Foja de Poesía No. 365: José Manuel Vacah

Presentamos el trabajo del joven poeta José Manuel Vacah (Estado de México, 1990). Es cofundador y director de la revista Hysterias. Recibió el segundo lugar en el concurso II Coloquio de Letras Hispánicas César Vallejo (Faculta de Filosofía y Letras, UNAM) 2010. Obtuvo el tercer lugar en el concurso de poesía Décima muerte 2010 (UNAM). Mantiene el blog http://plumonparavacas.blogspot.com/

 

 

 

El aroma de la menta

 

detrás de cada puerta está el monstruo

entonces uno dice cómo es posible que haya pasado

que haya sido tan rápido tan invisible

ni siquiera me di cuenta de los acróbatas que jugaban en tus ojos

antes de anunciar la última entrada de los espías

ah si de pronto yo juzgara mis actos no encontraría manera de evitar tu mano

tu delicada mano señalando un rincón de mi soberbia de mi estupidez

no intento alimentar mi depresión con una sonrisa

que no dependerá de mi sincera impaciencia que quede claro

apenas quiero diferenciar mi tristeza de la tuya

he sentido a veces la noche venir a burlarse de mí

de mi manera de mirar las puertas en pijama con la sábana hasta los ojos

apenas quiero sentir un pedazo de tu boca pequeña que suda una queja en el picaporte

y que yo

como un dios que no entiende las palabras del pájaro más pequeño

del mas pequeño de sus discípulos como un dios ciego como un dios que no será llamado           nunca con vehemencia dios justo y atento

así yo jamás pude sentir el ruido de tus pasos atravesando la sala y golpeando la última   puerta que había que franquear

antes de que el monstruo franqueara la puerta

si la imagen quedara intacta podría hacer un diagnostico de mi humilde respuesta y sabría          cuál error fue más grande

 

tomar la decisión de equivocarme o equivocarme por pura indecisión

 

si la imagen quedara intacta mi corazón créeme sería una casa verde con un jardín intacto

con el aroma de la menta que plantamos por descuido impregnándose en cada muro

de la casa que el viento se obstina en derrumbar

siquiera puedo recordar de qué color acostumbrábamos sembrar nuestras alegrías

nuestra cotidiana felicidad

al final el miedo compartía el pan con nosotros y por esto siempre tuvimos la sensación de          lavar  más platos de los que usábamos o rompíamos

el gato entraba en la sala y tu sonrisa era una costumbre que también ignoré

porque el vestidito azul que llevabas me gustaba ver tu cadera construir ciertos pliegues

tanto vestido para tan pocas certidumbres

recuerdo solamente el grito de una palabra al caer

una palabra que jamás he recordado

porque me da miedo entre otras cosas abrir la puerta y mirar el monstruo

 

 

 

 

Poema para Lidia

Temo, Lidia, al destino.

Fernando Pessoa

 

Ayer, como el fuego que cae de la antorcha que sostienen tus ojos,

 

como ese instante que no cesa, porque temo que las palabras te sucedan

hasta que llegue el momento en el cual una respuesta no baste

para entender cómo el tiempo ilumina tu rostro cuando has visto al destino bailar con los gatos,

una noche, en que tu cuerpo era un temor que presagiaba el talento de mis manos para perder,

aún sin internarlo, sin intentar nada, he perdido.

Es acaso que el amor nunca entiende:

la imaginación tendría que tomar otros zapatos

pues un instante se ha hecho toda una vida.

Ayer, como el fuego que busca descender de su antigua herencia,

sobre el cuerpo que se baña entre las piedras de una pirámide,

cuya presencia sólo puede entenderse desde el primer sismo,

herida o roce, ascenso sacro,  temblor, centro del incendio, dónde la punta aísla mi pensamiento

            de tu nombre,

 acaso la muerte cuyo desdén es el deseo que imita la armonía de una danza que no cesa,

tan sólo la división entre lo que es y la muerte,

un orden en que el amor habita el principio de la sagrada tormenta, pensándolo bien, el fuego

que cae de la antorcha que sostienen tus ojos,

cuando te descubro:

caminas por ahí, tu cuerpo cobra la dimensiones que se merece,

como un rayo de aceite, vertido, sobre los peces que se agitan en el río de las ganas,

semen cauteloso, casi nido cuya sangre penetra la herida que admiro, deseo, y ya.

 

Temo, Lidia, aunque sostengo tu nombre entre las manos, todo tu cuerpo entre mis palabras,

que las primeras aves  del alba busquen en mi pasado,

hurguen en él como sabedoras del miedo que me orina sobre los ojos,

que me carga en la espalda una cadena de puños que me gritan al oído

esas pinches órdenes para dejarlo todo y aceptar la corona de la derrota

y dormir en la misma cama, solo,

a pesar del fuego que devora la estancia y entra a  la casa para arrebatarme el valor o lo que queda. Tocan la puerta. No abro.

Es el temor que desata los perros tras de mí. La huida por un lado, y por el otro aquel miedo

            de perder algo que no tengo.

Porque tú tal vez tampoco eres, tampoco has sido, aunque sé que los hombres te construyen

cuando te miran incendiar tu presencia,

tú misma devoradora de los paisajes que te persiguen,

de las faldas de la tarde donde los árboles son amarillos por su contacto con las alas de los pájaros,

del cielo que es mar donde los arrecifes se cuentan por su debilidad de haber sido en otras vidas barcos o nubes,

ese mar trasfigurado en deseos imitados de las primeras gotas de agosto, ese cielo que caga anémonas de aire, las mismas que alguna vez escuché que te gustaban , estrellas que ceden su tristeza a las calles donde un hombre camina pensando en los labios de las mujeres que no lo besaron, por miedo; y entonces, sólo entonces comprendo que no me perteneces, y que yo, no soy el hombre que ha decidido llamarte esta noche, o mañana en la noche, o ayer, cuando conversamos, brevemente, sobre el pájaro que moría en el parque, cuando venías de cenar con tu novio

o con tu hermano.

No estoy preguntando nada al destino,

es que tan sólo no eres, y yo no he sido nadie para averiguarlo, para siquiera llamarte y averiguarlo.

Es que casi me siento portador de una presencia que no me pertenece,

podría decirte, con toda sinceridad, que ni yo mismo estoy seguro de ser hombre.

 

Tengo miedo, Lidia, de las palabras, porque no cesan, porque una siempre atrae a la otra,

y esta exploración de niñas enamoradas consigue atraer a los imanes y a los dioses,

y así sucesivamente, un instante que le pertenece a otro,

un instante, en que el fuego que sostiene la antorcha del destino ha puesto sobre tus ojos,

incendio levísimo, como para hacer sonar un silbato que atraiga  a los perros.

 

Rueda el destino sobre la última palabra que no diré

cuando encontremos otro pájaro en el parque,

sabedores de los presagios que caen en el pecho como viejos pesares,

tú, buscando un hombre que no soy yo,

y yo

buscando un hombre que no está, en tu destino.

 

 

 

 

 

“Creo iluminar la tormenta”

 

Efraín Huerta

 

 

con estas ganas que tiemblan en mis codos

con el sonido marcado de un tambor que me humilla

con el hambre de todos los idiotas en la palma de mis manos recién descubiertas

temblando aún

con el pecho hasta el cansancio

perseguido por la incomprensible actividad de los canarios los comederos y las jaulitas

con el intenso acontecer del fuego que barrunta la entrada de las aves silvestres a la casa

también

 

estoy cantando pero de otro modo

 

¿no me oyes? ¿acaso no entiendes el lenguaje de los asesinos de mariposas

de mariposas oscuras recién arrojadas del vientre de los simulacros hacia tu vientre

hacia las trompetas del deseo y el tacto que nos consume?

¿acaso no he sido yo el primero de los asesinos

en corromperse

por el peso de esta honestidad conferida al más complicado de los actos simples

(¿amar?) ?

¿acaso no me amas a pesar de ser quien soy?

 

levanto los brazos exhausto

en espera de sostener el amanecer que me regaló mi madre

el día en que presencié tus ojos por primera vez con la garganta resumida en unos cuantos silbatos y en unas cuantas decepciones

con el sonido tenue de unos golpes en la ventana

 

vendré a buscarte

 

no me lo tomes a mal vendré por ti

quiero decir

vendré porque todas mis acciones han sido en defensa propia

en mis brazos habita una amabilidad innecesaria una sonrisa de monja frente a los perros y los niños con cerbatanas y los policías con dientes de oro lanzando carcajadas

en el tránsito y la catástrofe

 

yo soy el primero en reír ante la furia que me arrebatará en la tormenta

acto de fe ante lo incierto de mi violenta felicidad

y estas ganas que me acosan los huesos

y esta locura que dobla las piernas y llora y se justifica

y actúa como una columna perseguida por las hormigas

cuando te busco a solas

en esta soledad intransferible de mi cuerpo 

loco de niños desnudos bailando en las suelas de un amor imposible

y de un amor improbable

 

clamor en la batalla después del cerco a tu habitación primero vencida por la humedad

y luego por mis piernas

 

temblando como un niño que desconoce la pregunta por la cual ha sido castigado

 

puede ser que esto de ser hombre no sea para mí

cuanto te veo arrebatada por la oscuridad de la tormenta febril de tu desnudez y la mía

en tus ojos existe una feminidad que me corresponde y que ahora

en este preciso momento

llamo a gritos a blasfemias a corruptas consideraciones de mentamadres

con estas ganas de perder la cabeza y arrojarla al primer perro que se postre

ante mi confianza y todas mis certezas

con estas ganas de reclamar lo que jamás me ha pertenecido

 

en estos términos

planteo la primera victoria sobre el costado de tus

praderas donde otros caballos pacen entre la hierba el alma de los guerreros sin descanso

cuya muerte reposa en el clamor de la batalla ya perdida

 

si he dicho amor

si tan solo he dicho la palabra amor

es porque confío en cada una de las suposiciones que me aterran frente al blanco más oscuro de tu cuerpo

porque confío en que el primer acto de mi mundo será amarte

y porque creo iluminar el canto de los peces antes de devorar a los canarios

 

 

hallaré el mundo destituido de toda venganza

loco de amor

sin furia ni cólera ya

hallaré en el mundo el paso de una iguana sobre la nieve

y hallaré tu nombre en el grito del primer gallo despreciado por el alba

si es que algún día tu nombre será libre del peso de la luz

 

nunca diré que mi espalda pesaba más que mi sexo

 

pero es cierto que nos pesaba tanto el corazón.

 

 

 

 

 

Esta noche si es que existe

 

Antes de todo esto no soy yo quien escucha caer  el penúltimo golpe de los pasos

tras la puerta

sobre este suelo caliente donde mis brazos a veces imitan ese sonido de muro mudo

de insistente muro

y donde los gatos se reúnen a beber de la leche de los fantasmas          que nacen de las islas donde la soledad es más que una costumbre y donde los patos escupen        es cierto

toda la energía que se concentra en el agua de la muerte a ciertas horas

entonces mis manos                     estas lejanas islas

por una venganza del destino encuentran tus mensajes como una botella de papel sobre

la superficie del agua

y un canario comienza a cantar esa canción triste que las mujeres cantan

cuando los marineros extravían la tormenta

                                                               pero no pienso en el mar

el mar es torpe testarudo el mar es un oficio para cobardes para solitarios

el mar es piedra cántaro sustancia y sal donde la superficie es arena que se desvanece

                en la última conversación guardada en los muelles de la memoria

el mar aúlla con insistencia en el pulmón devorado por el fuego del pájaro-amor

de esa criatura que sonríe como el estallido de una flor que golpea el aire cuando nace

                de lo profundo de su cuerpo

¿lo oyes?

qué costumbre de ahogarme ahí donde tu nombre comienza

¿quién de todos los hombres que te aman escribe estas palabras?

¿quién de todos ellos piensa en el mar cuando tus desiertos han vuelto a casa?

me pregunto

¿quién de todos presenciará el acoso del silencio que se anuda

                sobre las hojas de mariguana que ahora ocupan el sitio

                donde acostumbrabas dejar tu cuerpo y tus vestidos

aquí bajo la sonrisa triste de un hombre que también espera no la noche

ni su vengativo olor a raíz quemada a intenso rojo ciruela apenas maldecido

apenas acertado en una fisonomía torpe de venganza o tigre

lugar en el cual tus ojos como dos manchas de tinta caen sobre la primera palabra equivocada

el error de mi cuerpo sometido a esa torpeza agigantada que acostumbra solucionar

                los problemas con piedras y con pájaros

y de aquellos recuerdos ya nada queda sino un nombre a medias y una muchacha

                casi invisible una fotografía sucia y un lugar que se desvanece en el tiempo o en la casa

a sabiendas que afuera existe  un gato

                que se frota en las piernas de una muchacha recostada sobre una alfombra    

para mirar el cuerpo desnudo de un hombre que fuma un cigarrillo antes de irse

en el calor de una noche bañada por el ojo del temor                   por la boca de la pérdida

de nada vale la fragilidad en una estancia donde las rocas son tan duras

como un presentimiento

¡y no puedo evitar que el amor deje a sus muertos en casa!

mi cuerpo abre la ventana          escucho el mar

veo como de su espalda nacen flores olímpicas que cubrirán esta noche si es que existe

de tu trono de miel

de tu corona de mirtos

y ya no puedo cerrar tanto los ojos

he intentado escuchar la tormenta

y si acaso algo he visto no será más que un adiós un firme adiós que tal vez

                deba prolongarse hasta que tus brazos ya no dependan más de mis silbidos

de mis golpes que llaman a la puerta

aunque mis brazos imiten ese sonido insistente de muro mudo

 

porque escuchar así es como sentir que las palabras me devoran

sobre este suelo caliente donde mis brazos a veces imitan ese sonido

 

¿qué venganza te pertenece?

¿qué mar ha sido tuyo?

¿qué islas te llaman?

 

aquí no queda nada

los tigres se han puesto ha beber la leche de los gatos.

 

 

 

Datos vitales

José Manuel Vacah (Estado de México, 1990) es cofundador y director de la revista Hysterias. Recibió el segundo lugar en el concurso II Coloquio de Letras Hispánicas César Vallejo (Faculta de Filosofía y Letras, UNAM) 2010. Obtuvo el tercer lugar en el concurso de poesía Décima muerte 2010 (UNAM). Integra el consejo de colaboradores del blog Poetas por la Paz (http://pazpoetas.blogspot.com/).  Textos suyos han sido publicados en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, Siempre!, Síncope, Radiador, entre otras, y en la antología Mi país es un zombi. Mantiene el blog http://plumonparavacas.blogspot.com/ Tiene el libro inédito Iluminar la tormenta.

 

 

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