Volvemos a los poemas de Julio Cortázar (1914-1984). Lo hacemos desde la mirada crítica del poeta y crítico español Andrés García Cerdán, que ha publicado recientemente, bajo el sello de Visor, el volumen de ensayos El árbol del lenguaje. Sobre la poesía de Julio Cortázar. Andrés García Cerdán (Fuenteálamo –Albacete-, 1972) es Doctor en Literatura por la Universidad de Murcia y profesor en la UCLM. Ha publicado, entre otros, los poemarios Barbarie (Adonais, 2015), Puntos de no retorno (Reino de Cordelia, 2017) y Defensa de las excepciones (Visor, 2018). Como teórico de la literatura, es autor del antiensayo La muerte del lenguaje. Para una poética de lo desconocido (Libros del aire, 2018). Igualmente ha seleccionado las muestras de poesía contemporánea El llano en llamas (2012) y El Peligro y el Sueño (2016). Es colaborador habitual de Quimera, Jot Down, Turia, ABC Artes y Letras o Epicuro. Gestiona el blog Boogie Woogie. Con el proyecto de poesía eléctrica The Rimbaud Company ha editado el disco Tyson (2020).
Cuando se cumplen 50 años de la publicación de Pameos y meopas, la poesía de Julio Cortázar -todo en él era poesía- no ha hecho sino crecer en la consideración de lectores y críticos. Visionario, social, apocalíptico, intrépido, desgajado, ebrio, desarraigado, cáustico, antiburgués, amargo, elegíaco, tierno, expresionista, el Cortázar de Pameos y meopas es el germen de quien escribirá Le ragioni della collera y Salvo el crepúsculo.
Adelantado a su tiempo, bebedor de todos los espíritus y todas las posibilidades, el poeta argentino exhibió su conciencia de la crisis que afecta al lenguaje y del peligro que significan la domesticación de la literatura, la aceptación de un mundo sustancialmente injusto o el abandono de los grandes ideales de la revolución.
En su poesía encontramos un manifiesto vital, escrito a contracorriente, fuera de tiempos y de modas, al hilo de todas las mareas estéticas y personales, en que se renueva la idea del creador como ser órfico, como liberador del lenguaje y del espíritu. Por eso, la fragmentación, la dispersión, el juego, la ruptura, la polifonía o el profundo compromiso con la realidad se convierten en los grandes ejes sobre los que se articula una obra poética siempre en expansión.
Desde una estética proteica, contra la Gran Costumbre, en reivindicación del pensamiento cronopio, la poesía se ofrece como lucha ante “la realidad odiosa” y como “historia de una sangre”. Un afán insatisfecho lo acompaña siempre y el suyo es, por tanto, un designio poético de sustancias confusas, impulsivo y nunca relegado a una clasificación.
Por lo demás, la poesía cortazariana lleva inscrita genéticamente la necesidad de ser más, de ir más allá de cualquier poética impuesta. Las palabras son pájaros que libremente acuden a los alambres de la página, al árbol de la vida. La escritura no se elige: se escucha, se asume distraída, adánicamente. Esta distracción permite al poeta participar de profundis en la realidad en un proceso incesante de entusiasmo y consumación.
Su visceral rebelión comienza por la rebelión frente a las limitaciones del lenguaje heredado, la esterilidad de nuestra conducta lingüística y la afasia semántica en que las “perras palabras” están ancladas. La palabra que cuenta para Cortázar, que se siente antipoeta como Nicanor Parra o Vicente Huidobro, es aquella “habitada por el fuego interno”.
Es este el momento de defender el lugar frontal que Cortázar merece en la poesía hispánica, a la que aporta una frescura, un compromiso con la palabra y una voluntad de intervención en la realidad desconocidos.
Andrés García Cerdán
Para esta selección tomamos como referencia el volumen Poesía y poética. Obras completas IV (Opera mundi. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona. 2005) que recoge la práctica totalidad de la poesía de Julio Cortázar
Poema 1968
En un jardín de Nueva Delhi
las flores y las hojas ordenan el espacio
en un liviano acuario de colmenas
donde tiembla el color.
Vienen las siete hermanas a comer las migajas
entre ardillas sedosas y franjas de perfumes,
aquí donde vivir tiene algo de armisticio o interregno,
un arte de palabras para llegar a la extinción de la palabra
y saber que no hay arte sino sueño.
Me inclino para echar otra migaja a los gorriones
(hablábamos del tiempo, de presagios y espejos)
y viene ya el café, la pipa de la sobremesa.
Perfecto es el instante en esta sombra verde
y todo, en lo más hondo, huele a muerte.
Pienso en Régis Debray.
(Poemas dispersos, 2005: 508)
Encargo
No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
(Salvo el crepúsculo, 2005: 203)
Para leer en forma interrogativa
Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
(Salvo el crepúsculo, 2005: 130-131)
Le Dôme
Montparnasse
A la sospecha de imperfección universal contribuye
este torpe recuerdo que me legas, una cara entre espejos y platillos sucios.
A la certidumbre de que el sol está envenenado,
de que en cada grano de trigo se agita el arma de la ruina
aboga la torpeza de nuestra última hora
que debió transcurrir en claro, en un silencio
donde lo que quedaba por decir se dijera sin menguas.
Pero no fue así, y nos separamos
verdaderamente como lo merecíamos, en un café mugriento,
rodeados de larvas y colillas,
mezclando pobres besos con la resaca de la noche.
(Salvo el crepúsculo, 2005: 202)
Las leonas de Delos
(fragmento III de “GRÈCE, GRECIA, GREECE 59”)
No sé qué es la belleza; esto es hermoso,
la lenta mordedura de la rosa en el tiempo. Sol de Delos
con ceñidor de kinesiólogo: a tirarse gritando en lo desnudo, a abrir
cada ventana sobre la carne libre, entre las leonas,
su exasperante guardia de arpías agoreras
y al pie el puerto romano, los baños polvorientos y las ranas
trizando hasta la náusea el fondo de la fuente de Meroé.
(De noche el miedo, una linterna equívoca, columnas,
let’s go back now, it’s getting late. Ever heard about the Panic horror?
They’ll have it that some prowling shape
Starts looking for a prey at midnight, and -Merci, je fume des blondes,
Vous savez, c’est plus doux, et puis, l’humidité des lieux sacré…
C’est connu. Let’s go back for a drink. Not bad, the local stuff.
Te he buscado en la cima, en tu cuna de altura,
rubio señor del día, sabiendo que no estabas.
Contador Geiger: radioactividad, 40. (Tres aviones a chorro
Pasan sobre Andros, Tinos, Paros, Hydra, Míkonos,
Santorín, Cabo Súnion. Tres aviones, un vuelo
de reconocimiento. Ningún dios, todos muertos, nada que señalar.)
Así, de Leto abriéndose en la cima con su dolor radiante entre los muslos,
¿no quedarán las huellas en esta tierra roja,
en el silencio donde raspa un grillo,
en el bruñido mar del mediodía?
Como un rechazo de la tierra seca, oh no te vayas,
como un puño de mármol en la cara, ávida boca eterna,
dialéctica de Delos: Huye, quédate,
no hay dioses, todo es triste alfarería
y una playa mediocre, la resina en el vino, un perro
aullando en la veranda (las postales, dos dracmas, en la sala),
¿qué es este ritmo de altas nubes rotas,
el negro mar temblando en las columnas,
la procesión perfecta del vacío?
Máscara de isla, hueco tambor quemándose: no te vayas, viajero,
Reconóceme, encuéntrame, I was a God, a radiant King,
Golden Apollo! (2005: 212-213)
Crónica para César
Y levantarás una gran ciudad
Y los puentes de la gran ciudad alcanzarán a otras ciudades
como la peste de las ratas cae sobre otras ratas y otros hombres
Todo lo que en tu ciudad esté vivo proclamará tu nombre
y te verás honrado
alabado y honrado
y tú mismo dirás tu nombre como si te miraras al espejo
porque ya no distinguirás entre los adoradores y el ídolo
Probablemente serás feliz
como todo hombre con mujer como todo hombre con ciudad
probablemente serás hermoso
como todo ídolo con piedra en la frente
como todo león con su aro de fuego corriendo por la arena
y levantarás una torre
y protegerás un circo
y darás nombre al séptimo hijo de las familias trabajadoras
No importa que en la sombra crezcan los hongos rosados
si el humo de las fábricas escribe tus iniciales en lo alto
El círculo de tiza se cerrará
y en las cavernas de la noche acabarán de pintar las imágenes protectoras
De hoy en adelante serás el sumo sacerdote
de mañana en mañana el oficiante de ti mismo
Y levantarás una gran ciudad
como las hormigas diligentes exaltan sus pequeños montículos
y harás venir la semilla de Rumania y el papel de Canadá
Habrá una loca alegría en las efemérides
y en el retorno de los equipos victoriosos
Todo esto no pasará de los límites de tu cuarto
pero levantarás una gran ciudad
de mediodía a medianoche
una ciudad corazón una ciudad memoria una ciudad infamia
La ciudad del hombre crecerá en el hombre de la ciudad
y se protegerán los unos de los otros
las sombras de las sombras
los perros de los perros
los niños de los niños
aunque las mujeres sigan tendidas contra los hombres
y clamen los pacifistas en las esquinas
Creo que morirás creyendo
que has levantado una ciudad
Creo que has levantado una ciudad
Creo en ti
en la ciudad
Entonces sí
ahora que creo
entonces sé que has levantado una ciudad
Ave César
(Salvo el crepúsculo, 2005: 205)
U Nu
U Tin,
Mya Bu,
Thado Thiri Thudama U E Maung,
Sithu U Cho,
Wunna Kyaw Htin U Khin Zaw,
Wunna Kyaw Htin U Thein Han,
Wunna Kyaw Htin U Myo Min,
Thiri Pyanchi U Thant,
Thado Maha Thray Sithu U Chan Htoon.
(Rayuela, 2005: 467)
La visitante
No sé qué destrucción cumples aquí,
en este cauce de caminos donde el pecho es una calavera de vaca en el polvo
bajo nubes pesadas como epitafios de solemnidad.
Sé que me arrancas cosas, que paseas
semejante a una hormiga colérica
despojando alacenas y semblantes,
los recuerdos surtidos en sus frascos,
los vientecitos de nostalgia.
Y pasa que te odio, que reclino
la frente en tu guadaña de cristal
para humillarla y detenerla,
oh ladrona de estampas, de seguras
correspondencias que dormían a salvo de mudanza,
de mi pasado, esa pared que me servía de chaleco y mayordomo.
(Si me vacías tanto, ¿volverás
con la primera brizna?
Si te dejo robarme los herbarios resecos,
¿pondrás, urraca azul, la piedrecita
que funda el juego y lo levanta a música?)
(Salvo el crepúsculo, 2005: 193)
Homenaje a e. e. cummings
alado) creciendo sobre el fuego
pero no de ceniza: piedra dura
donde el tiempo se ensaña y rompe el pico,
piedra de gas (pasar a través el nadador, no sabe)
piedra palabra: SOY.
En Estados Unidos crece el hongo
en el sitial. Man bites a dog. Los signos
de la confianza nacen en la niebla,
hay un poeta, hay duración ganada a la babosa.
A la vez todo suave (casi. (2005: 662)
La edad del amor
Si los leones fueran rojos
si en mitad del pecho se les viera latiendo un corazón de ágata
sería un poco lo que entre mis brazos
nace de tu violenta pesadilla,
de tu luna empapada de saliva y pasado.
No es hermoso el amor, es antes. (2005: 574)
Cartel
Veo el mundo como un caos y en el centro una rosa
veo la rosa como el ojo feliz de la hermosura y en su centro el gusano
veo el gusano como un fragmento de la inmensa vida y en su centro la muerte
veo la muerte como la llama de la nada y en su centro la esperanza
veo la esperanza como un vitral cantando a mediodía y en su centro el hombre.
(Le ragioni della collera, 2005: 403)
CON qué derecho contemplarte,
bello niño de mármol
envuelto en esa luz y ese temblor que Rossellini
dejó en los bucles de tu pelo,
si detrás estoy viendo a un niño negro muerto de hambre,
un niño vietnamita destripado
bajo ese cielo imperturbablemente luminoso
de Florencia y Hanoi. (2005: 683)
Álbum con fotos
[Edición 1967, d.C.]
La verdadera cara de los ángeles
es que hay napalm y hay niebla y hay tortura.
La cara verdadera
es el zapato entre la mierda, el lunes de mañana, el diario.
La verdadera cara
cuelga de perchas y liquidación de saldos, de los ángeles
la cara verdadera
es un álbum que cuesta treinta francos
y está lleno de caras (las verdaderas caras de los ángeles):
la cara de un negrito hambriento,
la cara de un cholito mendigando,
un vietnamita, un argentino, un español, la cara
verde del hambre verdadera de los ángeles,
por tres mil francos la emoción en casa,
la cara verdadera de los ángeles,
la cara verdadera de los hombres,
la verdadera cara de los ángeles. (2005: 508)
A un dios desconocido
Quienquiera seas
no vengas ya.
Los dientes del tigre se han mezclado a la semilla,
llueve un fuego continuo sobre los cascos protectores,
ya no se sabe cuándo acabarán las muecas,
el desgaste de un tiempo hecho pedazos.
Obedeciéndote hemos caído.
-La torre subía enhiesta, las mujeres
llevaban cascabeles en las piernas, se gustaba
un vino fuerte, perfumado. Nuevas rutas
se abrían como muslos a la alegre codicia,
a las carenas insaciables. ¡Gloria!
La torre desafiaba las medidas prudentes,
tal una fiesta de estrategos
era su propia guirnalda.
El oro, el tiempo, los destinos,
el pensar, la violenta caricia, los tratados,
las agonías, las carreras, los tributos,
rodaban como dados, con sus puntos de fuego.
Quienquiera seas, no vengas ya.
La crónica es la fábula para estos ojos tímidos
de cristales focales y bifocales, polaroid, antihalo
para estas manos con escamas de cold-cream.
Obedeciéndote hemos caído.
-Los profesores obstinados hacen gestos de rata,
vomitan Gorgias, patesís, anfictionías y Duns Scoto,
concilios, cánones, jeringas, skaldas, trébedes,
qué descansada vida, los derechos del hombre, Ossian,
Raimundo Lulio, Pico, Farinata, Mio Cid, el peine
para que Melisendra peine sus cabellos.
Es así: preservar los legados, adorarte en tus obras,
eternizarte, a ti el relámpago.
Hacer de tu viviente rabia un apotegma,
codificar tu libre carcajada.
Quienquiera seas
no vengas ya.
-La ficción cara de harina, cómo se cuelga de su mono
el reloj que puntual nos saca de la cama.
Venga usted a las dos, venga a las cuatro,
desgraciadamente tenemos tantos compromisos.
¿Quién mató a Cock Robin? Por no usar
los antisudorales, sí señora.
Por lo demás la bomba H, el peine con música,
los detergentes, el violín eléctrico,
alivian el pasaje de la hora. No es tan mala
la sala de la espera: tapizada.
– ¿Consuelos, joven antropólogo? Surtidos:
usted los ve, los prueba y se los lleva.
La torre subía enhiesta,
pero aquí hay Dramamina.
Quienquiera seas
no vengas ya.
Te escupiríamos, basura, fabricado
a nuestra imagen
de nilón y de orlón, Yahvé, Dios mío.
(Salvo el crepúsculo, 2005: 107-108)