Subversivos cuentos del absurdo de Daniil Kharms

Daniil Kharms

El poeta y ensayista José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, 1947), miembro del Consejo Editorial de Círculo de Poesía, comparte con nosotros su traducción de seis cuentos del poeta y dramaturgo ruso Daniil Kharms (1905-1942), así como un texto introductorio sobre la obra de este surrealista y precursor del absurdo literario.

 

 

Los cuentos de Daniil Kharms escritos 20 años antes de la llamada literatura del absurdo, pero ahora catalogados de esa manera, son en realidad de un delicioso e imaginativo humor que a veces raya en lo negro, pero que en su tiempo molestó sobremanera a la intolerante burocracia stalinista de la exURSS, al grado de haber amenazado y reprimido a su autor hasta llevarlo a la cárcel, al manicomio y a la muerte.

     Daniil Kharms es el seudónimo de Daniil Ivanovich Yuvachev, hijo del escritor Iván Pvlovich Yuvachev (quien publicó bajo el seudónimo de Mirolubov), revolucionario que perteneciendo al grupo La Voluntad del Pueblo combatió contra el zarismo y fue encarcelado. El mismo Daniil Kharms fue un activo revolucionario tanto en los hechos históricos de su país como en la literatura al participar en las vanguardias artísticas de su tiempo. El apellido Kharms como seudónimo no fue el único que utilizó Daniil, se desdobló con otros como: Charms, Shardam, DanDan, Khorms y Kharms-Shardam.

     Daniil nació en San Petersburgo el 30 de diciembre d 1905. Estudió en el Colegio Alemán Peterschule y a los 19 años de edad se inscribió en la universidad llamada Electrotécnica de Leningrado (antes San Petersburgo), de donde al poco tiempo fue expulsado al acusarlo de “actividades antisociales”. Esto provocó en el joven la decisión de dedicarse exclusivamente a la creación literaria. Se interesó en escribir cuentos para niños y tenía 22 años cuando se integró a la Asociación de Escritores de Literatura Infantil, género en el que fue prolífico y con el que se dio a conocer en los medios editoriales del momento hasta la década de 1940.

     Sus inquietudes artísticas lo llevaron a relacionarse y a compartir proyectos  renovadores con los literatos más activos de su generación que formaron grupos vanguardistas. En 1928 fue copartícipe del famoso grupo OBERIU (Asociación del Arte Auténtico) en clara oposición al “realismo socialista” en ascenso que contó con todo el apoyo del gobierno. Asimismo se asoció con los futuristas. Se distinguió también por participar con el grupo que en 1922 fundó la revista LEF (Frente de Izquierda) animada por Vladimir Mayakovski, Osip Brik, Shklovski, Serguei Tretiakov y otros. En ese tiempo Daniil estaba convencido de que el arte debe ser independiente del mundo real e incluso actuar en contra de la lógica, sostenía que la poesía debía de ser irracional. Se le recuerda sobre un escenario con vestimenta al estilo de Sherlok Holmes andando en bicicleta mientras recitaba sus poemas. Algunos de los escritores con quienes compartió experiencias fueron: Mayakovski, Malevich, Kaverin, Terentiev, Filonov, Alexander Vvedensky, Nikolai Zabolotsky y algunos del círculo de los formalistas rusos.

     Ya en 1920 Daniil Kharms era considerado un excéntrico en los círculos de los intelectuales de Leningrado, vestía como un dandy pipa en mano y estaba presto a las actuaciones poéticas fueran espontáneas o programadas pero sin libreto alguno, a la manera de los ahora llamados performances.

     Desde aquel momento en que el joven Daniil fue expulsado de la universidad por sus “actividades antisociales” no dejó de estar fuera de la mira de la burocracia represiva staliniana. Sus participaciones con los grupos de artistas de vanguardia fueron también parte de lo que reprobaba  la oficialidad gobernante. Asimismo sus cuentos del absurdo en los que los represores encontraban sátiras implícitas contra el sistema, incluso sus cuentos para niños fueron vistos con una carga de subversión. Fue así que en 1931 Daniil fue por primera vez encarcelado y luego obligado al exilio por un año en la ciudad de Kursk, bajo la acusación de “pertenecer a un grupo de escritores antisoviéticos de literatura infantil” (sic!). Otra acusación fue:: “sus escritos absurdos se oponen a los valores soviéticos del materialismo”. El 1941 lo arrestaron de nuevo bajo “sospecha de traición”. Fue llevado a la Prisión Número Uno de Leningrado y después a ese otro tipo de cárcel llamado manicomio “bajo vigilancia psiquiátrica”. El 2 de febrero de 1942 se reportó su muerte “por desnutrición” (valga decir “por hambre”, obvia consecuencia del mal trato carcelario, y también es decir que fue asesinado). Tenía 37 años de edad. Después de su muerte su literatura dejó de circular por la URSS. Hasta hoy en día parece que no existe un libro de Daniil Kharms en español, aunque se tiene noticia de que está antologado en el libro Literatura rusa del absurdo. George Gibian (compilador), Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1975.

 

 

 

Seis cuentos de Daniil Kharms

 

Cuaderno azul número 2

 

Había un hombre pelirrojo que no tenía ojos ni orejas. Ni siquiera tenía cabello, así es de que eso de que era pelirrojo es un decir.

            No podía hablar porque no tenía boca. Tampoco tenía nariz.

            Ni siquiera tenía brazos ni piernas. Tampoco tenía estómago ni espalda ni espina dorsal ni intestinos de ningún tipo. De hecho, no tenía nada. De modo que es muy difícil entender de quién estamos hablando.

            Tal vez sea mejor ya no hablar nada más de él.

 

 

 

Sinfonía número 2

 

Anton Mikhilovich escupió y dijo: “¡hugh!”, otra vez escupió y dijo: “¡hugh!”; volvió a escupir y otra vez dijo: “¡hugh!”; y luego desapareció. ¡Al diablo con él! En lugar de él déjenme hablarles de Ilya Pavlovich.

            Ilya Pavlovich nació en 1893 en Constantinopla. Cuando apenas era un niño su familia se mudó a San Petersburgo, donde se graduó en la Escuela Alemana ubicada en la calle Kirchnaya. Luego trabajó en una tienda y después en alguna otra cosa. Cuando empezó la Revolución él emigró. Bueno, ¡al diablo con él! En su lugar, permítanme hablarles de Anna Ignatievna.

            Pero no es fácil hablar de Anna Ignatievna; en primer lugar, porque no sé casi nada sobre ella; y en segundo, porque me acabo de caer de la silla y se me ha olvidado qué les iba a decir. Así es de que mejor les hablaré de mí.

            Soy alto, razonablemente inteligente. Me visto con mesura y buen gusto. No bebo, no apuesto en las carreras de caballos pero me gustan las damas. Y a las damas yo no les importo. A ellas les gusta salir conmigo. Sarafima Izmaylovna me ha invitado a su casa varias veces, y Zinaida Yakovlevna ha dicho que le encantaría verme. Pero yo tuve un gracioso incidente con Marina Petrovna, del cual quiero platicar. Fue un asunto muy ordinario pero algo divertido. Por mi culpa Marina Petrovna perdió todo su cabello, quedó calva como nalga de bebé. Sucedió así: cuando llegué a visitar a Marina Petrovna, ¡zas!, perdió todo su cabello. Así como así.

 

 

 

Ancianas que caen

 

Debido a su excesiva curiosidad, una anciana cayó de su ventana y se estrelló contra el suelo.

            Otra anciana se acercó a su ventana y miró a la que se había estrellado, pero debido a su excesiva curiosidad también se cayó y quedó estampada sobre el suelo.

            Fue entonces que una tercera anciana cayó de su ventana; y luego una cuarta; y después, una quinta.

            Cuando la sexta anciana cayó de su ventana yo me aburrí de haber estado viéndolas y me fui al Mercado Maltsev donde dije: “¿Hay alguien que le regale un mantón a este pobre ciego?”

 

 

 

Andrey Semyonovich

 

Andrey Semyonovich escupió en un vaso de agua. Inmediatamente el agua se puso negra. Andrey Semyonovich torció los ojos y miró atentamente al interior del vaso. El agua estaba muy negra. El corazón de Andrey Semyonovich empezó a latir fuerte. En ese momento el perro de Andrey Semyonovich se despertó. Andrey Semyonovich se acercó a la ventana. Sucedió que el perro de Andrey Seyonovich salió volando y como un cuervo se posó sobre el techo del edificio de enfrente. Andey Semyonovich cayó de rodillas y se puso a chillar. A la habitación llegó corriendo el camarada Popugayev.

            –¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? –preguntó el camarada Popugayev.

            Andrey Semyonovich guardó silencio y se restregó los ojos.

            El camarada Popugayev echó un vistazo al vaso que estaba sobre la mesa.

            –¿Qué has echado ahí dentro? –le preguntó a Andrey Semyonovich.

            –No sé –respondió Andrey Semyonovich.

            En un instante desapareció Popugayev. El perro entró volando por la ventana, se echó sobre su lugar de costumbre y se durmió.

            Andrey Semyonovich se dirigió a la mesa y tomó un trago del vaso con agua ennegrecida. En ese momento, el alma de Andrey Semyonovich se llenó de luz.

 

 

 

Las cosas

 

Orlov comió muchos frijoles fritos y murió. Y cuando Krylov vio a Orlov muerto, también murió. Pero Spridolov murió sin razón alguna. La esposa de Spridolov  se cayó en la cocina y también murió. Pero los hijos de Spridolov se ahogaron en un estanque. Mientras tanto, la abuela de Spridolov se volvió alcohólica y se fue de vagabunda. Pero Mikhailov dejó de peinarse y se enfermó. Kruglov le dio un latigazo a una dama y enloqueció, Perehvostov compró un alhambre por 400 rublos y se sintió tan deprimido que le prendieron fuego.

            Las personas buenas no están aptas para tener una posición segura en la vida.

 

                                                                                                             22 de agosto, 1936.

 

 

 

Un soneto

 

Hoy me sucedió algo extraño: de repente olvidé si primero venía el 7 o el 8. Fui con mis vecinos para conocer su opinión sobre esa secuencia. La extrañeza de ellos y la mía fueron grandes cuando, de pronto, descubrieron que ellos tampoco podían recordar cuál era el orden de esos números. Ellos se acordaban de contar 1, 2, 3, 4, 5, 6,; pero olvidaban qué número seguía. Entonces decidimos ir a la tienda más cercana, la que está en la esquina de las calles Znamenskaya y Basseinaya, para consultar ese asunto con la cajera. La cajera nos sonrió como padeciéndonos, se sacó de la boca un martillito y, moviendo su nariz con suavidad hacia adelante y atrás, nos dijo:

            –En mi opinión, el siete viene después del ocho sólo si el ocho viene después del siete.

            Le dimos las gracias a la cajera y contentos salimos de la tienda. Pero luego, pensando con cuidado en lo que dijo la cajera, nos pusimos tristes porque sus palabras estaban vacías de significado.

            ¿Qué se supone que haríamos? Fuimos al Jardín Primavera y empezamos a contar árboles, pero al llegar al seis nos deteníamos y empezábamos a discutir. Algunos opinaron que el siete era el que seguía; pero otros decían que era el ocho. Estuvimos discutiendo mucho tiempo cuando, por un golpe de suerte, un niño se cayó de una banca y se quebró las quijadas. Eso nos distrajo de nuestra discusión.

            Y cada quien se fue a su casa.

                                                                                                      12 de noviembre, 1935.

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