuchan los llantos de la mujer y la piqueta que perfora concreto.

 

MARTA: ¡Pobrecita! A eso nomás vino; a perder a sus hijos.

 

NORA: Mi mamá  ya no quiere que nos quedemos a dormir en el albergue. No sé adónde vamos a dormir hoy. Nuestros conocidos también se quedaron sin casa.

 

MARTA: Ni pienses que nos quedemos otra noche en ese lugar. Dormir entre tanto malviviente. Gente que no le conocemos sus mañas. Espían y roban. ¡Aprovechados!

 

REGINA: Anoche, esa banda de rapados que te empezaron a molestar para que fumaras, de seguro eran mariguanos.

 

NORA: Eran los muchachos del grupo de rock. Les pregunté por el Gato, también lo andan buscando.

 

REGINA: ¡El Gato! Ahora que te vean sin padre, van a querer abusar de ti. Es mejor que te lleve a Cuernavaca, con tu tía Alicia. Es mi hermana y tiene la obligación de ayudarme.

 

MARTA: Sabes que Alicia es muy delicada. ¿Y qué me dices de su esposo?

 

NORA: Yo no quiero ir, mamá. Me voy a sentir incómoda. Se creen mucho. No les tengo confianza y no quiero dejarlas solas.

 

REGINA: Ve una temporada. En lo que se normaliza la ciudad.

 

NORA: Debo regresar a la escuela. El lunes abren la prepa. El edificio sólo tiene cuarteaduras. No quiero perder el año.

 

REGINA: Prefiero que pierdas el año, y no que te pierdas tú.

 

NORA: ¡No quiero ir, mamá!

 

REGINA: (Autoritaria.) Aunque no quieras, tendrás que obedecerme.

 

De los boquetes salen el Uniformado y el Rey, un hombre bien vestido.

 

REY: Los pepenadores podrán despedazar el concreto con marros; sacar la varilla, enderezarla con la grifa. Te digo que se puede vender por nueva con unos ingenieros. Total, ya colada la parrilla, ni se nota.

 

UNIFORMADO: Está  bien. Convenimos en que todo el escombro se tire en tus muladares.

 

REY: (Advierte.) Pero todo.

 

Los hombres desaparecen. Una patrulla pasa a lo lejos.

 

NORA: ¿Qué está  pasando en la esquina?

 

MARTA: Sacan cadáveres del edificio para que los vayamos a identificar.

 

Se intensifican los golpes de la piqueta. Regina se aprieta la cabeza. Apenas escuchamos balbucear a la “María”.

 

LA MARÍA: ¡Ay, mis hijitos…!

 

 

  1. ENTRE BOQUETES Y ESCOMBROS. El uniformado se dirige a un socorrista extranjero. Ambos se protegen la cabeza con cascos.

 

 

UNIFORMADO: Tiene dos horas para retirar al equipo de rescate. Van a entrar las máquinas para desalojar escombros.

 

SOCORRISTA: (Acento extranjero.) ¡No haga eso! Están atrapadas muchas personas tras el bloque.

 

UNIFORMADO: Lleva dos semanas en el edificio y no ha logrado rescatar a nadie. Adentro sólo hay trozos de cadáveres. Es necesario que entren las topadoras o pronto tendremos una epidemia.

 

SOCORRISTA: Los atrapados suelen sobrevivir. Los perros de rescate han olfateado vida. Estamos apuntalando un túnel. Calculo que faltan como cinco metros para dar con ellos.

 

UNIFORMADO: No nos interesa que rescate carroña. Retírese.

 

SOCORRISTA: No comprendo su actitud.

 

UNIFORMADO: Órdenes determinantes. (Le da la espalda.)

 

SOCORRISTA: Escuche. (Suplica.) Ayúdenos, basta un pequeño grupo. Deje pasar a voluntarios; con veinte manos terminaríamos en un día. Sólo un día.

 

UNIFORMADO: No queremos exponerlos a posibles derrumbes. Se les ha pedido que se retiren a sus casas.

 

SOCORRISTA: ¿Cuáles casas? Los que están afuera no tienen casa. Buscan a los suyos. Los hombres topo están dispuestos a ayudar.

 

UNIFORMADO: Está  advertido. En un momento más entrarán las máquinas.

 

SOCORRISTA: (Lo detiene.) Un momento. (Silencio.) Escuche. ¡Escuche!

 

UNIFORMADO: (Con miedo.) ¡No escucho nada!

 

SOCORRISTA: Hay vida entre los escombros.

 

UNIFORMADO: (Restableciéndose.) ¿Después de quince días? A usted le afectó la altura, comandante. Aquí sólo hay pestilencias. (Sube a un montículo y hace bocina con las manos.) ¡Preparen la topadora!

 

SOCORRISTA: ¡No comprendo!

 

Con el ruido de la máquina, se repite el eco de lamentos.

 

 

III. EN CUERNAVACA. Alicia está con su hija Érika, adolescente, bien arreglada. Regina con Nora, quien sostiene una caja de cartón a manera de maleta.

 

ALICIA: (Falsa.) ¡Regina, me tenías con el Jesús en la boca! ¿Por qué no viniste antes? No podía creer en la magnitud del temblor. Ni siquiera me levanté de la cama cuando lo sentí. Supuse que había sido como cualquier otro. En la noche cuando vi las noticias en la tele, me espanté. Parecía como si hubieran lanzado una bomba. Te llamé por teléfono, estaban  muertas las líneas.

 

NORA: Se cayeron las torres de telecomunicación, tía.

 

ALICIA: Y Ramiro ni para llevarme con ustedes, tiene mucho trabajo. El pobrecito se encuentra en Can Cun, en un simposium. (Exagera.) ¿Y tu esposo?

 

REGINA: Carlos murió en el primer sismo. (Reprimiéndose.) No han rescatado el cuerpo.

 

ALICIA: (Gritando.) ¿Y Marta?

 

REGINA: No te preocupes. Marta está  bien. No pudo venir, se quedó en México para asistir a la asamblea de damnificados. Van a demoler el edificio en donde vivíamos. Vamos a demandar a la constructora para que nos pague. Quedó hecho un acordeón; en lugar de castillos tenía mallas de gallinero.

 

ALICIA: ¡Qué rateros!

 

REGINA: Carlos, con tantos sacrificios nos dejó el departamento. Diez años se tardó en pagarlo para perderlo en un instante.

 

ALICIA: Qué bueno que nosotros nos vinimos hace mucho de México, aquella ciudad sofoca. Aquí se vive con tranquilidad, sin ajetreos. Ya ves, Erika se está  educando en una alta escuela para señoritas y me ha salido buena hija.

 

REGINA: Sin embargo, yo quiero mucho a esa ciudad, pese a todas sus desgracias.

 

ALICIA: ¿En dónde están viviendo?

 

REGINA: Acampamos con los vecinos en el parque de la colonia.

 

ALICIA: ¿En la intemperie?

 

REGINA: Lo hacemos para no perder el lugar, mientras nos instalan unos módulos de lámina; pequeños espacios por familia. Tendrán que levantar un consenso, qué sé yo.

 

ALICIA: En la televisión salió que los gringos están mandando casas móviles con letrinas.

 

ÉRIKA: (Maquillándose.) ¡Ay, mamá! A la televisión créele lo contrario.

 

ALICIA: (Pensándolo.) Aquí podrían mudarse, no tienen por qué andar sufriendo. Ya hablaré con Ramiro para que nos acomodemos. Podemos usar la cochera y el cuarto de servicio.

 

REGINA: No te preocupes, Alicia. Debemos estar en México para reclamar la casa. No lo pienso por mí, que ya estoy de salida, sino por Nora. Para dejarle cuando menos un lugar donde vivir.

 

ALICIA: (Comprometida.) Entretanto, Nora podría quedarse con nosotros.

 

REGINA: Vine a darte esa molestia. Será  por algún tiempo. No me importa que pierda el año escolar, con tal de no exponerla a los peligros. Podría temblar de nuevo.

 

ÉRIKA: Aquí puedes estudiar una carrera corta de tres meses. Estudiar computación, para programadora analista, por ejemplo. Ganan bien. Mi mamá  puede hablar con el director del instituto, son íntimos amigos. Digo, para que no pierdas tiempo, prima.

 

NORA: Gracias, Érika.

 

ALICIA: Bueno, date un baño de tina, Nora. ¡Qué horror, debes estar llena de smog!

 

REGINA: (Da la caja.) No le traje mucha ropa, dos mudas.

 

ERIKA: Yo tengo vestidos nuevos, que quién sabe por qué, nunca me los puse. Te los voy a regalar.

 

NORA: Gracias, prima.

 

REGINA: Alicia, no sabes cuánto te lo agradezco. Vendré por ella apenas pueda.

 

ALICIA: Por favor. Esta es tu casa.

 

REGINA: Te encargo a mi hija.

 

ALICIA: La cuidaré como a Érika.

 

Regina se aprieta la cabeza.

 

NORA: ¿Otra vez con las punzadas, mamá?

 

ALICIA: Desde niña traes esos dolores. Hazte unos estudios; una tomografía. no vaya a ser algo de cuidado.

 

REGINA: No pasa nada. Ya me voy. Marta se quedó esperándome.

 

Alicia trata de justificarse con una falsa sensación de arrepentimiento.

 

ALICIA: (Llora.) Le juré a mamá  que iba a ver por ustedes. Y ahora, ¿qué te puedo decir? Sólo que lo siento.

 

REGINA: No te mortifiques. Marta y yo sabemos cuidarnos.

 

ALICIA: Sube al auto. Te voy a dejar a los pullman.

 

REGINA: Procura no dar problemas, Nora. (Se despiden.)

 

ERIKA: ¡Ay, tía! Exageras.

 

REGINA: Adiós, Érika.

 

Las hermanas salen. Erika le pregunta a Nora, con morbo.

 

ÉRIKA: O sea que se le cayó la casa, ¿no?

 

NORA: No, no se nos cayó. Van a derrumbar la casa con explosivos.

 

Érika pone música y hace un paso de baile-disco. Le da a su prima vestido y zapatillas.

 

ÉRIKA: Póntelo. Si te viene es tuyo.

 

NORA: Está  bonito.

 

ÉRIKA: ¿Qué esperas? Póntelo. No hay nadie. (Nora se desviste, queda en brassier y pantaletas.) A la noche te invito al Casino de la Selva.

 

NORA: ¿A dónde?

 

ÉRIKA: A un hotel. Tiene discoteca de cinco estrellas. Para que no te aburras aquí. ¿Tienes novio?

 

NORA: Un pretendiente. Toca la guitarra eléctrica en un grupo de rock. No lo he visto desde el sismo.

 

ÉRIKA: Yo tengo dos novios; Pablo y René. Pero es a René a quien amo. ¿Has hecho el amor?

 

NORA: (Cohibida.) No.

 

ÉRIKA: Voy a ser confidencial contigo. Yo hago el amor con los dos. (Cínica.) Antes lo estuve haciendo con un casado. Eso sí, les exijo el preservativo. (Erika nota la actitud inhibida de Nora.) ¡Ay, primita! Perdóname. Yo pensé que no eras virgen. (Oportuna.) ¡Te ves súper! ¡Uy, luces como de veinte años! Creciste con ese vestido y zapatillas. Te cambió todo el look.

 

NORA: ¿Te parece?

 

Nora queda cautivada en su propia belleza. Suena el claxon de un auto. Érika sale desaforada. Regresa con René, un junior mayor que ella.

 

ÉRIKA: Mi vida, te presento a mi prima Nora. Acaba de llegar de México, por lo del terremoto.

 

René le detiene la mano en el saludo. Nora la retira con brusquedad.

 

NORA: Mucho gusto. Prima, dime dónde puedo guardar mis cosas.

 

ÉRIKA: ¡Ay, deja eso para después! Hay que aprovechar a René. Tiene un auto convertible.

 

RENÉ: Te invitamos a dar un paseo. Vamos a mi casa; hay piscina. (Desabotona su camisa.) ¿No tienes calor?

 

ÉRIKA: Lo que no tiene es traje de baño. Yo te presto un bikini,  ándale no seas aguafiestas.

 

Érika abraza a René. Ambos sin ningún inconveniente empiezan a agasajarse.

 

 

  1. REY DE LA BASURA. Se escucha los potentes motores de camiones pesados que se acercan.

 

– ¡Ya viene la camionada!

– ¡Ya vienen las varillas!

– ¡Llegó el escombro!

– ¡A recoger el cascajo, cabrones!

 

Se escucha la acción de volteo. El Rey se dirige a los pepenadores; hombres sucios que cargan costales y visten ropa raída.

 

REY: ¡Un momento! Ustedes sólo pueden recoger papel, cartón y vidrio. La pedacería de varilla, tubo, anaqueles y otros desperdicios en metal, los recogen pepenadores que estén agremiados al sindicato y con sus cuotas al corriente. (Señala.) Ustedes recojan cobre, trapo, madera, y plástico. ¡A recoger!

 

Los pepenadores salen y entran como ratas entre los escombros, llenando sus costales. El Rey sube a un tambo y empieza a vociferar.

 

REY: ¡Basura somos y en basura nos convertiremos! El mundo es un basurero. Hay gente que apesta por fuera y gente que apesta por dentro. El desperdicio de los ricos es la casa de los pobres. Órale, muévanse pinches mugrosos, apestosos, necesitados, menesterosos. ¿Quieren casa propia?, ai está  ese terreno baldío con aguas negras. Llévense para su techo esas láminas de cartón con chapopote, bola de paracaidistas. ¿Tienen frío?, ai está el abrigo de un ruco. Muévanse andrajosos. ¿Tienen hambre?, tráguense las escamochas de totopos con lama apozcaguada. ¿Quieren ser catrines? Pónganse ese frac hasta que se ponga más negro y brilloso que su mugre. ¿Está enferma tu mujer?, llévale esa botella de suero medio vacía. ¡Apúrense méndigos tercermundistas! Andan erizos, ceros, lisos, brujas… Pobre de tu madre que era más pobre que Carracuca. Como no tienen dinero tienen mucho corazón, pero cuántos millonarios quisieran vivir su vida. ¡Ay, pobre del pobre! El Niño Dios pasó penurias, se las vio negras, fue modesto, austero. Encomiéndense a San Martín Caballero, patrón de los pobres; a ver si se les aparece en México y a un jodido como ustedes, así como se le apareció en Roma a Nuestro Señor Jesucristo. ¡Apúrense huevones! Luego se rascan los piquetes de ladilla. Esas llagas de los costados y en la frente, por tanta chinga con el mecapal. Dejen que los piojos les chupen su tuberculosa sangre. ¿Quieren emborracharse, lacras de teporochos?, bébanse las babiches de ese pomo que parecen orines. Junten cien latas vacías de cerveza, que sean de aluminio, para que se las cambien por una llena. ¿Que está vieja tu ropa?, ponte esos pantalones que están más nuevos que los que llevas puestos y que ya enseñan la raya de tu vergüenza. ¡Tenemos una mina!; bronce, cobre, estaño, magnesio. ¡Compro fierro viejo!, bien pesado y mejor pagado. Fierro oxidado, acero, rebabas, acumuladores, placas de radiografías, no importa que sean de sidosos. En este terremoto nos cayeron cacahuates del cielo para que traguemos los jodidos: la basura. (Imita una campanilla.) ¡Talán, talán, talán… la basura!

Dejen de echar la güeva y tráiganme sus montones. (Los pepenadores vacían sus costales. Uno de ellos esconde un objeto.) ¿Qué te escondes? ¡Contéstame, cabrón! ¿Qué te encontraste? (Baja del tambo.) ¿No me digas que un billete? Dame eso. (El pepenador saca un enorme cuchillo y amaga. Es mudo, solo emite quejidos. Los pepenadores lo desarman y le quitan el objeto. El Rey lo muestra. Ríe como demente.) Mira nomás… ¡Es una mano de mujer! ¡Tiene las uñas pintadas y una sortija! Es de oro antiguo y las piedras son de brillantes. (En el tambo.) Óiganlo bien, ¡todos los muladares son míos!

 

 

 

MARTA Y REGINA. Las hermanas improvisan un manteado sostenido por cuatro varillas retorcidas pegadas a las ruinas. Adentro las pertenencias: las cajas de cartón, el Cristo de Chalma, el radio de onda corta.

 

 

MARTA: Eso. Esperanzadas a que nos regalen la comida. Con la psicosis de que a cada rato se mueva la tierra. Hoy se sintieron temblores leves. ¿Quién puede predecir que ya no habrá otro? Quizás venga uno de mayor intensidad que nos desaparezca a todos.

 

REGINA: ¿Dónde está la ayuda que nos mandaron? A río revuelto… Los vivos se hacen ricos de la noche a la mañana; acaparan los alimentos básicos, suben de precio. Para todo le echan la culpa al temblor: “Es que fíjese que por el terremoto…” ¡Chinguen a su madre!

 

MARTA: ¿Recuerdas cuando se agravó la deuda externa? Se descontaron sueldos a trabajadores; electricistas, empleados, magisterio. Se abrió una cuenta en el Banco. Me preguntarás, ¿qué pasó?, que ya estamos endrogados hasta no sé qué generación. Es que yo quiero creer, ser optimista, Regina. De veras.

 

REGINA: Aquí pueden suceder huracanes, explosiones, sismos. Siempre es la misma corrupción, ¿por qué?

 

MARTA: A esta colonia no le repartieron nada. ¿Dónde están las casas móviles que mandó Inglaterra? Mira nuestro manteado con cuatro varillas retorcidas.

 

Se escucha una manifestación en la calle.

 

CORO:

– Queremos reconstrucción! ¡No devaluación! (Bis.)

 

Regina tiene un acceso de cólera, escupe.

 

MARTA: ¿Qué te pasa?

 

REGINA: Escupo la bilis del coraje. Voy a unirme a los colonos. Se está perdiendo la costumbre de protestar. (Irónica.) ¡Quédate a cuidar la carpa! (Sale.)

 

 

El coro se aleja. Empieza a lloviznar. Marta descuelga ropa del tendedero. Prende el radio, hay estática al sintonizarlo. La lluvia arrecia. Ella lucha inútilmente por tapar los agujeros del techo improvisado por un plástico. La radio empieza a escucharse. De aquí en adelante, la casucha irá  cayendo como paraguas desvencijado, ante la desesperación de Marta. Escuchamos la voz de un locutor con tono sensacionalista.

 

 

LOCUTOR: “La Chica Musical Informaaaaaa…las noticias de la hora.” (Entrada musical.) Gran so-li-da-ri-dad del pueblo y del mundo a las víctimas del terremoto: la CTM, un día de salario por sus cuatro millones de agremiados. Fundación Jenkins, quinientos millones. Sociedad General de Escritores, cinco millones. La FIFA, porcentajes adelantados del próximo Mundial. Habitantes de Monterrey, cuarenta toneladas de alimentos. Aserraderos tarahumaras, setecientos féretros. Italia, cien mil vacunas antitetánicas. Inglaterra, treinta y tres ingenieros en telecomunicaciones. Canadá, cincuenta hospitales móviles con paramédicos. Francia, técnicos, equipos y perros especializados en rescate. Los Estados Unidos otorgarán un fuerte préstamo a través del Fondo Monetario Internacional, para reconstruir la capital…

 

 

Es el colmo para Marta. Desahuciada llora su impotencia. Cada frase en la radio es un aguijón de burla. Impensadamente avienta el radio al suelo. El aparato emite ruidos, luego escuchamos perfectamente al locutor.

 

 

LOCUTOR: …Y ahora La Chica Musical, rinde un modesto homenaje a un hombre del jet set de la ópera internacional: al tenor Plácido Domingo. Lumbrera que ha firmado contratos; los fondos serán a beneficio de sus hermanos de sangre atrapados en la desgracia. Escuchemos en su gran voz, una pieza i-nol-vi-da-ble… MARTA

 

Entra la grabación MARTA, de Simons Gilbert del Compact Disc “Inolvidables de la RCA.”

 

VOZ DE PLACIDO DOMINGO:

Marta, capullito de rosas,

Marta del jardín linda flor;

dime, ¿qué feliz mariposa

en tu nariz se posa

a libar con el Soool…?

Martaaa…

 

Marta de rodillas levanta el radio, lo apaga. Su llanto aumenta, la lluvia no cesa.

 

 

ESPECTROS. De la construcción derruida, ahora llena de humedad, salen los espectros; personajes mutilados, deformes, ensangrentados. En el otro extremo hay una superficie iluminada por donde transita eventualmente el socorrista que inspecciona.

 

ESPECTRO DE CARLOS: (Deforme.) Mi nombre fue Carlos Ábrego. Trabajé como recepcionista en un conocido hotel. Me encontraba en el mezzanine cuando vi el reloj, eran las 7:19. En diez minutos, haría cambio de turno, fue cuando sentí que el piso se cimbraba. Los movimientos fueron violentos, ondulatorios. El hotel se vino abajo; estrellaron vidrios, cayeron los muros. Sólo pensé en mi familia: Regina, Nora, Marta. (Gime.) ¡Una pesada vigueta me destrozó la cabeza!

 

Lamentos. Nora aparece en el  área del Socorrista.

 

SOCORRISTA: ¿Cómo entraste?

 

NORA: Me permitieron hablar con usted. Busco a mi padre.

 

SOCORRISTA: ¿No identificaste algún cadáver?

 

NORA: No.

 

SOCORRISTA: Estás segura que tu papá  se encontraba en este edificio?

 

NORA: Sí. Nunca faltaba a su trabajo, ni pedía permisos.

 

El espectro de Carlos balbucea, tras los escombros.

 

ESPECTRO DE CARLOS: ¡Noooora! ¡Noooora! ¡Noooooora!

 

Nora se pega al muro tratando de escuchar.

 

SOCORRISTA: ¿Qué te pasa?

 

NORA: Nada. No sé. Me pareció que escuché mi nombre. Son mis nervios.

 

Se oscurece el área. El espectro de Carlos se oculta en algún boquete. El siguiente espectro aparece con las manos esposadas. Este espectro denota un balazo en la camisa blanca que tiene una mancha de sangre a la altura del corazón.

 

ESPECTRO ESPOSADO: Yo era cabecilla de masas. Representaba a un gremio de vendedores ambulantes. Exigíamos que se construyeran mercados populares. Tomábamos las calles, la catedral, las autopistas para hacer nuestros plantones. El día del temblor unos “judas” me apañaron, me esposaron. Aprovecharon la ocasión para “desaparecerme”.

 

Aparece el Espectro del “Judas”, un tipo brutal, rengo.

 

ESPECTRO DEL JUDAS: ¡Cállate revoltoso! Eso, revoltoso como los placeros que representabas. Distorsionas todo en tu muerte. No te matamos. A ti y a mí nos llevó la chingada con el terremoto. Ese día te sacamos de tu casa en la madrugada. Se te acusaba de muchos delitos federales: interrumpir la vía pública, las carreteras, el orden. Yo mismo te metí un putazo y te cuidé en los separos. Allí quedamos aplastados por el sismo.

 

ESPECTRO ESPOSADO: ¡Mis güevos! Tu jefe, al que le llamabas “El Seven Up”, cuando te sacó del cuarto, me metió un plomazo en el corazón. (Muestra el pecho.)

 

ESPECTRO DEL JUDAS: ¡No difames, cabecilla…!

 

Trata de golpearlo, pero el cabecilla rompe con sus propias fuerzas las esposas.

 

ESPECTRO ESPOSADO: ¡Pendejo una y mil veces! ¡Judas, judío, judicial! Te iban a cargar el muerto. (Liberado, agita el puño izquierdo.) ¡Duro!, ¡duro!, ¡duro!

 

Los espectros se ocultan en los boquetes. Se ilumina otra  área. Marta y Nora están frente a la agiotista.

 

AGIOTISTA: (Especulando.) Ya te dije cuánto te presto por tu anillo.

 

MARTA: Señora, es una sortija fina. Es herencia de familia. Présteme más por ella. Ganará  intereses.

 

La mujer se coloca la sortija en la mano y la contempla entusiasmada.

 

NORA: No la empeñes, tía.

 

MARTA: No todos los días se cumplen quince años, Nora.

 

NORA: Con el conjunto del Gato, se amenizará bien la fiesta.

 

MARTA: Necesitas un grupo decente para que te toque el vals.

 

AGIOTISTA: Se ve chafa. Parece oro bajo.

 

MARTA: Es oro antiguo. Las piedras son brillantes.

 

AGIOTISTA: (Presionando.) Estoy desayunando. No tengo tiempo de calarla. Te presto lo que tengo. O llévala al Monte de Piedad, allá cobran intereses más bajos.

 

MARTA: Ya fui. Me prestan poco.

 

AGIOTISTA: (Voraz.) Véndemelo.

 

MARTA: No puedo. Es un regalo de mi abuela.

 

AGIOTISTA: Está bien. Te voy a prestar veinte más, sólo porque ya no me quiere salir del dedo. Toma.

 

Le da el dinero y la agiotista se mete de inmediato.

 

NORA: Vieja avara. Ojalá se le caiga la mano y se le pudra.

 

MARTA: No digas esas cosas, muchacha.

 

NORA: ¡Ay, tía! No lo hubieras empeñado.

 

MARTA: No le digas nada a tu madre. Para qué quieres…

 

Ahora vemos los espectros de dos costureras físicamente enteras con  los rostros calcáreos. Malena está sentada en su máquina de coser, y Esperanza traza y corta telas imaginarias.

 

ESPECTRO DE ESPERANZA: De niña gané un premio en la primaria por mi trabajo manual; bordé un mantel con punto de cruz y deshilado de seda. Me pinchaba las manos, usaba el dedal y las agujas se quebraban. Me casé, para variar, con un sastre. Tuve cuatro hijos, bueno tres, porque Rodolfito nació muerto. Estaba anémica. (Transición violenta.) ¡Estamos muertas! ¡Muertas, comadre! ¡Estamos hechas retazos humanos! ¡Puros hilachos!

 

ESPECTRO DE MALENA: ¡Cálmate! Pronto van a venir por nosotras. Hace falta aire. ¿Por qué no han puesto el ventilador? (Juega.) Quiero ser modista. Estudiar en una escuela de alto diseño y moda, luego ser la directora. Diseñar vestidos para las artistas; escotes atrevidos, estraples, faldas ceñidísimas. (Acaricia su cuerpo.) Que la tela se pegue al cuerpo. No quiero ser una maquiladora y acabar con mis espaldas y riñones. (Pausa.) ¿Por qué no me contestas? ¡No te mueras, Esperanza! ¡Todas se han ido muriendo! Pasan los días y se olvidan de nosotras. ¡Quedaremos estampadas en estos muros!

 

El socorrista extranjero golpea con un tubo el muro, esperando recibir respuesta. Malena trata de llamar la atención y prende los motores de las máquinas de coser. Aparece el Uniformado ante el Socorrista.

 

UNIFORMADO: Retire a su gente. En un momento más entrarán las topadoras.

 

SOCORRISTA: ¡No puede hacer eso! ¡Están atrapadas las costureras atrás del bloque! Calculo que faltan cinco metros.

 

UNIFORMADO: No me interesa que rescate carroña. (Sube al montículo.) ¡Que entren las aplanadoras!

 

El eco de lamentos se repite. Ahora se ilumina un pedazo de barda caída. Los espectros de las chavos banda emergen de los escombros. El Gato agita un bote aerosol y pinta sobre el tramo de barda en pie, la leyenda: “GATO’S LEY NO MORIRA” Hay un desdoblamiento de personaje; el Gato en vida que habla con Nora, y el Gato espectro. Mientras esto sucede, la banda elabora y fuma un cigarro de cannabis, que se comparten en el rito. El Gato viste mezclilla con estoperoles. Nora lleva útiles en los brazos.

 

GATO: ¿Entonces qué? ¿Vas a ir?

 

NORA: Ya te dije que no sé bailar rock, sólo cumbias.

 

GATO: Ecualízate, Nora. ¿Por qué te cae mal la banda?

 

NORA: Tú me caes bien Gato, pero los demás no. Huelen a petate quemado. Son tizos.

 

GATO: Andan en su onda; se alivianan… se elevan.

 

NORA: Todos están molestos con ustedes porque llenaron la unidad con pintas; la panadería, la prepa, el kínder, ¿qué es eso de “Gato’s ley no morirá”? No le encuentro sentido.

 

GATO: Cómo no. Es nuestra ley.

 

NORA: ¿Cuál ley?

 

GATO: La de la banda.

 

NORA: Ustedes no pueden hacer leyes, ¿qué les pasa?

 

GATO: Todos los variles hacen leyes a su antojo; la ley de hacer leyes, la ley del más fuerte, la ley agraria, la ley de Dios, la ley seca.

 

NORA: (Cariñosa.) Estás bien tocado, Gato. ¿Por qué te dicen gato? Si no tienes los ojos verdes.

 

GATO: (Evasivo.) Te voy a componer una balada tranquila para rock, Nora. (La acaricia.) Me haces sentir receptivo… me agitas.

 

Se besan. Nora se separa.

 

NORA: Si mi papá me ve contigo, me mata. ¿Por qué no dejas esa banda?

 

GATO: No puedo desafanarme de ésos banderas, Nora.

 

NORA: (Seria.) Ya sé por qué te dicen gato. Porque te brillan los ojos en la noche. Tú también eres tizo. (Sale corriendo.)

 

GATO: Te voy a componer una rola. Vas a ver, Nora.

 

En los escombros el espectro del Gato prueba una guitarra eléctrica, y el sonido: “Bueno sí, probando…1-2-3…” Canta el tema “Ey, hagamos una casa” O bien podría grabarse con la banda un video clip thriller para proyectarse en la barda. Las escenas deben corresponder a la ciudad caída entre los escombros.

 

ESPECTRO DEL GATO:

¡Ey, tú!, hagamos una casa

sin puertas

que las puertas son para cerrar.

Con sus bardas llenas de música

para bailar.

Y será grande nuestra casa:

será para las costureras,

los obreros, lavanderas,

globeros, y para el rock.

Será para los mimos,

payasos callejeros,

para Nora y para el amor.

Será para los niños

y para el mar.

Será una fuerte casa,

haremos sus ladrillos

de libertad.

El techo ser  más amplio que alto

y más amplio que alto será.

Lo más efectivo será el piso,

porque el piso será

de firme tierra.

¡Ey, tú!, hagamos ya la casa…

 

 

VII. DIA CALUROSO. Érika, René y Nora, vestidos en traje de baño, toman tendidos los rayos del sol.

 

ÉRIKA: (A Nora.) Nadas bonito.

 

RENÉ: ¿Dónde aprendiste?

 

NORA: En el polideportivo.

 

ÉRIKA: Yo sólo sé nadar crawll.

 

Hace pésimo la mímica de nadar en este estilo.

 

RENÉ: Por dejadota.

 

ÉRIKA: Mira quién lo dice.

 

RENÉ: Yo he buceado en el Caribe, niña.

 

Érika se aplica aceite en las piernas. Se oyen los frenos escandalosos de un auto, después el claxon.

 

RENÉ: (Irritado.) ¡Es ese tipo!

 

ÉRIKA: Oye, Pablo no es ningún tipo. Es mi amigo.

 

RENÉ: ¿A dónde vas?

 

ÉRIKA: A saludarlo. Celoso. (Sale.)

 

VOZ DE PABLO: ¡Hola, preciosa!

 

VOZ DE ÉRIKA: ¡Hola!

 

VOZ DE PABLO: Quiero hablar contigo. Súbete.

 

VOZ DE ÉRIKA: Estoy en traje de baño.

 

VOZ DE PABLO: ¿Qué tiene? Estamos en Cuernavaca.

 

El auto arranca quemando llantas. René queda herido y Nora aburrida.

 

RENÉ: ¿Dónde te agarró el temblor?

 

NORA: En mi casa.

 

RENÉ: ¿Qué hiciste?

 

NORA: ¿Qué pregunta! Me eché a reír.

 

RENÉ: Pudiste reír de miedo. ¿Dónde vivías?

 

NORA: En Tlatelolco.

 

RENÉ: ¡Qué lugar tan karmático!

 

Nora evidentemente molesta prende la grabadora.

 

RENÉ: (Despectivo.) ¿Te gusta Juan Gabriel?

 

NORA: Sí.

 

RENÉ: A mí no. (Apaga.) Es ídolo de los maricones. ¿Has oído a Rod Stewart?

 

NORA: No.

 

RENÉ: Te voy a regalar el video de su concierto.

 

NORA: No te molestes.

 

RENÉ: No es molestia. (René le toca la pierna.) Te estás descarapelando.

 

NORA: Qué novedad.

 

RENÉ: ¿Te pongo bronceador? (Le toca el pubis.)

 

NORA: ¡Déjame! (René, menospreciado, la besa a la fuerza.)

 

RENÉ: ¡Déjate, no seas tonta!

 

NORA: ¡Quítate! ¡Érika!

 

RENÉ: Esa puta se va a tardar. (René le rompe el bikini.) ¡No me muerdas!

 

Nora hace lo imposible por defenderse. Cuando René consigue su objetivo, entra de súbito Alicia. Nora busca su protección.

 

NORA: ¡Tía!

 

ALICIA: (Rechaza.) ¡Pulquera! Metiéndote con el novio de mi hija.

 

RENÉ: (Se pone la trusa.) Señora, yo…

 

ALICIA: No me des explicaciones, hijo.

 

NORA: ¡El abusó, tía!

 

ALICIA: ¡Chilanga y puta!

 

NORA: ¡No, tía! ¡Ayúdame!

 

Alicia saca un bilé de su bolso y embadurna la cara de Nora.

 

ALICIA: Saliste puta porque tu madre te dio el pecho hasta los cuatro años. Qué vergüenza que seas mi sobrina. Vieja caliente. Te robas los novios, los bilés, los vestidos. Te robas todo, burlesquera. Nos echaste a perder los brasieres, los hiciste grandes. Tapaste el excusado con tus asquerosas toallas. Le hiciste mucho daño a Erika. La echaste a perder. A Ramiro si que se le va a caer la casa. Nada más que se entere.

 

NORA: ¡No es cierto! ¡Ayúdeme!

 

 

VIII. LA LLORONA. El llanto de Nora se mezcla con el de la Llorona, que es el mismo personaje de la “María” que vimos en la primera escena. La Llorona se levanta de los escombros para lamentar su desgracia. Va vestida como la Llorona mexicana; huipil, rebozo. Lleva en las manos la ropita de sus hijos. De ninguna manera será la Llorona de la época del virreinato.

 

LLORONA: ¡Ay, mis hijos! ¡Ay, mis hijooosss! ¡Mis pobrecitos hijos! Mi ciudad se hunde, se ahoga en su propio lago. Se ahorca en sus raíces. Mi ciudad desaparecerá. Puedo ver, palpar, presagiar. De cinco soles está hecho el Universo. Cuatro han desaparecido por catástrofes: el sol del tigre pereció en las tinieblas. El sol del viento entre encantos, los hombres se volvieron monos. El sol de la lluvia pereció en tormentas de fuego. El sol del agua terminó con el diluvio. El quinto sol es el sol en que vivimos, y que está señalado, tallado en los relieves de piedra del calendario antiguo de este pueblo. ¡Ay, del quinto sol! El último sol. El final está cerca, la fecha cuatro ollin se aproxima. Se caerá el sol y mi pueblo morirá  en terremotos. Veo cal, humo de tierra. ¡Los dioses de piedra desencadenan su furia, piedra sobre piedra! ¡Ay, mis hijoooossss! Escrito está en el disco solar de los aztecas. Escrito está en el Apocalipsis de San Juan Profeta: “En aquella hora vendrán sismos que acabarán con la gran ciudad. Se sentirá un segundo, ¡ay! Y pronto vendrá  el tercer terremoto”. ¡Ay, mis hijooosss! No podemos borrar lo escrito o seremos borrados del libro de la vida. La tierra nos teme, por eso tiembla, por miedo a nuestras injusticias. La tierra quiere sacudirse sus miserias. ¡Arrepiéntanse, hijos de Israel! ¡Ya escucho las trompetas de los ángeles! ¡Que ya escucho los cascos de los caballos que galopan con sus jinetes! La tierra está enferma. El diablo se soltará cien años. La iglesia de Pedro se hundirá como se hundieron los teocalis. El cielo está rojo, las nubes rojas y aborregadas. ¡Ya escucho los estertores de la tierra! ¡Los llantos de mis hijos! ¡Ay, mi raza! ¡Ay, mis hijooosss…!

 

 

 

 

SISMO INTERNO. Regina fuera de sus cabales golpea a Nora con una cuerda. Marta trata de controlarla.

 

 

 

NORA: ¡No es verdad! ¡Debes creerme!

 

MARTA: ¡Regina, estás loca! Deja en paz a la niña.

 

REGINA: ¿No oíste lo que dijo Alicia?

 

MARTA: (Protege a Nora.) Alicia es una lagartona.

 

REGINA: ¡Marrana!

 

NORA: (Rebelde.) ¡No me golpees!

 

MARTA: ¡Basta ya! (La detiene.)

 

REGINA: ¿Qué sabes tú de hijas si eres una solterona? Alcahueta.

 

NORA: Me mandaste a esa casa contra mi voluntad. Me usaron a su antojo, a cambio de comida y unos vestidos. Viví reproches. Me ultrajaron.

 

Regina vuelve a golpear.

 

MARTA: ¡Ya déjala! ¿Cómo puedes creer tanta bajeza? ¡Te estás volviendo loca, loca!

 

REGINA: No te metas. Es mi hija y tengo derecho.

 

MARTA: No lo tienes de esa manera. Ya la agrediste suficiente.

 

Regina, llena de cólera se dirige a las varillas salientes, de dónde pende el crucifijo de Chalma.

 

REGINA: (Crucifijo en alto.) ¡Jura! Jura frente al Santo Cristo de Chalma que todo es una calumnia. Jura que conservas el himen.

 

NORA: (Aterrada.) ¡Mamá!

 

MARTA: ¡Loca!

 

REGINA: ¡Jura!

 

NORA: ¡No quiero jurar!

 

REGINA: ¡De rodillas! Repite conmigo. Juro por…

 

NORA: (Presionada.) Juro por…

 

REGINA: El Santo Señor de Chalma…

 

NORA: El Santo Señor de Chalma.

 

REGINA: Me está subiendo la presión.

 

MARTA: ¡Está temblando!

 

Las actitudes cambian: Nora se levanta y Regina se arrodilla.

 

MARTA: ¡Corre, Nora! ¡El edificio está resentido!

Nora permanece transida. Regina abre los brazos y ora con fanatismo.

 

REGINA: Señor, apuntala los muros del Universo. Sostenlo con la viga madre de tu bendita cruz.

 

Regina balbucea. El movimiento telúrico cesa momentáneamente. Marta toma de la mano a Nora.

 

MARTA: Vete de aquí, Nora. Vete a un lugar donde la vida tenga firmeza.

 

Nora adquiere una voz poderosa, segura, mientras se va rehaciendo entre el llanto.

 

NORA: No, tía. No existe un lugar con firmeza para mí. ¡Mentiras las ayudas! ¡Mentira todo! Pertenezco a los escombros. Soy una de tantas consecuencias sísmicas. Soy un espectro, un estorbo. Soy apenas un ladrillo en la pared. Aquí me quedaré. Después de que me han sepultado las palabras. Quiero ser libre. Me quedaré en esta ciudad enterrada entre ladrillos y varillas. ¡Qué difícil es reconstruirse a sí mismo! Más difícil es reconstruirme pedazo a pedazo, de este sismo interno que me sacude, que me asfixia. Aquí me quedaré en esta ciudad, hasta tener las suficientes fuerzas, para no seguir permitiendo que se me derrumbe el mundo.

 

REGINA: ¡Loca! ¡Estás loca!

 

Nora libera el llanto. En el oscuro sobreviene un terremoto de mayor escala. Entre los balbuceos y el pánico, escuchamos las alarmas y la bocina de una radio-patrulla:

 

RADIO-PATRULLA:

– ¡Control, está  temblando!

– ¡Control!

– ¡Recuerden los simulacros!

– ¡Control!

 

Inmediatamente entra la pieza de rock “¡Ey tú, hagamos una casa!”

 

 

 

FIN

Cuernavaca, Morelos.

 

 

 

 

 

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