Ramón López Velarde y Eduardo Lizalde: Rigoletto

Presentamos, en el aniversario del nacimiento de Ramón López Velarde, un poema inconcluso de su autoría, así como el poema terminado, décadas después, por Eduardo Lizalde. Este ejercicio nos muestra el intenso y personal diálogo de dos de los más grandes poetas de la tradición poética mexicana y de nuestra lengua. El poema ya terminado apareció publicado en el suplemento cultural El Ángel del periódico Reforma el 14 de agosto de 2005.

 

 

 

Rigoletto

Con tus piernas de negro, tu cabeza de azul,
Tu falda de amarillo y tu tez ambarina
Eres para los ojos y el corazón divina.

Rigoletto se queja… tus dos medias negras,
de la falda…
como dos misereres del fondo del infierno.
¡Oh! secular milagro de la línea y
de la carne nupcial que a los hombres seduce;
líbranos de lo… y lo soez
desde hoy, consoladora rubia cuando se queje,
he de verte con tu sombrero azul
y con tus piernas de negro,
con… Av. Jalisco
las semidesnudas, novedosa y divina

 

Ramón López Velarde

 

 

Rigoletto

Con tus piernas de negro, tu cabeza de azul,
Tu falda de amarillo y tu tez ambarina
Eres para los ojos y el corazón divina.

Rigoletto se queja del monarca gandul,
Que ha infamado a su hija, el único prodigio
De su cuerpo deforme, y jura su venganza
—la frustrará al final el sacrificio
de Gilda que se inmola al amor sin esperanza.

En traje de varón, y apenas trasvestida
a las puertas del hosco testaferro
veo tus dos medias negras, de la falda salidas

como dos misereres del fondo del infierno.
¡Oh secular milagro de la carne nupcial y
de la línea que a los hombres seduce;
líbranos de lo soez y lo procaz
que a la honrada libido, el leal cortejo desluce!

Desde hoy, consoladora rubia dama
cuando el bufón se queje, y se consume el drama,
con tu sombrero azul y tus piernas oscuras,

—mucho más en mis crueles obediencias nocturnas—
he de verte gentil, doliente y colombina
como a esas tristes y semidesnudas bacantes
que en la Avenida Jalisco marchan desafiantes,
pero siempre gallarda, novedosa y divina.

 

Eduardo Lizalde

 

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