Cuento mexicano actual: Éder Élber Fabián Pérez

Presentamos un cuento de Éder Élber Fabián Pérez. Nació en 1992, en la Ciudad de México. Es estudiante en la Universidad Autónoma Metropolitana en Iztapalapa, Forma parte del cuerpo editorial de Cardenal Revista Literaria. Ha publicado poesía en De-Liro, Tlacuache, Buenos Aires Poetry y en Revista Hispanoamericana de Literatura; ensayo en El Comité 1973, Círculo de Poesía y en Cardenal Revista Literaria; y cuento en Campos de Plumas y Vertedero Cultural.

 

 

La ciudad de Gao Yang

 

Combatieron en el sur del castillo.
Ahora sus cuerpos desamparados,
tras la muralla, son alimento para
los buitres.
Anónimo

 

Podrán juzgarme de mendaz, pero lo cierto es que mi crimen es menor al perpetrado por estos hombres. De ningún modo me atrevería a cometer parricidio, ni a ceñir mi carne con la mujer de mi hermano, tampoco a violar las normas impuestas por el monarca; empero mi castigo ha sido el mismo que el de estos proscriptos. Es verdad que mi ingenio me ha permitido prolongar mi existencia más de lo que se esperaba, pero también es cierto que mi ímpetu comienza a cesar. Mientras aquellos hombres se esforzaban de manera superflua por salir de aquel lugar, yo trataba de comprobar si las invenciones eran irrefutables. Cuanto supe de su construcción me fue revelado por el anciano Shing.

Según su versión (pues existen distintas leyendas) aquel sitio fue edificado por órdenes del monarca Gao Yang. Su propósito era impreciso: construir una ciudad que cambiara cada noche. Con ello el emperador pretendía ganarse el aprecio no sólo de su nación, sino el respeto de todas las tierras aledañas. Hay versiones, las cuales señalan que  la idea provino de un sueño en donde el monarca veía edificada una ciudad que mutaba cada atardecer. Otros han señalado que la idea emanó de una  leyenda antigua, en donde se menciona la edificación de una torre la cual llegaba hasta el reino divino.

Esta labor implicaba distintas imposibilidades que Yang no deseaba aceptar. Varios de sus consejeros le habían indicado que un proyecto de tal magnitud, no podría ser realizado por la mano del hombre. La respuesta del rey Yang fue ante todo demostrativa, envió por la guardia imperial y mando empalar a los ministros. Terminado el acto dispuso traer a los mejores constructores de la nación contándoles su designio. Estos al negarse en principio fueron estimulados por aquellas figuras, las cuales, con un gesto de dolor  demostraban que era un error contradecir las órdenes del monarca. Fue entonces cuando la construcción de la ciudad inició. Al paso de la edificación, los arquitectos se preguntaron si la cordura de Yang se había perdido por completo, si los muros podrían resistir los movimientos infinitos cada noche, o si la ciudad no terminaría por desplomarse en los habitantes. Poco le importaba esto al emperador, su objetivo era  ser conocido como el gran rey Gao Yang hacedor de la primera ciudad mudable del mundo.

Al cabo de treinta años y miles de esclavos muertos  (es curioso,  la ciudad desde sus inicios fue destinada al sufrimiento) el proyecto fue consumado. Era una vasta construcción de seiscientos kilómetros de largo con muros de veinte metros de altura (el número de muros es impreciso, oscilando entre los mil o dos mil quinientos). Por ambos lados los muros fueron cubiertos por jade y decorados con las figuras de dragones. En la única entrada se hallaba la efigie de Pangu con el torso desnudo y los brazos alargados hacia el cielo. Las primeras pruebas resultaron exitosas, cada pared se movía con la sincronía precisa y cada engrane cumplía con su labor. Pasada la noche, los arquitectos vieron como la estructura de la ciudad había cambiado por completo sin haber inconveniente alguno. Luego de un par de semanas más en la que la ciudad fue puesta a prueba de formas distintas, se autorizó la entrada a los habitantes. De este modo el objetivo de Yang veía cumplirse, con ello las generaciones posteriores lo recordarían como el único ser que ejecutó una labor inalcanzable para los mortales. Para evitar que sus enemigos robaran su designio, el emperador mandó ejecutar a dos de los tres expertos que habían participado desde el inicio en la construcción. El sobreviviente viviría dentro de su creación, pues al presentarse algún inconveniente, este sabría la forma de remediarlo. Sobre el mecanismo, el cual hace funcionar a la ciudad se sabe poco, de hecho además del arquitecto y sus antecesores el único que conoce como se mueven las piezas de este tablero soy yo.

El primer inconveniente se presentó cuando la ciudad cambio dos veces en un mismo día, una en la mañana y otra en la noche, esta variación comenzó por modificar el mecanismo de la construcción. Como era lógico se llamó al arquitecto, al cabo de unas horas determinó una falla en el tercer engranaje de la plataforma central. El arquitecto indicó que los pobladores debían abandonar el lugar por un tiempo indefinido, hasta poder  arreglar el desperfecto. El emperador se negó infiriendo que el daño podía ser solucionado sin tomar aquella medida. Desde ese momento los errores fueron multiplicándose, es cierto que las murallas las cuales rodean a la ciudad continúan girando sin problema alguno, pero adentro todo es desigual.

Cinco días después el pueblo empezó a creer que la ciudad cobraría venganza con la sangre de sus huéspedes. El mecanismo comenzó destruyendo los campos y los animales, dejando en último lugar a sus huéspedes. La noche en la que la máquina falló por completo murieron aplastados todos los habitantes. Se cuenta que el peor destino fue para su diseñador (quien al parecer había tenido una pesadilla donde entreveía la figura de un Jung devorando a los lugareños y destruyendo todo) pereciendo sin que nadie lo socorriera. Uno de los consejeros de Yang insistió en que el lugar fuera destruido, pero fiel a su espíritu el rey se opuso a tal exhortación, aprovechando esta catástrofe para convertir su divina creación en una mortal prisión.

He dicho que mi falta es menor y es que, quizás, tal estupro ni siquiera exista. Tal vez  he venido a este lugar para comprobar todo lo dicho por otros hombres, o bien mi designio era llegar hasta aquí y poder ser el único en salir, empero, ahora nada de esto tiene relevancia. Comprender el sistema de la ciudad fue complicado al inicio, pero una vez analizando cada movimiento fui descubriendo su lógica. Según se sabe cada parte en la tierra tiene su sincronía, y este lugar parece tener la suya sólo que nadie se había atrevido a llegar hasta este sitio para comprobarlo.

Es cierto que las posibilidades para salir son nulas, pero algunos hombres han trazado algunas rutas de escape. Por ejemplo han pensado destruir las murallas, sin embargo aquello resulta  imposible por la dureza que tiene cada muro. Otra posibilidad ha sido la de escalar los muros, llegando hasta el final y deslizarse sobre ellos, pero la gran altura de las murallas, aunado a lo lisa de la superficie, hacen imposible tal proeza. Fui testigo de cómo uno de los hombres fracaso en su hazaña, terminando por extinguir su agonía. “El miedo ha cegado a los hombres” es una sentencia que bien podría definir la actitud de los otros prisioneros, quienes han buscado en vano una salida sin lograr encontrarla. Otros han tratado de cavar y así poder salir de la prisión, pero en múltiples ocasiones han sido aplastados por los muros, empero estos esfuerzos me han socorrido para probar distintas teorías. Se ha dicho que tratar de salir de aquí, es análogo a los esfuerzos de un hombre por cercenar a  un bastón  por la mitad cada día, siendo que tal objeto es eterno.

Dentro de las historias que se cuentan sobre la ciudad, existe una la cual no he podido comprobar, en ella se señala que en un punto exacto se vislumbra a la corte del emperador y al mismo monarca observando como cada prisionero termina aprisionado por las murallas o en el mejor de los casos asesinado por alguno de sus compañeros. Con dicho espectáculo Yang regocija su espíritu disfrutando con en el sufrimiento de los condenados.

A pesar de todos esos intentos, mi hipótesis radica en que en algún punto todas las murallas regresaran a su forma inicial, dejándome un breve lapso para encontrar la salida gracias a un mapa que hallé debajo de varios huesos. Según mi pronóstico esto debería ocurrir en un par de segundos, meditando que la única dificultar que podría tener es  saber en que punto exacto de la prisión me encuentro y de allí poder encontrar la fin de este laberinto. He pasado toda la noche recorriendo varios puntos, los cuales puedan llevarme al fin de este encierro, pero en este esfuerzo he perdido la lucidez y la voluntad que necesitaré para escapar. Es curioso que en estos últimos días no haya entrado ningún prisionero que pudiera entorpecer mi labor. Según creo esto se debe a que el rey piensa que exista una posibilidad para salir victorioso de su ciudad, por lo cual ha dejado de poner obstáculos, como prueba de su misericordia.

He podido sobrevivir, después de varios días, gracias al agua que yace en los pozos y a los restos de carne, aun sin descomponer,  que he encontrado en mi camino (no pensé recurrir al canibalismo al inicio de mi empresa, pero ahora lo vital es mantenerme con vida para cumplir con el objetivo). Por fin después de tanto tiempo se ha comprobado mi sospecha, las murallas se han ordenado como en tiempos pasados, como los días de esplendor del viejo Shing, como cuando la ciudad brillaba y era la envidia de los demás emporios. La ciudad ha renacido y la belleza vuelve a retomar su lugar dentro de este cosmos.

Ha llegado entonces el momento para poder líbrame de este castigo mal correspondido, y narrar mi proeza a los demás. El punto en el que me encuentro, según deduzco, esta a algunos metros de la salida, es preciso llegar y así poder abrir la puerta. Sin embargo, las piernas comienzan por fallarme, mi esfuerzo por correr se hace cada vez más tardo y mi pecho comienza a sacudirse como el de un caballo furioso. Aquella la salida que antes me parecía próxima, en estos instantes me parece cada vez más distante. Dentro de todas las consideraciones necesarias que según había creído necesarias para escapar de aquí, he olvidado la más obvia. He resuelto emplear todas las fuerzas que me subsisten para poder llegar a la puerta principal y que mi cadáver quede allí como símbolo de la hazaña concebida de un héroe ulterior; es curioso ahora que lo medito, mi labor al igual que la de Gao Yang ha sido tratar de competir contra los designios divinos.

He contemplado, entre el delirio y la poca lucidez que me queda como la puerta se abre, frente a esto mi cuerpo ha terminado por derrumbarse, es cierto cada segundo que pasa las murallas volverán a su desorden habitual y con ello es posible que mi vida concluya, aún así continúo luchando por escapar de esta prisión arrastrándome hacia la puerta. Una luz acomete contra mi rostro cegándome (¿será aquella luz por la que tanto esperé?) no hay más, queda poco tiempo y aún no he podido finalizar mi gesta, mi ingenio que en otros días sirvió como medio para subsistir, hoy ha quedado degradado ante el agobio. La luz mengua y ante mi aparece una sombra, la cual ha venido a sacarme de este infierno, después de tantos días por fin encuentro la dicha que tanto había anhelado.

 

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