Poesía cubana: Frank Castell

Presentamos una muestra del poeta cubano Frank Castell (Las Tunas, 1976). Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Registro del Creador Literario. Tiene publicados los libros El suave ruido de las sombras (2000), Confesiones a la eternidad (2002), Corazón de Barco (2006), Final del Día (2012), Salmos oscuros (2013), Fragmentos de Isla (2015) y El solitario oficio de la resistencia (2018). Ha diversos premios y menciones en concursos nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador 2018; el XLVIII Premio Internacional de Poesía Pastora Marcela 2019. Ha ofrecido recitales y conversatorios en Universidades de El Salvador y Cuba, así como en la Casa de América de Madrid.

 

 

 

 

LA NACIÓN, EL BARRIO, LOS PERROS

 

El color de mi barrio ofrece a quien se acerca

una visión de puente.

Los niños persiguen pájaros que se dejan matar.

Se puede vivir si guardas silencio y cierras el corazón.

Los perros de la esquina odian a su dueño.

Los veo reposar ante las sobras y algo me dice ignóralos.

Frente a mi casa deshechos que heredé y ahora se quedan.

Suerte la de andar a ciegas

en calles diseñadas para vagabundos.

Ni Kafka,

ni todo el rencor me hacen querer más sangre que mi sangre,

más dolor que esta locura.

Mi soledad es crónica.

Mi nombre es un amargo espejo

cuya dureza no evita estos frutos del salitre.

Mi barrio es tranquilo, funciona como un país desierto.

 

  

 

MI AMIGO ABRE UN POZO Y ENCUENTRA UN PAÍS

 

A José Alberto

 

Es mejor cavar un pozo

que sonreír sobre los puentes íntimos.

La tierra se abre como una franja y yo descubro

el tiempo de ser mi propio tiempo.

Cavar, sentir la tierra,

el aire

o la consumación es la otra música.

Cavar un pozo me hace libre

y hasta sueño la continuidad

de mi esperanza.

cavar,

cavar,

solo me queda el rastro, la piel del fuego

en la humedad de los amaneceres.

Cavar y resistir,

cavar y ser el único,

cavar y ver el cielo

desde el dolor profundo.

 

 

 

EL MURO

 

A quienes no pudieron cruzarlo

 

Millones de cuerpos como paneles de hormigón.

El paso de las caravanas

impone un ritmo: seco, alucinante, donde no hay otra voz

que una marcha entre el polvo quemante de naciones.

El muro es palabra a ratos íntima.

Posee los recuerdos en sus grietas,

pero no soporta el tránsito de hormigas

que mueren como muere el mundo.

Veo su inmensidad mientras mi tv muestra el odio fluir,

el miedo fluir,

la burla fluir.

Todos llevamos un muro a cuestas,

es el precio de asumir las caravanas

(sangre más allá de la sangre)

Sabemos que todo tiene un límite,

pero su eternidad asusta.

 

He visto crecer el muro:

rostro contra rostro, alma entre el vacío,

siglos que se funden de forma irregular

para dejarnos una bestia-horizonte

que nos teme.

 

 

 

KAMIKAZE

 

Por Raúl Suñet

 

Las alas de la brevedad sostienen lo minúsculo.

Nacer para qué,

morir para qué

sentir para qué.

El poeta salta y el mundo se asombra.

Qué poco entiende el mundo

la velocidad de la muerte,

la velocidad del poeta,

la velocidad del todo

que lo sostiene.

 

 

 

TORRE DE CONTROL

 

Nos recuerdan que llegar es posible.

Nada más es preciso un poco de paciencia.

El calor es eterno.

La muerte es circular.

Nos lleva con los cánticos

a descubrir atardeceres,

simulaciones de quien respira el humo en paz.

En mis horas de terapia escribo.

El tiempo arde y me parece ver a los suicidas de ayer

en rostros de hoy.

La felicidad es posible, nos dicen, mientras la combustión avanza.

 

 

 

LAS DEPRESIONES 

 

Los motivos: resacas sin alcohol,

implosiones en el sistema,

cadenas que jamás terminan.

Las secuelas: dolor, regresos al vacío.

Aminorar la marcha, descomprimir, soltar los cuervos, quedarse.

Estoy marcado.

Me escudo en la verdad,

agrio poema entre los músculos.

Algo me entristece

y  produce llagas que signan mi paso.

Llevo meses sin respirar,

viajes a la infelicidad

como un transfigurado rostro.

Veo la prolongación del musgo en mi piel,

fecundo modo de caer

ante los ojos,

ante la vida incierta,

ante la palidez.

 

No dejaré más huella que mi nombre

entre los cuerpos de la resistencia y el desamor.

Solo quedarán cenizas de país,

frecuencias para el futuro

en ciudades que jamás soñé.

Hoy me duele el tiempo,

la soledad de escribir y atrincherarme en imágenes

que se funden hasta morir.

 

Solo me queda resistir,

marcar los pasos hasta el infinito,

olvidar,

volver al nacimiento,

al vapor de las alcantarillas.

 

 

 

JOSÉ MARTÍ ME ESCUCHA MIENTRAS LLUEVE

 

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.

José Martí

 

Difícil, José, arrojar el tiempo montaña abajo y luego

descender como si nada.

El mundo es la continuidad de una sorpresa: muere y resucita

y al final todos aplauden.

Tus sonoridades dolían.

Mis sonoridades molestan.

Difícil, José, guardar la imagen de un corazón que existe

solo en nuestra sombra.

Difícil, este minuto de café frente al mar,

solos como islas,

solos y minúsculos.

                               

Dos patrias, dos rumbos, dos silencios, José.

Hay que elegir entre el dolor y la obediencia,

entre las flores y el destierro.

Un hombre, una verdad, un canto, un muro.

Sentados ante al mar con la lluvia de frente y la tristeza.

Difícil, José, mirar el horizonte mientras llueve.

 

 

 

MUTIS PAÍS

 

Paso los días con la boca cerrada.

No soy más el ser al que mi madre alimentó entre palabras limpias.

Llevo la vida con la premura de un insecto.

Me escondo y salgo a descubrir lo que duele.

La boca cerrada no es una obligación, es una metáfora.

 

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