La anomalía de la sangre o la biología de la desaparición

Abigael BohórquezEl poeta y ensayista Horacio Valencia Rubio (Sonora, 1979), generosamente nos ofrece su texto de presentación al recientemente editado Poesida de Abigael Bohórquez (Caborca, 1936), uno de los mayores poetas mexicanos del siglo XX que, sin embargo, por incapacidad crítica, el público mexicano no ha podido darle el sitio que merece.

 

 

Que un puñado de tierra lleve hormigas

para  que sobre mí pueblen su casa;

que un puñado de tierra lleve trigo

y se cubra de pan mi calavera;

y un puñado de tierra con tu nombre

para enterrarlo con el mío. 

Abigael Bohórquez    

 

 

Abigael Bohórquez (Caborca 1937 – Hermosillo 1995)  poeta, ensayista y dramaturgo, fue, es y será un autor que nos dejó un importante testimonio escrito. Es para mí un honor estar en este espacio al lado de los amigos presentando la última obra de un autor fundamental en el panorama de las letras escritas en español. Si bien, Bohórquez no gozó de una promoción exhaustiva (por las razones que hayan sido), como lo vemos en las figuras de Octavio Paz, Jaime Sabines o José Emilio Pacheco, en el sonorense el valor reside en la sustancia de sus escritos, en lo creado a lo largo de los años. Creo, y seguramente así lo fue, se publica el libro Poesida en una tercera edición por su enorme aporte a los lectores de literatura, a los lectores de Abigael.               

            El crítico Miguel Manríquez en su libro Abigael Bohórquez: pasión, cicatriz y relámpago (colección Voces del Desierto, 1999)  puntualiza que la obra poética de Bohórquez se compone de dos momentos o etapas: la primera comprende su incursión a la poesía en 1955 hasta el año 1981 cuando publica Heredad, y la segunda etapa de 1982 hasta su muerte en 1995. El presente poemario pertenece a esta segunda etapa de producción creativa. Escrito en 1991 y triunfador del Premio Internacional de Poesía CONASIDA 1992; publicado por primera vez en 1996, en una segunda edición en el año 2000 y en una tercera publicación (la que presentamos ahora) en el pasado año 2009.

            Estas divisiones que tomo de Manríquez nos ayudan para ubicar el libro en su dimensión, que si le prestan atención, lo adquieren y lo leen, verán cómo es que irradia una belleza oscura entre sus hojas. Estas dos etapas no son para nada gratuitas. Miguel Manríquez ve en este segundo momento la vuelta del hijo prodigo, el fin del destierro, la conclusión del exilio, cito al crítico:

El retorno tantas veces imaginado por el poeta que, risueño y maduro, recibe sin dolor y con esperanza por lo que cantará al amor y la muerte.

            Hay que recordar que Abigael, a mediados de los años sesentas radica en la Ciudad de México y vive treinta años fuera de Sonora. En Poesida  lanza los ojos al pasado y añora y le canta a su antiguo territorio: su solar por treinta años, su heredad amantísima. Para el poeta el Distrito Federal fue su paraíso ganado, pero también perdido. En Sonora Abigael se reencuentra con su otro edén, el último territorio donde el abrazo de su tribu lo acoge encarnado en las mujeres de la familia: sus tías. Parecería que el poeta retornó a su origen y escribió el libro que nos reúne como premonición de su muerte.     

            Por lo tanto, se construye una poética de la nostalgia por lo perdido: sus palomas, sus libros, sus árboles, sus perras, pero a demás, leemos a lo largo del poemario, la desaparición de los amigos y los conocidos por la sangre negra, sangre vacía, sangre muerta: el SIDA. Cumbia grotesca según lo escritura Bohórquez: el sida, el sida, el sida, el sida.

            José Gorostiza, autor de Muerte sin fin, en sus reflexiones acerca de la poesía nos ha dejado testimonio, él dice:

Me gusta pensar en la poesía no como en un suceso que ocurre dentro del hombre y es inherente a él, a su naturaleza humana, sino más bien como en algo que tuviese una existencia propia en el mundo exterior.

            Poesida es un texto que contiene una sustancia no intrínseca, visión paralela a la de Gorostiza, por el contrario es un canto profundamente existencial (el yo poético en relación a sí mismo y a los otros) y social (el yo poético en relación a la grave enfermedad del siglo pasado). Lo poético en Bohórquez (no sólo en el presente poemario, sino en toda su obra) es eso que se genera cuando surge eso que se dice con palabras lo que no se pude decir con palabras. El poeta nombra problemas, conflictos, debates cotidianos que él trata de dar respuesta por medio de la sustancia poética, quizá sin llegar a un resultado exacto, pero nombra lo que tiene y debe ser nombrado, aunque a más de tres les provoque urticaria moral y/o psicológica.

            Marta Munguía Zatarain en su estudio Ya no estoy para rosas (la poesía en Sonora 1965 – 1970. UNI SON) hace mención de lo siguiente en relación a la generación literaria de Abigael:

Este mundo que les tocó vivir va a preocuparles y por ello lo van a hacer el tema de su producción poética y es aquí ya donde se marca una ruptura irremediable con la tradicional práctica poética en Sonora: la preocupación por el destino del hombre en un mundo de caos e injusticia; la búsqueda del amor, un amor ya no puro y casto como el del romántico, sino del amor que duele, el humano, el del cuerpo, sin excluir el amor homosexual; el tormento de hallarle un sentido distinto a la poesía, una poesía social que le sirva para algo al hombre común y corriente…  

            Por tanto, Poesida es un libro de meditación, no la meditación trascendental como lo hace la poeta Elsa Cross, sino una meditación (permítanme el término) terrestre. Bohórquez no se pregunta, no plantea qué sucede con el Ser después de la vida, sino más bien con el Ser en la tierra, cuando hombres y mujeres, se están muriendo por un agente descomunal y terrible como lo es la pandemia de la sangre. Su canto se vuelve social: protesta, se queja, ironiza, nombra, se duele, señala, se estremece. Irán apareciendo y tomando su lugar personajes como Lesbia Roberto, Pájara Gustavo, Braulio Ayeres, Bartolito, don Chuy o Lolo, todos ellos y más, se fueron a desaparecer al paredón del desprecio y la muerte. Abigael construye su duelo por medio de las palabras con un documento cruel pero solidario para pedir comprensión infinita por los ciudadanos del mundo que han muerto víctimas de este cáncer:

 

Vengo a estarme de luto por aquellos

que han muerto a desabasto,

por los que rútilos o famélicos,

procurando saciar su corazón o su hambre,

cayeron en la trampa;

eran flores de arena, papirolas,

artificios de bubble gum, almas de azogue,

veletas de discoteque, aleteos, dispendios,

pero eran también un alma…

 

          Diversas son las aristas que se pueden extraer y comentar del texto lírico de Abigael, lo más generoso para el autor y lo más sincero para ustedes mismos será leer el documento, por lo tanto los invito a una lectura literaria con el libro Poesida: testamento y voz que indaga en las recónditas fracturas del espíritu humano. Bienvenidos sean a las páginas más sombrías de la poesía mexicana.             

 

 

 Datos vitales

Horacio Valencia Rubio (Hermosillo, Sonora, 1979) es Lic. en Literaturas Hispánicas. Máster en Creación Literaria por la Escuela de Letras de Madrid. Miembro de Las Lecturas de la Lechuza de la Universidad de Sonora, al lado del poeta Alonso Vidal. Participante en el congreso literario Horas de Junio en Sonora y en el ciclo de lecturas de literatura mexicana en La Casa de México en España. Colaboraciones especiales en El Imparcial, La línea del Cosmonauta, Andante 26, La Revista de Veracruz, Actualidad Literaria de la Escuela de Letras de Madrid, entre otros medios impresos. Ha impartido el Taller Infantil de Creación Literaria y el Taller Libre de Creación Literaria para jóvenes y adultos. Ganador del reconocimiento de poesía Alonso Vidal convocado por el Ayuntamiento de Hermosillo 2008. Autor del poemario Libro de las Pasiones. Ha escrito Los himnos del fuego: biografía cultural y poética de Alonso Vidal.

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