La ofrenda del cerezo, poema en video de Iván Carvajal

Iván Carvajal

Poeta de reconocida trayectoria, Iván Carvajal (San Gabriel, Carchi, 1948) lee las estancias del poema “La ofrenda del cerezo”.  Ha publicado entre otros: Parajes (1984), Inventando a Lennon (1997) o Tentativa y zozobra (2001). El video es cortesía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”.

 

 

La ofrenda del cerezo

 

I

Simulacro de la escarcha

en el día soleado,

mapa de un cielo de estrellas

albas y enanas, o un firmamento

que apenas se sostiene

de las cuerdas mecidas

por un rumor de niños que se alejan.

Las flores del cerezo

copan el cuadro de la ventana.

 

 

 

 

II

Esta ventana se abre al jardín.

Detrás de sus cristales,

la luz y el cerezo.

En este instante

la ventana existe

para que la luz

 

Ilumine el despliegue

de las flores blancas,

su suave balanceo.

 

 

 

 

III

El mundo podría seguir rotando sobre su eje

aun si no estuviese este cerezo en marzo

sobre la acera de una calle en Washington.

Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra

de su color, de su perfume o de su peso.

Ninguna necesidad de él tienen los imperios.

Seguirían su curso los negocios.

El asesino no detendría el disparo

ni la víctima se volvería a mirarlo

antes de caer. Que aquí florezca

se debe a la intriga diplomática:

Un obsequio del imperio japonés

a Norteamérica.

 

 

 

 

IV 

Ninguna necesidad tiene el cerezo

que venga de tan lejos y me detenga

a contemplarlo en su milagro.

Nada es necesario para el árbol

salvo la luz, la noche, el agua,

los fermentos, la brisa del Potomac

y el vuelo de las moscas.

La rotación incesante de la Tierra.

 

 

 

 

Para ser, el árbol no necesita que

me detenga a contemplarlo.

No mora el cerezo real en mi palabra.

Mi palabra es tarda, solo evoca

un cerezo que florecía en Washington

y aquel otro en el jardín de Arga

junto al Mediterráneo. Existen

una avenida que va al Potomac

y una ventana que da al jardín

para guardarlos, y en mi memoria

avenidas de diáfanos cristales

por donde llego al árbol que contemplo.

 

 

 

 

VI 

El poema es movimiento interno.

Memoria, imagen. Luego vacío.

Imaginación y palabra inventan otro cerezo,

la sombra del cerezo contemplado

en otro lugar una mañana.

¿La sombra?…¡La luz! La luz

espléndida en la flor del cerezo.

 

 

 

 

VII

 Contemplo al cerezo en su milagro.

Florece. Y aunque me embriaga su aroma,

no estaré aquí para probar sus frutos.

Mi vida depende del cerezo apenas

mientras dure este instante. Un blanco manto

que cae y se mece, un fresco olor,

mi júbilo. Me iré en unos minutos.

Mi vida no depende del cerezo.

Y sin embargo irá el fantasma

del árbol conmigo para siempre.

 

 

 

 

VIII

El universo continuaría en expansión

sin el cerezo. Seguirían la historia

y las catástrofes. El ascensor descendería

con su carga y en el puente

esa pareja de amantes se abrazaría igual.

Y sin embargo el esplendor del día

se hundiría en mi mente

sin el cerezo en flor.

Sin el fantasma de ese cerezo en flor.

 

 

 

 

IX

Siembro un cerezo en Chigchirián.

Tal vez un día alguno de estos petirrojos

parezca un sol del tamaño de un puño,

la mancha de un corazón sobre el manto

blanco del cerezo. Tal vez estaré

sentado en una silla del jardín

esperando el milagro. Otro cerezo

distinto de aquellos que contemplé

plantados en una avenida que va al Potomac

y en un jardín que da al Mediterráneo.

Otro cerezo: Hoy mi mano abre

su nido en el suelo. Y espero la lluvia

con unción.

 

 

 

 

X

¡Una ventana para este cerezo

y una avenida para llegar a él!

Tampoco se detendría la vida

si no plantase hoy este cerezo,

si un día no llegase a florecer.

Mi política en este pequeño reino

-el huerto de Chigchirián-

apenas consiste en abrir un hoyo

para sembrar el árbol.

Mi diplomacia: la paciente espera.

Que la Tierra gire y con ella el Sol

en torno a su tallo. Que las ramas

sean sacudidas por la lluvia y el viento.

Que florezca y revoloteen las moscas

polinizándolo. Por lo demás,

la historia y las catástrofes

seguirían su curso sin el poeta,

sin el jardín, sin el cerezo.

 

 

Datos vitales

Iván Carvajal nació en San Gabriel, Charchi, en 1948. Estudió Filosofía. Ha publicado los poemarios: Poemas de un mal tiempo para la lírica (1980), Del avatar (1981), Los amantes de Sumpa (1983), Parajes (1984, Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit 1983), En los labios / la celada (1996), Inventando a Lennon (2000), La casa del furor (2004) y la antología Tentativa y zozobra (2001). Recientemente publicó en coautoría con Raúl Pacheco Antología de Poesía en la editorial Alfaguara de Ecuador. Fundó y dirigió la revista de ensayo y poesía País Secreto.

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