Poemas de Federico Díaz-Granados

 

Federico Díaz-Granados es el poeta colombiano más significativo de su generación. Ha publicado  Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000) y Hospedaje de paso (2003). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Está incluido en Poesía ante la incertidumbre. Antología de nuevos poetas en español. Actualmente dirige la Agenda Cultural del Gimnasio Moderno de Bogotá.

 

 

 

 

 

 

A MANERA DE POÉTICA

 

He amado el fútbol. He llorado al ver películas como La guerra de las galaxias, Cinema Paradiso o Belleza Americana; He cantando a destiempo canciones de Calamaro, Morrison y Lennon y sin embargo sigo temiendo cada día por lo que debo dormir con la luz encendida. Por esos pequeños sucesos, esos pequeños asuntos que siempre me han asombrado y que de tanto repetirse se han vuelto hogareños y cotidianos es que escribo poesía.

 Escribo poesía por esas cosas que he amado, porque estoy enojado con algo del mundo que todavía no se qué es, porque hago parodias equivocadas como un payaso callejero, porque sueño con inmensas bibliotecas y el puntual paso de las estaciones. Escribo por miedo y convicción, por amor y desespero, escribo porque conocí la soledad y el hastío y porque no volví a marcar ese gol que se quedó detenido en mi infancia; además, porque gracias a la poesía me encontré en los silencios con esas palabras que se abandonaron en mis secretos y que me permitieron entender al viejo Homero, a Eduard Munch,  a Mark Twain, a Salinger, a Cat Stevens y al gran Neruda, para ser una mejor persona y  porque supe, como en Cinema Paradiso, que no tendría un Alfredo que proyectara a diario mi vida ni que me regalara los mejores besos del cine mundial.

 

 

 

 

HOSPEDAJE DE PASO

 

Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida.

No he sabido cuando salen, cuando entran,

en qué estación desconocida descansan sus miserias.

Las mujeres han salido de este cuerpo a los portazos

quejándose de mi tristeza,

en algunas temporadas se han quejado de humedad

de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena.

 

Se marchan siempre sin pagar los inquilinos de mi vida

y el patio queda nuevamente solo

en este hotel de paso donde siempre es de noche.

 

 

 

 

 

NOTICIA DEL HAMBRE

 

Me habita el hambre. Y todos me lo dicen.

No es el miedo ni la duda

apenas un ritmo intacto que no toca con su sal la orilla.

Es el hambre, quizá un leve testamento

o esta insistencia en destruir la casa

y renovar la piedra en sueño.

 

Es poco lo que recuerdo de mi a esta hora, el disperso,

el que a la intemperie es un poco de hierba,

una palabra sin traje con olor a otras tierras

y que mira con cara de extranjero todas las prestadas alegrías.

 

Llega el hambre con su mismo azar y su idéntico augurio.

La lluvia está debajo de la carne

y pocas cosas recuerdan al viejo amor

que ya no cuenta.

 

Es el hambre. Y todos me lo dicen.

No es el leve testamento ni la tristeza de las noches.

No es la poesía

ni la música que traduce el tiempo.

 

Un poco de hambre

y el cansancio de llenar la estantería de ausencias.

 

 

 

 

 

EL REGRESO

 

Regresar de los viajes

con la urgencia de quien ha conocido

la única moneda de la muerte,

contemplar los libros regados en el piso,

rastrear y limpiar los discos y los afiches de antiguos festivales.

Sacudir los muebles

y saludar de mala gana a los vecinos que no nos han extrañado,

abrir la revista que quedó inconclusa en la mesa de noche

y saber que otro amor la releyó.

 

Regresar de los viajes

y acomodar los souvenires  y las postales en un lugar

que no ha sido preparado para ellos.

Reacomodarse y organizar la pobreza en las gavetas,

Y trastearse como el amor, siempre de afán.

 

Se ha cambiado tantas veces de casa, de gustos, y de vida

que  ya se aprende a respetar a los viejos inquilinos.

Ante el cansancio hacerse un lugar entre la gente,

saber que se estorba, que solo ebrios nos quieren los amigos.

 

La vida cierra las persianas

Y uno no se encuentra con su cuerpo,

acostarse a contar las nuevas cicatrices,

desayunar con la nostalgia de los rostros dejados

y  en soledad saber  somos algo incompleto a la deriva,

una larga temporada baja a la que siempre se retorna

 

 

 

 

CANTO MINERAL

 

¿Y si el alma es de piedra por qué ese mineral sueña con tu cuerpo?

¿Y si el alma es de piedra por qué el dolor

toma la forma de un lejano volcán

y salta al vacío desde su desprendimiento?

 

No dejes la piedra a merced de la noche

ni esperes la llegada del canto a la soledad,

vendrán los pulsos tardíos a callar la palabra

y algunos muertos se acomodarán en el fuego de esa espera.

 

Nunca el silencio

la música siempre

las palabras llegan todos los días a la sed

con sus lecciones de llanto.

Hemos equivocado el mundo y como una secreta impunidad

no traducimos al mineral

la lengua del error y los colores de la ruina.

 

Espera a la piedra

la que te esperó aquí mismo hasta hacerse piedra

la misma que se acuña y se hace esbelta.

 

Nunca el silencio

la música siempre

el día trae el final

y la voz que huye.

La piedra se desprende día a día

de la vida.

 

 

 

 

LA CASA DEL VIENTO

 

Busco mis muertos diluidos en el tiempo

solitarios que deambulan por mi casa vistiendo un viejo musgo.

Busco mis muertos que desterrados olvidan las palabras

a esta hora en que desciende la nostalgia

para viajar por la memoria.

 

¿Cuáles son mis muertos que habitan la casa del viento,

esos mismos que juegan en las fotos con algunos personajes,

que hoy conversan con las raíces de los árboles

e indagan por la tierra?

 

Como se parecen tus huesos a los sueños en esa casa del viento

En esa casa que cada día se parece más a esta otra demolición

que es mi vida.

 

 

 

 

 

 

PERSONAJES EN UN PAISAJE DE INFANCIA

A la manera de Bohumil Hrabal

 

Si los sueños me llevaran a los viejos papeles de la infancia,

me devolvieran el olor detenido de los juguetes en el patio

y tuviera un llanto ebrio

que enumerara en la carne el paso de cada herida,

volvería quizá, con el aceite de ese cielo,

el óleo de esa estación quemada

a habitar el lugar de la  tristeza en los muebles de la casa,

fermentaría los oficios del amor, de la muerte, del frío ,

abriría las ventanas para dejar entrar los ladridos de los perros

y atajar las voces de regreso.

 

Si los sueños me llevaran a Budapest

y en los rieles del tren

encontrara al poeta náufrago entre el hierro y la piedra.

Si el ocio de la vigilias

me llevara a Katmandú o a Babilonia, la profana,

entonces me preguntaría por los días del primer amor,

llenos de soles y olor a cereal,

rostros en polaroid detenidos en el viento.

 

Hoy los sueños no me llevan a Estambul, ni a Marruecos

y no veo en la casa saqueada de mis días

a Mark Twain, ni a Tom Sawyer  caminando entre mis músicas.

¿Qué fue de aquellos días?

¿De los banquetes familiares y el tío que cobraba sus tristezas?

¿Qué fue del gol en la tribuna

y la muchacha sepia que cuelga de mis lienzos?

 

Los sueños pronostican caída de ángeles quemados,

el regreso de los náufragos, la sequedad de un nuevo amor.

Todo es tan raro aquí

que no sé si habré llegado en la lluvia equivocada.

 

Cambio mis terrores, mis miserias, cada tiempo,

por un día de retorno a la primera navidad,

por no tener que decirle a los colores

que un día ya muy lejano murieron Turner y Chagall.

Cambio mis secretos por no decirle a las mujeres que amé,

que viven en mis palabras sin ni siquiera yo saberlo.

 

Pero ni Budapest, ni Babilonia,

ni Estambul, ni Marruecos dan espera.

Esos rostros no caben en el sueño.

La infancia huye con las últimas plagas.

El balón se desinfla en la ruina de la casa

y vuelvo a vestir el traje sucio de los mismos augurios.

 

Se fue la infancia y nunca supe

a dónde van los patos del Central Park en invierno

y si la vida era sentarse  a hacer guardia en un  campo de centeno

o entrar a una caverna para estar a solas con Becky Thatcher.

No supe si vivir

era caminar descalzo a campo abierto a orillas del Mississippi.

O acompañar al abuelo a ver despegar aviones en Santa Marta.

Se me fue la infancia y no volví a ver al “Halcón milenario”

huyendo con Obi-Wan Kenobi y la Princesa Leia.

 

Entre tantos oficios el más difícil fue entender

que el mundo es tan solo una casa de dioses extraviados.

 

 

 

 

 

A ALGUIEN DEBES AMAR

 

A alguien debes amar:

Al montón de ruinas que te rodean

a las sirenas que anuncian la guerra

a las parentelas que te narran historias del rencor

y luego te cobran la expulsión del paraíso.

 

Ama a las mujeres, a todas,

a la desconocida

a la del rostro perfecto

a la contrahecha y jorobada

a las que se alejan con sus maletas intactas

a las siempre ajenas

 

Seguro el amor un día tendrá su exacta receta

y sabremos por qué la bruma se quedó a la intemperie

de los besos perdidos y los abrazos nunca dados

y por qué la risa parece algunas veces un saco prestado

que nos queda grande y nunca nos encaja

que huele  a pieles extranjeras en sus bolsillos.

 

Se debe amar con sus múltiples heridas

y su inventario de hemorragias y lentas convalecencias

no se debe temer a sus papeles quemados

ni a sus amuletos y talismanes de cada cita

ni a los sollozos que dejaron vacía la alcoba el último día.

 

A alguien debes amar cada instante de la vida

y regresa amarrado a un pedazo de estrella.

No demores la llegada del alba  a estas tierras.

 

Es un duro oficio y raro asunto este del amor

pero toma  hoy muchos apuntes para el gozo

que la mañana que hoy ves frente a tus ojos

hace siglos está detenida en la misma cuenca

esperando

con el mismo afán de las palabras

a la hora de llegar al cuerpo.

 

A Juan Felipe Robledo y Catalina González Restrepo

 

 

 

 

 

BAJO OTRO CIELO

 

Entre el destierro y el exilio

prefiero la soledad del poema

que sobrevuela otras intemperies,

regiones lluviosas que remueven los escombros del recuerdo.

 

No dejes recados en los buzones del alba,

no apagues tu dolor entre mi sangre.

 

Acompaña la soledad del poema

y regresa como un ángel, ebria de Paraíso.

 

 

 

 

 

ORACIÓN DEL DERROTADO

 

Señor de los derrotados

te ruego por mí, estafeta de los pájaros.

Nunca conocí la magia y el milagro

antes de pasar por las fogatas de la resurrección.

Yo que nunca fui madrugador

tampoco me fue otorgado ningún atardecer,

desterraste mis lágrimas de su lienzo, el alba de mis ojos.

 

Señor de los equivocados

por qué le diste a ella mis veranos

y a mí sus tempestades,

por qué de los tres misterios

me revelaste primero los dolorosos.

 

Señor de la soledad, Patrono de los débiles

por qué cada regreso es un inventario de ausencias

deja que a mis noches las habiten unos cuantos esplendores

aunque sean los últimos amaneceres que visiten mi carne.

Si nosotros los hombres estamos hechos a tu imagen y semejanza

debes ser una criatura cansada, un ser desteñido

con olor a cuerpo rancio entre tu piel,

embajador del hambre

que pesa su tristeza para entender

por qué nos diste estas almas con fecha de vencimiento.

 

Señor de los torpes

tu que nada sabes del tiempo,

que en tu reino tienes a Van Gogh, Patrono de la luz,

por qué enviaste la amargura a este lado del viento,

a este valle de extraviados, de huérfanos

donde mis ángeles se emborrachan

con el óleo fermentado de mi soledad.

 

Señor de mis fracasos y agonías

te ruego por mis palabras, única semilla del primer Paraíso,

por mis sueños que amanecen hechos ceniza en mi almohada,

por mis urgencias y naufragios, la resaca de los días

y dame ya, en esta orilla

el asombro y el color del primer despertar en la muerte.

 

 

 

 

 

PASTELERÍA METROPOL

 

 

 “Yo vengo sin idiomas desde mi soledad”

LUIS GARCÍA MONTERO

 

Miro en la vitrina

el reflejo de mi cuerpo

Sobre el vidrio

Y me veo gordo, cansado, sobre aquellos pasteles de vainilla

 

Y pienso en los amigos que no volví a ver

¿y qué sabían ellos de este corazón caduco

donde no cabe ni un centímetro del mundo?

 

Y cuando no te reconoces en los pasos del hijo, ni en el espejo

harto de esquivar malos presagios

viendo de lejos el esplendor de las pérdidas

lo indescifrable y lo desconocido.

 

Callo: mi silencio alcanza ese cuerpo que no entiendo,

desmancho mi corazón de su último incendio.

 

Y sigo extranjero en es vidrio,

gordo y cansado

y atrás de mí

algunas sombras, gestos de abuelos y tíos muertos

sobre los pasteles de vainilla.

 

 

 

 

PEQUEÑO NOCTURNO

 

¿Ese temblor que pasa es la vida?

¿Y ante qué soledad es que hoy canto?

 

No sé de dónde provienen esos ruidos que en la noche asustan:

la caja de fósforos

las cosas que se cambian de lugar y no aparecen.

 

Suponemos que todo esto es el mundo

enormes colecciones de tristezas, llaveros y estampillas de mares lejanos.

 

Es acá donde sucedo

sin aduanas ni requisas

ni adioses a destiempo.

 

 

 

 

 

Datos vitales

Poeta, ensayista y divulgador cultural colombiano. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000) y Hospedaje de paso (2003). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Preparó las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997) e Inventario a contraluz (Arango Editores, 2001) y realizó para la revista Punto de Partida de la UNAM de México la antología Doce poetas jóvenes de Colombia (1970-1981); Es coautor de El amplio jardín (Antología de poesía joven de Colombia y Uruguay) publicado por la Embajada de Colombia en Montevideo y el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay ) En el año 2009 le fue concedida la Beca “Alvaro Mutis” en la Casa Refugio Citlaltépetl en México. Actualmente es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. Hace parte del comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Bogotá y dirige el Premio Nacional de Poesía “Obra inédita” que se convoca desde el año 2005.

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