El poeta y narrador salvadoreño Jorge Galán (1973) publicó recientemente, bajo el sello de Pre-textos, el poemario Ruido, del que presentamos un texto. Galán ha recibido distinciones como el Premio Casa de América de Poesía Americana, el III Premio Internacional Humanismo Solidario, el Premio Real Academia Española, el Primer Premio de Poesía” de los Premios del Tren 2009 “Antonio Machado” de Poesía. En su blog, el poeta y crítico español Antonio Rivero Taravillo ha escrito sobre este libro:
Jorge Galán (San Salvador, 1973) es, además de novelista, uno de los mejores poetas de su país, no en vano obtuvo el Premio Adonáis en 2006. Ahora acaba de publicar en Pre-Textos Ruido, poemario extenso dividido en seis partes. Predomina en el libro el poema dialogado, el narrativo (la suma de ambas cosas a veces), y también el desbordamiento whitmaniano en el texto que da título al volumen, con ese versículo expandido que comienza: “Oh américa, oh gran madrastra blanca”, que termina con una profecía de lo recientemente sucedido en el Río Bravo: “Oh américa sin vida como el cuerpo de un niño sobre un país de fango”.
También está presente la memoria, esa facultad que, acompañada de felicidad expresiva, más la imaginación y la capacidad metafórica, puede crear versos tan hermosos como estos de Jorge Galán:
Y lo que sucedió es que mi casa poseía dos puertas:
así que una mañana, en mitad del invierno,
salí por la puerta de atrás para llegar hasta la de adelante
sin saber que el camino entre ambas
era el resto del mundo.
***
El pedido
Dame sesenta mil muertos y te daré un país,
eso me dijo, y su enorme oscura
inevitable voz, también era una ciénaga.
Dame un crucifijo y lo bendeciré y los bendeciré
y todo les será perdonado, y cada uno de sus muertos
vendrá a mí como el rebaño de cabras
rodea al pastor cuya mano está repleta de sal,
y comerán lo que tengo para ofrecerles
porque la desesperación es más fuerte que la misericordia.
El alba será un trapo bajo las escaleras
semejante a una perra que agoniza, tan sucia
que ninguna de las aguas podrá separarla de su inmundicia
y solo prevalecerá la oscuridad y solo prevalecerán
los hijos de la oscuridad, por eso dame
lo que te pido y te devolveré algo genuino y más enorme,
dame la campana sin forma y te daré una novia,
su vestido blanco será tan largo como un camino
sobre la nieve flanqueado por hermosos pinos nuevos,
y entre diciembre y enero volverás al campo
a recoger lo que un día recogieron tus padres,
retornarás al estanque y al río, y chapotearás en el agua
donde la luz vendrá de miles de monedas al fondo.
Por eso dame los muertos y dame el rifle y la bala de oro,
dame el colmillo del tigre de monte y el ojo del ratón
y la furia de la serpiente, y te daré todo aquello
que sé que te hace falta día con día y a toda hora.
Eso fue lo que dijo y entonces calló
y el silencio fue el mundo, me abandonó la luz, también la vida,
y aquel hombre, cuya espalda era la oscuridad,
se alejó para dejarnos nuevamente solos.
Hubiera querido decirle: Tómalo todo y sálvanos.
Pero no me atreví, me quedé atrás, inmóvil
bajo la lluvia otra vez dulce, observando en los charcos repentinos
mi propio extraño rostro, mentón firme y ojos cerrados,
más cerrados que nunca.