En el marco del dossier Nueva narrativa colombiana, preparado por Federico Díaz Granados, presentamos un cuento de Álvaro Robledo (Medellín, 1977). Es autor de “Nada importa” (2000), novela finalista del Premio Herralde de 1998. Publicó en 2005 la novela “Final de las noches felices”.
ÚLTIMA NOCHE
Hoy es noche de despedidas en el teatro. Hace unos minutos, el público se puso en pie para aplaudir durante cinco minutos a un actor de setenta años que representaba su última función. Su papel de niño fue famoso durante más de cinco décadas y fue extraño ver llorar a un viejo disfrazado de colegial al despedirse de las tablas, las luces y los telones. Dijo, entre llantos, que para él el arte, en general, siempre había sido transformador: agrandó su universo, tocó su corazón e iluminó su espíritu. El teatro había sido para él una poderosa herramienta de autoexploración. Para él significó tener una vida simple, espontánea y vital. Fue un proceso de descubrimiento y transformación. Decidió vivirlo y gracias a él descubrió la manera de regresar a la perfección primordial del hombre, a la sabiduría intrínseca que se encuentra en nuestras vidas. Su discurso era oriental, como él. Luego se secó las lágrimas y el teatro se rompió las palmas.
He acompañado durante más de cuarenta años a personas similares, a actores, cantantes, músicos, y hoy es también mi última noche en los escenarios. Tengo un particular talento para la invisibilidad. Lo supe de niño cuando en el colegio ni siquiera mis compañeros se acordaban de mi nombre. Luego lo corroboré en la universidad y en mis primeros trabajos, en la búsqueda del amor. Estaba en los sitios y nadie me veía. Imagino que mi metro sesenta y mis 45 kilos de peso colaboraban para este efecto. Por esto, al ver a ese niño revejido japonés, también me dieron ganas de llorar. Sentía que yo era él y él era yo, flotando en universos paralelos.
La invisibilidad me llevó al mundo de los ninja, los guerreros de las sombras. Completé todo el curso por Internet del maestro Richard van Donk a quien debo esta enseñanza: “Un árbol que cae en el bosque sin que nadie lo escuche no hace ningún ruido, pero cae de todas maneras. Un ninja que ataca a un ciego es invisible, pero ataca de todas formas”. Viéndome una vez más vestido por completo de negro, como una sombra, a punto de salir al escenario, de nuevo recuerdo a sensei¥: “un hombre desnudo, solo, en una habitación vacía, puede practicar para ser un ninja”.
Y recordando esto, me apresto a salir, trípode en mano, a poner mi último micrófono. Ya nunca más me molestarán los aplausos, ni las rechiflas, ni los insultos como el de “Ninja marica” que acabo de escuchar. Ésta ha sido mi transformación.
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Datos vitales
Nació en Medellín en 1977. Estudió literatura en la Pontificia Universidad Javeriana e hizo una maestría en literatura comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autor de Nada importa (2000), novela finalista del Premio Herralde de 1998. Publicó en 2005 la novela Final de las noches felices.
¥Profesor, en japonés.