Eduardo Lizalde: traductor de poesía

Como parte de la celebración por los 90 años de Eduardo Lizalde, hoy el máximo poeta de la lengua española, compartimos una parte de su trabajo como traductor, ejercicio menos recurrente en la totalidad de su obra pero igual de afortunado que sus propios versos. Las versiones son poemas de Pierre de Ronsard, William Shakespeare, William Blake y Rainer Maria Rilke.

 

 

 

 

Pierre de Ronsard

XLIII

 

(1)

 

Cuando seas ya muy vieja, de noche, ante una vela,

sentada junto al fuego, hilando y devanando,

dirás, maravillada y entonando mis versos:

“Ronsard me celebró cuando era yo muy bella.”

 

Cuando no tengas sierva, que al oír tales nuevas

suspensa su labor, y a medias dormitando,

se despertara oyendo de Ronsard el poema

bendiciendo tu nombre de alabanza inmortal,

 

yo estaré bajo tierra y, fantasma sin huesos,

sombreado por los mirtos, tomaré mi reposo.

Tú serás ante el fuego una vieja encorvada

 

recordando mi amor y tus furiosos desdenes.

Vive, si has de creerme, no esperes a mañana

y corta desde ahora las rosas de la vida.

 

 

 

XLIII

 

(2)

 

Cuando seas ya muy vieja, de noche, ante una flama,

Sentada frente al fuego, hilando y devanando,

Dirás maravillada y entonando mis versos:

Ronsard me celebró cuando era yo muy bella.

 

No tendrás sierva entonces que al oír tales nuevas,

Suspensa su labor y a medias dormitando,

Al escuchar mi nombre, de pronto despertara

Bendiciendo tu nombre de alabanza inmortal.

 

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos,

Sombreado por los mirtos, tomaré mi reposo.

Tú serás ante el fuego una encorvada vieja

 

Recordando mi amor y tus furiosos desdenes.

Vive, si has de creerme, no esperes a mañana

Y corta desde ahora las rosas de la vida.

 

 

 

XLIII

 

Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,

Assise auprès du feu, dévidant et filant,

Direz, chantant mes vers, en vous émerveillant :

Ronsard me célébrait du temps que j’étais belle.

 

Lors, vous n’aurez servante oyant telle nouvelle,

Déjà sous le labeur à demi sommeillant,

Qui au bruit de mon nom ne s’aille réveillant,

Bénissant votre nom de louange immortelle.

 

Je serai sous la terre et fantôme sans os :

Par les ombres myrteux je prendrai mon repos :

Vous serez au foyer une vieille accroupie,

 

Regrettant mon amour et votre fier dédain.

Vivez, si m’en croyez, n’attendez à demain :

Cueillez dès aujourd’hui les roses de la vie.

 

 

 

William Shakespeare

XIX

 

Tiempo devorador, mella del león las garras,

haz que la tierra coma sus propios dulces brotes,

arranca algunos dientes de las fauces del tigre

y al tan longevo Fénix quema en su misma sangre;

 

trae en tu vuelo tristes o faustas estaciones

y haz lo que te plazca, tiempo de los pies ligeros,

del extenso mundo y de sus flores que se apagan;

el más odioso crimen tan sólo te prohibo:

 

no marques con tus horas de mi amada la frente,

con tu viejo grafito no traces línea en ella;

déjala inmaculada quedar bajo tu curso,

 

modelo de belleza para futuros hombres.

Y aún, obra lo peor, que pese a tus injurias

ella será en mis versos eternamente joven.

 

 

 

XIX

 

Devouring Time, blunt thou the lion’s paws,

And make the earth devour her own sweet brood;

Pluck the keen teeth from the fierce tiger’s jaws,

And burn the long-liv’d Phoenix in her blood;

Make glad and sorry seasons as thou fleets,

And do whate’er thou wilt, swift-footed Time,

To the wide world and all her fading sweets;

But I forbid thee one more heinous crime:

O, carve not with the hours my love’s fair brow,

Nor draw no lines there with thine antique pen!

Him in thy course untainted do allow

For beauty’s pattern to succeeding men.

Yet do thy worst, old Time! Despite thy wrong

My love shall in my verse ever live young.

 

 

 

William Blake

El tigre

 

¡Tigre! ¡Tigre!, ardiente brillo

En las selvas de la noche,

¿Qué mano inmortal u ojo

Forjó tu pavorosa simetría?

 

¿En qué distantes simas, en qué cielos

El fuego de tus ojos se encendió?

¿Qué alas para su vuelo osó cobrar?

¿Cómo la mano osó ceñir tal fuego?

 

¿Con qué hombros y qué arte,

Trenzó las nervaduras de tu corazón?

¿Y cuando él mismo comenzó a latir,

Qué mano atroz y qué terrible pie?

 

¿Con cuál cadena y qué martillo?

¿En qué horno se fraguó tu cerebro?

¿Cuál fue el yunque, cuáles garras tremendas

Osaron sus mortales terrores apresar?

 

Al arrojar sus lanzas las estrellas

Y empapar con sus lágrimas el cielo,

¿Sonrió Él, al contemplar su obra?

¿Hizo al cordero el que te hizo a ti?

 

¡Tigre! ¡Tigre!, ardiente brillo

En las selvas de la noche

¿Qué mano inmortal u ojo,

Osó forjar tu pavorosa simetría?

 

 

 

The Tyger

 

Tyger! Tyger!, burning bright,

In the forests of the night;

What immortal hand or eye,

Could frame thy fearful symmetry?

 

In what distant deeps or skies.

Burnt the fire of thine eyes?

On what wings dare he aspire?

What the hand, dare seize the fire?

 

And what shoulder, & what art,

Could twist the sinews of thy heart?

And when thy heart began to beat,

What dread hand? & what dread feet?

 

What the hammer? what the chain,

In what furnace was thy brain?

What the anvil? what dread grasp,

Dare its deadly terrors clasp!

 

When the stars threw down their spears

And water’d heaven with their tears:

Did he smile his work to see?

Did he who made the Lamb make thee?

 

Tyger! Tyger! burning bright,

In the forests of the night:

What immortal hand or eye,

Dare frame thy fearful symmetry?

 

 

 

Rainer Maria Rilke

La pantera

 

En el Jardín de Plantas, París

 

De cruzar tantas rejas, su mirada

se halla exhausta, ninguna luz retiene.

Le parece que hubiera mil barrotes

y detrás de ellos, nada, ningún mundo.

 

El suave andar de sus potentes pasos

gira en círculos, todos y ninguno;

una danza de fuerza en torno a un centro

donde una enorme voluntad se aturde.

 

Sólo a veces, sin ruido, se alza el velo

de sus pupilas; entra alguna imagen

que fluye por sus miembros en silencio,

alcanza el corazón y, ahí, se apaga.

 

 

(A partir de una versión literal de Hilda Rivera. Se publicó sólo en Tabernarios y eróticos, 1989.)

 

 

 

Der Panther

 

Im Jardin des Plantes, Paris

 

Sein Blick ist vom Vorübergehn der Stäbe

so müd geworden, dass er nichts mehr hält.

Ihm ist, als ob es tausend Stäbe gäbe

und hinter tausend Stäben keine Welt.

 

Der weiche Gang geschmeidig starker Schritte,

der sich im allerkleinsten Kreise dreht,

ist wie ein Tanz von Kraft um eine Mitte,

in der betäubt ein großer Wille steht.

 

Nur manchmal schiebt der Vorhang der Pupille

sich lautlos auf -. Dann geht ein Bild hinein,

geht durch der Glieder angespannte Stille –

und hört im Herzen auf zu sein.

 

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