Presentamos, en versión de Fernando Salazar Torres, un poema de Émile Verhaeren (1855-1916), poeta belga fundamental para la vanguardia europea del siglo XX. Fue autor de más de una decena de libros, incursionando en la poesía, la novela, la dramaturgia y la crítica literaria.
El poema que ahora se presenta, Le port, del poeta belga Émile Verhaeren, forma parte de su poemario Les Villes tentaculaires (1895), que tiene por tema la modernización de la ciudad, cualquier ciudad, en general, aunque particularmente es manifiesto en Francia. Esta relación también puede registrarse desde su poemario anterior, Les Campagnes hallucinées (1893). La ciudad, en aquel momento, era modelo de la velocidad, lo nuevo, el progreso y la apertura de la vida del siglo XX próximo. Este poeta es prolífico, escribió poesía, narrativa y teatro y, me parece, fue fundamental para la vanguardia Futurista inaugurada poco más de 10 años posteriores a estos poemarios, que no han sido traducidos en su totalidad, aunque algunos han aparecido de manera esporádica en distintas antologías. Ahora el Taller Literario Ígitur se dispone a trasladar al español a este poeta poco explorado y fundamental para las poéticas del siglo XX. El verso latinizado de Verhaeren, la imagen poética de la ciudad y el viaje marino, actualizan la poesía escrita en francés de finales del siglo XIX.
Fernando Salazar Torres
El Puerto
¡Todo el mar va hacia la Ciudad!
Su Puerto es innombrable y de siniestra cruz,
Palos transversales bloquean sus grandes mástiles rectos.
Su Puerto, a través de nieblas, está lluvioso
Donde el sol es un ojo rojo y colosal lágrima.
Su Puerto está lleno de vapores negros que fuma
Y ruge, en la noche, sin ser visto.
Su Puerto es rebosante y de brazos musculosos
Perdido en un laberinto de amarres.
Su Puerto es aplastado por golpes y ruidos
Y martillos truenan sus golpes en el aire.
¡Todo el mar va hacia la Ciudad!
Las olas que viajan como los vientos,
Las olas de luz, olas vivas,
Para que la Ciudad, en llamas, absorba y respire
Y vuelva a traer al mundo en sus barcos.
Los orientan y el medio día se inclina hacia ella
Y los blancos Nórdicos y la locura universal
Y todos los números cuyo deseo proporciona la suma.
Todo lo que se inventa y todo lo que los hombres
Sacan de sus cerebros poderosos y volcánicos
Tienden hacia ella, sus riscos y luchas van hacia ella:
Es la Ciudad en el celo de las disputas humanas,
Es la Ciudad a la luz de las únicas riquezas,
Y los ingenuos marineros pintan su caduceo
En su piel roja y agrietada
A la hora en que la sombra llena las noches oceánicas.
¡Todo el mar va a la Ciudad!
¡Oh, Babilonia, finalmente se dio cuenta!
Y los pueblos derretidos y la común Ciudad;
Y las lenguas disueltas en una;
Y la Ciudad como una mano, los dedos abiertos.
Cerrándose en el Universo.
¡Dice, los muelles abarrotados hasta la cima!
Y la montaña, el desierto, los bosques
Y sus edades capturadas en redes;
Dice, sus bloques de deidad: mármoles y maderas
Que compramos
Y vendemos por peso.
Y después, dicen, los muertos, los muertos, los muertos
Que tomó para estas conquistas.
¡El maldito mar va a la Ciudad!
El repentino mar, ardiente y libre,
Que mantiene a la Tierra en equilibrio;
El mar dominado por la ley de multitudes,
El mar donde las corrientes trazan certezas;
El mar y sus colosales olas,
Como un múltiple y loco deseo,
Que de pie arroja piedras durante mil años
Y en condiciones iguales, retrocede y se borra.
El mar cuya cada cuchilla dibuja una ternura,
O navega una furia, el mar plano o salvaje,
El mar que inquieta, angustia y preocupa
La embriaguez de su imagen.
¡Todo el mar va hacia la Ciudad!
Su Puerto es extravagante y está atormentado por los fuegos
Que iluminan las altas palancas silenciosas.
Sus Puertos son indignas torres cuyas paredes suenan
A un subterráneo ruido de agua ronca y se infla sobre ellos.
Su Puerto está lleno de bloques tallados, donde las Gorgonias,
Lanzan negras redes de víboras mortales.
Sus Puertos son increíbles deidades esculpidas
En la parte posterior de los barcos cuyos polos de oro son exaltados.
Su Puerto está formado por tormentas domesticadas
En refugios de mármol, de latón y de basalto.
Le port
Toute te mer va vers la ville!
Son port est innombrable et sinistre de croix,
Verg-ues transversales barrant les grands mâts droit.”».
Son port est pluvieux de suie à travers brumes,
Où le soleil comme un oeil rouge et colossal larmoie.
Son port est ameuté de steamers noirs qui fument
Et mugissent, au fond du soir, sans qu’on les voie.
Son port est fourmillant et musculeux de bras
Perdus en un fouillis dédalien d’amarres.
Son porl est concassé de chocs et de fracas
Et de marteaux tonnant dans l’air leurs tintamarres.
Toute la mer va vers la ville I
Les flots qui voyag-ent comme les vents,
Les flots lég-ers, les flots vivants,
Pour que la ville en feu l’absorbe et le respire
Lui rapportent le monde en des navires.
Les orients et les midis tanguent vers elle
Et les Nords blancs et la folie universelle
Et tous nombres dont le désir prévoit la somme.
Et tout ce qui s’invente et tout ce que les hommes
Tirent de leurs cerveaux puissants et volcaniques
Tend vers elle, cing^le vers elle et vers ses luttes:
Elle est la ville en rut des humaines disputes,
Elle est la ville au clair des richesses uniques
Et les marins naïfs peignent son caducée
Sur leur peau rousse et crevassée,
A l’heure où l’ombre emplit les soirs océaniques
Toulc la mer va vers la ville!
O les Babels enfin réalisées!
Et les peuples fondus et la cité commune ;
Et les luiig”ues se dissolvant en une;
Et la ville comme une main, les doig-s ouverts.
Se refermant sur l’univers.
Dites, les docks bondés jusques au faîte !
Et la montag-ne, et le désert, et les forêts,
Et leurs siècles captés comme en des rets ;
Dites, leurs blocs d’éternité : marbres et bois,
Que l’on achète,
Et que l’on vend au poids.
Et puis, dites ! les morts, les morts, les morts
Qu’il a fallu pour ces conquêtes.
Foute la mer va vers la ville I
La mer soudaine, ardente et libre,
Qui tient la terre en équilibre
La mer que domine la loi des multitudes,
La mer où les courants tracent les certitudes ;
La mer et ses vag’ues coalisées,
Comme un désir multiple et fou,
Qui renversent des rocs depuis mille ans debout
Et retombent et s’eflFacent, égalisées
La mer dont chaque lame ébauche une tendresse
Ou voile une fureur, la mer plane ou sauvage,
La mer qui inquiète et angoisse et oppresse
De l’ivresse de son image.
Toute la mer va vers la ville!
Son port est flamboyant et tourmenté de feux
Qui éclairent de hauts leviers silencieux.
Son port est hérissé détours dont les murs sonnent
D’un bruit souterrain d’eau qui s’enfle et ronfle en elles.
Son port est lourd de blocs taillés, où des gorgones
Dardent les réseaux noirs des vipères mortelles.
Son port est fabuleux de déesses sculptées
A l’aTant des vaisseaux dont les mâts d’or s’exaltent.
Son port est solennel de tempêtes domptées
En des havres d’airain de marbre et de basalte.