Leemos poesía nicaragüense en el dossier que prepara Víctor Ruiz. Ahora es el turno del poeta Missael Duarte Somoza. Candidato a doctor por la universidad Texas Tech University. Master of Fine Arts en Escritura Creativa por la Universidad de Texas en El Paso. Editor de la revista cultural centroamericana Carátula. Ha publicado los poemarios Líricos instantes y Lienzos de la otredad. Merecedor de una beca del Programa de Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica y Haití en México, convocada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Huilzilopochtli
Engendrado fui por las plumas que cayeron del cielo
mientras mi madre barría los templos de Tollan.
La deshonra de mi madre mis cuatrocientos hermanos quisieron ocultar
y mi muerte acordaron bajo una noche sin luna.
Cuando nací la serpiente de fuego Xuihcoatl
que entre mis manos serpenteaba, afilada hacha de muerte después,
con ella, firme y ágil, un movimiento preciso, mis manos de dios ejecutaron,
desmembrada Coyolxauhqui por la ladera de los cerros fue cayendo hasta el fin…
al cielo con mi diestra arrojé su cabeza ensangrentada.
Y la luna de todas las noches
que los humanos pueden ver de la sangre apareció.
La cabeza de Francisco Villa
1/ (Un historiador)
La cabeza de Villa se exhibió en 1929
en Estados Unidos en el circo Ringling Brothers.
2/ (Un hijo adoptivo de Villa)
Asegura que la cabeza
fue llevada a Estados Unidos
en un tanque doble de gasolina.
3/ (Un anticuario)
En 1967 afirmaría que la cabeza estaba en su poder.
4/ (Museo de Historia Natural de Nueva York)
El Museo de Historia Natural de Nueva York
—se dijo también— que la había adquirido
y la exhibía con un letrero que explicaba:
adquirida por sesenta mil dólares.
5/ (Friedrich Katz)
Dice que las sospechas recaen en el mercenario Emil Holmdahl
quien vendiera la cabeza a Frank Brophy
miembro de la sociedad secreta de la Universidad de Yale
llamada Skull and Bones Society
que posee una amplia colección de cráneos.
6/ (el chofer Ernesto Weisel)
Intentó negociar con Emil Holmdhl
pero éste le quería dar sólo 10 mil dólares
de los 50 mil que habían acordado
por lo que regresó con la cabeza
—ayudado por el cabo de apellido Figueroa—
y la enterraron en el camino de Parral a Jiménez
en el rancho El Cairo.
7/ (el diario La Jornada)
Asegura que en el año 2006
un comando armado irrumpió en un centro nocturno Sol y Sombra en Uruapan, Michoacán, y después de amagar a todas las personas
que se encontraban en el lugar
arrojó en la pista de baile cinco cabezas humanas
—entre ellas la de Francisco Villa—
con el siguiente mensaje:
“La familia no mata por paga. No mata mujeres,
no mata inocentes, sólo muere quien debe morir”.
Nocturno San Salvador
Indiferente es para mí por donde
empiece, pues allá retornaré de nuevo.
Parménides
Pero la ciudad vuelve y destaca la evidencia
de que todo es una cárcel, de que no hay salida.
Y yo vuelvo al poema
a la emoción
al silencio nocturno
que desvela otros planos de la realidad.
Vuelvo al tiempo
que era, que es, que será,
regreso a los signos olvidados,
al laberinto de palabras,
al silencio de la página inconclusa.
Vuelvo a esas calles
donde los ecos de la sangre gritan,
donde las lágrimas escapan
a la sucesión racional del tiempo,
vuelvo a ese tiempo
que vive, dice, entre edificios modernos,
centros comerciales,
zona rosa abigarrada de discotecas y bares,
la otra historia.
Vuelvo a esta tierra,
que ahora es el parque de Las Rosas,
visitado por miles de turistas,
que sintió
el calor de la sangre de Ellacuría,
Joaquín, Amando, Juan Ramón,
Ignacio Martín, Segundo Montes,
vuelvo al llorar interminable de Julia Ramos y su hija Celina.
Desde el vidrio del vehículo
las casas de la colonia Escalón
¿serán iguales a la de aquellos años
o las habrán remodelado para olvidar el pasado?
¿y el Sheraton? Me pregunto,
lo busco contra la velocidad del taxi
en este recorrido
con noche de lluvia y silencio.
Y ahora en este parque de Izalco
(que en 1932 fue patíbulo colectivo
de incontables indígenas
que por orden del general les dieron muerte)
nos reciben los indígenas
que la bienvenida con flores nos dan
pero me alejo del festejo
y camino sin rumbo alguno
entre el laberinto de aplausos, voces, cohetes.
Todo queda atrás,
como el tiempo de los aplausos…,
y llegué a un espacio del parque
donde era otro tiempo
que más que tiempo
era dolor, tristeza, miedo:
luto perpetuo sutil
aquello que sentí.
Volví a los aplausos y los versos
pero yo leía en mi mente
otros versos
Enredo circular:
todos hemos sido,
en el Gran Teatro del Inmundo,
jueces, verdugos, víctimas, testigos,
todos
hemos levantado falso testimonio
contra los otros
y contra nosotros mismos.
Y vuelvo al final
que es el principio:
TAZUMAL
pirámide más que de piedra de tiempo
tus estructuras sobre puestas son tiempo:
tiempo sobre tiempo
donde sentí que nada fluye
donde sentí que todo es.
Pero la ciudad vuelve y destaca la evidencia
de que todo es una cárcel, de que no hay salida…
La canción de dolor de Óscar Martínez
Vamos ahora vos y yo
bajo la tarde de domingo
a cruzar el río de las fronteras;
vamos después de recorrer miles de kilómetros
y bordear ciudades, militares y narcotraficantes.
En la orilla espera mamá
que mira con atención.
El río de la muerte
calma las corrientes de su violencia natural
y deja que crucemos por nuestros sueños.
Vamos ahora
que se viene un nuevo tiempo para la vida.
Habrá tiempo parar caminar y correr
pero no será como ese tiempo
de Papa John’s y trescientos cincuenta dólares al mes,
será el tiempo de caminar y correr
y también el columpio en el parque.
Vamos ahora a cruzar
con tus seiscientos treinta días de vida
el río de las fronteras.
En la orilla espera mamá
que mira con atención.
He visto el otro lado de la frontera
con mi imaginación ingenua,
he visto que los obispos dirán
que “todas las personas sin importar su país de origen
están hechas a la imagen de Dios”.
He visto que un presidente dirá
“¿y qué de nuestra culpa? ¿de qué país huyeron?
¿huyeron de E.E.U.U?
huyeron de El Salvador, huyeron de nuestro país”.
En la orilla espera mamá
que mira con atención.
He visto entre latas azules
dos cuerpos flotando unidos con el último abrazo de vida
que será el abrazo de la muerte regresando a casa.
Campesinas recogiendo turba
Quieta en sí misma el ave
sobre la inmensidad del día
Las mujeres inclinadas
confunden sus cuerpos con la turba
o de la turba parece
que sus cuerpos se forman
En la plenitud terrosa
son dos sombras de tiempo
que recogen
el humus ancestral de la existencia
Noche estrellada
A Salvador Elizondo
“Estoy soñando que escribo…
Las imágenes se suceden y giran
a mi alrededor
en un torbellino vertiginoso.
Me veo escribiendo en el cuaderno
como si estuviera encerrado
en un paréntesis dentro del sueño,
en el centro inmóvil de un vórtice
de figuras que me son a la vez
familiares y desconocidas.”
Me veo caminando por la calle Eugenia
voy sin rumbo alguno
edificios, rótulos, transeúntes,
la línea interminable de los autos,
y sueño dentro del sueño
que camino por las calles de Managua.
“Sobre la página del cuaderno
en el que escribo
el sueño proyecta difusas e imprecisas las imágenes.”
Y sueño con la Noche estrellada,
remolinos de azul y amarillo,
estrellas que se dilatan en la eternidad,
edificios como serpientes
que sueñan tragarse a las estrellas,
el cielo y la tierra:
comunión de colores y formas
que danzan en la plenitud de la noche,
expansión y movimiento
estrellas suspendidas
que giran eternamente
y la luna menguante:
pupila acuchillada por la desdicha humana.
“Estoy soñando que escribo…”
Morir soñando
Yo, Vincent Van Gogh,
cuyas manos pintaron ese cuadro—
de los cuervos
sobre el amarrillo de los trigales
viniendo del futuro
dispuestos a desolar todo
en la soledad del lienzo—
disfruté de la luz,
caminé y caminé,
no tuve la gracia de los dioses,
viví con una mujer sola y enferma
e intenté que fueran mis cuadros los que hablaran por mí.
Arriesgué mi vida y mi razón destruida
seguro del fin, y la fecha es arbitraria,
ejecuto el plan.
Vuelvo a mi pieza, vuelvo a mí,
a mi soledad, a mi fuerza desgastada,
a mi corazón herido, sangrante,
a mi pecho tibio, hinchado, vendado,
al certero final,
mientras fumo apaciblemente mi pipa,
y entre el humo confuso de la muerte
aparecen el pasado y el presente
la luz y la oscuridad
el mármol y la danza,
atributos del dios con dos rostros:
uno de carne y el otro de hueso
con ojos que todo lo ven
con ojos que nada ven
con labios de fuego
con labios de hielo:
dios de los dioses.
Aparece el dragón bicéfalo
o la serpiente bicéfala:
bajo sus párpados
duermen las sombras del sol.
Aparecen las nubes de fuego, los vientos de luz,
los mares de arena, los diluvios de relámpagos,
huracanes de garras:
tránsito de la tempestad para continuar
al azul y el negro
donde nada más se puede ver.
Y gravitan las masas de luz,
geometrías ancestrales de hielo y roca,
que deambulan por el espacio:
signos eternos de la vida.
Luego aparece la esfera formada de hierro,
silicio, magnesio y níquel,
con peso de cinco mil 972 trillones de tonelada
donde “si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra”
porque las piedras serán polvo
y el polvo con sangre:
tiestos de quienes la habitaron
antes del encuentro con el descarnado,
que tiene rostro de jaguar,
y adornado con collares de serpientes.
Ya pronto llegaran las garras de los cuervos
que arrancaran mis ojos
y me “abren la puerta secreta
hacia un misterioso y temerario más allá”
que pronto conoceré.
Ojos
Vengo de un reino extraño,
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Rafael Cadenas
Luz de la tarde, sombras geométricas en las paredes, que se deforman a figuras extrañas. Cuerpos profundos; con besos derretidos en la piel, huellas de saliva tibia, humedad oscura, compartida. El tiempo pasa, pedazos de noche, manchan, el cielo del desierto, con la rotación cotidiana del planeta. Él y ella olvidados de sí mismos, vueltos trenza de carne, que respira, que palpita, por la fuerza de la sangre que arde, dentro.
Ella; lo ve, desde el eje de su ser, luz líquida, aparece, en su mirada; libertad —dice— hay en tus ojos; él, mientras su mano, lenta, libera, su rostro iluminado, de las lianas colgantes, pedernales de fuego, veo en los tuyos, —le dice—; la noche borró sus cuerpos, mientras sus ojos se buscan, con el encuentro de la saliva de un beso.