Poesía boliviana: Daniel Ayoroa

Leemos poesía boliviana. Leemos algunos textos de Daniel J. Ayoroa Taborga (La Paz, 1976).  Estudió Derecho en la Universidad Católica Boliviana San Pablo. Cursó el Diplomado de Escritura Creativa en la Universidad Privada de Santa Cruz. Realizó cursos de escritura creativa en el “El Ateneo” de la ciudad de Barcelona y diferentes talleres de poesía y narrativa en Bolivia y España. Forma parte del taller de poesía Llamarada Verde. Su libro, De la Transformación en Pájaros, fue finalista del concurso Noveles escritores de la Cámara del Libro, de la ciudad de Santa Cruz, el año 2017.

 

 

 

 

De la transformación en pájaros

 

Apenas recuerdo los primeros síntomas
de nuestra transformación en pájaros
el devenir de antiguos deseos
el anhelo de complementarnos
en el espacio abierto.

Te refugiaste en mis brazos
y nuestro abrazo fue liberándonos.

En el contacto de mis manos con tu espalda
descubrí pequeños filamentos de plumas
que asomaban en los poros de tu piel.

En el encuentro de nuestras miradas
cambios de tonalidades en los iris
gamas de matices encendidos
como los ojos de los pájaros.

Nuestros brazos se transformaron en alas
y nuestra piel desapareció bajo plumas multicolores

No recuerdo las últimas palabras que dijimos
solo vocablos unísonos
antes de perder la voz.

Envueltos en brillo
reconocimos mutuamente
nuestras almas en vuelo.

Quien nos vio en ese instante del amanecer
apenas pudo ver dos aves planeando a contra viento.

 

 

 

 

En un punto del viaje, ante el inmenso mar, Ulises reflexiona:

 

Cómo eres nada, Ítaca
mientras eres promesa
cómo los días son nada
en la inmensidad del mar tiempo
y yo soy el héroe de nada
de algún oráculo antiguo, tal vez
apenas un astuto embustero
perdido en el mar del deseo
verdugo del idiota cíclope.

Sobre el espejo de agua
mi reflejo se unifica
en el antes y después
de la tormenta
ominosa y cotidiana
para concluir el día
en la lasitud del amor de Calipso
que no me reconforta
ni me renueva.

Cómo eres nada, Ítaca
mientras eres promesa.

 

 

 

 

Soledad de las fieras

 

Desde mi soledad el mundo es evanescente
como las sombras de los tigres detrás de los barrotes
como los rugidos roncos de los tigres por las noches
debajo del cielo infinito, a un lado del parque.

Desde mi soledad el mundo está carcomido
como las almas de los tigres carentes de fuego
como los ojos de los tigres en cautiverio
alimentados con vacas que comen más vacas.

Desde mi soledad el mundo se queja sibilante
como los tigres que se lamentan en las noches
tigres fantasmagóricos tras las rejas
cautivos en el zoológico de la ciudad.

Desde mi soledad el mundo es inefable
como los tristes tigres que no entienden nada
los tigres que no duermen de noche ni de día
prisioneros a pocos metros del océano.

A miles de kilómetros de sus propios sueños.

 

 

 

 

Cóndores

 

Entre la quietud de las montañas
cuelgan del viento gélido
y luego descansan sus cuerpos
enormes, dispersos sobre la nieve,
incólumes ante los aires agrestes.

Sus inmensas alas se extienden
los elevan, buscando la soledad
en su planear taciturno
de gigantes ascetas.

Bajo sus deformes sombras
se desliza la geografía de nevados
silentes, que un día despertarán
ígneos y jubilosos,
reclamando su territorio,
como si nunca hubiesen dormido.

Así transcurre la vida de los cóndores
detenida en el tiempo de las montañas,
en permanente y secreta espera
bajo los designios del silencio.

 

 

 

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