“Vida ajena” nuevo poemario de G.A. Chaves

Vida ajena

Presentamos a continuación algunos poemas del libro más reciente del poeta, narrador y traductor costarricense G.A. Chaves (1979). “Vida ajena” fue publicado por la editorial de la Universidad Estatal a Distancia, San José, 2010. Mantiene el blog de traducciones caféverlaine.blogspot.com

 

Vida ajena es el nuevo poemario del poeta, narrador y traductor costarricense Gustavo Adolfo Chaves (Heredia, Costa Rica, 1979). Sobre el poemario, el poeta español Miguel Veyrat ha escrito que “G. A. Chaves ha hecho bueno el deseo del poeta portugués Miguel Torga, quien quiso que lo universal fuera lo local sin tabiques. Su poesía nos sumerge entre idiomas y nos invita a digerir el mundo desde la lengua castellana hablada en su aldea”. El novelista costarricense Guillermo Barquero ha escrito sobre Vida ajena que “[Chaves] no apela a los recursos de la pirotecnia ni de los caminos sin salida del lenguaje excesivo: es efectividad pura, uso justo de la palabra justa”.

En seguida presentamos algunos poemas de Vida ajena de G.A. Chaves.

                                  

 

 

Una vez un invierno

 

La luz es lo que anida

entre las sombras.

 

Nada tiene cuerpo.

 

En invierno los colores descansan

conmigo, en este hotel de otra parte

donde abrir la boca ya me hace extranjero.

 

 

 

 

Lugares 

 

1. Primera nevada en Amherst, Massachusetts

 

¡Quién fuera Rafael Alberti

y cantara: “Otra vez la nieve;

otra vez el murmullo blanco,

las terrazas deshabitadas;

 

de nuevo el invierno absoluto,

el frío que está en las cobijas

de la tierra, y el agotado

sol deshaciéndose en su caspa”!

 

Quién fuera el poeta anhelante

que viera en el clima su paso

por el lento mar arbitrario

de lo ido — nunca lejano…

 

¡Quién fuera Rafael Alberti

—qué mierda—!

¡Quién pudiera ser él y decir algo!

 

 

2. Chaves, Portugal

 

La vida que me rompe con sus ángulos duros

(la vida erosionada sin la fe de mis muertos),

la vida intermitente de pasos inseguros

 

y la de mis poemas, la vida del silencio…

La vida evidente —diría Melcion Mateu—

se me hace un poco ajena y falaz bajo este incendio

 

que a veces llamo sky y otras cielo y ahora céu.

 

 

 

3. Foncebadón, Camino de Santiago

 

Cuando ya hemos perdido el miedo

a no escuchar más que el propio pulso

 

y sólo queda el polvo de los pasos

entre muñones de zacate seco,

 

las cercas de piedra se aflojan, irreales,

y se llena de moscas agobiadas la ermita.

 

(Parece pobre este silencio

pero lleva siglos madurando.)

 

 

Prufrock Revisited 

 

(A Miguel Veyrat)

 

Y ahora que nos vamos vos y yo,

           cuerpo aún joven y dispuesto,

de esta edad en que la carne es débil,

aprovechemos un día más este sudor escanciado

en axilas y en besos,

mientras no nos preocupe aún la muerte.

No suframos por amar de menos:

cuando llegue por fin el día de ser

un macizo árbol de estaciones

llegará también nuestro aposento.

Ya jugamos a que éramos un día sin ocaso

y ahora el aire que lo mueve todo

nos tienta a ser más tímidos y calmos.

 

Eso explica, quizá,

porqué sufrimos tanto en este tobogán de días

bajo este sol que, encaminado a la tarde,

nos vigila, o en la noche triste en que las sombras

nos acechan.  Cuando nacimos prometimos

cavar con uñas nuestro andar en el mundo

y terminamos siendo la trillada hoja en caída.

Pero mirá, cuerpo, ella también se mueve con todo.

Y al caer la hoja no muere el árbol.  Paciencia, cuerpo,

mirá qué bien le hace el otoño a las cosas,

preparando el corazón para el reposo

como una oración aprendida.  Haciendo de la vida

un péndulo ligero entre vapores de carne

y maderas de ansia.

 

Vámonos entonces, y no hagás preguntas necias.

 

Porque vos y yo sentimos a veces

que la noche es larga.  Y que la noche

todo lo envuelve.  Y que de día

nunca amanece.  A veces sentimos

que los ojos son de humo,

que no nos pertenecen, y que están allí

para dibujar días grises.  Y las manos también:

las manos a veces ni se sienten;

son como alambres rotos — mareas petrificadas —

que no cierran abrazos ni señalan caminos.

Los dedos, adormecidos, a veces

           se esconden

y no dan abasto los guantes de la decencia

cuando lo único que queremos es atropellarnos.

 

Y aunque la carne sea lábil

vos y yo debemos preferirla, haciéndonos a la idea

de que morir gastados es morir de veras. 

Porque qué inofensivo e inútil es el péndulo del cuerpo,

no como lo dibujó Leonardo, abierto,

sino prosternado como un tronco caído, militar, sin savia.

Qué inútil te resulta a vos

ver pasar el tiempo y no tratar de romper sus ejes

echándote a rodar por el suelo frío.

 

Para esto nacimos y ahora nos despeñamos,

dejando que la sangre nos lleve

un poco afuera, para probar del azar

y de los viernes (eso que algunos llaman vida).

Y, por si acaso, la muerte nos espera en la otra orilla

como la marea alta y puntual del tiempo,

ansiosa a veces o imposible en otras.

Pero la muerte no es para los que reposan

y se pasan las tardes entre helados y sombrillas.

La muerte no es para los que vacilan

entre crecer o seguir vivos.

La muerte, en última instancia,

es para los que trituran sus huesos

y los convierten en leña por si la noche desciende.

 

Y descenderá la noche, eso es un hecho.

Y estaremos viejos sosteniendo en la mano

pañuelos bañados en flema.  Adormecidos

por tantas voces humanas,

atarantados por camas vacías.

El café nos hará recordar terrazas,

bolsas de papel antiguo y tardes de diciembre.

 

Seguiremos preguntando qué fue de todo esto

y pensaremos en los cuerpos

en tantos, tantos cuerpos

donde fue nuestra suerte haber envejecido.

 

 

Vida ajena
por G. A. Chaves
San José, Costa Rica
Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED), 2010
.

 

 

Datos vitales

Gustavo Adolfo Chaves (Heredia, Costa Rica, 1979) ha publicado Cuentos etcétera (relatos, EUNED 2004) y Vida ajena (poemas, EUNED 2010).  Ha editado, seleccionado y prologado En esta rara noche: Poesía selecta 1970-2008 de Carlos de la Ossa (EUNED 2009), y ha traducido Fin del continente: Antología mínima de Robinson Jeffers (Editorial Germinal, 2010). Estudió ciencias políticas en la Universidad de Costa Rica en San José. Tiene una maestría en literatura por la Universidad de Massachusetts-Amherst y estudios de doctorado por la Universidad de Maryland. Fue finalista del Segundo Premio de Literatura Joven Latinoamericana ST Dupont – MEET en 1999. Ha sido incluido en Historias de nunca acabar: Antología del nuevo cuento costarricense (Editorial Costa Rica, 2009). Actualmente dirige la “Colección Ezra” de traducciones en la Editorial Germinal. Co-edita, junto a Silvia Piranesi, el capítulo Costa Rica del muestrario internacional de poesía “Afinidades Electivas”, y mantiene un blog de traducciones: cafeverlaine.blogspot.com. Actualmente prepara un libro de traducciones del poeta ruso-estadounidense Ilya Kaminsky.

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