Presentamos como parte de la serie de poesía del sureste que prepara Alejandro Rejón Huchin una muestra del poeta David Anuar (Cancún, 1989). Licenciado en Literatura Latinoamericana (UADY). Estudiante de la Maestría en Historia (CIESAS-Peninsular). Becario del PECDA con el libro híbrido Cuaderno Cancún (2012) y con la novela Los escribanos de la selva (2015). Ganador del Concurso de Cuento Corto Juan de la Cabada (2011). Autor de las plaquettes de poesía Erogramas (2011, Catarsis Literaria El Drenaje) y Estrellas Errantes (2016, UAEM); y de los libros Cuatro Ensayos sobre Poesía Hispanoamericana (2014, Ayuntamiento de Mérida) y Bitácora del tiempo que transcurre (2009-2014) (2015, Ayuntamiento de Mérida).
Textuarme
(fragmentos)
Entre el canto y lo cantado
debe haber un exacto segundo de vacío
un hueco profundo como la garganta o el lenguaje
enternecida fiebre del no más allá
y del insuperable siempre aquí nomás
debe haber entre la piel y lo sentido
un hálito de nube, la raíz eléctrica de un tubérculo
o sencillamente una gota de agua cayendo…
…
La poesía no está en el poema
está en el borde:
palabra
en blanco
El tiempo, dijiste…
a Miguel Meza y Melisa
El tiempo, dijiste, con la mano extendida. Cuervos adustos te besaban los ojos y en un extremo del rayo la noche palpitaba desnuda. El tiempo, dijiste, de nuevo, con el cuerpo extendido, en picada. Y todas las luces de la ciudad te arroparon en la caída como un barco que se hunde en las aguas glaciares de los polos para reposar, más allá de los icebergs, en el lecho de un mar que sólo el mar conoce. Pero en el breve tiempo de la caída medusas de arena quebraban sus arpones, azarosos, contra el cuerpo blanco, desfigurado, ahora, en el santiamén del impacto, en la brutalidad de la ola más alta, de la ceniza más fría. El tiempo, recuerdo que dijiste, antes de aquella ventana…
Estrellas errantes
(fragmentos)
Errancia primera: tierra
“…tu estrella te ha extraviado.”
El evangelio según Judas
I
Me caigo a veces
diariamente
sobre cúmulos de mí mismo
encerrado en mi epidermis
entre flechas de luz
y marejadas de bramidos
uno se cae a gotas
y no sabe ya cómo levantarse
cómo volver a unir la sangre
que a cuajos se pierde en el camino
que a ratos se torna engrudo
vómito espeso
que desborda las manos
esa delgada línea que nos separa del infierno
y del colapso
uno se cae a gotas
zascandileando
bebiendo mortajas
probando féretros
ensayando una y otra vez
una muerte perfecta
limpia
como un vaso de leche
entonces Jardinero
nada hago sino seguirme cayendo
a diario
a todas horas como una gotera
y nunca encuentro el fondo
sino sólo este deleite de vivir colgado
de una rama
de una raíz
de
un
tajo
inútil inexistente acabado:
VI
Aun muerto
las dudas asesinan
No hay cadáver en este mundo
sólo el cansancio que se multiplica
y hace arder como una pira…
Uno duda entonces:
¿cuántas muertes muere uno?: