Poesía hondureña actual: Jorge Madrid

Presentamos un selección poética de Jorge Madrid (Comayagua, Honduras). Es poeta, ensayista, gestor cultural, investigador, voluntario social. Es licenciado en administración de empresas egresado de la UNAH, Diplomado en filosofía y política. Ha publicado poemas en la Antología de poesía “Legión Barahúnda” Movimiento literario Lienzo Breve.  

 

 

 

 

 

El asfalto es mi evangelio

 

lo profeso desde una noche quebrada
como vaso,
después de beber el olvido.
En un país de dunas,
resignadas a un paisaje sediento de memoria.

He interpretado el asedio de la cabina
del metro,
y afirmado mi fe a la parábola oculta
entre las vísceras;
a la fatiga acribillada en los huesos,
a la arena como un apócrifo compuesto
de relojes.
Al braille predicado desde una esquina.
A esa manía de los perros,
de olfatear en los escombros
un álbum armado de insomnios.
A la absolución de la piedra de Caín.
Al recado de los ojos
cuando arrecia todo lo inhumano.
A ese blues ensimismado
en las alas,
de un pájaro que no vuelve.

 

 

 

Dado 11 de marzo en el estado de Jalisco

 en las inmediaciones de la línea del tren.

 

Algo humano se desprende de las piedras cuando escuchan el suplicio de una caravana 

 

Nos han contado sobre la travesía,

de las mujeres al velar el insomnio de los trenes.

Sus cuerpos acomodados a la exactitud del asfalto.

Los niños al calcar mapas con las llagas de sus pies.

La indescifrable caligrafía de una fosa común.

El aire ultrajado por las moscas

hasta la memoria.

La manera de cómo se abraza

una cicatriz.

La ferocidad de una bandera,

sin esperanza,

Pero bailamos sobre la intermitencia

de los semáforos,

y no hay tiempo para saber

que la noche,

se preña con el beso de un revólver.

Que una parábola es también

un retrato adiestrado

por la lengua de los perros.

 

 

 

Tizoc

 

desde un llano remeda el aullido
de los coyotes,
como presagio de la llegada
de una serpiente colmada de hombres, 

desplazados de los pueblos de Lempira.
Tizoc asustado le habla a Xólotl
y escuchá su lengua desde un pájaro
oculto en un tamarindo.
La silueta del xoloitzcuintle es una obsidiana,
que oculta la nostalgia del maíz.
Cae la lluvia
y la noche es un fruto que se pudre,
colgado en los espejos.

 

 

 

El calendario del exilio

 

Es un pez resignado a la contemplación
de los anzuelos,
la diligencia de contar la correspondencia como astros asfixiados por la noche.
Un discurso forjado de pieles domesticadas por el insomnio.
El exiliado obedece a un instinto dromedario,
sin oasis a donde beber el hastío
de las calles.
Su equipaje es la mirada
de un tigre envejecido sobre la muerte.
Una corbata exactamente ajustada
al país que lo devora.
(La esperanza tiene el cuerpo de una oruga)
Los álbumes son un conjunto de aristas, colgados como una colmena
de la voz.
Su sed es una bandada de pájaros
varados en alguna frontera.
Lee con devoción la caligrafía
de los auditorios,
para no perecer en la desembocadura
de su lamento.
Engaña la memoria sobre la benevolencia
de un ajedrez.
Sabe que al final de la jornada
lo espera un silencio,
entrañable de habitación.

 

 

 

HAY SILENCIOS

 

que se atraviesan

como ortigas en la garganta.

Silencios que sepultan,

que confrontan los recuerdos,

que recogen de los pájaros

sus entrañas derramadas sobre los geranios.

Silencios que se alimentan de impiedad

y golpean con toda su fuerza,

los huesos.

 

 

 

Premonición al que mira al pueblo Huichol

No veas las dunas tiradas en el llano,
dormidas como los esqueletos de los ancestros.
Ni trates de encender el fuego para ahuyentar a los coyotes,
tercos como la desnudez de los dioses.
No te acerques a la sombra de los abismos,
al traje de forastero,
abandonado como piedra entre
los hombres.
No veas envejecer la luz sobre los altares,
ni pongas en el pecho los cuencos que hemos cargado.
(El sol es un crótalo dormido en la cima de Teotihuacán)
No esperes como el Xoloitzcuintle al que se despide obsidiana en mano.
Ni ames más allá de la víspera
del jaguar.
La sangre de tanto tropiezo determina el camino a seguir.
Un aire antiguo conmueve los taludes.
El silencio es un salmo ahora en ruinas.
Lo colosal de la lluvia,
y basta saber que el canto
del Cenzontle,
está intacto en sus ojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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