Poesía argentina: Augusto Munaro

Leemos poesía argentina. Leemos algunos textos de Augusto Munaro (Buenos Aires, 1980). Es narrador, poeta, traductor, editor, y periodista. Publicó los libros Ensoñaciones: Compendio de Enrique de Sousa (RyC editora, 2006), El cráneo de Miss Siddal (Pánico el Pánico, 2011), Recuerdos del soñador evasivo (Alción editora, 2011), Cul-de-sac (Ediciones La Carta de Oliver, 2012), Todo sea por la excepción (Letra Viva, 2013), Gesta Cornú (Editorial Lisboa, 2013), Breve descripción de una |sepultura| (Tinta China, 2013), Noche soleada (Ediciones la yunta, 2014), Camino de las Damas (Expreso Nova Ediciones, 2014), [Hna. Paula] (Alto Pogo / Milena Caserola / El 8vo. loco ediciones, 2014), Vida de Santiago Dabove (Ivan Rosado, 2015), Islandia (Voria Stefanovsky Editores, 2015), Agnès & Adrien (Colisión Libros, 2016), A la hora de la siesta (Borde Perdido Editora, 2016), Arletty (Julieta Cartonera, Francia, 2016), El baile del enlutado (Gigante, 2017), La página infinita (Clara Beter ediciones, 2017), Celuloide (Minibus Ediciones, 2018), El busto de Chiara (Taller Perronautas, 2018), Sacramento. Los días salvajes (Oficina Perambulante / Bulk Editores, 2019), Las cartas secretas de Georges de Broca (Huesos de Jibia, 2019), Los soñantes (Paradiso, 2019), Incrustaciones dubaitíes (Editorial Lisboa, 2019), El rapto de Helmut Kelsen (Borde Perdido Editora, 2020), Un misterio luminoso (Editorial Lisboa, 2020), El sueño de un poema (Ediciones Arroyo, 2020), Ficciones supremas (Griselda García, 2021), La casa flotante (Editores Argentinos, 2021), La mansión púrpura (Nicaragua encuadernaciones, 2021), Lucía en verano (Prebanda Ediciones, 2022), Galope de nubes (ediciones LUX, 2022), desbordes (Tren en movimiento, 2022), ¡Intríngulis – Chíngulis! (Otras Tintas Ediciones, 2022), lenguatomada (RIL editores, España, 2023), La gran ilusión (Atávica Ediciones, 2023), y Rachael, un experimento (Cigarro volador ediciones, 2023).

 

Página web: www.augustomunaro.com

 

 

 

 

 

1.

 

hollywood  en vhs

                                                        You know how to whistle, don’t you, Steve?
To Have and Have Not, 1944

 

en ese desierto amarillo, los paraísos artificiales fueron también las películas
diálogos atemporales, imágenes aprisionadas, y Carlitos corriendo a la siempre
                                                                                   /misteriosa Edna Purviance…

 

¡el mundo, mi reino por un instante de eternidad hollywoodense!
llegué a traficar películas
            -modo legítimo de supervivencia-
            canje; alquiler indiscriminado; compra-venta al x mayor:
Curtiz, Mamoulian, Hawks, Wilder, y Fincher
                   cada día una dosis de escapismo a 24 cuadros por segundo

contrabandeando los vhs (Spinneys, Magrudy’s & en el Beach Center)
         citas obligadas

-¿y de afuera?
-lo que c podía ingresar al emirato, sin levantar la perdiz:
Lawrence of Arabia –“this one, not good”
It´s a Worderful Life (Capra´s best).
The Great Escape & Easy Rider (prestadas un jueves a última hora)
The 7 Year Itch (Kruhulik –“I wish I was dead”)

         anécdotas que entreteje la memoria

en el ASD[1] -¡qué pedante!- cierta mañana diserté sobre los orígenes del cine mudo
            D.W.Griffith, (el pionero y su gramática visual)
                       “iris in, iris out”, etc
The Birth of a Nation, claro, y,
                                     sobre todo (con orgullo),
                                               la atormentada Mae Marsh
                                                                                            de Intolerance
toda lista resulta arborescente
           ¿cómo olvidarte Marlene?, oculta bajo el rostro de Shangai Lily
los blancos y negros de von Sternberg; los travellings de Kubrick; los contrapicados de Houston en The Maltese Falcon

                   cinefilia a 50° en la sombra
                   Pauline Kael y Leonard Maltin,
                   generosos en datos; la precisión
                   como clave a nuestra felicidad

y los westerns de John Wayne.
           decenas de aventuras con el Duke en el árido desierto de Arizona
           hace décadas que continúo acompañando a Ringo, a Eathan, o a Hondo, por los valles de mi memoria
         ¿Cuántas veces me perdí en los 70 mm de The Big Trail?

además, supe lo que era ser though junto a
Bogie en High Sierra, Casablanca, Key Largo,
y The Big Sleep

         aprendí a silbar con la Lauren Bacall….
                                                        (y a suspirar)

pero el glamour actoral no importaba tanto, como los
créditos detrás de cámara

el productor, que ponía la guita (“dough”, como diría Cagney).
los guionistas, esos escultores del verbo
confieso que de todos ellos, me deslumbraban + los editores
                                   (verdaderos magos)
nadie como “Bob” Wise en Citizen Kane. Crack
nadie como él para narrar gracias a la
                   elipsis (la presencia de la ausencia en cada fotograma)
el peso ciego de lo que no está,
lo faltante a nuestra mirada aficionada

en Dubai, antes de Internet, antes del boom,
dialogué
          largo y tendido
                      con Mr. Page, eterno conversador del tema
                      él: Ford / yo: Leone
          él: Keaton: /yo: Chaplin (el tiempo enseñó lo contrario)
                   a Scorsese lo descartaba por su excesiva violencia y procacidad
                                         (¿qué otra cosa podía argüir un profesor?)

llegué a improvisar una modesta filmoteca
organizada rigurosamente por año: 1915-95

                                 80 años, un arco de aventuras entre
                                 aire acondicionado y
                                                                    una juventud incipiente

hoy los recuerdos (como películas de la MGM) continúan el pulso de mis días

 

 

 

[1] American School of Dubai.

 

 

 

 

3.

 

 

la sirena

 

no hubo boceto previo en lápiz,
se pintó directo al pastel
escala 1:1 / ahí la proeza
              (y su púdica desnudez)

naranjas, celestes y amarillos
sobre cartulina crema

& un acantilado, de perfil,
escamas al sol

esperando

 

 

 

 

 

6.

 

El baile del enlutado (extracto)

 

(…) “te velamos té con manos,
pero hay que seguir haciéndote ¿no?
nada: no matarte en olvido en
aquel valle de matas: lejos del aire
herido, salteando imágenes sin fondo
vibrando libres, encontrando a
troche y moche hechos que te
hicieron: cartas tajeadas, el oro
de la invencible inmensidad del
arroró de abuela, ciertos besos comidos
como lepra con azúcar, huir a la suerte;
cabalga fugitiva sombra plural, nube espiritual
tiene que ser así: como la murga de tus 15, que
triquiti tráquete, sonidos, y más triquiti tráquete,
develando lo que el verbo dice –ahora-
al verte, al palparte con el ojo,
al celebrar tu carne descompuesta
en un enjambre de moscardones verdes,
gordos, y acriollados, al cantarte sin ritmo,
con ritmo, hasta salir de tu nombre, irma
cada cual participa, trae su recuerdo, y se
amalgama el cadáver de tu memoria, sí, es
así y asá todo fragmento, cada partícula queda
así, envuelta para que la muerte no las hiera
en varias direcciones –nosotros como
sobrevivientes refrectarios-, los testigos
de tus días marchamos tap tap tap tap tap tap
(agentes de tu inmortalidad rupestre)
hacia un tiempo escaso, “un tempo sem tempo”

                                                        (…)

 

fragmento del poema “El baile del enlutado” (Gigante, Entre Ríos, 2017)

 

 

 

 

 

7.

El sueño de un poema (extracto)

 

 

VI

El poema no tiene tema, no hay siquiera geografías discernibles; se presenta desnudo, transparente, y uno adivina en él, simplemente ve lo que el corazón siente. Ve como cada sentimiento muta en una serie progresiva de desbordes armoniosos. Implosionan hacia lo profundo. Todo se traduce en emoción que no decepciona. No quiero atentar contra cierta armonía que intuyo está de alguna forma presente aquí, sin embargo no alcanzo del todo a identificarla. Ahí la magia del instante poético. Es la imprecisión por sustancia. Acaso si intento escribir ese poema, moriría, se perdería en un pastiche de mal gusto: una caricatura. Aprisionarlo en función de un verbo, de un predicado, es vejarlo. La sensación eufórica que ella transmite, resulta demasiado expansiva como para contenerla a través de endecasílabos. Tampoco se adecuaría al verso blanco. Ninguna métrica haría justicia.

VII

Ahora que sé de su esquiva apariencia, extraña si las hay, misteriosa, repentina, improbable. Ahora que logré fugazmente  impregnarme de ella, intuyo que para que un verdadero poema sea, basta con imaginarlo y no escribirlo. Solo así a la poesía se la honra. Se la sueña.

                 

 

El séptimo y último, es un fragmento de El sueño de un poema (Ediciones Arroyo, 2020).

 

 

 

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