Poesía mexicana: Emi G. Canchola

Presentamos una muestra poética de Emi G. Canchola (Ciudad de México, 2000). Estudió Creación Literaria en el Centro Estatal de Bellas Artes (CEBA). Cursa la licenciatura en Antropología Social en la Universidad Autónoma de Yucatán. Obtuvo el premio estatal de poesía Tiempos de Escritura (2020), el Séptimo Premio Iberoamericano de Poesía Joven Alejandro Aura (2020) y el XVI Concurso Nacional de Expresión Literaria La Juventud y la Mar (2016).

Esta colaboración fue seleccionada en la Convocatoria 2020.

 

 

Fotografía del envés

a) Me esfuerzo por contener la lluvia
aprieto los dientes
y con mis ojos de rama seca
miro fijamente a la cámara. Mi niña,
dice la muerte, endereza la espalda.
Con el dedo más ciego de su mano
oprime el obturador:

 

 

 

 

 


mi tumba es esta fotografía

de truenos y nubarrones.

 

 

b) En esta casa no hay puerta
se entra por los ojos
no hay luz eléctrica ni muebles
hay silencio
y una niña de piernas cruzadas
que dice que el anverso no existe.

La fotografía no miente:
a pesar del blanco y negro
algo en esos muros de carne
huele a ramaje y humedad.

La niña dice de nuevo que no existe
el anverso. Yo, dice ella,
no habito la casa
yo
soy la casa.

 

  

Se ha roto un engranaje

Empaqué la noche en mi cuerpo
también el río y las luciérnagas y el naranjo
la sonrisa de abuelita Chana
me fui de viaje
porque papá no me mira a los ojos
y mamá no deja de llorarle a sus rosarios
porque el mundo huele a viejo y no hay personas
es decir, las hay
personas
personas que juegan todo el tiempo
a esconderse de mí
también porque abuelita Chana, postrada en su lecho
rogó que le prometiera mi felicidad

este viaje, digamos
tienen como fin
no tener fin

no tener fin

 

 

Había perdido un bosque

Las personas caminan por la calle
deshojadas
sueltan a su paso pequeños cadáveres de tronco

yo de pepenadora
recolecto muertos
y rehago el bosque.

 

 

Mi madre y yo somos la tumba en la que papá se arrojó

El abuelo
respaldado por los ancestros
le enseñó a papá que todo hombre
guarda su luz en una caja de metal

papá en el baño
se prueba la ropa de mamá
le dice al espejo
una y otra vez
no soy hombre

no soy hombre no soy hombre

al abrir la puerta de su cuerpo
se asoma un jardín de rosas
árboles que tocan las nubes
cielo atrapado que quiere salir

mi madre y yo somos la tumba
en la que papá se arrojó

pero los muertos nunca mueren
se mantienen intactos en la memoria
resucitan al tercer día
o nacen

papá volteó el revés de su piel
nació

con la boca llena de polen
y los pétalos debajo del vestido
desmontó la cerradura
abrió la caja de metal

una luz intensa devoró la casa
creció la vegetación en el pasillo
los árboles despedazaron el techo
un río se llevó nuestros muebles

mamá no soportó la luz
quedó ciega

muda y ciega se fue
no sin antes condenarlo
en el nombre del Señor
al fuego eterno

y papá se incendió

y yo nunca pude apagarlo.

 

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