Poesía siria: Muhammad Ahmad Issa al-Maghout

Leemos poesía siria. Leemos a Muhammad Ahmad Issa al-Maghout (1934 – 2006). Se trata de uno de los autores más destacados de los géneros del poema en prosa y del poema en verso libre en el mundo árabe. Nació en la ciudad de Salamiyah, gobernación de Hama, y su pobreza hizo que abandonara la escuela a una edad temprana. Salamiyah, Damasco y Beirut fueron las localizaciones principales en la vida y en la creatividad de Al-Maghout. Trabajó en la prensa y fue uno de los fundadores del periódico Tishreen;  también fue editor jefe de la revista Al-Shurta. Además, destacó por desempeñar un papel importante en el desarrollo del teatro político en el mundo árabe. Murió en Damasco. Sus colecciones de poesía más importantes son: Tristeza a la luz de la luna (Poetry Magazine House, Beirut, 1959); Una habitación con millones de paredes (Poetry Magazine House.  Beirut, 1960); La alegría no es mi profesión (Publicaciones de la Unión de Escritores Árabes. Damasco, 1970). La traducción es de Amal Fares.

 

 

El miedo    

 

Mi madre,
la de las tetas coloridas como chozas africanas,
date prisa en ayudarme.
Ven y escóndeme en tu campestre bolsillo profundo
con agujas, hilos y botones.
La muerte está a mi alrededor;
el cielo está oscureciendo
y el viento silba.
Los perros negros
roen los libros ensangrentados de las bolsas de los transeúntes.
Temo en estos días oscuros
despertar una mañana
no poder encontrar un pájaro en el árbol
o una flor en una trenza
o un amigo en un café.
Ser atado una mañana
al fregadero o al poste del calentador.
Las balas me perforan
y el cañón de la pistola en mi boca.
Te ruego, mamá, que te des prisa
y que recoges en tu camino por los segadores y los campamentos de los beduinos
y les preguntes por un amuleto de cuero
o por alguna hierba que
me proteja de este miedo.
Entro al baño con mis documentos de identificación en la mano.
Salgo del café mirando a derecha e izquierda.
Incluso el pequeño capullo
gira a su izquierda y a su derecha antes de abrir.
Ay, madre…
Si Hitler hubiera seguido siendo pintor
y Marx hubiera muerto de asfixia infantil.
Si Luis XVI hubiera sido más viril y despiadado
y María Antonieta hubiera sido menos encantadora y orgullosa.
Si los castillos de la Bastilla estuvieran en lo alto de Qasioun
y París durmiera en las aceras de Damasco.
Si el Oriente fuera salvaje
y el viento fuera más fuerte e inteligente
cuando ardió Roma.
Ay, madre…
Si la libertad fuera nieve
yo hubiera dormido toda mi vida fuera del hogar.

 

 

Un sueño

 

Desde que creó puertas frías y cerradas
extiendo mi mano como un ciego
en busca de un muro
o de una mujer que me cobije.
Pero, ¿qué hace un ciervo ciego
en un manantial corriente?
Y el ruiseñor cautivo
con el horizonte que toca sus rejas.
En la era del átomo y las mentes electrónicas.
En el tiempo del perfume, el canto y las luces tenues.
Le estaba hablando del canto de los beduinos.
Y viajar al desierto
a lomos de un camello.
Y sus senos me escuchan
como escuchan los niños pequeños
una amena conversación alrededor de la chimenea.
Soñamos con el desierto.
Soñamos con el desierto
como un monje sueña con el sexo,
y el huérfano con el oboe.
Y yo le decía mientras enviaba
mis miradas al lejano horizonte.
Allí nos reclinamos en la arena azul
y dormimos en silencio hasta la mañana.
No, porque las palabras son pocas,
porque las mariposas cansadas
duermen en nuestros labios.
Mañana, mi amada, mañana
nos despertamos temprano
con navegantes y velas de mar
y nos elevamos con el viento como pájaros,
como la sangre cuando está enojada.
Y nos caemos al desierto
como la boca se ventila sobre la boca.
Y dormimos abrazados toda la noche
y nuestras manos en nuestras bolsas.
Y por la mañana dejamos de viajar
porque el desierto estaba en nuestros corazones.

 

 

 

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