Poesía panhispánica No. 25: Euler Granda

En nuestro tiempo postutópico, el tiempo de la poesía panhispánica, continuamos la revisión de la pluralidad de pasados desde la que escribimos y leemos poesía. Presentamos al poeta ecuatoriano Euler Granda (1935-2018). Es autor de Rostro de los días (1961), Voz desbordada (1963), Etcétera, etcétera (1965), El lado flaco (1968), El cuerto y los sucesos (1970), La inutilmanía y otros nudos (1973), Un perro tocando la lira (1977), Anotaciones del acabóse (1988), Relincha el sol (1996), Atajos de otra piel (2013), entre otros libros. En 1987 obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jorge Luis Borges (Lima, Perú) con Anotaciones del acabóse. En 2005, La Casa de Cultura de Quito publicó su Antología personal. En 2007 mereció la Condecoración al Mérito Cultural de Primera Clase otorgada por el Ministerio de Educación y Cultura. En 2009, la Casa de la Cultura Ecuatoriana le entregó la Presea Benjamín Carrión. Euler Granda es uno de los referentes básicos de la poesía ecuatoriana. 

 

 

 

 

Una fecha y el mar

 

Una vez,

un pescador

se fue cortando al viento;

tiró la red,

la recogió vacía;

en tanto ensangrentado el sol

con todo el peso de su cuerpo

se arrimaba en la tarde.

De pronto,

el mar

comenzó a sacudirse

como animal mojado;

el pescador cayó

en brazos de las algas;

en la espina de un pez

se fue su corazón,

aguas abajo,

y en la porosa playa

ese día encontraron

un pedazo de sal

semejante a una lágrima.

 

 

 

 

Poema sin llanto

 

Hoy mataron a Juan el huasicama,

lo mataron a palo en día claro,

lo mataron por indio,

porque trabajaba como tres

y nunca sació el hambre,

porque junto a los bueyes

arrastraba el arado,

porque dormía en el suelo

y con su “mala suerte” cobijábase,

porque amaba a la tierra

como la aman los árboles;

lo mataron por bueno,

por animal de carga.

Se quedó

de los pies hasta el alma ensangrentado,

se quedó boca abajo

para que los trigales no le vieran

la cara destrozada,

quedó

como las hierbas

después que pasan los caballos

y nadie dice nada;

lo mataron sin que lo notara nadie,

sin que a nadie le importara nada. 

El viento persistió en su erranza

como siempre las aves revolaron,

siguió impasible el soledoso páramo.

No hubo más

el patrón lo mató

porque le dio la gana.

 

 

 

 

Soliloquio

 

Uñas contemporáneas,

uñas madrastras,

primas, vecinas o extranjeras,

uñas sin parentesco,

hambreadas uñas,

uñas en general atended un momento:

el mar y yo

éramos uña y carne,

pero suceden cosas

como si nada sucediese.

Orejas

sin orejas,

sin ojos

sin cabeza

—Paulina te detesto

porque me vienes

cuando voy a decir algo importante—,

orejas de la calle,

del club, de los chiqueros…

Hay en mi piel el ojo de una cerradura,

podéis mirar por él.

Muelas omnipotentes,

vulgares muelas,

colmillos sin problemas,

os invito a mirar,

porque ­—así como el arroz—

os gusta comer intimidades.

Al unísono todos acercaos,

acercaos más,

más,

más,

tremendamente más,

hasta que entre vosotros y yo

no quepa ni una uña;

oídme:

Yo maté al mar.

Porque todos los días

era un ojo de mar en las paredes,

era un brazo de mar siempre agarrándome,

El mar pescaba pescadores

en cada puerta el mar;

cara de gato el mar,

cara de hueco;

hecha de mar estaba

la suela en mis zapatos.

No me dejaba en paz,

no pude con el mar,

hasta que un día

—a punto de reventar—

bajé desaforado al mar

y en la boca del mar

al mar lo sumergí

hasta ahogarlo.

 

Os aseguro

yo vi boquear al mar

y sin embargo

en el cuarto de al lado

está bramando el mar.

 

Por eso,

sin pensarlo dos veces

abro de nuevo el mar,

busco,

rebusco,

escarbo en sus cajones;

me sumerjo en la sal,

viro las olas.

Necesito saber

dónde diablos estás,

asida a qué madrépora,

dónde la concha perla

y las Nereidas;

pero es inútil,

ayer tiraron bombas,

está quemado el mar,

y entre huesos de peces

y corales exangües,

siniestramente,

flota el agua muerta.

 

Ineludiblemente,

aburren las palabras,

llega un momento

que no cabe media palabra más.

 

Debo callarme ya,

darme la espalda,

cerrar los boquerones

porque donde se escurren las palabras;

quizá

mejor sería

tirarme un arponazo;

pero me anega el mar,

sobre mi sangre vuelan los albatros

y cuando estoy buceando en el silencio

agua salada me raspa la garganta.

El mar y yo,

aunque no quiera el mar,

el mar mi casa,

mi esqueleto,

la verde sobrecama que me falta;

el mar hecho corbata,

el mar bajo mi terno,

el mar puesto mi nombre,

yo soy el mar.

 

Pero otra vez

de nuevo el sin embargo;

no quedaría dónde poner un pie,

donde una concha,

si de pronto

no hubiera un sin embargo…

A bordo de Noviembre,

mientras descámanse las horas,

sin que averigüe nadie,

sin que interese a nadie,

tranquilamente digo:

no estoy triste,

tampoco estoy alegre,

no mas

estoy como un lagarto.

Y otra vez

sin embargo,

sin saber por qué lo hago:

tal vez porque tal vez,

tal vez

por convencerme que estoy vivo

me muerdo la cabeza y me remuerdo,

desato un tiburón contra mi cuello;

porque nunca tal vez,

tal vez

por dar explicaciones

por última y primera vez

escúchame:

me queda solamente un camalote,

no hay puesto para ti,

es mejor que te marches a otra parte:

aquí la muerte está con hambre.

A propósito de mar,

más valiera decir:

a propósito de nada.

Hoy diré la verdad

aunque me cueste sangre.

 

Mentira que fue amiga

La rosa de los vientos,

no es cierto que fui barco,

ni nenúfares hubo

cuando encalle esa tarde;

nunca jamás un muelle,

un ave,

un nada.

Es muy fácil decir

Tengo algas en el alma;

Otra es la realidad.

Quise cruzar el mar

a pie,

eso fue todo.

No conozco más mar

que el vaso de agua.

 

 

 

 

S.O.S.

 

Aquí Ecuador

lastimadura de la tierra,

hueso pelado

por el viento y por los perros.

Aquí sangre chupándose en la arena,

piedras cayéndonos.

Aquí

montañas con los vientres saqueados,

mar

con los peces ajenos.

Aquí

hambre,

indios pateados como bestias,

páramos bravos,

piel a la intemperie.

Aquí

ni nuestro propio suelo

es nuestro;

nada nos pertenece,

nuestra agua propia

nos venden en botellas,

el pan cuesta un ojo de la cara

ya hasta para morirse

hay que pagar impuestos.

A lo largo del aire,

a medio sueño,

en el interrumpido bocado

del almuerzo,

para que nos caigamos,

están cavando huecos.

Aquí,

pronto un fusil

para bajar los cuervos.

 

 

 

 

A viva fuerza

 

Vas a cantar,

canta me gritaron,

me pusieron de cara a la pared,

me enmancaron los ojos,

me entuertaron las manos,

me martillaron

y yo con la boca cerrada;

si no cantas te jodes,

si no cantas

te sacamos la madre

y yo con la boca cerrada;

si no cantas

no vivirás para contar el cuento,

si no cantas te mueres

y yo con la boca cerrada;

entonces me cayeron a patadas

en toda la cara del amor,

me dieron de leñazos en el hombre,

de los pulgares me colgaron en la noche

y me rompieron las costillas de la voz.

Mi viuda soledad quería lloriquear

y se atrancaba;

después me introdujeron

sacabocados,

llaves maestras, ganzúas

sacacorchos,

hasta que vomité

las manzanas podridas del recuerdo,

caminos por donde me arrastré.

camas donde dormí,

luciérnagas con las tripas afuera,

muñones de colibrí,

violines desollados como puercos,

nombres,

recetas médicas,

relojes desbocados;

ni más ni menos,

así me fueron sacando

palabra por palabra,

así me fueron sacando este poema

 

 

 

 

LA DROGA

 

La más inofensiva,

la más sana,

la que nunca produjo salpullido a nadie;

la que hasta ahora que yo sepa

a nadie le ha pasmado la alegría;

la pájara,

la pajarita

que nos hizo volar sin ser aviones;

la que a mansalva nos hizo sudar miel,

quedar absortos

hasta sacar en conclusión

que al mundo lo teníamos

cogido como a una lagartija por el rabo.

Ese licor,

o si usted lo prefiere

esa licora

que nos hizo espumear si ser cerveza,

que nos hizo calor en pleno frío.

La rica,

la pura gozadera

que no daba adicción

ni efecto de rebote

ni sueño dependencia

y así todo al respecto.

La bizca,

la bizcacha,

la tuerta,

la tuertacha

que nos hacía ver todo bonito y de colores.

Esa descabellada primavera,

ese frescor sin nombre,

ese aroma sin cara,

esa borracha borrachera

que nos exacerbaba el apetito

para que devoráramos las fechas y las calles.

Esa droga, ese placebo

que no era cocaína

ni peyote, ni crack, ni LSD, ni marihuana;

esa droga que en nada coincidía con un ave

Y sin embargo era más ave

que las aves.

Esa destartalada,

esa chúcara fruta

que nos hacía sufrir delirios de grandeza,

alucinaciones , vahídos

y sin embargo teníamos

más salud que los toros.

Esa recontramuerta,

esa enterrada viva droga de la juventud.

 

 

 

 

A la cola

 

Fiera venganza la del tiempo

Tango

 

Lisiados,

el cuerpo con zurcidos,

despigmentados,

corta la vista,

bailando el mal del Parkinson,

entontecidas las orejas,

esquilmados, espantados de estar vivos;

de pie

no obstante las palizas de la vida.

En fila india

aguardando un mendrugo

en las escalinatas del Instituto Ecuatoriano

de Seguridad Social,

como si alguna vez

les hubiesen brindado algún servicio

y la inseguridad no hubiese sido

el pan de cada día.

Desde la madrugada

a la cola.

Antes mulas humanas

ahora desechos;

como si haciendo cola fueran a salvarse;

como si alguien

les fuese a perdonar  haber nacido.

A la cola

sexo parapléjico,

hemorroides,

fémur cuello quebrado.

De qué sirvió el bien y el mal

y los masajes en el alma

y la risaterapia

y el resucitador;

de qué las restricciones

de las frituras y el tabaco.

De qué

sirvió escribir

si se hacen humo las palabras.

por los cristales percudidos

pasa un mal pensamiento,

cruzan pelos pintados,

cruza un político

tragándose una tripa de la patria,

pasa un baldado

gangueando el “dulce Jesús mío”.

Cae la tarde,

las barrigas repican,

no cesa la carcoma,

bosteza el basurero de los viejos.

Pasan los vivos

y los muertos pasan,

lo que nunca ha pasado pasa

y hasta ahora no pasa

la tortuga que espero.

 

 

 

 

Pajarracos

 

Mañana sarmentosa

cielo candela

vuelos abortados

jilgueritos procaces,

pichones carroñeros

pájaros come niños

pajarracos

hipócrita paloma de la paz

te haces la sordomuda.

Paloma del diluvio de  basura

pájaro olvidadizo

por quien me escarbo la memoria

hasta sacarme sangre.

Ave del paraíso del consumo

de plásticos y latas

y gente desechable.

Ruiseñor desganado

águila con polillas.

Lora chiflada de la poesía

que me llenaste la cabeza

con piojos tornasoles

picaflores sin pico,

inocente palomita

que crees en la DEMOCRACIA, el TLC, el “BIEN COMUN”, las ONGES

y el cielo de los curas pedófilos.

Pájaro marimacho de la muerte

que me haces repreguntas

y depositas tus huevos en mi puerta.

 

 

 

 

Los vagones

 

Husmean las paredes.

En dónde están los rostros

que antaño se topaban con el mío.

La gente pasa, pasa.

No sé a quién espero, no sé qué hago aquí.

Ahora que recuerdo yo vine a despedirme de tu piel

así “a lo bravo”.

Nada de “se me hizo tarde”, sin quejidos,

nada de quemar el tiempo.

Está preñada mi pereza

y sé que a abortar.

En este mismo instante me despido de tu piel.

Que jamás fue mi amiga,

de tu cintura me despido.

Nada de cálculo de posibilidades,

nada de juegos en la computadora

nada de esperando a Godot.

Creíste que éramos amor

pero never,

seco golpe de puño

que me partiste las narices

como cuando era niño,

de cuclillas estoy en el ocaso

sin estar estoy

tiznadamente frío.

Los vagones se van

yo aguardo al último del último,

tantos se han ido,

adiós tuya costilla

bella costilla que olía a perfumancias,

yo creí que era poeta

y fui un fiasco,

yo el analfabestia

que jamás aprendió a deletrear

los sobrenombres de la vida,

la voz del mudo

que aúlla en un hueco.

 

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