4 minicuentos de Alberto Chimal

Alberto ChimalEn el marco de la Antología de Narrativa Mexicana Contemporánea de Círculo de Poesía presentamos cuatro minicuentos de Alberto Chimal (Toluca, 1970), autor fundamental de nuestro tiempo. Alberto Chimal mereció el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí por el libro Éstos son los días (2004). Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2007-2010) y es profesor universitario y de creación literaria.

 

 

Altísimo

 

Crece tan pero tan alto que alcanza la bóveda de lo inefable.

Mete la cabeza por un agujero, está lleno de estrellas, no le gusta.

Mete la cabeza por otro agujero, sale por entre tierra húmeda y es una lombriz, tampoco le gusta.

Mete la cabeza por otro agujero, se encuentra un ojo que todo lo ve, lo pica con la nariz, tampoco le gusta.

Mete la cabeza por otro agujero, es un túnel oscuro, se ve una luz en el fondo, en la luz está un ginecólogo, tampoco le gusta.

Mete la cabeza por otro agujero, se ve la textura de la palabra “paralelepípedo”, se oye un intersticio en Lausana, no entiende (yo menos) y tampoco le gusta.

Mete la cabeza por otro agujero, es oscuro y fétido, se retira con algo de asco. (No, tampoco le gusta).

Mete la cabeza por otro agujero y está viendo para abajo, desde lo alto, y ve sus piernas que tiemblan y el suelo tan pero tan lejos, y siente vértigo. Se agarra de los bordes del agujero, se domina, y de pronto, de entre todo lo posible, escupe.

Caray.

 

 

 

 

Fideo

Cuando Miguelín tenía tres años, un demonio lo poseyó, pero nadie se dio cuenta porque la inmunda criatura no forzó al pequeño a hacer maldades, hablar con voz de bajo ni vomitar de modo no natural. Por el contrario, Miguelín se volvió, bajo el mando férreo que le anulaba la voluntad y la conciencia, el niño más amable y avispado que la familia hubiese conocido, luego el estudiante más ingenioso y aplicado, luego el graduado de más mérito en la carrera que se le escogió, luego el novio más cariñoso, el esposo más fiel y preocupado, el mejor padre. Además dedicó su tiempo libre a ayudar a los pobres y a apoyar numerosas causas justas, fue bueno con sus vecinos, nunca fue avaricioso ni toleró la corrupción, acudió a misa y santificó las fiestas…

            Esta vida ejemplar terminó hace dos minutos, con una muerte relativamente veloz, indolora y nada amarga porque coronaba (al menos, desde el punto de vista de los deudos) muchos años de plenitud.

            Y ahora el alma de Miguelín, pobrecita, todavía de niño por falta de ejercicio, consumida, vuelta casi nada por tantos años de ser propiedad de otro, se eleva tímidamente, incapaz de separarse de quien tanto la acompañó y la procuró. Y el demonio está satisfecho, pero también muy nervioso, porque sabe que de lejos los dos se ven como uno, de tanta costumbre y tanta bondad que los ilumina, pero son dos y el Ojo que todo lo ve no siempre está mirando para otro lado, y se pregunta (el demonio) si todo valdrá la pena y si podrá llegar hasta tan alto como se merece Miguelín. Y piensa en rosas místicas, piensa en nubes blancas y estrellas frescas sobre cielo claro, y piensa en los pozos negros del Infierno, en las llamas y las picas de tortura. Y además ya se le olvidó para qué deseaba subir hasta acá, qué propósito maléfico y magnífico lo animaba, y ¿qué será peor, que lo descubran, que no lo descubran, que lo echen abajo a lo mejor con todo y niño, fracasado y caído una vez más, o que pase la eternidad en la contemplación de lo divino, cada vez más ajeno a su natura de diablo? (También a él lo ata mucho tiempo, y siente mucho miedo al imaginar que lo separan del pobre niño, ese fideo de espíritu, esa cosa tan triste…)

 

(Grey, 2006)

 

 

 

 

Ciencia ficción

 

El doctor Kreseepurson, desde luego científico loco, inventó un “Rayo Sirenizador” y quiso probarlo. Pero le fue peor que al famoso Krackelgruber y su aparato para transformar a las personas en ángeles: algo no salió bien y las ciudades se llenaron de pobres diablos con colas de pez en lugar de manos, colas de pez en lugar de ojos, colas de pez en lugar de narices, espaldas, dientes, cerebros, cabellos, órganos de la generación pero nunca en lugar de las dos piernas, de tal suerte que ninguno parecía realmente una sirena y nadie creyó que el tiempo de la razón hubiera pasado y estuviera cerca, destrucción, cataclismo, una nueva edad de mitos eternos.

(Y tal era el objetivo último de Kreseepurson, a quien su padre había forzado a dedicarse a la ciencia en vez de a la tarjetería española, con el rencor y odio consiguientes.)

 

 

 

 

Ciencia ficción 2

 

Homuncular, sicalíptica, estúpidamente, las sirenititas comenzaron a pelear dentro de la retorta: todas querían llegar al cuello del recipiente e hicieron muy feliz a su creador, el doctor Yakitito, quien no sólo vio que podría controlarlas con facilidad (el cuello estaba tapado con un corcho enorme): también advirtió que, liberadas en el agua corriente —o infiltradas en las botellas y los garrafones de agua purificada— sus criaturas llegarían a todas las casas de clase media baja en adelante y espantarían a los niños con sus palabras atroces; a las señoras con su actitud obscena; a los señores y curas con su belleza física perpetuamente inasible, y a los críticos literarios con su belleza perpetuamente inasible y, además, no sólo física, sino artística, miniaturizada, de cosa levemente nueva y a la vez muy antigua, del todo imprevista por la mediocridad y abulia de la época. 

 

La ciudad imaginada (2009)

 

 

 

Datos vitales

Alberto Chimal es narrador y ensayista. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí por el libro Éstos son los días (2004). Ha publicado también los libros de cuentos Gente del mundo (1998), El país de los hablistas (2001), Grey (2006) y La ciudad imaginada (2009), así como la colección de ensayos y artículos La cámara de maravillas (2003), la novela Los esclavos (2009) y la antología Viajes celestes. Cuento fantástico del siglo XIX (2006). Textos suyos se han traducido al inglés, francés, italiano, húngaro y esperanto. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2007-2010) y es profesor universitario y de creación literaria. Se mantiene muy activo en internet y su sitio web es la bitácora literaria www.lashistorias.com.mx. Recientemente publicó su traducción de Poliziano, la única obra de teatro escrita por Edgar Allan Poe.

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