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Ante un cadáver

ROBERTO AMÉZQUITA

Todo los que no quiero pensar / porque me quemaría la conciencia / es lo que ahora escribo, declara Roberto Amézquita y, revestido de palabras calcinantes, como lenguas de fuego, oficia una Misa de Réquiem ante un cadáver que es altar vacío, oquedad y silencio.

Es el cadáver de su padre, sí, pero podría ser el de Adán, nuestro mítico padre común, o el de cada uno de los lectores cuando nuestro nombre ya no nos nombre y lo que quede sea, a manera de túmulo, un montón de piedras sin vida y sin respuesta.

Por eso, no es súplica lo que mana de este libro, sino imprecación escéptica, “contra Kyrie”, en poemas despojados de esperanza como el cuerpo despojado de alma y rostro, lo sagrado vaciado de Dios y la muerte de sus máscaras.

Eppur si mouve, hay un resquicio de luz en la misteriosa certeza de Amézquita de que basta abrir la ventana para hablar con los muertos; una ventana por la que asoma –y nos asoma– este poeta mexicano que, siendo joven y una revelación de la actual poesía latinoamericana, tiene a la vez una voz sabia y madura en lecturas, formas y sentidos.

Gabriel Chávez Casazola