Presentamos una muestra de Norman Paba Zarante (Cartagena, 1985). Finalizó estudios en Literatura. Magister en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia en la línea de Poesía. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés y al inglés. Colaborador habitual de la editorial Piedra de toque Poesía Ambulante. Participó, entre otras, en la antología de poesía colombo-peruana “EN TIERRAS DEL CÓNDOR” del Taller de Edición Rocca; Antología Múltiple III, Luna nueva (Diecinueve miradas a la poesía colombiana). Ganador en el año 2017 de la convocatoria de IDARTES Residencias Artísticas EN BLOQUE Ciudad de Bogotá, con el proyecto Habitar el Relámpago (Fundación Poética de Espacios No Convencionales en la Ciudad de Bogotá). Dirigió y dictó el taller de creación y apreciación en poesía Ruido Ciego para la Dirección de Museos y Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia. Su libro de poemas La Noche Incinerada se encuentra inédito.
La dieta
Come toda la luz que puedas antes del desayuno.
Si tienes ansiedad
cálmala con cerveza
y espera, pero sé precavido
el tiempo es un cazador ciego.
Al almuerzo
traga países como manzanas, continentes completos.
Y toma tu intemperie y viértele mares y ríos y duras calles.
Repite esta rutina como respirar,
siempre cuida tus espaldas,
nunca confíes completamente en nadie.
Al cabo de no pocos años
habrás ganado un alma de lluvia,
inundarás las calles, regarás las cosechas,
te rebasarás y escaparás de ti mismo.
Y tu casa será la soledad, allí aprenderás a amar.
Y te hallarás libre y completo
porque no ardiste lentamente hasta desaparecer
como todo lo que alguna vez ha vivido en este mundo.
Tu camino es otro:
Un beso prolongado. Una ruta salvaje entre las estrellas.
El acto más pequeño
En la plenitud está implícito el vértigo.
El pájaro en vuelo
lo sabe,
y lo sabe el martillo del revólver
en el momento justo.
Todo late, todo vibra,
todo muere y vuelve a comenzar.
Hasta el acto más pequeño
está colmado de fervor,
el mundo completo respira
y sus flores
borrachas de rocío
se entregan una a una
al poderoso incendio de la vida.
Donde yace mi cuerpo
Donde yace mi cuerpo ha nacido un árbol.
Mis nervios se han vestido de follaje,
mis brazos por ramas, mis pies de raíces.
La tierra siente el pulso de una savia original.
Lo que quiero es emborracharme de brisa
mientras la hojarasca crece salvaje a mi alrededor,
lo que quiero es celebrar con el sol y con la lluvia y las estrellas.
He soñado hombres que bailan para reordenar el mundo,
hombres cuyas palabras se cierran como destinos.
Fogatas de doble sexo se multiplican
hiriendo la calma acuosa de la noche.
Ahora hay puertas donde antes cabalgaba el viento del sur.
Latidos que anuncian el corazón de la guerra.
Lo que ellos necesitan es una fidelidad materializada en milagro
y cantan a mi alrededor,
hunden sus brazos en el deseo,
devoran mis flores, fuman mis hojas,
ignoran que mi fruto no es sagrado ni luminoso.
Los niños enfilan sus lanzas contra el dios del mar.
Las mujeres se masturban frente a las olas.
Los hombres, en la profunda oscuridad de la noche sin luna.
El dios que vive en mis manos
Me inclino,
el dios que vive en mis manos
también se inclina.
Todo lo que vive en él
se concentra conmigo en oración,
y por un instante,
ardemos envueltos en el mismo fervor,
por un leve instante
somos humo que asciende y se hace pájaro
pájaro que surca el espacio hecho luna
espejo de la noche incinerada.
Unidad
Para María C. Gracia
Lo primero fue mi ojo izquierdo
saltó de mi cara y rodó calle abajo
perdiéndose entre las luces de los autos.
Luego huyeron mis manos
llevando consigo mi corazón de ceniza,
separándolo en gramos para el consumo de mis amantes.
Hígado, nariz, pulmones, piernas,
también se sumaron a la fuga.
Pero llegaste tú
traías una maleta llena de ruidos
y me reintegraste con paciencia
en la terrible perfección de los sentidos.
Ahora el centro es una llama otra vez.
Mi sexo, un puñal enamorado.
Visiones del ángel
Vi la columna vertebral de la noche
floreciendo plena en el puerto,
dibujando estrellas para los navegantes perdidos.
Sé que en el norte
hay nuevas lenguas y nuevas formas de amar.
Y al sur
una suma colosal de colores
donde desembarcan
boxeadores derrotados y sacerdotes del sueño.
Es preciso haber amado y muerto en ambos lugares,
y haber consumido mi droga
una mañana de invierno entre los eucaliptos.
Es preciso entrar y salir constantemente del incendio
sin ansiedad o desesperación,
fundirse plenamente con la madera y la piedra.
Y vi un mundo de símbolos
perceptible solo para quienes resplandecen
en la calidad de lo que trafico.
Y vi a Mercurio,
una huella diminuta en el cielo,
mientras el valor de la moneda corriente colapsaba.
Es preciso que me pagues con tu última felicidad
quiero esparcirla como polen
regarla por mis jardines de humo.
Búscame entre los pájaros y el aire.
Ya puede haber comercio entre nosotros.
Teoría del vuelo
All things are one.
All things are joined
even beyond the edge of sight.
Mark Strand
A diez mil pies de altura todas las cosas están hermanadas.
Partículas de polvo igualan el tamaño de planetas
y en las calles
los árboles arden y los niños arden
como bestias heridas
que segregan una única visión
de montaña enloquecida bajo un filo múltiple.
Y yo, perpetuo proyectil cayendo sobre los aeropuertos,
exhalo pasión por las piras funerarias
por el olor de la hierba mordida por la humedad.
A diez mil pies de altura
todas las cosas vuelven a ser una.
Luz aplastada hasta la ceniza.
Elemental equilibrio de fuerzas desatadas.
A diez mil pies de altura me desintegro
el pago por mis poemas no llega
y los días de oro son viejas amantes muertas
bailando la dura canción de una nostalgia salvaje.
Arruinado nuevamente
recurro a la poesía
ingrata puta de mil caras
prefiere una cena de piedra bajo la luz de las farolas
prefiere habitaciones calientes y el suave relámpago
de narcóticos aplicados vía intravenosa,
no la reprocho.
A diez mil pies de altura
lanzo un beso al libro de Miłosz olvidado sobre mi escritorio
¿Qué clase de poesía es aquella que no salva
naciones o pueblos?
Suma
Ser un violento ángel de Caravaggio
visión narcótica de la Gracia.
Ser la pantalla borrosa de un cine pornográfico.
Ser el amante baleado a media noche
gacela herida en la tela del sueño.
Ser la calma anterior,
el jardín cercado por las llamas,
una ciudad aplastada por la artillería de dioses enemigos.
Ser Chet Baker, un diamante tallado y robado en Oklahoma,
delirio de trompetas volando entre lujosos hoteles
y la muerte.
Ser un monje salvaje en perpetuo éxtasis
adusta serenidad sobre el lomo curvado del relámpago.
Ser la fuga, la lluvia, un fuego de hojas secas.
Ser
el más hermoso cuchillo
clavado en el corazón del mundo.
Calma
Let’s do some living after we die
Keith Richards / Mick Jagger
Lanzarse a las vías de un tren que no existe
en una ciudad bombardeada y olvidada en el sueño.
Vivir en los libros, en la pantalla de un cine,
en minúsculas habitaciones donde solo palpita
tu respiración de puro fragor,
pulso de ruinas doradas
bajo el ojo salvaje del amanecer.
Bailar con cuchillos
mientras las ambulancias rugen y el mundo ruge
y la tranquila apariencia de las grietas
es la única música posible.
Derrochar todo dinero en cerveza y cocaína,
y una angustia tan bella
como para huir travestido en aerolitos de furiosa carne.
Jugar con las ilusiones perdidas hace tanto tiempo,
una tarde de agosto,
cuando atravesábamos la avenida Santander
en un viejo Mazda
y tú mirabas a través del parabrisas
a las gaviotas sobrevolando como diosas del destierro
la orilla del mar,
y yo pensaba que podíamos estar allí
en la carretera, para siempre, amándonos.